En la mayoría de los casos los hábitos son malas mañas, prácticas detestables, la costumbre, la rutina, te oxida los reflejos y casi sin darte cuenta te conviertes en un blanco predecible, lo que invariablemente te conduce de la mano a la tumba.
En todos los talleres y cursos de seguridad a los que he asistido, se insiste en la necesidad de acabar con la rutina, de romper con las costumbres y sobre todo no frecuentar el mismo lugar por ningún motivo, no tomar un camino único para llegar a la casa o al trabajo.
Mi amistad con Tom, dueño y barman de un ruidoso local tenía más de veinte años y me había ayudado con consejos y valiosas informaciones, que me permitieron resolver difíciles casos y también salvar la vida. Tom es un confidente confiable y visitarlo es una costumbre que no puedo evitar y aunque llegue por diferentes vías y a horarios contradictorios, al frecuentarlo soy consciente del riesgo que corro.
Entré al bar y me quedé mirando el engañoso destello de las botellas, que repite en el gran espejo de la pared los colores herrumbrosos y cristalinos de los alcoholes y me hipnotiza la falsa sensación de quemar ilusiones en un mechero.
En la barra le comento a Tom en tono de broma:
Estoy entre dos peligros abrumadores y esta noche no sé por cual abismo decidirme. Desde un extremo la desalmada mafia rusa me empuja a un vodka helado y desde el otro, el feroz cartel de Sinaloa obliga un tequila reposado.
Tom pule su copa sin abrir la boca, pero a mi lado una voz oscura de mujer contesta:
Quédate en la cuerda floja entre la perversidad y la depravación de la Ciudad de Nueva York y acompáñame con este Old Parr Superior, que no tiene comparación.
Giré y miré fijamente en sus ojos verde botella un brillo de esmeraldas y mentiras escondido. Mi nombre es Tiffany y extendió su mano, Yo soy Scott dije y estreche su mano.
Ese simple acto me permitió conocer mucho más de Tiffany, que toda la conversación que mantuvimos dando vueltas a círculos concéntricos. Supe por el calor y la firmeza de la mano, que es una mujer ambiciosa, de extraordinaria voluntad, metódica en su manera de actuar y conducirse y por las uñas largas y curvadas, perfectamente cuidadas, estoy seguro que es absolutamente posesiva y por sus dedos largos sé que tiene en un alto valor la estética, lo compruebo al ver su blusa de seda plateada y un pantalón negro talle alto.
Al cuarto wisky dijo:
Vamos a mi casa, pero no quiero que me confundan, sígueme, encuéntrame en san Patrick con Vincent en cinco minutos. Detuve mi auto detrás del suyo y arrancó su Volvo, llamé desde mi celular solicitando información de la matrícula, al rato me informan que el auto es robado. Este fenómeno no me lo esperaba y de inmediato solicito apoyo para mantener un protocolo de seguimiento, debo saber cuál es la jugada, necesito respuestas urgentes. Me mantengo detrás del Volvo, desde una esquina un camión se me echa encima, impotente, espero el impacto mientras veo desaparecer el Volvo.
OMAR
11-07-2014 18:44
Voy con una: CEREMONIA
«...solo el amor convierte en milagro el barro...»
S.Rguez
caizán
11-07-2014 13:02
HABICHUELA
Rodrigodeacevedo
11-07-2014 10:28
Gracias, J.J. Esperemos que las vacaciones "sólo" mantengan alejados a los contertulios. Peor sería la desbandada.
Mi palabra:
PINÁCULO
(Del lat. pinnacŭlum).
1. m. Parte superior y más alta de un edificio o templo.
2. m. Remate en la arquitectura gótica y, por ext., en otros estilos, adorno terminal, piramidal o cónico.
3. m. Parte más sublime de una ciencia o de otra cosa inmaterial.
Esperemos que no se me enfade Estela; no es una palabra tan complicada ¿verdad? Y creo que da mucho juego.
Jose Jesus Morales
11-07-2014 07:53
Palabra propuesta
Urdir
Por si acaso las vacaciones mantienen alejados a los contertulios
Corrientazo
Gregorio Tienda Delgado
10-07-2014 12:32
En esta ocasión, publico un relato más extenso, por lo que lo he dividido en dos partes,(facturas) para que el fisco no me descubra. ¡Hay que ve cómo nos enseñan los del guante blanco.
