La historia de la semana ha tenido sus tropiezos, pero la terminaré. Gracias por el recordatorio y la confianza.Es bueno apretar las tuercas.
Jose Jesus Morales
04-07-2014 14:50
Palabra propuesta
Detestable
Rodrigodeacevedo
04-07-2014 09:29
Hola, compañeros: convocatoria semanal palabrera. No es que los alicientes sean muchos, pero la constancia sí. Esperemos que el regreso de Era produzca un resurgir de las llamas creadoras, un nuevo pentecostés.
J.J., hoy te he ganado la mano; te recuerdo que nos falta tu relato (Y algunos otros, pero no voy a pasar lista, no soy tan indiscreto.)
Mi palabra:
FENÓMENO
(Del lat. phaenomĕnon, y este del gr. φαινόμενον.
1. m. Toda manifestación que se hace presente a la consciencia de un sujeto y aparece como objeto de su percepción.
2. m. Cosa extraordinaria y sorprendente.
3. m. coloq. Persona o animal monstruoso.
4. m. coloq. Persona sobresaliente en su línea.
5. m. Fil. En la filosofía de Immanuel Kant, lo que es objeto de la experiencia sensible.
6. adj. coloq. Muy bueno, magnífico, sensacional. Es un tío fenómeno. U. t. c. adv. Lo pasamos fenómeno.
Pues por ahora, muy buenos días y a esperar.
Estela
04-07-2014 05:28
DANIEL Y LAS BALDOSAS
DAniel, de seis años, había contado todas y cada una de las BALDOSAS de las veredas de su manzana; tenía la suerte de poder hacerlo, porque allí no había ningún PASTIZAL.
Le había llevado su tiempo, porque cuando iba por la baldosa ciento cincuenta y cinco, siempre alguien lo interrumpía: -¿Vamos a jugar a la pelota? ;- !Dani, Dani, vení ACÁa tomar la leche!;- ¿Qué hiciste hoy en la escuela? ¡Por eso perdía la cuenta, pero él tenía PACIENCIA y recomenzaba desde la puerta de su casa otra vez!
Eso de caminar sin perder la cuenta, era todo un trabajo y no podía distraerse, porque iba siguiendo la misma línea, colocando cuidadosamente su zapatilla derecha exactamente delante de su zapatilla izquierda, sin salirse fuera ni tocar los bordes.
Era muy importante ser ordenado en el cálculo. Había logrado hacerlo ya tres veces, pero estaba sumamente preocupado porque la primera vez había contado mil seiscientos sesenta y dos baldosas, la segunda mil seiscientos sesenta y seis, y la tercera mil seiscientos sesenta y ocho; tenía la ESPERANZA de poder lograrlo con éxito; por eso pensaba como hacer para estar seguro
Le contó a su papá, quien le dijo que podía averiguar exactamente, y con toda facilidad cuantas baldosas tenían las veredas, con una calculadora.
Daniel les explicó a sus papás una y otra vez que no se trataba de hacer un cálculo con una máquina; que él iba haciéndose amigo de cada una de las baldosas que pisaba, pero no lo entendían, y hasta le decían que no perdiera el tiempo en tonterías,que podía resultar PERNICIOSO para sus estudios.
Pero Daniel siguió con sus caminatas, y aunque muchas veces perdía el rumbo porque -por ejemplo- escuchaba que se acercaba un auto y se decía: -!A que llego a la esquina antes que èl!
Y sí, llegaba,pero tenía que recomenzar nuevamente con su recuento.
Pero ahora...!Al fin! ha logrado saber sin ninguna duda, que las baldosas de las veredas de la manzana de su casa, !Son exactamente mil seiscientos sesenta y siete!
Cuando se lo dijo emocionado a sus papás, ellos le contestaron: -!Podrías haberte evitado tanto esfuerzo usando la calculadora!
Daniel a partir de mañana comenzará a contar las baldosas de las veredas de la manzana vecina.
