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VAMOS A CONTAR HISTORIAS.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
03-10-2014 13:58

Por asociación ideas (!) propongo la palabra:

PARÁBOLA

(Del lat. parabŏla, y este del gr. παραβολή
1. f. Narración de un suceso fingido, de que se deduce, por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral.
2. f. Geom. Lugar geométrico de los puntos del plano equidistantes de una recta y de un punto fijos, que resulta de cortar un cono circular recto por un plano paralelo a una generatriz.

Feliz finde a tod@s.

Nota.- El emoticón al final del término griego "parábola" sale por su cuenta; no tengo modo de eliminarlo.

caizán
caizán
03-10-2014 12:29

PACIENCIA

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
03-10-2014 05:34

Se inicia octubre, en el sur la primavera hace reventar las flores, en contraste con la explosión de tonos de cobre, ocres y marrones del otoño en el norte. Es un mes extravagante por eso la palabra propuesta de esta semana es:

Extravagante

Por si hace falta y en el mismo tono

Cortejo

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
02-10-2014 19:50

EL ÁRBOL DE LA VIDA.

Cómo se pudo “colar” aquel extranjero en aquella cerrada Comunidad era la insistente pregunta que desvelaba al viejo Archimandrita. Todos los controles establecidos, desde el enérgico y disuasorio de los imponentes monjes, gigantescos en sus negras ropas talares, que cruzaban sus bastones sobre las puertas de recias hojas claveteadas, hasta los más sutiles de las preguntas ambiguas, contradictorias y retóricas que debía responder el visitante que se presentaba a solicitar audiencia, habían sido violados. Violados, sí; puesto que sagrado era el lugar y sagrados los personajes que lo habitaban. Aquella intromisión del extranjero en los ámbitos recoletos de la residencia del Basileo no era una simple infracción de las reglas. Era toda una puesta en cuestión de la seguridad de un recinto que, desde siempre, se consideró inaccesible.

Desde el mirador del supuestamente inexpugnable Monasterio, sobre el mar ardiente del mediodía, el buen anciano trataba de encontrar la solución a aquel enigma. Había preguntado, amenazado incluso, a los monjes que custodiaban las entradas, habían sido comprobada las escalas y el rudimentario sistema de elevación de los víveres y aprovisionamientos. Nada. Ni un solo indicio de cómo había podido perpetrarse semejante forzamiento.

Ordenó que se trajese a su presencia al extranjero infractor, que desde la noche anterior se encontraba incomunicado en las celdas que sólo se utilizaban para castigos muy especiales que, necesariamente, se aplicaban a algunos monjes rebeldes. Envuelto en sus amplias túnicas, con el rostro todavía velado por el extremo del grueso turbante, erguido, casi desafiante, el extranjero insinuó apenas un gesto de saludo al anciano Archimandrita.

- Aproxímate, extranjero; no temas, nadie quiere hacerte daño. Sólo pretendemos aclarar tu presencia entre nosotros. No vas armado, apenas opusiste resistencia cuando los guardias te prendieron. Nada has hablado. ¿Entiendes mi idioma, sabes al menos donde te encuentras? ¿Puedo ofrecerte una taza de café armenio?

Los ojos negrísimos del extranjero brillaron intensamente. Quisiera, pero no podía responder a todo lo que amablemente el Archimandrita le preguntaba. A espaldas de éste, protegida por unos densos cortinajes, se abría la puerta de los aposentos del Basileo. Apenas eran conocidos por dos o tres personas, las que se dedicaban al servicio más próximo y personal del Augusto Sacerdote. Inesperadamente la puerta se abrió; desde ella emanaron deliciosos perfumes y una armoniosa música envolvió el tenso ambiente. Aquella intromisión del Excelso era desde luego una complicación para los planes diplomáticos del Archimandrita, que conocía bien el carácter violento y despótico del Prelado.