CAZADOR NOCTURNO.
1ª parte.
¿Quién no ha oído en plena madrugada, el sonido de un famélico, sanguinario e implacable zancudo cuando bate sus pequeñas alas? Nunca se sabe cómo logró colarse en la habitación, pero ahí está, y los ojos escudriñan la densa oscuridad y las defensas están en máxima alerta. Pero todo ello es en vano, ya que el maldito bicho tiene una paciencia infinita. Espera sin ninguna prisa a que Morfeo realice su tarea y cuando se completa, el vil depredador se deja caer en picado galopando en el aire con furia. ¡Siempre logra encontrar una zona que está desprovista de las necesarias baterías antiaérea, como si de verdad viese en la penumbra; como si fuese una nave de vanguardia!
Es difícil detectar al ávido asesino. Se desliza con cautela por los rincones de la oscura habitación, mientras todos los vigías duermen. Se toma el tiempo necesario para aterrizar en algún lugar adecuado para hincar su probóscide y saciarse con la sangre de su víctima. Pero el roce con un vello de la piel conecta la alarma, suenan las sirenas y los desesperados manotazos logran alejar el peligro sólo por un momento. Volverá de nuevo porque no pudo ACABAR de succionar todo el preciado líquido rojo que necesitaba. Cuando el cansancio y el sueño se apoderan de la víctima, ésta se entrega a su completo antojo, y como fácil doncella ofrece su cuello al DETESTABLE vampiro de antifaz, capa negra y dientes de porcelana que después de saciarse se marchará a su lejana, Transilvana… o no se marchará…
Amaneció un día normal, excepto por mi nefasto estado de ánimo que, tras una mala noche, no era precisamente propicio para emprender nada. Esa circunstancia había sido la consecuencia de un patético e infructuoso intento de abandonar el mundo de la consciencia, lo que logré a medias, pues no pude más que retozar entre extrañas pesadillas y constantes despertares. Teniendo en cuenta esa fatal disposición, la buena noticia era que comenzaba el fin de semana. Situación placentera que anunciaba la inexistencia de compromisos laborales ni ataduras de cualquier otra índole, excepto las normales de un sábado que apenas empezaba a lucir.
Con una taza de café en la mano, me encontraba observando el devenir del vampiro, con los nervios alterados, mordiéndome una UÑA. Volaba cada vez más RUIDOSO, y aterrizaba en vertical, tal como un avión Harrier, haciendo lo que se supone que no debería hacer, pues debería estar durmiendo. Pensé entonces, que, si fuera de otra manera, quizá en ese preciso instante estaría ideando la forma de aplastar al insecto y mandarlo al otro mundo, aun a sabiendas de que el antedicho no había hecho nada malo, si no procurarse su comida. Di un sorbo al café y reflexioné sobre la idea de que el crimen podía estar perfectamente justificado, alegando violación de la propiedad privada, allanamiento de morada e invasión de mi espacio aéreo, sin autorización. Teniendo en cuenta, además, que me podía transmitir varias enfermedades como el dengue, la fiebre amarilla y otras, y que sin duda, yo estaba dentro de su radio de acción y constituía un riesgo importante para mi salud, moralmente me daba la razón para intentar el ajusticiamiento sin cargos de conciencia.
En apariencia, no debería preocuparme por aniquilar a un simple mosquito. Más aún, sabiendo que, en los Estados Unidos y otros países, a la justicia no le tiembla el pulso a la hora de borrar del mapa a una persona condenada a muerte. Sin embargo, como consecuencia de ser el poseedor de una mente enferma, no podía quitarme de la cabeza la idea de ver la noticia del crimen en todos los medios de comunicación. ¡Me estoy volviendo idiota! ―exclamé en voz alta― ¡Vaya cosas que se me ocurren! ¡Qué locura!
