" La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño ": Nietzsche.
Rodrigodeacevedo
12-09-2014 11:14
Me alegra muchísimo la propuesta de J.J. Creo que el lenguaje antiguo, no en desuso todavía, tiene una riqueza enorme que deberíamos explotar. Si nuestro foro tuviese algo más de vitalidad sería bueno abrir un hilo para recuperación de palabras antiguas. De las acepciones "modernas" de palabras usuales (tronco, tío, esnifar, etc...) ya nos informan nuestros hijos o nietos.
Mi palabra es:
BUCHE
Siento no transcribir las muchas acepciones de la palabra pero no me funciona el copia y pega. Alegrías que nos depara el foro.
Jose Jesus Morales
12-09-2014 04:17
Para esta semana quiero proponer una palabra casi perdida en nuestras comunicaciones automáticas.
Paisano
En el mismo tono añejo y por si acaso falta alguna
Tocayo
Rodrigodeacevedo
11-09-2014 20:03
Pues que se me olvidaba el cuentito...
DEL ORIGEN DE LAS PALABRAS
o
DE ÓBITOS Y OBITUARIOS.
Conocí la existencia de Pepe Pailas a través de un muy querido amigo de otro foro literario, hoy extinto (el foro), con algunos sobrevivientes que se niegan a abandonar el pecio, acogidos a algún rincón de la red. Aunque este viejo y querido ex-compañero tuviese conocimiento de este relato, cosa improbable, estoy seguro que me perdonará el atrevimiento de dar un techo nuevo al Pailas, aunque sea muy pasajero. Por lo que recuerdo el tal Pepe Pailas sería un equivalente al Pero Grullo español, autor, como se sabe, de las perogrulladas.
Cuando el doctísimo profesor Kaga-te-lorito leyó aquella ponencia, o lo que fuese, del eminente Pepe Pailas y encontró aquella locución, verdadera joya relíctica del habla de las gentes de antes, el término “pioresná”, se le erizaron los anacrónicos quevedos que calzaba. Aunque, como dijera el ilustre, pero por diferentes razones, Don Pablo Neruda: “Nosotros, los de antes, ya no somos los mismos”, y que viene a significar que, posiblemente, el "pioresná" de entonces nada tiene que ver con su significación actual, si es que la tiene.
Su potentísimo cerebro, el del doctísimo profesor, claro, a pesar que sufría las consecuencias de una monumental resaca producida por la ingesta de enormes cantidades de aguardiente, que junto a algún colega bebió la noche anterior, mientras discutían sobre el citado vocablo “pioresná”, inició un proceso imparable de asociaciones neuronales, pues el palabro empezó a percutir en las zonas más sensibles, aunque recónditas, del dicho órgano cerebro, básico para su cotidiana subsistencia. Rápidamente afloraron de los viejos archivos dos palabras con reminiscencias, al menos fonéticas, a la del Pailas. Una, la de aquel inaccesible pueblo en las anfractuosas sierras del norte de Extremadura, tierra fraguatriz de grandes males que hubieron de consumarse en las también anfractuosas tierras de los antepasados del Don Pailas, c'est à dire, América latina.
El tal pueblo, o aldea, llámase Piornal (o sea: pior-eh-ná, como cualquiera apreciará). Ellos, los del pueblo, denomínanse piornaliegos. Viejo pueblo con sabor a roquedal granítico y a jara pringosa, que en tiempos no muy lejanos fue moridero de tuberculosos, pues aunque la tierra donde se asienta es feraz, no diría yo que ubérrima, se cumplió también en ella que el hambre y la necesidad de sustento empujaron a aquellos hijos suyos, putativos o de derecho, a la aventura americana, dicho sea sin vergüenza y en desagravio de aquellos pobres rústicos que tan engañados estuvieron por los sinvergüenzas que los gobernaban.