El Basileo, envuelto en sus ropajes de ceremonia, imponente y severo, se interpuso entre el Archimandrita y el extranjero. Éste, a través del entreabierto portón, puedo ver cómo un bellísimo pájaro se balanceaba sobre un trapecio dorado, dentro de una enorme jaula de barrotes ricamente trabajados. El pájaro parecía inquieto, intranquilo; sus movimientos y aleteos, su continuo desplazarse de un extremo a otro del jaulón, de arriba a abajo, así parecía evidenciarlo. Entonces el extranjero habló:

- Yo, reverendos padres, soy la propietaria de aquel pájaro. Es todo lo que tengo en la vida; mi familia y mi compañía. Ayer voló de su jaula en un descuido y ví como llegaba hasta este monasterio. Aprovechando las sombras de la noche me introduje en él hasta que fui localizada por los guardianes. Sólo pretendo recuperar ese ave y volver a cantar junto a ella en las tibias noches, alegrando los jazmines.

Entre tanto, el extranjero se había rasgado sus ropas en señal de duelo y arrepentimiento. Con estupefacción los clérigos comprobaron que era... una mujer. ¡Una mujer, sacrilegio sobre sacrilegio!(1) Y de una hermosura extraordinaria. Una mujer hermosa en lo más íntimo de aquel santuario...

La mirada asombrada e interrogante que cruzaron el Basileo y el Archimandrita podía significar o admiración ante un prodigio o miedo ante la presencia del Maligno. El Basileo se apresuró a tapar el cuerpo semidesnudo de la mujer, rozando con ello parte de sus tibias carnes. Un estremecimiento sacudió su fuerte cuerpo, removido por ancestrales pasiones. Y recordó el libro del Génesis. Y al igual que la Mujer encontró apetitoso y placentero el fruto del Árbol de la Vida, así el Basileo encontró placentero y apetitoso el cuerpo inmaculado de la Mujer. Y lo disfrutó largamente en la intimidad de sus aposentos.

Cuentan las crónicas que ni el cielo se vino abajo, ni la vida del Monasterio de vio afectada por plagas y desgracias, ni ninguna voz tonante desde los cielos recriminó al Basileo su perversa acción. Antes al contrario; su carácter se hizo afable, comunicativo, tolerante; humano, en definitiva... Y la Mujer tuvo dos pajaritos con los que dar sentido y gozo a su vida.

(1) Es sabido que las mujeres tienen prohibido el acceso a los monasterios de la Iglesia Ortodoxa que pueblan el Monte Athos.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
01-10-2014 01:24

La sintética

Se coló en la comunidad del circo sin complicaciones, con sus ojos rasgados y su actosimple del trapecio logró insistentes aplausos.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
30-09-2014 11:28

Pues vayamos a por las "sintetis".

Salvo alguna complicación la lesión se limitaba a un simple rasgado de la inserción del músculo trapecio con la apófisis de la 7ª vértebra. De ahí el insistente dolor que le impedía colar los detritus producidos en la Comunidad, en una elemental labor de reciclaje.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
30-09-2014 01:48

Agrego una palabra para completar las siete, una por día de la semana, tiene que ver con la situación que no me permitió colocarlas el lunes en orden. Adelante contra las complicaciones y los retrasos. Comencemos con las sintéticas

Colar
Comunidad
Complicación
Insistente
Rasgado
Simple
Trapecio

Estela
Estela
29-09-2014 14:29

TRAPECIO en sus variadas acepciones


Hace tanto que los tengo abandonados que no logro recordar mi contraseña para entrar
caizán
caizán
29-09-2014 11:10

RASGADO

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
27-09-2014 20:22

Un memorable compañero, defensor a ultranza de este foro, me ha hecho ver que el relato que publiqué, ahora anulado, ya lo había sido no hace mucho tiempo, algo que yo no apercibí. Aunque reconozco que muchas veces "reciclo" antiguos relatos de mi archivo para poder atender a las mínimas exigencias del hilo, no quiero incurrir en lo que alguno (yo mismo) podría considerar un fraude. Así que aquí os dejo un nuevo relato, inédito, y agradezco al querido compañero su observación y a las musas estos minutos de inspiración que me han permitido pergeñarlo.

RENACER BAJO LA LLUVIA.