Estela Passaglia
Hace tanto que los tengo abandonados que no logro recordar mi contraseña para entrar
Rodrigodeacevedo
02-07-2014 19:45
EL MONJE.
Por fin había llegado. Allí estaban, en medio de aquel pastizal del que emergía una bruma que difuminaba el paisaje creando una fantasmagórica apariencia de irrealidad. Allí estaba, el último monasterio, hierático, solemne, trabado por hiedras y maleza, esperando la redención o el final. Y frente a él, el monje, también antiguo, también solemne e hierático, como una escultura de barro animada por ligerísimos movimientos; tan sólo sus ojos, claros, brillantes, iluminados por la voluntad de sacrificio, eran los únicos indicios de vida. Ambos parecían contemplarse y reconocerse como piezas de un inexcusable destino. La llanura era ilimitada, sin horizontes, perdidos éstos tras la desvaída niebla. La escena estaba preñada de una trágica simbología: el hombre, portador del espíritu, frente al inanimado edificio, un brutesco inmueble silencioso sugeridor de amenazas o triunfos.
Al final de los tiempos turbulentos y dramáticos, en los que las doctrinas y las prácticas aberrantes de los poderes terrenales habían arrasado toda las muestras de la antigua cultura, había que recomenzar. Las perniciosas costumbres, traídas por extranjeros, habían encontrado fácil acomodo en aquellas gentes desprovistas ya todo aliciente espiritual, sin otras metas en su devenir terrenal que las meramente materiales. Y, como era previsible, aquella falta de conexión del alma humana con sus esencias trascendentales, aquella sumisión del hombre al acá, olvidándose del más allá, acabó por arruinar toda la pretenciosa estructura social en la que se apoyaba. Y entonces renació la esperanza.
Habían quedado unos pocos, no muchos. Puede que insuficientes, pero estaban organizados y tenían la pacienciay el ardor de apóstoles. Y apóstoles fueron de la regeneración que se habían autoimpuesto. Se repartieron por todas las partes del planeta, viajando y viviendo en condiciones duras y precarias, pero eso fortaleció sus cuerpos y sus almas para no desfallecer ante la tarea casi demiúrgica de la que se consideraron mensajeros y responsables. Tantos siglos de vieja cultura, tanta sabiduría acumulada en libros, música -espíritu en definitiva- no podía perderse tras de aquella oleada de materialismo inhumano.
Como él, otros monjes, en remotos y desconocidos lugares cumplían similar misión. Nada sabían unos de otros. Nada de los éxitos o fracasos que jalonaban su misión redentora. Todos tenían un plazo que ellos mismos se fijaban: hasta que empezasen a aparecer en sus cuerpos los signos de la vejez, los avisos de la muerte. Después volverían al ya improbable punto de partida. Los que consiguiesen regresar redactarían el memorial de sus logros y alguno los haría llegar al Rector Supremo.
El monje trató de orientarse entre aquellas altas hierbas, buscando una entrada al casi inaccesible edificio. Sus últimos habitantes habían cuidado de camuflar, ocultándolas, las escasas puertas y huecos que permitían alcanzar el interior del monasterio. Después, el abandono hizo el resto. Pero ya había experimentado esto en los otros cenobios a los que había llevado el espíritu. Era, así lo consideraba el monje, el inevitable paso iniciático, el acceso al útero en el que debía implantar la vida.
Finalmente el monje logró localizar la entrada al enorme caserón. Apenas una grieta en las recias paredes señalaban el angosto paso. Pero una vez dentro el monje encontró todos los elementos para reconstruir la gloria: viejos incunables, códices de extraños lenguajes, palimpsestos... horas y horas de arduo trabajo frente a él. Allí estaba, desconcertado, el viejo órgano, las baldosas silenciosas, algún pífano y exangües cornamusas. Todo esperando aquel nuevo soplo de vida que llegaba con él, el viejo monje.