Y así, por aplicación indirecta de las conocidas razones aristotélicas: “... cosa es verdadera/ el mundo por dos cosas trabaja: la primera/ por aver mantenencia; la otra cosa era/ por tener juntamiento con fembra plaçentera.”, pues que los piornaliegos y gentes del contorno, entre el mucho ayuntarse y el poco yantar, se pillaban unas tubercolosis de no te menees.
Gentes, por otra parte, de mentes esquizoides a las que con un poco de labia se les conseguía iluminar para que se creyesen los enviados de algún dios y los encargasen redimir infieles en las lejanas tierras recién descubiertas. (Eso, aparte de alguna mendaz promesa de “pasta” fácil a conseguir de los ingenuos pobladores de aquellas tierras.) Allí también morían como chinches. De ahí, velai, (1) entre la conquista y la tuberculosis, el elevado número de óbitos, que se obituariaban en el pueblo.
La otra palabra aflorada en el recuerdo del profe Kaga-te-lorito es: “Pyoresznă”, nombre de una improbable ciudad de la Galitzia polaca; pero como el profesor Kaga-te-lorito de polaco sabe lo que cualquiera de nosotros, es decir, nada (salvo alguna honrosa excepción que pueda haber) y siendo este relato, ya, suficientemente insípido como para extenderlo más, dejamos esta palabreja por ahora hasta encontrar alguna concomitancia entre ambos vocablos que nos obligue a continuarlo. Porque, aunque malo el relato ..."pioresná"
(Peor es nada, por si alguno aún no lo hubiese capatado...)
(1) Velai. Localismo piornaliego que trata de significar “he ahí” o “ve ahí”. P. ej.: Vélai que cosas...
Gregorio Tienda Delgado
11-09-2014 16:55
CUENTO AL REVÉS.
La Venganza de William.
Ante el cadáver de Robert, William respiró hondo. Hinchó sus pulmones como si fueran globos, y expulsó el aire impregnado con la rabia contenida durante tantos días. Recordó la dantesca escena que vivió cuando llegó al pueblo y vio a su esposa y a su hija sobre un charco de sangre, y el juramento que hizo de no descansar hasta acabar con la vida de aquel forajido. No podía devolverles la vida, pero el delincuente que yacía muerto a sus pies, no mataría a nadie más. Echó un buen trago de AGUARDIENTE, que le resultó INSÍPIDO, pero siguió bebiendo sin miedo a la RESACA.
Lo sorprendió dormido. Lo despertó y le obligó a defenderse en las mismas condiciones que él; frente a frente, pistolas en sus fundas. Pero Robert no tuvo tiempo de disparar; antes de que desenfundara su revólver, William le metió una bala entre ceja y ceja. Aquel SINVERGÜENZA, no haría daño a nadie más.
William cabalgó durante diez días a través de las montañas acompañado de un guía indio, durmiendo bajo el TECHO estrellado, hasta encontrar el escondite de Robert. Una caverna muy difícil de localizar y de muy dificultoso acceso para llegar a ella, por la escabrosidad del lugar.
Del rancho “W”, partieron Connie y Myra acompañadas de dos criados para ir a la ciudad a comprar provisiones en la tienda de Charles E. Cuando llegaron, mientras los sirvientes cargaban las mercancías en las acémilas, Connie y Myra fueron al banco. Y nada más entrar, cuatro asaltantes irrumpieron disparando y robaron todo el oro que había. Pero cuando salían con el botín, fueron sorprendidos por el Sheriff y sus ayudantes que los vigilaban desde que llegaron aquella mañana. Se produjo un tiroteo en el que murieron tres asaltantes. Uno logró escapar, pero sin el oro robado. En el interior del banco quedaron tres cadáveres: los de Connie y Myra, y el del director del banco.
Robert y sus tres compinches, salieron de su guarida y cabalgaron durante cinco días. Acamparon en las inmediaciones de la ciudad, para al día siguiente, en CUALQUIER momento propicio, cometer un atraco en el único banco que había.
