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Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
27-03-2015 21:29

Rodrigo, nada de retirar un relato porque sea extenso. Lo importante, es la participación.

Yo también utilizo relatos de archivo, pero que son inéditos en Rayuela. Es normal si encajan en el tema propuesto.

Saludos.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
27-03-2015 20:38

Nota.- Este es un relato viejo, fechado en el año 2006, pero inédito en Rayuela. En el foro donde vio la luz la vio entre éxitos y parabienes. Así que pienso que qué mejor para reeditarlo que en esta nuestra Rayuela amiga. Advierto de su larga extensión: 2.019 palabras. Si nuestro moderador lo considera excesivo, pues lo retira y en paz. Ya escribiré otro en estos días.
Que os guste.

 
MARIELA

Prelude

Para mis hábiles y fuertes dedos de pianista no fueron obstáculo los corchetes, botones y cremalleras que, profusamente, ajustaban las costosas prendas de alta costura al cuerpo suntuoso de Mariela.
Uno a uno, con la parsimonia calculada que da la costumbre, fueron desmontándose los parapetos que me separaban de la codiciada presa,
al tiempo que las exclusivas prendas iban esparciéndose sin mayores miramientos por los rincones de la habitación, sabiamente iluminados para crear un ambiente propicio al juego erótico que estaba por iniciarse.

La lujosa suite, de dos piezas más baño, estaba exquisitamente decorada y dotada de todos los refinamientos y comodidades que profesionales expertos, sin limitaciones presupuestarias, podían imaginar para que cumpliese a la perfección la función para la que había sido concebida: la de picadero de lujo para una clientela selectísima que apreciase, en todo su valor, joyas como Mariela. Y allí, llevado por mis más íntimos amigos, los que conocían mi “problema” llegué después del arrollador éxito de mi último concierto.

¿Mi “problema”? Ah, sí. Me olvidaba. La enorme concentración y tensión a la que me obligaba la interpretación de las piezas del repertorio se traducían, inevitablemente, en una especie de priapismo que difícilmente lograba disimular con una ortopedia especial y las numerosas flexiones reverentes con las que agradecía los aplausos del público entregado. Y que sólo se reducía tras agotadores esfuerzos por parte de profesionales del amor especialmente adiestradas en tal menester, a base de felaciones, masturbaciones, penetraciones diversas y media docena de eyaculaciones, cuyo desmesurado volumen inicial iba en “diminuendo” y su intensidad “in crescendo”, que nos dejaban a mi colaboradora y a mí al borde de la extenuación, hasta que mi especial batuta volvía a su atril de mi entrepierna, aparentemente tranquila, aunque no era infrecuente su repentino despertar pidiendo bises del último molto agitato con variaciones. Entonces, a toda prisa, había que recurrir a una sustituta de la infeliz Mariela de turno para tratar de tranquilizar nuevamente a la insaciable protagonista de mis conciertos paralelos.

Andante con finale expresivo.

Habíamos llegado, antes de este prolijo preludio, a que había desprovisto de la primera capa de envoltorios a la suculenta Mariela, mientras mi protervo y descomunal falo saltaba impaciente como los macillos del Steinway aporreados por mí durante el concierto, acrecentando mi impaciencia y el terror evidente de la pobre chica, aunque estaba advertida de lo que le esperaba.
Ante mis excitados ojos aparecía el cuerpo adorable de aquella criatura, ahora sólo velado por delicadísimos encajes, de lujurioso colorido y diseño que acabaron de excitar , si ello era posible, a mi desbocada verga.

Haciendo un tremendo esfuerzo de concentración para no saltar salvajemente a devorar la jugosa fruta que, entreabierta y destilando su natural néctar, se adivinaba bajo la transparente braguita, fui nuevamente desmontando las sutiles barreras que aun se interponían entre nosotros. No obstante, un último reflejo de consciencia me hizo mantener aquella delicada intimidad en su lugar , pensando en los enervantes placeres que con dicha prenda en posición podría conseguir.

Así que, procediendo exclusivamente sobre el sujetador, me demoré complacido en retardar la apertura de su cierre delantero, mientras alcanzaba mi primer objetivo: los dos perfectos, aunque siliconados pechos, suaves como tibias nubes, que se deslizaban en expertas caricias entre mis ávidas manos. A pesar del evidente terror de Mariela, las características de mi órgano viril y la habilidad que empezaba a reconocer en mis manipulaciones iban reduciendo sus tensiones, y su voluptuosa anatomía se desmadejaba placenteramente entre mis cinco miembros, los dos superiores y los tres inferiores.

