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VAMOS A CONTAR HISTORIAS.
OMAR
OMAR
16-10-2014 22:42

¿El fin o el inicio? – 11 (final)

Después de la tremenda camorra que se vivió en el Campo Santo a la partida de las máquinas que iban a luchar por su mundo y sus derechos, volvió la paz. Cada místico «ser» regresó a su morada.
Solo Luís y Tallina quedaron sentados bajo una tremenda ceiba cuyo follaje cubría un área de terreno bien amplia y al mismo tiempo los protegía de los rayos del naciente sol oriental.
—¿Qué hacemos nosotros ahora? —con esa pregunta un tanto decepcionada Tallina rompió el silencio que envolvía a la pareja.
—No tengo idea…—fue la respuesta más desilusionada aún del joven.
Entonces se pusieron de pie y comenzaron a caminar mirando al cielo, lo que estaba ocurriendo allá no podían o no querían imaginarlo. Seguros sí de la tremenda batalla que libraban los candielenses y las máquinas que ellos mismos habían creado.
Luís imaginaba las tremendas beligerancias medievales que eran guiadas por el agudo sonido del añafil con estandarte incorporado, y en las que el por ciento de supervivencia era bien bajo. Sin embargo la batalla conformada en la mente de Tallina era diferente: máquinas extremadamente desarrolladas trasladándose por un espacio muy amplio del universo y lanzándose proyectiles magnéticos y rayos láser.
Las mentes de ambos conformaban una ecuación muy desigual. Pero sin que ellos se percataran sus corazones se iban igualando.
Cuando traspasaron la puerta del cementerio Tallina se sintió atraída por el acanto que circundaba el vano.
—Estoy segura que en esa figura está la mano de los robots que estuvieron escondidos aquí.
Luís la tomó del brazo y se detuvo mirando la figura que se observaba en el capitel.
—Pero…
—Cómo lo hicieron no puedo decírtelo, pero sí te lo aseguro.
El tema no era realmente debatible porque ninguno tenía las evidencias necesarias y así, tomados de las manos, continuaron caminando hasta llegar a un pequeño muro de casi medio metro de altura que se ubicaba a todo lo largo de la costa rocosa de la ciudad, construido quizás como protección a la villa.
Ambos se sentaron en el muro, frente al mar y muy juntos. Cada iluminación en el cielo que ni siquiera el brillo del sol lograba opacar hacía que se apretaran cada vez más fuerte. ¿Qué pasaría con los mundos de cada uno?
Ninguno probó bocado durante el día. Y ya de noche saltaron a los riscos para caminar sobre ellos hasta llegar a un pequeño espacio arenoso donde, muy cansados, se dejaron caer sin desistir de mirar las estrellas.
—¿Lo hacemos? —preguntó Luís directamente.
—¿Aquí, ahora?
—¿Y tendremos otra oportunidad? —esta última interrogante la dijo Luís pasándole muy suave la mano por el rostro.
Ella al principio, como virgen al fin, intentó rechazarlo. Pero se sintió atraída por las caricias de Luís y ambos pasaron la batalla cósmica a un segundo plano dedicándose a crear una nueva raza.


«...solo el amor convierte en milagro el barro...»
S.Rguez
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
16-10-2014 14:41

ATARDECER EN EL DESIERTO.

Parece que no haya pasado el tiempo. Las erguidas columnatas y sus remates corintios, con las bellas hojas floridas talladas en la dócil piedra, anulan en el viajero esa sensación de tiempo huído, la de que aquellas hermosas tallas fueron hechas hace siglos. El desierto circundante, del que sólo paz y silencio emana, aumenta el sentido estático y atemporal del paisaje. Y sin embargo... Y sin embargo hubo otro tiempo, que el viajero puede recobrar contemplando con místico arrobo aquellos atardeceres en los que el sol y su infinita recreación de colores muere entre las columnas, como murió entonces aquella doncella, la que prefigura y condensa todas las doncellas que fueron sacrificadas a los extraños y crueles dioses que por entonces regían los destinos de los hombres.

Calímaco, el del estilo bello, el que apuraba el Arte, inmortalizó su recuerdo con las innúmeras hojas de acanto que, inspiradas en el ramo de tan bella flor que alguien dejó junto a la estela funeraria de la anónima virgen, fueron puntuando con sus armoniosas trazas, rematándolas con aquellas bellas cimeras, las columnas de templos y monumentos que aquella raza, creadora de la superior cultura que todavía alimenta algunos restos de la nuestra, tan decadente, sembró por todo su universo.

