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Con rimas y a lo loco
jota jota
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28-06-2022 14:38

Visita al odontólogo
Para: David Weiner

Siempre he sido un hombre puntual, cinco minutos antes de las diez de la mañana entré al consultorio dental. No deja de asombrarme en este país, el compromiso con el cumplimiento de las citas y la hora acordada, conducta diferente en nuestros países latinoamericanos, en donde lo común es el desprecio absoluto con el cumplimiento de los horarios y el maltrato al paciente. A las diez de la mañana me hicieron entrar a uno de los muchos cubículos, equipados todos, con el mobiliario y los instrumentos de atención odontológica.

El doctor que me atendió me recordó a papá: un hombre alto, delgado, vestido correctamente, de corbata y bata blanca, con unos bigotes parecidos a los de papá y más o menos con 60 años a cuestas. Es un hombre simpático y hasta comprensivo con mis limitaciones de comunicación, el inglés es un idioma en el que no sé expresarme correctamente, y además, reconozco que entiendo la mitad de lo que me dicen. Con eficiencia, y también, como es costumbre en estos lados, me explicó con mucho detalle y paciencia cada paso que realizaba. Incluso, al final, sacó un espejito de uno de los bolsillos de su impecable bata blanca y me obligó a ver el resultado de su faena. Reconoci, sin ningún esfuerzo, que había logrado un excelente trabajo. En esta parte del mundo, antes de iniciar cualquier labor, te explican en qué consiste la tarea que van a realizar y te obligan a firmar un acuerdo de pago si el seguro no lo cubre. Los seguros se comportan igual en todas partes del mundo, e intentan en lo posible no pagar.

Al final de la consulta el doctor me sorprendió con una actitud totalmente ajena al comportamiento habitual de los norteamericanos, y por un momento, en estado de confusión, pensé que el dentista era venezolano, que me había engañado, y que hablaba perfectamente español. En fin, ya en la puerta, despidiéndome, dispuesto a salir, le pregunto en mi torpe lenguaje. Doctor. ¿Puedo comer de todo?

El Doctor me responde de inmediato, sin ninguna vacilación, con la seguridad científica que acompaña su título: por supuesto que sí. Luego, como si recordara algo importante, levanta el dedo índice de la mano derecha y con mucha seriedad, mirándome directamente a los ojos, como para que no me quedara ninguna duda, me advierte: usted puede comer de todo, pero no mascotas. Y de inmediato ilumina su rostro con una enorme sonrisa de dientes perfectos, manchados de nicotina. En respuesta estallo en una sonora carcajada, con la boca abierta, mostrando sin ningún pudor todos mis dientes y el excelente trabajo del doctor.

jota jota
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18-05-2022 19:31

Matrimonio Civil

Quiero aclarar desde esta primera línea, que no tengo buena memoria, en todo caso, reconozco, que tengo recuerdos oscuros y también, lúcidos y claros, que no vivo en el pasado, pero mis recueros están allí, agazapados, esperando una palabra, una acción para saltar al presente. Yo concibo los recuerdos, tal cual los describió papá en uno de sus poemas:

-soltó el recuerdo
el hilo viejo del carretel roído-

Una mano invisible suelta el hilo y me entrega una punta y yo voy desandando los pasos. Ayer, una noticia inesperada abrió la puerta a un recuerdo y no pude contenerme y lo comenté a la familia, para mi sorpresa, soy el único que conoce esta historia y me piden que la comparta. Mi hermana mayor, que tiene buena memoría y sigue de cerca la prensa del corazón, me pide, que no me pare en articulos y cuente completa la historia, yo estoy seguro que no tiene la intención del chisme malsano, es que la luz le falla y la televisión no enciende y se aburre sin saber las noticias del corazón.

En ese tiempo viviamos en la Urbanización El Bosque, en la calle Santa Lucía, había enormes árboles de lado y lado y edificios bajos, de construcción solida y pisos de granito. No recuerdo la fecha exacta, pero debió ser el mes de abril, porque el cielo estaba azul y seguramente viernes, porque ese día no tenía clases y me convertí en espectador de los sucesos que voy a comentar. Es posible que en esa semana hubiera un paso de luna desbocada, porque antes de ese día se desataron los demonios, las pasiones y la Urbanización entera estuvo conmocionada.

