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TALLER DE POESÍA
jota jota
jota jota
12-03-2021 16:10

Gracias Gregorio. Borre el texto de este espacio, creo haberlo colocado esta vez en el lugar que le corresponde a nuestras vivencias, para que se lea como es debido y no hacerlos saltar por toda la rayuela a ver si se me caen. Un abrazo y gracias. Ya vez, los más viejos enseñandole siempre a los muchachos.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
12-03-2021 12:01

Querido JJ, creo que te has confundido de lugar, y has publicado tu relato de vivencias en Taller de poesía, en lugar de en Vamos ha contar Historias.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
jota jota
jota jota
08-03-2021 17:27

El viaje extraordinario de las palabras

Feliz día internacional de la mujer

El viaje se hizo interminable, pronto pasó la novedad del avión y el aburrimiento la llevó de la mano hasta el pasillo de lo desconocido. A ese futuro al que debía enfrentarse sin conocimiento y con enormes dudas.

Entró en silencio a una habitación en donde habita el miedo, se sintió amenazada una vez más sin compasión por los fantasmas que la atacaron durante estos ocho años de vida, fantasmas crecidos en las historias interminables que su abuelo contaba de los terribles años de una guerra en donde todo se perdió y él también.

De los escombros de su vida, perdido en una noche sin esperanza lo rescató la abuela, según sus propias palabras, y con la fuerza de un afecto que creció de una chispa en la mirada y mucha paciencia la abuela lo reconstruyo, lo hizo un hombre de bien, pero jamás pudo borrarle los recuerdos grabados con humo de pólvora y miedo, miedo, que sin saberlo, transmitió a su nieta.

Natalia Fuentecilla Aguerra, andaluza, de grandes ojos verdes, largos y rebeldes cabellos negros, su nieta, viaja en este avión con sus padres que se largaron a buscarse la vida en las Américas y se llevan con ellos a Natalia. Han cifrado sus esperanzas en las oportunidades de trabajo que no tienen en esta España, que se ha vuelto hostil a jóvenes matrimonios como ellos y los convierte en inmigrantes sin arraigo.

A la semana de llegar Natalia ya está asistiendo a clases y sus padres dedicados al trabajo no tienen tiempo para vivir y mucho menos para compartir con ella, Natalia tuvo que asumir muy pronto la actitud de la abuela y se hizo cargo de su vida y también un poco la de sus padres, que la fueron abandonando poco a poco en la medida que la pequeña Natalia se hacía más responsable y seria. Mucho más de lo que su edad le permitía.
El colegio es grande y mixto, unas veces su padre y otras su madre la dejan en la sala de clases y siempre es su madre quien la busca. En esta escuela todo es diferente, tiene una maestra por cada materia y las llaman “tías” los padres no son representantes, son apoderados. Poco a poco se da cuenta que el español es un idioma capaz de confundir a quienes lo hablan y a veces puede ser incomprensible, ese mundo de las palabras la atrapa y le comenta a la “tía” Aurora, de Lenguaje, que aquí ha encontrado que las palabras tienen otro significado y no puede entender a sus compañeros. Al otro día la “tía” le regala un diccionario de americanismos.

Desde ese día se extravía por las calles ajenas que le señalan las palabras y no quiere que la molesten con juegos que no entiende ni comparte, prefiere estar en ese mundo extraordinario de los diferentes significados de una misma palabra, los diferentes usos y sentido que tienen, ha logrado abrir una puerta fascinante y al traspasarla, sin darse cuenta, se aísla del resto de compañeros que no la entienden y la abandonan dejándola en su mundo sin molestarla.

Ha oído a sus padres hablar y sabe que su madre se preocupa por los abuelos, por su salud, y por lo avanzado de la edad, que su madre se siente culpable por haberlos dejado solos, pero confía ciegamente en que pueden esperar con salud hasta el día en que puedan encontrarse aquí, en este país en donde el clima es más benigno, en este trópico que los ha recibido con cariño y está segura de que se sentirán mejor de sus múltiples dolencias y podrán acompañar a ella, los abuelos, piensa su madre, pueden dedicarle a Natalia el tiempo que el trabajo les roba a ellos, esta idea le da mayor fuerza a su decisión de ayudar a sus padres.

