Academia, Abrasador, Sopor, Corazonada, Catarata, Flecha, Modorra.
Ciencia y Verdad
Soy un distinguido miembro de la comunidad científica, logré sistematizar un método para decodificar el procesamiento de la información a través del recuerdo.
Reuní en mi casa a científicos, filósofos, estudiosos y colegas expertos en neurociencia. Llegaron puntuales y atravesaron sin una queja, bajo un sol abrasador, la distancia que los separaba desde el portón hasta la puerta de entrada.
Luego de un café lograron sobreponerse de la modorra y el sopor de las dos de la tarde. En ese momento inicie mi discurso:
El recuerdo es un humo denso y oscuro que se instala detrás de cada acción y nos hace volver a vivir el pasado una y otra vez con una intensidad inigualable. Estudié sus rostros y continué.
Por momentos creemos no poder salir nunca de esa neblina, y pensamos que irremediablemente vagaremos sin rumbo entre el dolor y el desconsuelo, o la euforia desmedida. Pero inevitablemente y a pesar de esa sofocante impresión primera, una brisa imperceptible se cuela en la memoria, arrastra con ella el tiempo y muy poco a poco va difuminando la escena hasta hacerla desaparecer casi por completo, deja eso sí, una pequeña marca, una señal insignificante, que constituye el mapa de lo que fue nuestra vida, para que volvamos tras nuestras huellas a resolver las incógnitas que nos encadenan al destino.
He logrado reconstruir mi propio mapa a través de estados mentales de supra conciencia, he descubierto las marcas de los recuerdos de otras edades anteriores a esta, recuerdos que se reproducen de forma involuntaria, pero he logrado descifrar un patrón de imágenes recurrentes y estoy obligado a realizar con urgencia un viaje sin retorno a la Gran Sabana, a la Cadena Oriental de los Tepuyes, en donde estoy convencido lograré resolver mis incógnitas.
Recuerdo sus caras atónitas cuando me oyeron decir momentos antes de desaparecer:
Cuento con ustedes para convertir esta casa, que hasta hoy ha sido mi residencia, en un Centro de Estudios del recuerdo, en donde puedan entrar sin temor las corrientes que cada uno representa.
Esa fue mi despedida.
Camino hacia los Tepuyes tras el rastro de un recuerdo ancestral que ha dejado su impronta con toda nitidez. Tengo tres días seguidos encadenando recuerdos en estas soledades, siento bajo mis pies ríos subterráneos que creo haber conocido antes de desaparecer bajo las piedras. En este atardecer de plomo y fuego sobre un cielo que casi puedo tocar con la mano, logro distinguir entre muchas otras, la catarata de estaño de mis recuerdos y con decisión enrumbo mis pasos hacia ella.
Descubro sobre rocas primigenias una flecha apuntando exactamente en sentido contrario a mis pasos, me detengo, con afán busco infructuosamente el recuerdo que debe guiarme en la dirección correcta, pero se escabulle entre otros miles.
Decidido sigo una corazonada, mi apremio es mayor a cada instante, una fuerza superior me empuja hasta un montículo iluminado con destellos azules y en ese momento se disparan cientos de recuerdos al unísono.
Al llegar a la cima casi tropiezo al anciano que está sentado frente a un círculo de piedras de fuego.
Mantiene los ojos cerrados, deja escapar un suspiro y con voz de manantial pregunta:
Que te detuvo. Hace mucho te espero para poder morirme.
Me perdí en los vericuetos de la Academia, en los destellos de un falso conocimiento. Los verdaderos recuerdos se confundieron con intensas sensaciones, con violentas emociones, y equivoqué las señales.
Acércate. Queda poco tiempo. Puso su mano sobre mi cabeza y de inmediato comencé a transitar el verdadero camino para desentrañar las incógnitas.