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VAMOS A CONTAR HISTORIAS.
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
18-08-2014 16:49

Gracias por el apoyo, espero no romper el hilo.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
18-08-2014 16:48

La Sintética

Denegaba ascender a tarimas, aducía no poder quitarse el sombrero por su trauma, ser tartamudo y poco tolerante. Prefería la ausencia.

caizán
caizán
18-08-2014 12:48

Uno puede lograr con su ausencia: denegar loas o ascender a la gloria por haber sido tolerante en su mandato, sin crear traumas innecesarios, ni haber convertido al oponente en tartamudo social. En esos casos, con respeto, se lo nombra agregando: CHAPEAU.

caizán
caizán
18-08-2014 12:28

Teniendo en cuenta el país en que ésto se edita: EL REY HA ABDICADO, LARGA VIDA AL REY.

Estela
Estela
18-08-2014 07:51

Tambien cuenta con mi beneplacito nuestro nuevo moderador.Ypor supuesto,todos esperamos que Rodrigo pueda seguir participando con frecuencia en este rinconcito tan acogedor para todos nosotros.


Hace tanto que los tengo abandonados que no logro recordar mi contraseña para entrar
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
18-08-2014 05:58

Rodrigo: asumiré en forma temporal este hilo al que le tengo especial cariño, por un lado por la forma en que lo conduces y que nadie podrá sustituir y por otro lado, porque me obliga a cumplir con el compromiso que sumí con ustedes y conmigo mismo.

Bien dice Gregorio, con mucha mano zurda, temporal, así que no creas que te vas a zafar de este compromiso tan fácilmente y te esperamos pronto.

La amenaza es de ausencias, así que comenzamos con esa palabra en la propuesta.

Ausencia
Ascender
Denegar
Tolerante
Trauma
Tartamudo
Sombrero

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
17-08-2014 22:55

Por supuesto que J.J. cuenta con mi beneplácito y mi colaboración y seguro que lo hará muy bien.

Pero, siento que tu retirada, supongo que temporal, sea por motivos personales que espero y deseo que no sean de salud, y que regreses pronto de forma activa como hasta ahora.

Un abrazo, amigo y compañero.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
17-08-2014 19:13

Queridos amigos: Por razones personales mi asistencia al foro a partir de ahora será menos intensa y frecuente de lo que quisiera. Por ello me veo obligado a renunciar a la moderación del hilo "Vamos a contar historias". Propongo como sustituto a nuestro compañero J.J., de quien cuento ya con su conformidad. Creo que por su actividad en el hilo y en el foro en general reúne todas las características para esta asumir esta moderación, incluso para la mejora y revitalización del hilo. En definitiva, pienso que éste continuará en mejores manos que las mías.
Cuento con vuestro consenso de que es la persona más idónea.
Yo seguiré participando en el foro y, especialmente, en "Vamos a contar..." en la medida que mis nuevas circunstancias lo permitan; y procuraré que sea lo más posible.
Como esta semana el aporte de palabras ha sido un poco irregular, dejo a J.J. en su nueva responsabilidad la selección y publicación de las que vayan a ser utilizadas en los relatos de la próxima semana.
Un abrazo a todos con mi mejor deseo de que sigamos trabajando por el engrandecimiento de este singular y familiar espacio de convivencia.
macortés (rodrigo, para los amigos)

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
16-08-2014 01:16

Tratando de ponerme al día os dejo mi relato correspondiente a la semana anterior. Que os guste.

UNA PASIÓN.

Un tácito acuerdo entre ellos establecía excluir los agobios y premuras en sus encuentros amorosos, que estarían determinados por la aleatoria oportunidad de las ausencias de sus cónyuges.
También, a ser posible, buscar coincidencias complementarias, como eventos que justificasen la concurrencia de ambos a la capital y que, al mismo tiempo, les procurasen distracciones y argumentos para poder llenar con sabrosas pláticas los finales de sus apasionados encuentros.