Nosotros viviamos en la Planta Baja del edificio Irene, en el edificio del lado izquierdo, en el primer piso, vivia una familia parecida a la nuestra: madre divorciada con cuatro hijos, dos varones y dos hembras, los nombres del mayor y la menor no los recuerdo, pero en cambió recuerdo perfectamente, que la hermana mayor se llamaba Haydee, que trabajaba de día y estudiaba de noche, esos datos los conozco porque una vez la acompañé al Silencio a buscar el título de bachiller. Al tercero de esos hermanos lo llamabamos Chichito, nunca supe su nombre verdadero, tenía cara de niño bueno, y quizás a eso se deba el apodo, por aquello de mantener siempre ese rostro de muchachito con cuerpo de hombre bien formado. Chichito tenía una moto enorme, una Honda 750 y una novia linda, que vivía en las veredas de Coche y ese dato también lo sé, porque Chichito me llevó a su fiesta de cumpleaños.

Como decía, un paso de luna negra marcó esos días. El sábado en la madrugada, antes de los acontecimientos motivo de esta historia, un escándalo me despertó. En nuestra ventana de la planta baja, una voz de mujer dolida, desgarradora, le gritaba su amor descabellado a Chichito. Eres el amor de mi vida, decia. Eres mi dueño. No me abandones que me muero, todo lo que me has pedido te lo he dado, te compré la moto y ahora me dejas de lado.

Para mí, era la primera vez que oia expresar un amor desesperado a los gritos, luego sobrevino el llanto- deslador-. Me acerqué a la ventana y con mucho cuidado levanté una hoja de la persiana y lo vi claramente derrotado, para mi sorpresa, no era una muchacha enamorada quien lloraba, era un hombre vestido de mujer, pintados los ojos y la boca, de pantalones de cuero muy ajustados de grandes senos inyectados y tacones altos. A la mañana siguiente, sobre las paredes de los edificios de la cuadra, en grandes letras rojas, esa declaración de amor, ese despecho, ese dolor inmenso, que solo produce un abandono, una despedida sin futuro.

En ese momento no entendía lo que pasaba, no tenía clara la pelicula, lo vine a entender perfectamente ese viernes, que asistí por pura coincidencia a un matrimonio civil.

En el Bosque cohexistiamos sin problemas varios grupos diferentes, nosotros, los que jugabamos pelota, o cualquier cosa y manteniamos esa calle viva en las tardes, después de salir de clases. Estaban también los más grandes, todos trabajaban y cumplian con sus deberes y los otros, los que fumaban marihuana detrás del Irene y salian cantando -Ob-La-Di-Ob-La-Da-La-La-La-La-La. A ese grupo pertenecía el muchacho que se casaba ese viernes en la mañana. El cabello largo y liso, bien plantado, moreno claro, de dientes perfectos y sonrisa ingenua, quizás se llamaba Luis, pero no lo recuerdo claramente, ni tampoco el apodo. Apareció de repente en el grupo de los que se drogaban y desapareció luego del matrimonio. Tampoco recuerdo el nombre de la novia, no era de la urbanización, pero puedo asegurar que era linda, delgada, rubia, parecía sacada de una revista de modas, de un cuento de hadas, de una casa de familia acomodada.

Ese viernes, veo a mi hermana muy bien arreglada, dispuesta a salir a la calle y le pregunté, que a donde iba tan arereglada, tan pintada, tan temprano en la mañana, y me contestó en tono de misterio, que a un matrimonio civil. Yo reconozco que soy un parejero y de inmediato le dije: te acompaño. Me advirtió en ese momento, tienes que guardar el secreto, nadie sabe que se casan, yo pensé en los padres de la novia, que la muchacha se casaba a escondidas y no podía imaginar, no había vivido suficiente, para entender el significado de ese matrimonio y desde ese día, tiemblo de pena ajena cuando me dicen matrimonio civil.

Esperamos a Angel Rivas, que llegó en auto, de traje oscuro, sus lentes redondos, su bigote chorreado y nos fuimos en busca de los novios, primero nos encontramos con el muchacho, también de traje, pero blanco y luego a la novia, vestida de minifalda, con sus cabellos dorados, amorosamente tejidos en una clineja. Llegamos a tiempo a la Prefectura de Chacao, nueve de la mañana, primer matrimonio, todo a punto: los novios, los testigos, el miron y el juez.