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Rodrigodeacevedo
08-09-2014 13:38
Me gustan los aguardientes, cualquiera de ellos, porque no son insípidos; lo declaro sin vergüenza. Aunque hay sinvergüenzas que venden alcohol de quemar, de peligrosísimas resacas, bajo el mismo techo que aquellos dignísimos orujos, reservados a los paladares más exquisitos.
caizán
08-09-2014 13:24
Uno no debería ser considerado sinvergüenza por beber, bajo techo o al aire libre, con cualquierinsípido parroquiano, sin vergüenza,aguardiente todo el día. Descontando el tiempo de resaca, ya no es tanto.
Jose Jesus Morales
08-09-2014 06:08
La sintética
Como una cualquiera, sin vergüenza ninguna, Doña Irene se tomó todo el aguardiente. No tuvo techo, ni temor a la resaca, quería demostrarle a su insípido y sinvergüenza marido, que era más mujer, que todas aquellas con las que la engañaba.
Jose Jesus Morales
08-09-2014 05:54
Finalmente se acabo la primera semana de septiembre, llegamos a nuestras siete palabras y el lunes nos alumbrará un nuevo sol y las sintéticas no se harán esperar. En esta oportunidad se aceptó una acepción por lo interesante de la propuesta y el juego de palabras que nos reta.
Les presento los siete colores para innumerables posibilidades.
Aguardiente
Cualquier/a
Insípido
Resaca
Techo
Sinvergüenza
Sin vergüenza
Escribo estas líneas absolutamente lucido, no tengo ninguna avería en la cabeza ni me he contaminado con una de esas raras e ignotas enfermedades que no tienen nombre, ni tampoco cura. Simplemente a los cuarenta años me declaro un pasotas, les puede parecer mentira, incluso un desatino, que un hombre con los triunfos al alcance de la mano decida pasar de todo, sin importarle lo más mínimo la suerte de sus afectos y mucho menos el éxito que le espera.
Al pasar de todo conscientemente me entrego por completo al viento, al destino, a donde quiera llevarme mi sino.
La insensatez es el signo que he visto reflejado en los rostros de mis cercanos, lo que causa una enorme desazón en mi estado de ánimo y es imposible regresar a mi estado natural de optimismo y alegría, acampa en mi corazón un batallón armado de agujas oxidadas de desaires, desavenencias, discrepancias.
Una enorme insensibilidad me rodea, intenta dominarme, hacerme su esclavo y estuvo a punto de lograrlo, pero encontré esta esquina en la que me puedo refugiar momentáneamente, hasta lograr encontrar una salida verdadera.
Prefiero ser un pasotas, y evitar a toda costa convertirme en un insensible. Niego desde ya, esa versión que ha comenzado a correr maliciosamente de estar contagiado con el sarampión de los cuarenta.
La fuerza de la costumbre me despierta, abandono el traje que me hace guiños desde el closet, la corbata de seda que se insinúa provocativa la dejo desamparada, sin siquiera rozarla, y hasta los zapatos de piel y el acompasado taconeo que me acompaña quedan en la orfandad.
Renuncio a ese uniforme impuesto por reglas, normas, estereotipos y me expongo con cierto desaliño ante la mirada asombrada de mis compañeros, al verme guardan silencio, pero apenas les doy la espalda el murmullo de voces se hace incontenible y es inevitable presentarme en la Oficina del Director.
Está advertido de la facha en la que vine a trabajar y apenas entro al Despacho en un tono autoritario dice:
¡No pensaras presentarte así a la reunión con Don Francisco Fernández!
El que no debe presentarse a la reunión con esas ropas eres tú, ese traje que llevas no ha visto la tintorería hace por lo menos nueve meses, la ropa que cargo por el contrario está completamente limpia.
No espero respuesta, salgo de su Oficina despacio, voy directo a mi escritorio y escribo este texto sin ninguna pretensión literaria, únicamente para dejar constancia de mi primer acto como pasotas.