Al mismo tiempo, en interludios cuidadosamente medidos, mi boca: labios, lengua y dientes, iban aplicando sus especiales y húmedas caricias en aquellas partes del esplendoroso cuerpo de Mariela que yo juzgaba más sensibles a sus efectos. Así, como al desgaire, ligeros mordiscos en su deliciosa vulva, ya completamente empapada con sus olorosos jugos, hacían que el cuerpo de la mujer, estrechamente abrazado al mío, fuese sacudido por estremecimientos de placer, cuya respuesta inmediata fue la de buscar ansiosamente mi miembro con su boca para succionarlo con furor y, al mismo tiempo, con delicada maestría. Como yo sabía que aquellos prolegómenos no pondrían fin, ni con mucho a mi ímpetu semental, me dejé correr entre sus carnosos labios en una primera y tremenda eyaculación, que sorprendió a Mariela que no conocía, mas que de oídas, mis perversas capacidades. Sus agacelados ojos me miraron inquisitivos, como diciendo: “¿Qué pasa, tío, ya has acabado, cuando yo estaba empezando a gozar?” Yo la acaricié con dulzura, limpiando de paso mi espeso semen que chorreaba desde su boca a su torneado cuello. Al mismo tiempo colocaba mi erectísimo y endurecido pene entre sus te.tas, para que pudiese apreciar que, pese a lo que ella quizá considerase un gatillazo, la tranca no había perdido un ápice de su vigor y seguía en condiciones de poderle proporcionar más placer del que había recibido nunca.

Allegro con brío.

Mariela sonrío con picardía, al tiempo que recorría con ávida mirada mi cuerpo de arriba abajo, con especial detenimiento en mis poderosas partes pudendas, que, a decir verdad, era lo único a tener en cuenta del mismo. Su gran experiencia en los encuentros sexuales con hombres, generalmente frustrantes salvo en el aspecto económico, la hizo comprender el gran partido que para su satisfacción, pocas veces conseguida en estas batallas de picadero, podía obtener en este caso.
Este pensamiento, que yo hacía nacer en su adiestrado cerebro, la hizo enardecerse y comenzó a poner en juego todas sus habilidades, tretas y artimañas para que nuestros apetitos quedasen saciados al máximo.

Yo, por mi parte, analizando la potencia viril que me había suministrado el repertorio interpretado y haciendo una estimación de la resistencia de Mariela, calculé que aún tendría que eyacular cuatro o cinco veces más, antes de vencer la resistencia de mi íntimo enemigo. Por ello planifiqué sobre la marcha los juegos, posturas y ritmos necesarios para que Mariela llegase más o menos completa al final de la campaña.
Pero Mariela tenía iniciativas absolutamente sorprendentes y hasta novedosas para alguien tan experimentado como yo. Me hizo colocar de espaldas sobre el mullido lecho y dio comienzo a la parte interpretativa con un 69 perfectamente posicionado. Su boca volvió a succionar con reguladas intensidades mi desaforado miembro, mientras que yo, al tiempo que lamía golosamente la luminosa rajita, iba con los dedos índice y medio ampliando el círculo de su ano, abierto entre los dos hemisferios de un esplendoroso culo, dorado y duro como un enorme melocotón maduro, preparándolo para posteriores números. La braga de encaje que, previsoramente dejé colocada al efecto, ponía el punto de dificultad necesario para estimular la perfección de mis movimientos.

Mariela gruñía y gemía con la boca llena por el enorme glande, que seguía trabajando con inusitada persistencia. Súbitamente, tomando una vez más la iniciativa, giró en redondo pidiendome ansiosamente que la penetrase por la vagina, ya rebosante de elixires lubricantes. Situada bajo mí, comencé mi trabajo de mete y saca con la mayor delicadeza que podía, pensando que el tamaño de mi consolador natural podía dañar tan, aparentemente, delicado receptáculo. Pero Mariela, con un brusco movimiento de sus poderosas caderas, se me clavó por entero sin la menor dificultad. Ante este prodigio de elasticidad, comencé a aumentar el ritmo y la longitud de mi penetración, observando complacido que la respuesta de Mariela era de extremado goce. Sus quejidos, sus “más, más, fóllame hasta dentro, guarro, aaaaaggg….” eran el bajo continuo perfecto para aquella maravillosa interpretación del dúo. La entrega era absolutamente loca y completa. Revolcándonos sin cesar, mordiendo su mórbido cuerpo, amasando sus gloriosos pechos, de pezones oscuros, duros y tiesos como pequeños falos, percibía la aceleración de los gritos de placer y de los estremecimientos del cuerpo entero de Mariela. Finalmente, un “yaaaaaa….” que parecía gritado desde el propio útero, anunció el salvaje orgasmo de la mujer. Yo, complaciente, me volví a correr, esta vez dentro de aquella cálida gruta, sabiendo que me quedaban reservas para rato. Pero, ante mi sorpresa, Mariela no cesaba de gritar su placer y movimientos espasmódicos sacudían, como si fuese un inmenso tocinillo de cielo, la totalidad de su cuerpo. “Dios mío, es multiorgásmica, deduje. Esto va a ser la h…..”