Recorrió pausadamente las dependencias, el claustro y la enorme y huraña iglesia. Algunos pájaros negros se alborotaron a su paso y emprendieron vuelos ruidosos, que resonaban en los recintos vacíos y trizaban los silencios que los habitaban. El monje se sintió envejecer; repentinamente cayeron en sus duras espaldas todos los años que había ido ignorando a los largo de su peregrinar. Un peso insoportable. Pero no, ahora no podía desfallecer; tanta vida le esperaba entre aquellos muros olvidados, tantas melodías llegarían al cielo desde el remozado órgano, tantos libros por recuperar...
Repentinamente un rayo de luz fragmentado en innumerables colores le llegó desde el óculo que coronaba el paño principal de la iglesia. Con él, con esa polícroma luz de las alturas, una angélica melodía, como si todos los salterios allí abandonados comenzasen a ser tañidos por manos sutilísimas que lo estuviesen esperando. Entonces era cierto. Había cumplido su misión; la luz había resplandecido nuevamente y la música iluminaba de nuevo aquellas áridas tierras. Ahora ya podía morir en paz.
OMAR
02-07-2014 17:32
Intentaré una pequeña serie de relatos, ya deben imaginarse cual será el camino
Las interrogantes de Luís - 2
El ingreso de Mirtha le impidió visitar a sus difuntos padres por primera vez. Siempre iba, hablaba con ellos pidiéndoles por su hermano Luís; a quien no veía desde que este fuera expulsado del entierro cuando eran dos niños.
Sus hijos ya eran jóvenes y ella les encomendó la tarea de colocar las flores en una lápida que alguien mantenía muy limpia. Ella tenía la esperanza de que lo hicieran sin problemas.
—Desde acá los estaré vigilando —dijo con ironía, acumulando paciencia, e intentando desembarazar el ambiente.
Ella intentaba dormir para no pensar cuando, inesperadamente sus hijos estaban de vuelta. Gloria fue quien habló:
—¡Mamá, fue cambiada cada baldosa del nicho! ¡Está precioso!
—¡Eso hay que denunciarlo ya! —exclamó Mirtha.
—¿Qué pasa por aquí? —preguntó su esposo que entraba a la sala.
—¡Alguien profana la tumba de mi madre! —entre lágrimas de impotencia fue la expresión—, de manera perniciosa atiende un nicho que no le corresponde —concluyó.
Por supuesto que Mirtha desconocía qué le había ocurrido a su hermano cuando se lo arrebataron de las manos el día del entierro; no sabía cuánto él corrió por el pastizal que rodeaba el cementerio, antes de caer desfallecido.
Momento aprovechado por quienes lo seguían desde la nave para su abdución.
Cambiaron toda su mente en función del estudio que realizaban de los terrícolas, pero el recuerdo de sus padres no pudo ser eliminado; y Luís, siempre que tenía una oportunidad iba y conversaba con ellos buscando respuestas a la infinidad de preguntas que florecían en su híbrida mente.
«...solo el amor convierte en milagro el barro...»
S.Rguez
Rodrigodeacevedo
30-06-2014 13:13
Mi sintetifrase, en estilo borgiano
Del lado de acá del pernicioso pastizal, donde el mirlo recupera su trino de baldosa, escucharlo con paciencia hace llevadera la demorada esperanza en una improbable gloria.
caizán
30-06-2014 11:18
"Con paciencia a todo se llega, siempre hay esperanza. Después de mucho andar he logrado la gloria, acá, en esta baldosa rota, entre el pastizal, que me preserva del peligroso y pernicioso mundo" (Reflexión de una hormiga)
Rodrigodeacevedo
29-06-2014 22:19
Bueno; pues como al parecer hay más deseos de que colaboréis (los que aún no lo habéis hecho) que voluntad de hacerlo, cerramos el saco, aunque falten tres horas por el Meridiano de Greenwich. Qué se le va a hacer.Para elegir la palabra séptima entre las dos "para por si acaso" he elegido el sistema aleatorio del "pinto-pinto-gorgorito, donde-vas-tú-tan bonito." Es infalible, siempre toca.