Natalia entendió con apenas ocho años que es una pieza fundamental en el futuro que sus padres están construyendo con esfuerzo y sacrificios. Sabe perfectamente que no pueden regresar y ni siquiera lo piensa, debe hacer esfuerzos por adaptarse, entiende que sus padres confían en ella, tiene la enorme responsabilidad de no ser una piedra de tranca, un estorbo, una complicación, un peso más.

Una mañana entra a la sala la “tía” Aurora y se sobresalta al oír que la llama y pide con cariño que la acompañe, con el corazón disparado y sin control enmudece, pero obediente se levanta y camina fuera de clase al lado de la “tía”.

Quiero pedirte un favor le dice y le regala una sonrisa de dientes blancos que a Natalia le encanta. Pero Natalia cuando tiene alguna duda y no sabe lo que sucede se llena de temores, aún no sabe manejar sus miedos, ni muchos de los sentimientos que tiene y entonces le dan ataques de asfixia que no sabe controlar, la “tía” coloca su mano en el hombro y ese contacto la tranquiliza y vuelve a respirar tranquila.

Caminan hasta el parque del colegio, se sientan en un banco bajo los árboles y mientras el viento juega con las hojas la “tía” le explica:

-El colegio ha aceptado a dos niñas extranjeras de tu edad y se ha comprometido a su adaptación y a que aprueben el curso, ellas no saben español y será muy difícil que puedan salir adelante, le he comentado a la Directora tu extraordinaria inquietud por el sentido diverso de las palabras y el extenso vocabulario que manejas, creo que puedes ayudar a estas niñas mejor que cualquiera de nosotras y estoy segura que esta responsabilidad te gustará mucho más que los juegos en los que jamás participas-.

-Estaré siempre a tu lado para ayudarte, además será un gran aprendizaje y un enorme reto para ambas, yo confío y creo en ti-.

-De donde vienen-. Preguntó Natalia.
-Vienen de mundos y costumbres totalmente opuestas a las nuestras y necesitan una amiga de su edad que les preste toda la atención y afecto que necesitan-. -Una es de África y la otra es de China-. Contestó la “tía “Aurora.

Entusiasmada con esta responsabilidad y la confianza que la “tía” le tenía, buscó el mejor momento para comentarle a sus padres, pero jamás lo encontró, comprometidos con sus trabajos no tenían oídos ni tiempo para prestarle. Una vez más Natalia guardó silencio.

Estudiaba con intensidad y compartía a toda hora con sus nuevas amigas, atenta para salir en su ayuda cuando fuera necesario. Logró que se incorporaran a las actividades del colegio, que hablaran un español rudimentario y les permitió entender y hacerse comprender, al final del año escolar cumplieron con los objetivo y pasaron al próximo nivel.

Los padres de Natalia hicieron un alto en las responsabilidades laborales y ambos asistieron al acto de fin de curso, era obligatorio. En ese acto se encuentran reunidos una vez cada año los apoderados desde el primero hasta el último curso. Los padres de Natalia se preocuparon al darse cuenta que su hija no participó en ninguno de los actos que se organizaron, ni siquiera se presentó con sus compañeros de sala. Pero fue aún mayor la sorpresa de los tres cuando para finalizar el acto, la Directora del Colegio pidió la presencia de Natalia Fuentecilla Aguerra y cuando esta se presentó todos los maestros y profesores se levantaron de sus asientos y la aplaudieron.

La Directora emocionada le da las gracias a Natalia y dice a través de los microfonos que ella ha sido una inspiración a la labor docente. Finaliza el acto explicando al auditorio el valor y la capacidad docente de una niña extranjera, española, de apenas ocho años, que se hizo cargo con éxito de dos historias gastadas y supo sacarle brillo.

jota jota
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07-03-2021 20:32

No hay perdón ni olvido

La turbulencia de pérdidas irreparables empujó a Mercedes Mijares hasta Bogotá. Cobijada en el odio insiste en recordar los sucesos que cambiaron su vida:

Desdibujados entre las sombras de la madrugada, vestidos de verde, ocultos en la terca neblina, la columna guerrillera asaltó el pueblo. La explosión de una bombona de gas en el pequeño puesto policial liquidó a los cuatro policías que mantenían la paz y despertó el terror. Los disparos a las nubes indefensas espantaron a los loros, que dejaron las copas de los árboles y se internaron en la selva con una algarabía de lamentaciones.