Pero el viajero, embriagado, como lo fueron los griegos de entonces, por la misma atmósfera fascinante del tibio sol agonizante; por un horizonte iluminado por los mortecinos colores, irrepetibles por ningún artista pintor, ni siquiera el excelso Apeles, a quien los dioses dirigían su mano; por aromas de inciensos y otros que tan sólo las piedras del vecino desierto, recalentadas por el sol pueden emitir, se sumerge en la creación: sólo la Poesía puede ayudarle a ese lánguido abandono.

Escucha, recreadas por el viento que remece palmeras y dunas, melodías de añafiles y chirimías, de laúdes y cítaras; ve entre sueños aquellas primitivas y enervantes danzas, salmodiadas por derviches que giran incansablemente. Revive, en definitiva, en su encendida imaginación aquellas sensaciones que vivieron los artistas y poetas de aquella perdida época, sin embargo no muerta.

La doncella que inspiró a Calímaco surge entre el caliginoso aire; despierta de su fecundo sueño y le canta; su canto trasciende las dunas y las agrestes rocas y las transforma en un suntuoso serrallo donde él, el viajero adormecido, es agasajado por las vestales que atienden al vecino templo de Afrodita. Deliciosos néctares, jugosas frutas y femeninas carnes como duraznos en sazón se le ofrecen en aquel atardecer que decae; la más perfecta ecuación de la que la única solución que el viajero está dispuesto a aceptar es la muerte.

Pero otra solución le es impuesta. Ruidos como de camorra vienen a despertar el ensueño maravillado del viajero. Desde la vecina caravana los camelleros, gentes de raza zafia y violenta, pretenden continuar la marcha. Los camellos, cansados de la dura jornada, como dirigidos por un inexistente líder sindical, se alborotan y se niegan a levantarse. Los camelleros juran y les golpean con sus varas. El encanto ya se ha roto. El maleficio de los djinns del desierto, que niegan la paz a los intrusos, se ha consumado una vez más.

El viajero se retira a su rincón envuelto en su gruesa manta, abandonando a la grácil doncella que, desconsolada, regresa a su cenotafio.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
13-10-2014 21:39

La sintética

Era un místico, pero al ver a esa virgen de raza desconocida, desnuda detrás de los acantos, su añafil dormido se convirtió en un camorrero enorme, que elevó el deseo a la enésima potencia de una ecuación primitiva, que creía superada.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
13-10-2014 20:54

Pues pasados "Los Pilares", que así se llaman en Zaragoza a las fiestas del Pilar, pasemos a la acción: las sinetifrases.

Entre los bantúes, la danza de las vírgenes entre los acantos floridos, con la música de los añafiles y los atabales, resultaba un espectáculo exótico y místico a la vez. Una extraña ecuación que muchas veces se resolvía con la aparición de los jóvenes guerreros armando camorra.

Ilust.: joven bantú supuestamente virgen.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
13-10-2014 06:16

En vista de que este domingo es 12 de octubre, fecha tan importante por la relación entre Europa y América, en que se encontraron dos mundos y múltiples razas, que además nos convertimos a la fe cristiana y celebramos también este día a la virgen del Pilar, propongo las dos palabras que nos hacen falta y comencemos a trabajar de inmediato. Que no sea por falta de palabras.

Acanto.
Añafil
Camorra/camorrero/a.
Ecuación.
Místico.
Raza
Virgen

Estela
Estela
10-10-2014 20:46

!He comenzado a retornar!

AÑAFIL Trompeta morisca de unos 80 cm de longitud, que se usó también en Castilla.


Hace tanto que los tengo abandonados que no logro recordar mi contraseña para entrar
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
10-10-2014 20:13

UN DESCANSO EN LA BATALLA.

Apenas quedaba tiempo en la batería para reparar los desperfectos producidos durante la batalla. La noche estaba al caer y los hombres, artilleros fuertes y experimentados, eran apenas un residuo humano de lo que debieron ser unos días antes. El mando, a pesar de todo, ordenaba resistir; aquella cota defendida por esa valiente y extenuada guarnición, era vital para cortar el acceso al enemigo. La parábola que se lograba desde ella con los obuses del 183 era la más adecuada para traspasar las defensas y golpear duramente su retaguardia. De la vanguardia se ocupaban bravamente los infantes apoyados por los morteros del 81 y la artillería ligera. No de otra forma hubiera sido posible contener las avenidas de tropas, mal equipadas y peor organizadas, pero mucho más abundantes en número que nosotros, que con insistencia suicida lanzaba el enemigo.

Sabían que iban a la muerte, que su llegada al alcance de las armas de nuestra vanguardia supondría una nueva y más mortífera carnicería. Pero como un cortejo extravagante de fantasmas avanzaban una y otra vez entre el humo de la pólvora y los cadáveres de sus compañeros. Sólo podía impulsarlos un fanatismo sin límites, una mezcla de terror a sus propios mandos y las promesas incumplibles e irracionales de que la muerte en batalla les abriría las puertas del Paraíso; de aquel Paraíso fabricado desde los minaretes de las mezquitas por los muecines exaltados, para consumo de una población alucinada.