Aquel otoño fue especialmente lluvioso. Por esa razón la búsqueda de exteriores que estábamos haciendo para nuestra próxima película se alargó mucho más de lo previsto. Perdidos en recónditos parajes de aquellas serranías, a los que las incesantes aguas daban un aspecto mucho más espectral y misterioso, estábamos casi dispuestos a pedir a los nativos que organizasen algunas preces y rogativas para que el sol volviese a lucir. Pero pensamos, no sin lógica, que siendo como éramos unos metecos en aquellas duras tierras, nuestra intromisión en sus tradiciones para impetrar de las divinidades algún cambio en sus impredecibles planes podía ser considerado un sacrilegio. Y posiblemente aquellos persistentes aguaceros eran consecuencia a su vez de otros ruegos y sacrificios a los dioses correspondientes, muy otros de los que en nuestro descreimiento podíamos adorar, que no entenderían, desde su sobrenatural perspectiva, la caprichosa mutación de su solícita atención.

Así que, aceptando con estoicismo los imponderables designios de la Naturaleza, nos refugiamos en la lectura de viejos libros, una excepción casi impensable en aquel remoto poblado tropical. Pero la previsora cautela de Lucy, nuestra script, que por su experiencia pudo intuir algo parecido a lo que nos estaba sucediendo, hizo que sorprendentemente, en algún rincón del escueto equipaje que las autoridades nos permitieron acarrear al poblado, apareciesen obras de Carpentier, de Lezama Lima y otras que serían consideradas menos ortodoxas en una posible inspección y control de nuestras actividades. La lectura del pasaje de la tormenta en “El siglo de las luces” hizo que las lluvias que soportábamos pareciesen simples sirimiris (1) frente a la crudeza y fantástico realismo de aquellas otras que arrasaron el poblado donde Carlos y Esteban, junto a Sofía, trataban de encender la hoguera de las ideas revolucionarias en aquellas islas perdidas, que parecían reservadas por Dios, su Creador, como alegres castañuelas para sus juegos y desahogos.

A cambio del desastre del calendario planificado, nuestro camarógrafo pudo obtener magníficas fotografías de la lluvia torrencial, de las cabañas de techumbres de palma abatidas bajo aquellas masas de agua; la vertiginosa altura de las ácanas propiciaba espectaculares tomas que después, ya en Europa, causarían la admiración de los espectadores. No sólo ofrecían aquellas exóticas tierras sus paradisíacas playas y una vegetación exhuberante, según ilustraban los artificiales folletos publicitarios, sino rincones tenebrosos que todavía parecían guardar los arcanos indescifrables a los que nosotros, extranjeros, pretendíamos acceder.

La simbiosis de aburrimiento y curiosidad y la ya larga estancia en aquellos parajes, abruptos y lejanos, hizo renacer en el equipo, como si fuésemos hijos o frutos aborígenes de estas tierras, los instintos primitivos que latían fuertemente en nuestros espíritus, iniciandose una especie de proceso de aculturación: la belleza de los nativos, sus costumbres inalteradas, la naturalidad de sus comportamientos enraizó con violencia en nosotros. Pronto de aquellas figuras femeninas emergieron encantos insospechados para nosotros, varones amoldados a otros patrones estéticos; los hombres aparecieron bajo una nueva luz como seres deseables ante los ojos de las mujeres del grupo; las comidas mostraron aromas y sabores que poco antes nos perecieron repulsivos. En definitiva, el concepto de “salvaje” desapareció de nuestro ideario occidental y pronto el mimetismo más radical nos hizo ser como “ellos”.

Ya no hacía falta rodar ningún film. O si se rodaba, por aquel sentido del compromiso que aún quedaba en nosotros, desde luego incluiría secuencias que no figuraban en el guión inicial, escrito desde una imaginación estereotipada y en despachos con güiski y aire acondicionado. Nuestra experiencia bajo la lluvia nos autorizaba a describir la auténtica realidad.

Mientras la lluvia, tenaz, insaciable de tierra, seguía cayendo. Pero para la mayoría de nosotros ahora era un regalo de aquellos dioses que parecían habernos acogido entre los suyos.

(1) Sirimiri.- Llovizna menuda y persistente que se da en algunas regiones del norte de España. Se conoce también como orvallo, o “calabobos” en zonas mas meridionales.

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