Asustados, los humildes pobladores se asomaron a las calles y encontraron a estos hombres armados, que en nombre de la lucha de pobres contra ricos y bajo amenazas de muerte, robaban lo que querían y cargaban cuanto podían. Los habitantes fueron empujados sin consideración alguna a la plaza y obligados a oír con la paciencia que impone el miedo las palabras del Comandante Timochenko.

Al marcharse los guerrilleros, Mercedes Mijares, maestra de escuela, buscó a su hijo de diez años, lo llamó con voz ronca sin éxito y preguntó desesperada su paradero hasta al mismo viento. El silencio le confirmó que en un solo día había perdido al marido y también al hijo. Ella sabe que estos malvados se llevan a los pequeños y los convierten en niños soldados, en combatientes involuntarios, y son sometidos a la crueldad de asesinar amigos y familiares.

Mercedes rescató entre los escombros algunos restos despedazados de su marido, girones ensangrentados del uniforme que ella planchaba al calor de las ilusiones, lo enterró en silencio y se perdió en el camino del odio.

En la mañana y a lomo de mula dejó el pueblo. Con el pie en el estribo le hizo la cruz y juró no regresar nunca al lugar de su desgracia. Al mediodía llegó a la polvorienta estación de autobuses en San José del Guaviare, encontró pocos pasajeros y mantuvo con obstinación el silencio de su duelo. A las seis de la tarde apareció un desvencijado autobús y se subió sin importarle la dirección que llevaba, tampoco le importó el volumen de la cumbia que sonaba en la radio. Doce horas más tarde el autobús hizo su última parada. Había llegado a Bogotá.

En estos diez años cambió el abecedario por el termómetro, los mapas por las inyectadoras y desde su impecable uniforme de enfermera le enseña a la muerte otro camino.

El causante de su desgracia eludió la justicia y ahora se presenta como candidato presidencial. Mercedes Mijares asiste al acto y cuando Timochenko aparece no puede reprimir los gritos:
¡Hijoeputa! ¡Asesino! ¡Donde está mi hijo!

Otras voces de hombres y mujeres enardecidas se le suman, guiados por el dolor de tanta muerte innecesaria exigen justicia y están dispuestos a ejercer el castigo que este hombre merece y que el Estado les negó. Timochenco tiembla de miedo ante el pueblo que exige su sangre por los crímenes cometidos. El cobarde corre protegido por guardaespaldas.

Al día siguiente Mercedes lee los titulares en un quiosco de periódicos: luego de ser abucheado en un acto público, el líder y candidato presidencial de la ex guerrilla de las FARC, Rodrigo Londoño, alias timochenko, sufrió un infarto y deberá ser operado en la Clínica Shaio de Bogotá.

Mercedes levanta los ojos al cielo al oír las campanas anunciando la hora de la justicia y murmura:
Los caminos del Señor son infinitos. En su impecable uniforme blanco parece el ángel de la justicia y apura el paso a la clínica Shaio mientras repite:

¡No hay perdón ni olvido!

jota jota
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14-09-2020 17:05

Encuentro entre León de Greiff y Sergio Stepanski

Texto elaborado en base al poema de León de Greiff
-Relato de Sergio Stepanski-

Incapaz de predecir los sucesos que sobrevendrán a mi próximo paso, incrédulo y sin fe. Irresponsablemente impaciente. Con un inocente y simple impulso inconsciente tomo un cuaderno de notas que encuentro olvidado sobre una de las mesas del Café Automático, aquí me dejo las noches que invariablemente me llevan al conocido camino del fracaso.

Corre el mes de diciembre, a Bogotá la envuelve un viento frío que se cuela entre las calles y baja de las montañas, es una visita que viene cada año y se instala hasta febrero. Pido un Brandy y hojeo el cuaderno ajeno que acabo de tomar.

Hay anotaciones desordenadas, la letra precisa rompe los márgenes con apremiante urgencia, tengo dificultad para seguir el hilo trastornado y desconcertante de estas líneas, que encuentro sin sentido, códigos que desconozco, imágenes que rayan el absurdo.

Paso las páginas perdiendo el interés inicial, y tropiezo con una estrofa, mejor dicho con dos, que me retratan con asombrosa precisión, esas líneas me pertenecen, yo debí escribirlas. Nunca pensé que otra persona, diferente a mí, en otro continente, pudiera sentir lo que yo vivo.