Comenzó la ceremonia y fuera de la sala se oyen gritos desesperados, se abre la puerta y entra un hombre vestido de mujer, pestañas postizas, ojos y boca perfectamente pintados, vestido de traje largo y blanco, con tacones altos y un gran escote que mostraba sus senos de silicone. Recuerdo el llanto de ese hombre, lo pálido del novio. Recuerdo las palabras de ese hombre: te entregué mi vida, mi amor, el traje que llevas y todo lo que tienes, eras un pobre diablo que recogí en la calle y me pagas con abandono, con mentiras. Hace dos horas estabamos desnudos, juntos en la cama y me dejaste para casarte con eso. En la Prefectura únicamente se oian los gritos del hombre, el llanto del hombre, el dolor del hombre. Todo se detuvo unos minutos eternos, detrás de las puertas abiertas las personas en silencio observaban asombradas ese espectáculo de insostenible viernes por la mañana y nos convertimos todos en mirones.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
16-01-2022 21:34

Un relato algo erótico encontrado en vuejas páginas olvidadas. Su única misión es seguir iluminando estas queridas páginas.

PASION EN EL SOTABANCO
No sólo fue su cuerpo al filo de aquel primer equinoccio. Es que aún quedaba brasa en mí y un poco de yesca oculta. O quizá fue que, aún negándola con la fuerza extranjera de un moribundo aferrado a sus últimos latidos, o la insistencia de su imagen en el fondo del espejo, renuente a abandonarla, la razón que me hizo dejar de nuevo la puerta abierta a su regreso.
Y otra vez mi madriguera recibió el regalo de su piel oscura y de sus labios empapados con el rancio sabor del trópico. De nuevo sus dedos cerraron delicadamente mis párpados para que la torpe escenografía no se inmiscuyese en el refinado desgranarse de su cuerpo sobre el mío. Así, la mies estaba dispuesta para su gozosa muerte.

No recuerdo si la luna, hierática y clara, nimbada con el halo frío de las noches de tragedia, recorría su curva, cotidiana trayectoria. Se que afuera estaba el mundo, el otro mundo que no era ella. Que llegaban hasta mí, apenas percibidos entre sus gemidos y los secos crujidos de las tablas, los apagados golpes de las olas contra el acantilado y que hicimos de ellos el bajo continuo de nuestra cantata de pasión.

Pero sí: la luna nos vigilaba con su ojo de lechuza. Ahora recuerdo el brillo de sus muslos sudorosos, muslos tersos y morenos, que la luz lunar había transfigurado con la extraña y lechosa coloración de las estatuas antiguas.

Apenas recuerdo nada más. Las sirenas del puerto próximo anunciaban roncamente el comienzo de una nueva jornada y la claridad del orto iba ocupando los más oscuros rincones de mi pobre cuarto. Zelinda, mi Venus provisional, transmutada nuevamente en la vecina de abajo, miró compasivamente mi cuerpo aovillado en el rincón del armario, aún borracho de lujuria y de aguardiente. "Espabile, doc. Son las seis y media y a las ocho tiene que estar en el hospital. ¿Quiere que vuelva esta noche?"

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
22-12-2021 16:02

Asumo tu planteamiento, Rodrigo, y felicito a compañeros y compañeras en estas navidades atípicas, en las que las familias no nos podemos reunir como es tradicional, por la permanencia de ese bichito asesino que propagaron...
Sean lo más felices que puedan. Un abrazo.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
19-12-2021 11:40

Hola, compañeros, y eventuales compañeras que, aunque ausentes, siempre estáis en el recuerdo. Un año más nos sumergimos en las fiestas navideñas. FIestas que a algunos nos resultan especialmente melancólicas, por no decir tristes. Sin tener motivos concretos de tristeza nuestra sensibilidad, propensa a la melancolía, crea una especie de distancia entre la alegría que se nos impone y la que percibimos en nuestro interior adolorido.