Finale con tutto e molto agitato

A partir de aquí el climax de actividad alcanzó puntos de verdadero éxtasis: penetraciones “per angostam viam”, carretillas, lluvia dorada… todo un repertorio absolutamente delirante que ni a uno ni a otra nos calmaba un ardor que, por el contrario, parecía aumentar por encima de niveles humanos. Y Mariela pedía sollozante más y más mientras seguía con sus estremecimientos y chillidos de coneja y mi instrumento no daba, por su parte, muestras de agotamiento. Me había corrido dos veces más, por lo que la resistencia de mi sexo debía estar al límite de sus capacidades. Al fin y al cabo, el concierto había sido a base de piezas de Johann S. Bach, que no era de los que más me erotizaban. Una especie de estertor y una súbita rigidez del cuerpo de Mariela me hizo dar un respingo que casi me saca de la cama, donde, milagrosamente, estábamos interpretando esa parte del concierto. “ Aaaarrrrrgggggg….fffffssss…., para, hijo de p..., para de una vez…” dijo entrecortadamente. “Me estás destrozando toda…. Aaaarrrrgggg, no puedo más”.
“No, Mariela, no me digas obscenidades, que aún me excitas más.” le dije sintiendo de repente una especie de piedad por aquella mujer que se me había entregado hasta el límite, sin ningún atisbo de profesionalidad en su forma de ofrecérseme, pero sí en su forma de actuar. Parecíamos dos amantes expertísimos, cuya pasión estuviese incesantemente alimentada por un ardiente amor.
Aunque mi miembro se encontraba todavía en posición de disparo, le propuse un descanso reparador, con baño de burbujas y Dom Perignon para recuperarnos.” Vale, tío –me dijo con mirada distante. Parecía ha ber perdido todo el interés que antes le suscitaba mi hercúleo miembro- Pero luego acabas a mano, te la cascas entre dos piedras o te buscas una oveja merina hasta que se te baje ese monstruo que llevas entre las piernas”. Ahí le salió el ramalazo barriobajero que todos llevamos dentro. Me reí sinceramente y ella me correspondió con una sonrisa y una pequeña patada en mis testículos.

Coda
Preparamos el baño y el champán mientras bromeábamos diciendonos obscenidades pueblerinas, que a ella parecían encantarle y a mí me aceleraban la excitación que aun tenía. Ya en la bañera tomamos unos tentempiés que la dirección de la casa había preparado conociendo mis gustos, mientras seguíamos la charla intrascendente que, finalmente giró hacia ciertas intimidades personales, dando un matiz más humano a aquel interludio y mostrándome un aspecto de Mariela tan sorprendente como sus habilidades amatorias. Ella parecía irse relajando y bromeaba, ahora, con la mayor inocencia . Yo, mientras y con toda la discreción que pude me masturbé bajo la espuma perfumada del baño y conseguí la que pareció ser la última cor.rida: unas pequeñas gotas de líquido ya incoloro. Al fin el Minotauro regresaba a su guarida, satisfecho su apetito.
Mariela lo percibió y se reía distendidamente. Verdaderamente era una muchacha exquisita. Yo lamentaba que la hubiesen seleccionado para un trabajo tan agotador como el que suponía alimentar a mi bestia, pero le estaba muy agradecido por su apasionamiento y, ahora, por su dulzura.
Salimos del baño y nos dirigimos nuevamente al dormitorio. Ella, en un gesto que me acabó de desarmar, extendió las revueltas y sucias ropas de la cama, dejándola en condiciones aceptables de nueva utilización. Era ya la madrugada avanzada y en unas pocas horas la limusina me trasladaría nuevamente al aeropuerto. Así que me dispuse a recuperar con un poco de sueño mi maltrecho estado físico. Mariela se acurrucó en el hueco de mi brazo que, doblado por el codo, descansaba bajo mi cabeza.
El sueño comenzó a planear suavemente sobre nosotros. Cuando yo estaba en el duermevela previo a las penumbras, una voz susurrante y endemoniadamente erótica dijo a mi oído: “Maestro, ¿comenzamos “da capo?”