¡Pero no estaba haciendo una comparación entre seres humanos e insectos! Solo estaba dilucidando sobre lo absurdo que es en general, lo que predomina a todos los niveles en la actualidad, y por ende, se convertía en la causa de mi preocupación. Me resultaba realmente difícil, por no decir imposible, evitar imaginarme una situación ficticia donde la noticia de la muerte del alado insecto llegase a la opinión pública. Mi IMPOTENCIA era total, ante una situación en la que me veía sometido al desprestigio social y a la pérdida irreparable de mi reputación, cayendo en boca de todos, siendo señalado con el dedo, repudiado por la sociedad, por la familia y los amigos. «Ahí va el asesino de mosquitos»
2ª parte.
Palidecía solo con la idea de imaginarme como protagonista de uno de esos programas de televisión dedicado a los más brutales asesinos de la historia. Y qué decir de las manifestaciones de protesta que, con seguridad se organizarían en todo el país exigiendo un trato digno y decoroso para los insectos. Tendría que parecer muerte natural. Alegar un infarto o un derrame cerebral podría resultar, pero, ¿cómo provocar algo así en un mosquito? Tras un breve trance, le di un sorbo al café y decidí olvidarme del asunto e indultar al díptero zancudo.
Instantes después, la idea sobre lo interesante que resultaba analizar la enfermiza fusión entre el mosquito y mi turbación mental, me hizo sonreír. La observación del mundo con ojo crítico e irónico, así como las tragedias que, en ocasiones no lo son tanto, a pesar del empeño de ciertos sectores en demostrar lo contrario, me convertirían en el bicho del que hay que huir a toda prisa. La preocupación sobre el asesinato de un mosquito, la conformidad de trabajar catorce horas al día, huir del lugar de un accidente, intentar sobornar a un agente de la autoridad para evitar una infracción, me parecían equiparables. La insana impresión de que la carencia de preocupaciones no está bien vista en los tiempos que corren, es un hecho. Es necesario que aparente tensión manifiesta y estrés, cuando algo no anda bien en el trabajo, o cuando un vecino se muere de cáncer de pulmón por fumar, aunque en el fondo sea plenamente consciente de que todo el mundo en el barrio conocía la afición del vecino por el cigarro desde hacía más de cuarenta años.
Generalmente, en estos casos, amén de convertirme en un insensible, la divinidad o el azar, suelen ser los culpables. La mala suerte. Jamás yo. Los culpables siempre son los demás, los otros, los malos. Como si los asesinos de mosquitos se forjaran solos en la sociedad perfecta que hemos construido. ¡Qué no, que no existe la pobreza! ¡Ni la desavenencia social! Todo es ficción. El mundo es bueno y a la vez es malo, pero dentro del orden establecido, nunca existirán culpables que paguen por sus actos en aras de la justicia y el bienestar, aunque en el camino, dejen un reguero de muertos.
―Una mala mañana para pensar en estas cosas― le dije en voz alta al mosquito mientras lavaba la taza de café. ¡Como si en el mundo no hubiera amor, optimismo y buenas vibraciones! ¡Qué negativo estoy!
Mi amigo el mosquito siguió a lo suyo, volando aquí y allá, infectando todo lo que tocaba. Me quedé observándolo detenidamente durante un instante y me pregunté si en el mundo de los insectos existirán también las preocupaciones, el estrés, la maldad, los sentimientos… Inicialmente me contesté que no, pero por otro lado, pensé que quizá un día, en un futuro cercano, aparecerá algún prestigioso investigador con la intención de informar al mundo de que, tras años de minuciosos estudios, se ha llegado a la conclusión de que los insectos son seres con una inteligencia exuberante. Que nuestros amigos los perros y nuestros parientes los simios, se encuentran a años luz de alcanzar una virtualidad similar a la de los insectos. «¡Que le den Premio Nobel!»
Me estremezco ante la idea y ante la ingente cantidad de cadáveres de “insectos” que he dejado en el camino a lo largo de mi vida. ¡Maldita conciencia! A mi insomne y enferma mente, llegan sin avisar imágenes de mí mismo comprando un mosquito en la tienda de animales más cercana. Me visualizo sacándolo a pasear al parque para que haga sus necesidades y le dé el aire, mientras le cuento a la vecina lo cariñoso que es con los niños y la cantidad de cosas que ha aprendido en poco tiempo.