Y es que esta alegría ficticia choca permanentemente con situaciones reales y comprobables de tristeza, injusticia y ausencia de esa espiritualidad en la que debería asentarse. Aunque sea tópico decirlo, son fiestas para el consumo, los excesos y, para muchos, el drama de las ausencias. Y además otro año más con la persistencia de esta plaga de covid en su enésima variante, que hace imponer a las autoridades medidas de seguridad que, flagrantemente, se incumplen por esa ciudadanía hambrienta de desahogos materiales. No son buenos tiempos para la Navidad, desde luego. Pero la inexorabilidad del calendario nos lleva a ella. Disfrutesmola, pues, cada uno con su talante y circunstancias y dejemos en Rayuela esa pizca de buen ánimo y deseos de felicidad en homenaje a la amistad que, por ahora, no paga impuestos. Un abrazo a todos y FELICES FIESTAS.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
14-12-2021 21:42

Un aguacero inconveniente

Gruesas gotas rompen el cielo y de improviso, las calles y avenidas de la ciudad se convierten en pozos, en charcos y hasta en lagunas. El viento y el frío se ensañan contra los indefensos pies de Catalina, que apenas cubiertos por unas sandalias de verano, enfrentan esta imprevista e insólita tormenta, La lluvia sorprende a la desprevenida Catalina, que en mal momento se quedó sin empleo y no le alcanzó el dinero, ni el tiempo, para comprarse unos zapatos que le permitan enfrentar esta contingencia.

Catalina hace un intento vano de apartar con las manos, las gruesas cintas de agua que empapan sus ropas, mojan los cabellos, encienden las luces del pecho y caen a chorros sobre sus inocentes, desnudos y desprotegidos pies.

Desde los dedos, el empeine, los talones y el tobillo, se mete en los huesos de Catalina un frío de espanto, que espesa la sangre y enturbia el pensamiento. Catalina, entumecida, está a punto de parálisis en medio de este inconveniente aguacero.

Catalina quiere huir de la tormenta, escapar del frío. Intenta entrar en la biblioteca, pero un badulaque le impide el paso y obligada por el temporal sigue su desesperada carrera en busca de resguardo. Empuja con fuerza las puertas de una tienda por departamentos y entra a un mundo distinto, que le da la bienvenida con las alegres notas de una zampoña. Catalina respira el agradable confort que regala la tienda. Elel ambiente está impregnado por los intensos aromas de variados perfumes de marcas conocidas. Por puro instinto, más tranquila, a medio secar, se encuentra dando vueltas alrededor de los zapatos, las mujeres han incorporado a sus muchos instintos, una brújula especial, que las lleva directamente a la sección de los zapatos.

Catalina sabe perfectamente que no puede comprar un buen par de zapatos, ni siquiera a crédito, pero desganadamente, sin entusiasmo, mientras espera con dignidad que pase el diluvio, se prueba los diferentes modelos de calzado que se le ofrecen. Ensaya primero los que encuentra a la mano y luego, se hace selectiva. Ella prefiere los zapatos de tacón bajo, pero piensa en el aguacero que la acaba de sorprender y decide probarse botines cortos, de media caña, con forro de piel y también botas que la cubren hasta la rodilla.

Por primera vez no ve los precios, ni se obliga a sacar cuentas, que convierten al placer de comprar en un ejercicio matemático, en un aburrido dilema, en un imposible, que invariablemente termina en una rotunda negación. Catalina sabe que no puede comprar ninguno de los zapatos que se ha probado, pero un pensamiento arrebatado la asalta y si se los lleva puestos, puede justificar su acción como un acto irresponsable de olvido involuntario, un descuido imperdonable, pero sin intención de cometer un robo.

Las botas tienen un gancho de seguridad, lo que seguramente activa una alarma en la puerta de salida, pero otros zapatos no tienen ninguna señal aparente. Rechaza la idea, pero el terco pensamiento regresa e intenta convencerla.

Catalina ha entrado en confianza y comienza a manejar la posibilidad de llevarse un par de zapatos sin pagarlos. Evalúa los pro y los contra, la pena, el bochorno si llegan a descubrirla. Se imagina caminando por el pasillo de la vergüenza, escoltada, en el inevitable viaje hasta el interior de la tienda y luego las preguntas en la comisaría, además, quedará marcada para siempre y será imposible conseguir trabajo. Catalina no está dispuesta a correr ese riesgo y espantada sacude el pensamiento.

En ese momento una mujer cargada con grandes bolsas aparece en el módulo de los zapatos, deja las bolsas, se quita las hermosas botas que trae puestas y camina descalza sobre la alfombra, con una confianza extraordinaria se prueba distintos modelos, los quiere todos, tiene dificultad para decidir. Los vendedores, con el bagaje de la experiencia, reconocen a la verdadera compradora y la atienden con esmero.