Así, a veces, eran concertadas visitas al Archivo Municipal para recabar informaciones relativas a las actividades de ella como bibliotecaria de la Universidad. Allí, “casualmente” se encontraban y saludaban con esa manera distante y educada que suelen utilizar dos personas que, conociéndose, procuran no manifestar intimidades en su trato. Después, ya evidenciada esa apariencia de normalidad, vendría la intimidad de los fuegos y las olas turbulentas; y la calma trascendida de las almas ya saciadas las hambres de sus cuerpos.

Porque la cuestión era la de mantener el secreto de sus relaciones, buscando con gran imaginación y paciencia, circunstancias, decorados, alicientes, constancia en definitiva, que les permitiese alimentar la intensidad de su pasión.

De manera que no podían dilapidar el tiempo y, aunque la armonía que iban alcanzando, tanto en el puro goce físico, como en la gratificante asunción de las personalidades de cada uno de ellos por el otro les iba llevando a planteamientos más profundos y serenos respecto a la situación en la que ambos se encontraban, la amenazadora nube de lo efímero se iba intensificando en su común horizonte.

Ambos, feliz casualidad, contaban con la complicidad y discreción de sus abuelos, el paterno de ella y el materno de él, pues ambos en su juventud habían mantenido las mismas relaciones adúlteras (perdón, ilícitas) que ahora ellos mantenían, de manera que podían aceptar sin complejos ni falsas moralinas la situación de sus nietos.

Pero sus respectivas posiciones sociales, la pertenencia de ambos a ínclitas familias y grupos económicos de relieve en las ciudades donde vivían, les hacía temer una reacción violenta, una persecución no sólo ideológica ante el acto “políticamente incorrecto” de su adulterio, sino estigmatizante para su vida futura y un escándalo perjudicial para el prestigio tan frágilmente sólido de ambas familias.

Y la disolución de sus matrimonios, aparte de carecer de aspectos públicos que lo justificasen, crearía, asimismo, unas turbulencias en las pacatas sociedades provincianas a las que pertenecían, que, ellos, juiciosos a la par que impetuosos amantes, no estaban seguros de poder asumir sin posteriores resentimientos.

Preferían, pues, sus periódicos e irregulares encuentros, sus citas nunca previsibles junto al viejo estanque del parque, solitario las más de las veces. Con escuetas notas escritas a lápiz generalmente y utilizando la terminología clave que habían ido construyendo se establecían los acuerdos de sus citas.

Estas dificultades, antes de enfriar su mutua pasión, la enardecía y hacían mucho más tórridos sus encuentros en la penumbra de la habitación del lujoso apartamento, situado en la exclusiva zona de negocios de la gran ciudad, donde se consumían las que ellos encontraban cada vez más escasas horas para saciar su necesidad de amar.

Encerrados en un extraño y contradictorio mundo de sentimientos y apariencias, ambos amantes encontraban como única válvula de escape la mayor complejidad y refinamiento en sus prácticas eróticas. Las relajantes conversaciones que antes eran el colofón de sus efusiones, se habían reducido a frases entrecortadas entre los espasmos de sus clímax. Había llegado el agotamiento. Y la mujer no podía admitirlo. Decidió poner fin a su adúltera relación de una manera épica.

Aquella tarde habían apurado de manera especial las horas y los goces. Se hacía necesario el regreso a sus ciudades de procedencia. Ella conducía un espectacular deportivo rojo, con el que llevaría a su amante a la estación de ferrocarril, para seguir luego hasta su propio destino. El viaje de regreso, para ella, debería ser fatal y su voluntario sacrificio haría inolvidable para él aquellos años (años ya...) de encuentros fugaces y amores clandestinos.