Ignorábamos por nuestra parte qué razones tenía el Alto Mando para mantener aquella situación de frente estabilizado. Tal vez les hubiesen llegado instrucciones del Cuartel General de resistir con paciencia y la menor exposición posible mientras se desarrollaban las inevitables negociaciones políticas, que sabíamos que se estaban celebrando en un país neutral.

Eso era lo que más irritaba a nuestras tropas; eso y la ausencia de acciones en las que pudiese brillar su heroísmo: también nosotros éramos fanáticos, también luchábamos enardecidos por otros ideales: los de Libertad y Democracia. Qué gran estafa. Aquella masacre de hombres, aquella caza de conejos indefensos, por unos ideales que para muchos de nosotros eran pura podredumbre. La superioridad del mundo occidental.

Si nuestros hombres, muchos de ellos con una cultura rudimentaria, hubiesen sabido que el hoy enemigo había sido un pueblo culto y sabio, que muchos de los fundamentos de nuestra civilización provenían de la sabiduría de generaciones anteriores, con las que confraternizamos y nos mezclamos en fructífero mestizaje; si ellos supiesen esto, es posible que abandonasen sus equipos, tecnológicamente perfectos, y ofreciesen a los del otro lado de las líneas compartir un té y unos cigarrillos. Si lo supiesen.

Pero ni nuestros gobernantes ni los de ellos nos permitían pensar ni nos daban elementos informativos para establecer nuestros criterios en libertad. En ambos bandos los adoctrinamientos insistentes, las consignas contenidas en la enseñanza y en los principios religiosos, los mensajes dirigidos a los centros emocionales del ser humano, habían exacerbado la irracionalidad y animalidad latente en todos nosotros.

Y era irreversible. Éramos, para ellos, simples máquinas de matar, elementos necesarios para mantener la dominación o tratar de conseguirla en el caso de nuestros enemigos. Pero estas reflexiones sólo nos estaban permitidas a muy pocos, y esos pocos éramos los que teníamos que impedir que los demás pensasen, reflexionasen; únicamente teníamos que lograr que los cañones siguiesen disparando sus mortíferos obuses, de mantener nuestras enseñas bien alzadas en aquella cota inexpugnable. Lo demás era desierto.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
10-10-2014 11:55

acanto.

(Del lat. acanthus, y este del gr. ἄκανθος.
1. m. Planta de la familia de las Acantáceas, perenne, herbácea, con hojas anuales, largas, rizadas y espinosas.
2. m. Arq. Ornato hecho a imitación de las hojas de esta planta, característico del capitel del orden corintio.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
10-10-2014 10:44

Un místico camorrero, como en los tiempos de Santa Teresa. Muy bueno, J.J.

Yo, por compensar, propongo:

ECUACIÓN

(Del lat. aequatĭo, -ōnis).
1. f. Astr. Diferencia que hay entre el lugar o movimiento medio y el verdadero o aparente de un astro.
2. f. Mat. Igualdad que contiene una o más incógnitas.
3. f. Quím. Expresión simbólica de una reacción química, que indica las cantidades relativas de reactantes y productos.
~ del tiempo.
1. f. Astr. Tiempo que pasa entre el mediodía medio y el verdadero.
~ determinada.
1. f. Mat. ecuación en que la incógnita tiene un número limitado de valores.
~ diofántica.
1. f. Mat. ecuación algebraica con una o más incógnitas y coeficientes enteros, de la que interesan únicamente sus soluciones enteras.
~ indeterminada.
1. f. Mat. ecuación en que la incógnita puede tener un número ilimitado de valores.
~ lineal.
1. f. Mat. ecuación cuyas variables son de primer grado.
~ personal.
1. f. Fís. Promedio de error en las observaciones o mediciones de precisión, que difiere de unos observadores a otros y se considera peculiar de cada uno.
□ V.
sistema de ecuaciones

¿A que os ha sorprendido la cantidad y variedad de acepciones que tiene la palabreja? A mí también.
Feliz finde.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
10-10-2014 06:54

Sigue su curso sin detenerse el mes de octubre a pesar del Ebola y el Estado Islámico, elecciones sin sorpresas en Brasil y en Bolivia. Los días transcurren con nuevas amenazas. Llega el viernes y abrimos en este espacio la ventana para interesantes historias con siete palabras.

Propongo entonces de inicio

Camorra/ Camorrero/a

Y por si hiciera falta un detalle extraordinario

Místico

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