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
26-03-2015 21:21

MIEL Y ROSAS.

Es tarde. Esa reunión no va a empezar nunca. Menos mal que ella es competente, aunque sea una estirada. Ese moño, esas gafas... no debe ser muy mayor. Cuarenta quizá, aunque con esos trajes que lleva parece una abuela. Por cierto, está tardando mucho en volver.

Cuando por fin llegó, dijo:
―Lo que me faltaba, con el retraso que llevamos, y se ha tenido que romper el grifo precisamente cuando me disponía a volver; parecía un río salvaje sin cauce, me he puesto perdida. A ver si aquí en el despacho me seco un poco.

La vi deshacerse el moño, desparramando su gran melena negra por los hombros. La miré fijamente, mientras olvidaba que ella murmuró algo acerca de un grifo. No la entendí bien. Se quitó las gafas y la chaqueta. Incrédulo, pensé que mi jefa se había convertido en una diosa. Una Venus hecha realidad. Su camisa blanca mojada, dejaba entrever que no había nada más debajo, solo desnudez.

Contente, es tu jefa y puedes perder el empleo. ―Pensé─ pero, aquel caudal de emociones se abría paso por mis venas, y no podía dominarlo. Una apetencia voraz, se apoderó de mí haciéndome olvidar todo lo demás.

Ella me miró, extrañada. Vio como el hombre que sólo era su secretario, palidecía para luego enrojecer. Me vio quitarme la chaqueta, el nudo de la corbata, y dirigirme hacia ella resueltamente. Antes de darme cuenta de lo que estaba pasando, me encontré besándola, mi lengua trazando círculos de fuego en su boca, en su cuello, bajando lentamente hasta sus pezones cuyas aureolas se traslucían.

Mis manos la recorrían sin cesar, como queriendo aprenderse cada centímetro de su piel, cada redondez, y se cerraron en su trasero, mientras la levantaba para dejarla apoyada sobre la mesa. La vi inclinarse hacia atrás, su boca jadeaba, y sus ojos se entornaron. ¡Qué hermosa! Seguí el camino que me dirigía hasta la gruta del placer, abriéndome paso, entre sus piernas, hasta adentrarme en ella, saboreando, a la vez, sus dunas y su aroma de mujer. Me levanté, me desnudé rápidamente mientras ella me miraba, y volví a atraparla entre mis brazos para penetrar de nuevo fieramente en sus dominios, mientras le rompía los botones de la blusa para contemplar por fin sus pechos presentidos, besándolos, apasionadamente. En cada movimiento nos hacíamos uno solo y se oía el murmullo del deseo, flotando.

Por fin, terminé de desnudarla y una finísima línea de miel cayó imperfecta sobre su vientre desnudo. Figuras caprichosas se dibujaron en la extensa superficie de piel, en la textura de sus formas generosas, hasta cerca de su sexo cálido... estremecido por el suave frío de la miel diamantina.

Trazos sutiles se dibujaron sobre el mapa desnudo de su anatomía que recorrí con mi aliento y mi lengua, rozándole, apenas frisando sus poros.

Mi estremecimiento y el de ella fueron uno, en esa calma que daba la tranquilidad de sabernos solos. Sin más compañía que el silencio y su aroma, sin más que la respiración agitada. Solos, hombre y mujer, abriéndonos al cauce de nuestros ímpetus.

Cuánto deseaba su vientre, el capricho de una planicie que se hundía en el mito de los deseos. Lo quería alcanzar, atrapar admirar...

Mi objeto de deseo, me lo repetía como un murmullo. Tendida estaba y su cuerpo era una inmensidad que estaba dispuesto a investigar, a conocer, a explorar tomándome todo el tiempo que fuera necesario para completar esa expedición sigilosa, silente, consciente.

Exploré en sus recovecos, en sus caminos subcutáneos. Sobre su piel de suaves colinas y flores tupidas. Con mis dedos avancé en ella, sobre cada una de sus partes. Primero a pequeños intervalos entre la miel derramada, y luego embadurnándome en ella, para llevarla a mi boca que la acogía sabrosa, saciando mi hambre... mi hambre de ella.

Con la miel hice nuevas formas en su abdomen, en sus pechos turgentes, sobre sus hombros desnudos. Mis dedos delinearon la silueta infinita de sus labios, de sus ojos almendrados, alcanzando su cuello. Para mi sorpresa, ella colaboró apasionadamente, de principio a final.