Seguía el mosquito revoloteando inquieto. Se posaba aquí y allá, parecía desesperado. Eran las nueve y media de la mañana y sin más dilación, abrí la puerta que da al patio trasero de la casa y esperé pacientemente a que saliera, pero no se iba. Pasaron varios minutos. Entonces, se produjo un FENÓMENO extraño; entró por la puerta, como un rayo, un segundo mosquito. Se posó suavemente al lado del otro y, tras unos segundos, los dos alzaron el vuelo y salieron hacia el patio. Se zanjó el asunto. Cerré la puerta suavemente y sonreí satisfecho. ¿Quién soy yo para matar un simple mosquito? ―Pensé― Si fuera un ser humano, quizá...
Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Rodrigodeacevedo
09-07-2014 21:37
MÁGICO ENCUENTRO.
Hacía tiempo que me sentía fascinado por la belleza casi sobrenatural de las lamias representadas por los pintores prerrafaelitas. Esos rostros purísimos, enmarcados por cabelleras como tejidas en oro, me hacían desear en mis sueños más ardientes la posesión de alguna de ellas. Me documenté sobre las leyendas, de las que España es rica, que acerca de estos seres de maléfica belleza corrían entre las gentes sencillas. Bien es cierto que en las leyendas españolas las lamias suelen describirse como fenómenosdetestables, seres horrendos con largos cabellos herrumbrosos, ojos sin fondo y uñas de felino salvaje, auténticas garras con las que acabar con sus pobres víctimas.
Desde que yo era un proletario adocenado hasta mi privilegiada situación actual han sido muchas las correrías amorosas que han alegrado mi vida. Pero me faltaba esa dimensión mágica del amor que, pensaba yo, sólo con el encuentro y seducción de alguno de aquellos seres extraordinarios -en mi ideal prerrafaelita- podría encontrar. Me dispuse a buscarlos para tratar de eliminar con alguno de ellos esa impotencia que me impedía el acceso a las más altas cotas del amor humano.
Sabía de la existencia de la Cueva de la Mora, en La Pedriza, un caótico pedregal en la Cordillera Central, próxima a Madrid, que tiene una de las más bellas y conocidas leyendas al respecto. Conocía bien el término, así que preparé un largo fin de semana, aprovechando para hacer un alto en Chinchilla de Monte-Aragón, pues me venía de camino desde Zaragoza, como preparación psicológica de lo que podía ser una gran aventura. Allí, de paso, me zamparía un buen asado de cordero con moje del chimichurri local, menos contundente que el argentino, pero igualmente sabroso.
Proseguí mi camino bien aderezado de calorías y llegué, con cierta nostalgia del pasado, a mi bien conocida Pedriza. Iba provisto de un espléndido peine y de un espejo, ambos de oro purísimo, mis obsequios para la princesa encantada. Era la noche de San Juan, con esa magia intemporal que, a pesar de incrédulos, nos habita y sobrecoge cuando, como en esta ocasión, tenemos el ánimo y las circunstancias propicias a ello. Bajo el cielo rutilante de la sierra madrileña me fumé un “canuto” suave para relajarme, pues el incierto encuentro con el bello monstruo había descompuesto algo mi temple aventurero. Los ruidosos desprendimientos de piedras que son característicos en aquellas laderas deslavazadas me sobrecogieron durante la noche. Pero tengo el sueño sólido y me pude sobreponer a la impaciencia.
Frente a la Cueva de la Mora, en mi improvisado vivac, el tiempo fue pasando. Con la incierta primera luz del día - magia o realidad- una mujer de suprema belleza apareció en la boca de la Cueva. Quedé anonadado con la aparición. Un inoportuno reflejo del espejo hizo advertir a la bella de mi presencia. Con ardorosa e inquieta ojeada buscó al intruso, dispuesta seguramente a aniquilarlo. Nuestras miradas se cruzaron; yo, instintivamente le ofrecí el peine y el espejo, que ella, tras un momento de turbación, hizo ademán de aceptar con una sonrisa hechicera.