Catalina ha quedado a la deriva en medio de este aguacero, confundidas en el suelo encuentra las botas de la mujer y sin darse cuenta se las calza, le quedan perfectas, siente que la cubren, que la protegen, que la esperan, que están cosidas para sus pies cansados, son botas usadas sin marcas, que pasan desapercibidas. Deja sus sandalias gastadas y camina a la salida.

En la puerta de la tienda el vigilante parece un alabardero con tantas condecoraciones y cordones sobre el pecho, parece parte de la decoración y no una verdadera amenaza. Catalina sigue adelante, intenta atravesar las puertas para marcharse y en ese instante suena una alarma, el vigilante la detiene con un gesto. Temblando de miedo, en silencio, muestra su cartera abierta. A su lado, otra mujer se resiste a ser revisada. Catalina cruza la puerta, el estómago le da vueltas.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
10-12-2021 16:28

En este país, que no es un país serio, no tenemos ningún problema por llamar a las personas con el cariñoso adjetivo que los distingue, que los los hace únicos. Por eso el título del texto me enorgullece.

El negro Castro

Quienes conocen al negro Castro, aseguran, que es una hombre obstinado, en cambio, el negro Castro piensa de sí mismo, que él es una persona totalmente centrada, enfocada, y afirma, con convicción, que es una cualidad poco común la que él posee.

La imagen que tenemos de nosotros mismos es diferente a la que refleja el espejo en donde nos miran los otros, desde ese espejo ajeno, la imagen repetida no es idéntica, tiene sutiles variaciones que la hacen diferente e incluso, en oportunidades, la imagen puede ser contradictoria.

El negro Castro muestra el Cangrejo de Oro a quienes lo acusan abiertamente de testarudo. El Cangrejo de Oro es un premio otorgado a quienes logran resolver complicados y difíciles casos policiales. El negro Castro recibió su Cangrejo de Oro al investigar el entramado de un complejo acto criminal, que involucró a importantes personajes de la política. Ninguno de sus compañeros quiso investigar el caso, y él, impulsado por su olfato de sabueso, de investigador nato y sobre todo, fiel a su propia interpretación de los hechos, sin importarle las especulaciones y acusaciones en su contra, contraviniendo en oportunidades la norma, logró resolver el caso con éxito.

En países serios como Inglaterra el premio tendría el nombre de el “Sabueso de Oro” pero en este país de cínicos, que vive bajo la dictadura de una constante humorada, en donde se le llama “Cangrejo” a los casos policiales no resueltos, el premio no puede tener otro nombre. Definitivamente, este no es un país serio.

El negro Castro ha demostrado en varias oportunidades la eficacia de manter su pensamiento enfocado y aunque transita caminos inusuales en busca de la verdad, mantenerse centrado le permite trazar estrategias correctas desde diferentes perspectivas y a pesar de generar situaciones conflictivas, el negro Castro logra buenos resultados en la lucha contra el crimen.

El negro Castro llegó por méritos propios al rango de Capitán en la policía científica y hoy se encuentra al mando de la División de Crímenes Cibernéticos. El negro Castro se destacó de inmediato por su capacidad innata para vislumbrar huellas difusas en los imbricados tejidos de las redes informáticas y resolver casos relacionados con el mundo virtual.

A una hora imprecisa de esta mañana, la Doctora Francisca Fernández, sin esperar ser anunciada, desconociendo el volumen de su cuerpo, sin consideración alguna con el poco espacio de la Oficina del negro Castro, atravesó con cierta dificultad la estrecha entrada y metió integramente toda su voluptuosa humanidad en la Oficina del negro Castro. Con cuatro pasos seguros y sonoros, se plantó, inmensa, frente al escritorio. En esos escasos segundos que le tomó llegar frente al negro Castro, meneó con orgullo sus caderas descomunales, contenidas con esfuerzo dentro de sus pantalones ajustados, mostró complacida los hombros, que su blusa blanca y sin mangas dejan al descubierto, mientras una hilera de botones diminutos, que amenazan reventar los ojales al menor suspiro de la mujer, sujetan los pechos, dos mundos que luchan por liberarse.

Francisca Fernández se detuvo frente al escritorio y sonrió. La mirada de asombro y el silencio del Capitán, le indicaron a la Doctora, que luego de la turbulencia causada por su entrada, tenía toda la atención del hombre.