Era sólo el preludio. Sólo el inicio. El principio. Las rosas vendrían después...

Frente a la mesa, colgado en la pared, el retrato de un ilustre caballero contemplaba la escena impasible...



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
20-03-2015 14:38

Por favor, Gregorio; no hay nada que disculpar. Entre compañeros con tan buen rollo todo está en la normalidad de un simple cambio de puntos de vista. Sólo se trata, en ocasiones, de animar algo el foro. Un abrazo, amigo mío.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
19-03-2015 15:15

Don Rodrigo, espero que disculpe mi torpeza por no haber sabido interpretar su sugerencia, pues los años no perdona, y las neuronas se van apagando como se apaga una vela en un recinto sin aire.

Pues, sí. Todo lo que contribuya a mejorar la participación, bienvenido sea.

En cuanto al tema erótico, sepa que, los ojos y el corazón, siempre son jóvenes.

Un abrazo, querido amigo.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
19-03-2015 12:44

Señor Don Gregorio: suscribo, confirmo, ratifico y acompaño la opinión de doña Era. Nunca pretendí que los temas para escribir relatos se eliminasen (para una opción democrática que tenemos no vamos a suprimirla.) Mi intención al sugerir que se borrase ese párrafo era, por el contrario, ampliar las posibilidades de colaboración a todo el que quiera escribir en esta hilo. Imagínese que a Lluvia, por un decir, que no figura en las listas, se le ocurre proponer como tema: "La castidad entre los pingüinos"; porque ella tiene una idea sobre el asunto y cree poder escribir un bello relato de amor imposible entre pingüinos. Pues qué fastidio ¿no? Qué hermosa colaboración perdida por no estar en "la lista". Rémoras burocráticas, querido amigo. Libertad como norte y guía...
Y disculpeme por no haber imaginado que era usted el proponedor que proponía el tema. Y además erótico. Es que no le reconozco, mi querido Gregorio...

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
18-03-2015 23:04

Sí, Eratalia. He interpretado mal la sugerencia de Rodrigo. Quitaré el "sin derecho a proponer tema", pero eso nos puede crear confusión, a los que sigamos la lista de turnos, si alguien se cuela sin pedir turno.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Eratalia
Eratalia
18-03-2015 22:36

Buenas.
Aacabo de leer lo que dice Gregorio y como añade que demos nuestra opinión, pues vengo a dar la mía, si se me permite.
Yo creo que lo que dice Rodrigo no es que quitemos el tema, ni mucho menos. Que quitemos la premisa de que el que sea de participación esporádica no tenga permiso para proponer tema, antes bien, que proponga si quiere que estamos necesitados.
Y si no lo hemos entendido bien ni tú ni yo, pues que nos lo explique.


Con rimas y a lo loco
Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
18-03-2015 20:43

Veamos, amigo Rodrigo. El proponedor de esta quincena, soy yo. Por eso digo me ha tocado el turno.

Cuando empezamos esta etapa, se reorganizó la lista de participantes, borrando a los que llevaban mucho tiempo sin participar, e incluso, se cambiaron los sillones, para darle un aire nuevo. Empezó Eratalia, luego juan Fozara y con JJ, hemos llegado al final de la lista. Comenzando por el principio, está Castelo, que no colabora desde hace mucho tiempo, y no lo borré, por dos razones: porque es uno los administradores del foro, el primero de la lista desde que empezamos, y porque pensaba que volvería en esta nueva etapa.

En cuanto a eliminar el derecho a proponer tema, si lo eliminamos, ¿quién propone? Y si no hay tema, ¿Sobre qué escribimos?

Para escribir relatos sin tema, ya tenemos los hilos de: RELATOS, CUANTOS DESTACADOS, PROSA LIBRE, Y TEXTOS DEL MES.

De todas maneras, invito al resto de participantes a que den su opinión, y aremos lo que acordemos entre todos.

Gracias por tu felicitación.

Un abrazo.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
18-03-2015 18:52

Querido compañero Gregorio: Dos cuestiones; bueno, dos cuestiones y un comentario. 1.- ¿Quien es el proponedor de esta quincena? Me pierdo ya.
2.- ¿Se podría modificar el párrafo "Si alguien quiere participar de forma esporádica, puede hacerlo, pero sin derecho a proponer tema" suprimiendo el "sin derecho a proponer tema". A mí me resulta un poco autoritario; y tal como están los tiempos lo que necesitamos es abrirnos a cualquier sugerencia y animar las colaboraciones ¿no te parece?.
Y el comentario: ¡FELICIDADES POR LA CONTINIUDAD EXITOSA DEL HILO!

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