Ya han pasado bastantes años desde aquella noche de San Juan; ella ha engordado algo, pero sigue siendo una mujer bella, de la que me enorgullezco como marido. Mi Lilith ha creado para mí ese particular y permanente hechizo que algunos llaman enamoramiento. Ella sigue embrujando con sus hechizos de lamia y belleza de mujer ma/dura mis noches de San Juan, y muchas otras. Mi ofrenda del peine y espejo de oro sigue procurándonos esa felicidad que yo, durante tanto tiempo, busqué. Dicen que el dinero no da la felicidad, pero hasta que no lo tuve no pude comprar aquellos carísimos objetos que ahora me la procuran.
OMAR
09-07-2014 18:20
Muchas dudas – 3
Acabar con el experimento era el principal objetivo de los científicos que trabajaban con Luís desde niño. Algunos no estaban convencidos de el fenómeno que formaban, porque la abdución no fue realizada en el mejor momento, y mostraban impotencia ante las inesperadas respuestas del joven.
—¿Por qué las visitas a sus padres? —era la pregunta principal.
El más detestable de todos los miembros del equipo llevaba tiempo proponiendo la eliminación de Luís.
—Debemos encotrar a otro niño y comenzar de nuevo —así decía constantemente—. Su llanto constante en el momento abductivo provocó un ambiente muy ruidoso que pudo afectar el proceso —en eso basaba su teoría el «desalentado científico».
¿Por qué terminar con Luís? Pues porque ellos necesitaban regresar a su galaxia con un producto completamente preparado para la penetración que planificaban.
Luís estaba consciente de todos esos planes: el joven se había convertido en doble espía acumulando información para brindar en la Tierra sobre esos futuros invasores. Solo que estaba dudoso acerca de la posible reacción de militares y científicos terrícolas cuando escucharan lo que les diría.
Pero una tarde, después de uno de esos tremendos y raros ejercicios mentales a que lo sometían, como este: “escoge una uña de la mano derecha y muérdela hasta sacarle sangre”, decidió a quién visitar primero: sus padres.
Con mucho trabajo abrió Luís un herrumbroso portón lateral del Campo Santo y después de buscar, recordando el lugar donde sus padres fueron sepultados, lo encontró.
—¿Qué hacer? —fue la primera pregunta que hizo Luís antes de sentarse a meditar frente al nicho.
Una mano en la espalda del joven lo sorprendió:
—Ellos no están listos todavía, pero puedes hablar conmigo. Vamos.
Varios metros caminó Luís junto a quien lo invitó a seguirlo y sin percatarse, o sí; comenzó a bajar a una oscura tumba donde varios «cuerpos» lo esperaban.
—Sabemos la intención de esos alienígenas que te robaron —dijo uno de ellos muy directamente—, y nos alegra mucho tu decisión de venir acá.
Luís no hablaba, ¿estaría en la nave pasando otra de las pruebas?
—¿Solo quieres hablar con tus padres? —preguntó el mismo que lo condujo a ese lugar, después de esperar un rato.
Luís, casi un niño todavía, movió afirmativamente la cabeza.
—Te dije que ellos no estaban listos aún, debes atenderlos y brindarles cariño allí, muy cerca de ellos, te recibirán en cualquier momento.
Después de esa noche Luís siempre encontraba un espacio dentro del «entrenamiento» para ir hasta donde reposaban sus padres. Esto, sin él saberlo, le permitió mantener un elevado por ciento de sus neuronas fuera de la influencia alienígena.
Pasaron los años y Luís empezaba a conformar su ejército de difuntos.
Los científicos encargados de su entrenamiento se preguntaban qué pasaba con el muchacho; y Mirtha no entendía por qué alguien remozaba constantemente el lecho donde reposaban sus padres.
«...solo el amor convierte en milagro el barro...»
S.Rguez
caizán
07-07-2014 18:25
Era una historia de nunca acabar, detestable y ruidosa, como todas las que atañen a un fenómeno público. El s-ex symbol masculino era impotente para detener la herrumbrosa noticia visual: PINTÁNDOSE LAS UÑAS DE ROJO.
Rodrigodeacevedo
07-07-2014 11:01
Doblemente, querido J.J. Por tu caballerosa actitud respecto a Eratalia (esta vez todavía falló a la cita) y por la explicación de tu sintetifrase que, desde luego, rompe los tópicos. Muchas gracias por tu impagable colaboración.
(Lo de impagable es imposición de las normas del foro.)