Absorta en sus pensamientos no se percató de la embestida de un camión cargado de cerdos que la abordó por la derecha. El final de su compañero, y el de sus ilícitas relaciones, no fue tan grandioso como el que ella había previsto para sí misma. El cadáver del hombre quedó en medio de la calzada, mutilado y reventado, junto al de tres o cuatro gorrinos, únicas víctimas inocentes de aquella loca pasión. Ella, la que debiera haber sido víctima propiciatoria, sigue expiando sus pretendidas culpas, sólo imputadas por una moral equívoca, en una silla de ruedas.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
15-08-2014 21:25

Abrumado, Abuelo, Acallar, Alado, Circunloquio, Llovizna, Silente.

Lluvia

La brisa bajó desde las montañas escoltando en silencio nubes dulces, suavemente empujó alguna que torcidamente se equivocaba y descarriaba a cada momento intentando retrasar la marcha. Puntualmente a las doce del día, descargaron silentes la garúa que predijo el abuelo la noche anterior.

Apenas comenzó la llovizna mi abuelo se ajustó el sombrero de ala ancha que usa desde siempre y ya en la puerta me llamó para que lo acompañara. Lo miré con sorpresa y a manera de respuesta me dijo:

Tu bisabuelo usaba boina, Yo sombrero, tú gorra de pelotero y tu papá que era un contestatario anduvo siempre con la cabeza pelada y los cabellos en desorden. Los tiempos cambian, pero puedo asegurarte que este momento es único, no dejemos que esta eventualidad nos retrase, no podemos perder la oportunidad, te aseguro que este día no podrás olvidarlo jamás.

Para mi asombro, al salir de la casa me encontré con gran cantidad de personas que caminaban contentas de dejarse envolver, abrazar, por esa especie de bálsamo sanador convertido en rocío que caía desde los cielos, nadie intentaba guarecerse, esconderse, correr, por el contrario dejaban los autos estacionados de cualquier manera y salían simplemente a caminar, y se les veía con la enorme alegría de vivir ese momento único e irrepetible.

Bajo esa insistente y tenue cortina de agua las calles apenas se humedecieron, una agradable frescura tomó posesión del pueblo y endulzó hasta las palabras más ásperas, suavizó las voces hasta convertirlas en murmullo y no hubo forma de acallar a sus habitantes poseídos por el espíritu de la buena voluntad, todos sin excepción sintieron la urgente necesidad de decir lo que sentían, cuidando con tanto esmero la construcción de las oraciones que los cuchillos perdieron su filo y lo recuperaron a la semana.

Algunas personas no podían contenerse y le reventaban en la boca las palabras como flores. Con las prisas por sacarse de adentro lo que sentían, algún secreto se escapó y los labios que juraron con solemnidad mantenerse cerrados por siempre, no confesar tamañas confidencias, dejaron escapar los secretos y a pesar de que habían roto los sellos de antiguos y nuevos juramentos no lograron escandalizar a nadie, ni hacer daño alguno, en cambio sirvieron para recomponer entuertos y malos entendidos.

A mi lado mi abuelo revivía intensos momentos, se había puesto colorado, abrumado por el ímpetu irrefrenable de los recuerdos caminaba en la punta de los pies, con el temor de que el ruido de sus pasos espantara su nostálgica memoria, mantenía un extraño circunloquio y parecía más bien un pájaro que entonaba viejas canciones de amor en un vano intento de recuperar la presencia perdida de la abuela.

Me envolvió el olor a tierra mojada y a pan recién salido del horno, busqué con afán la dirección de esos entrañables aromas y entonces me transformé en un león alado, obligué a mi abuelo a seguirme el paso, con una emoción mucho más grande que mis quince años.

Había visto a lo lejos la sombra de un cuerpo, que de tanto pensarlo lo sé de memoria. Pronuncié calladamente su nombre y se detuvo en el acto, se dio la vuelta, nos encontramos, tomo mi rostro con sus dos manos y sin decir palabra sembró un beso en mi boca que florece cada día desde ese día.

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