Enorme y todavía de pie, con voz de experta, con conocimiento pleno de los hechos, le informó al Capitán de un crimen cibernético. Denunció, que desconocidos habían robado la Base de Datos de la Clínica Inglesa y afirmó, que los cortafuegos que ella había instalado como medida de seguridad, le indicaban que el robo había ocurrido cuatro días atrás.

El negro Castro la invitó a sentarse y antes de que él pudiera formular alguna pregunta, ella, todavía de pie, extendió la mano para presentarse formalmente y dueña de su voz y más ún de su cuerpo, dijo.

-Mi nombre es Francisca Férnandez. Soy la Directora de Seguridad de la Clínica Inglesa. El robo de datos es un crimen detestable, la información de los pacientes es confidencial y en la Clínica somos responsables de mantener esos secretos a salvo. Una noticia como esta, compromete seriamente la confianza de los pacientes en la Clínica y su seguridad. Nosotros agradecemos tratar el asunto con la máxima discreción y si es posible, que sea usted, quien se encargue de la investigación.

-Al violentar el protocolo de seguridad para acceder a nuestra Base de Datos, los intrusos dejaron sus huellas, el sistema está construido para retener ese rastro, puede comprobarlo desde mi teléfono. Con un gesto entregó el dispositivo móvil y guardó absoluto silencio.

Durante algunos minutos el Capitán manipuló con dedos frenéticos el teléfono de la Doctora, un detalle lo obligó a detenerse por unos segundos, dejó el teléfono sobre la mesa y con la misma destreza con la que manipuló el móvil, buscó información desde su computador en las plataformas de información policiales, finalmente se detuvo y con tono de duda, con un resto de su propia ignorancia y algo de burla, preguntó.

¿Qué interés puede tener una lista de enfermos?

Sin titubear, convencida de la importancia de resguardar los datos de los enfermos de la Clínica y lo relevante de la información contenida en esa lista, la Doctora Francisca, enumeró por orden de importancia algunos aspectos de interés para los ladrones de datos y lo peligroso que puede resultar esa información en poder de personas sin escrúpulos.

El negro Castro volvió a la pantalla de su su computador y con un nivel de abstracción envidiable, se internó en el laberinto de rutas abiertas. Al cruzar ciertas informaciones descubrió una grieta, en la triangulación de sucesos de la última semana localizó una débil coincidencia consistente con el robo de los datos de la Clínica Inglesa.

Entregó el teléfono a la Doctora y le pidió una lista de familiares de empleados de la Clínica con necesidades de un trasplante de órgano, sin hacer preguntas, ella se empeñó en la búsqueda y al cabo de unos minutos tenía un nombre. La esposa del Gerente de Sistemas había sido trasplantada cuatro días atrás.

El Capitán miró a la Doctora, entregó en esa mirada la responsabilidad de las acusaciones criminales correspondientes a la Directora de Seguridad de la Clínica Inglesa y dijo.

-Un donante de órganos sano, en la lista de la Base de Datos de la Clínica, sufrió un accidente ridículo, el hígado del donante salvó a una niña de diez años. Esta información está en los noticieros, que se han propuesto una nueva cruzada y han desplegado una campaña de sensibilidad, para convertir a los ciudadanos en donantes.

-El mismo donante, entregó su corazón a la esposa del Gerente de Sistemas. Esa no es noticia para los noticieros, pero puede ser información valiosa para usted, que busca ladrones de datos.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
10-12-2021 16:24

Gracias Rodrigo, ya soomos dos, los que adolecemos de la pericia necesaria para solventar algunos inconvenientes que el computador nos presenta, creo que lo hace con ánimos de probar nuestra paciencia.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
06-12-2021 13:41

Portero electrónico. J.L. He estado algún toempo sin poderme conectr a Rayuela, debido tal vez a mi impericia en el manejo del ordenador. Ahora vuelvo. J.J., es incesante y positivo tu incremento en tu calidad de escritor. Cargas cada vez con mayor aciertos tus escritos con una dimensión psicológica que define al personaje (y a su autor) con una mayor densidad y madurez. Y sabes crear una s condiciones "dramáticas" que nos atraen y mantiniene el suspense hasta el final de la narración. Caso evidente en este "Portero electrónico", mecanismo en el que objetivas las frustraciones y dificultades para el vivir cotidiano del protagonista. Vaya mi felicitación y el reconocimiento a tu entrega a esta difícil tarea de escribir, con la que además creas las condiciones de supervivencia de nuestro foro Rayuela. Gracias, compañero.

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