Desconcertado, con gran interés persigo entre las páginas el atisbo de una imagen, quizás, escondido entre las letras encuentre al dueño del cuaderno. De esa búsqueda incesante, me saca una voz educada que intenta apagar el trueno de un tono grave y pregunta frente a mí:

¿Acaso es ese el cuaderno que perdí, que olvidé en esta mesa?

La sangre deja de correr por mis venas y el corazón bombea vergüenza, pena, con tanta intensidad que enciende mis grandes orejas.

-Disculpe mi atrevimiento, soy un indiscreto y me he tomado libertades que no me corresponden, me asomé a sus confidencias-. -Lo extraño, es que son extraordinariamente semejantes a mi vida y no soy hombre que cree en paralelos-.

Antes de sentarse dibuja con el grueso abrigo que lo cubre y el bastón que le sirve de apoyo, una verónica. En silencio saca una pipa del bolsillo de su traje bárbaramente descuidado, sin quitarse la boina carga la pipa con esmero y la enciende. Mientras el humo se disipa y el aroma del tabaco invade el local me confiesa:

-Soy colombiano, con herencia cruzada de suecos y alemanes, me vine a la capital buscándome la vida que no encontré en las calles polvorientas de Medellín-. -Me llamo León de Greiff-.

Le entregué su cuaderno y dije:

-Soy español con sangre polaca, mi padre antes de irse me entregó su apellido y esta herencia indomable de fracasos continuos-. -Me llamo Sergio Stepanski-. Y continué:

-En las trincheras de la guerra enterré a mis amigos y vine a América sin esperanzas a jugarme la vida, sé de antemano que la llevo perdida sin remedio-.

Hablé sin detenerme y continué hablando fuera de las paredes del Café Automático, caminamos juntos por las calles de Bogotá esa madrugada. Huyendo del frío entramos a un garito, sobre la mesa se jugaba a los dados y vinieron a caer en mis manos un par de ases invitándome un lance, los tomé y grité: -juego todo lo que tengo-. Los lancé sobre el tapete verde y a voz en cuello dije: -Topo a rojo-.

¿Qué perdiste? Preguntó el hombre frente a mí

Intenté recordar alguna línea del cuaderno ajeno sin éxito y contesté:
-Jugué mi vida, total la llevo perdida, sin remedio-. -Todo me da lo mismo, todo me cabe en el diminuto abismo en donde se anudan mis sesos-.

Suena un disparo, lo último que veo son los aretes de la mulata que con gesto animal, sin un brillo de afecto en sus ojos perdidos en alcohol, acaricia al hombre con quien acabo de jugar y perder la vida.

jota jota
jota jota
23-10-2019 21:16

Gracias Rodrigo. Veo que has salido huyendo de la actualidad y su incesante barullo y te has refugiado en los antiguas y su sosegado conocimiento, que contra el tiempo y las guerras, perdura para nuestra satisfacción. Me alegra que te haya gustado.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
23-10-2019 20:14

Precioso tu cuentecito "Historia de un romántico", J.J. Y muy aleccionador: yo interpreto que el poder de la inocencia puede transformar los significados de palabras que creemos inamovibles. Andrés (del griego "andrós") tiene el significado de hombre, viril, fortaleza... Yanuarí, esta prodigiosa transformación de nuestro "enero" en pura música, prolonga en ambientes exóticos al dios Jano, el que vigila las puertas. Puede que el subconsciente de Andrés haya utilizado este nombre para que la sociedad sea vigilante ante las atrocidades que se están cometiendo y vea la manera de impedirlas. Aunque puede que haya que esperar a "marzo" (por los idus y por el dios Marte...)
Rayuela continúa...

jota jota
jota jota
23-10-2019 16:19

Historia de un romántico
A mi amigo Alexander Bauza, a quien le debo la referencia de esta singular historia.

Andrés, mi primo, es un romántico. Únicamente un romántico vive situaciones extraordinarias, pasmosas, notables, yo creo que hay que dejar constancia y contarlas.

Mi primo, con el entusiasmo de los veinte años se ha convertido en defensor del mundo en peligro, un activista de causas para el olvido y participa en diferentes grupos. El último grupo al que se afilió pretende proteger para las próximas generaciones y también para el mundo la Amazonia.

Con este grupo y para conocer los peligros que amenazan la Amazonia llegó a Belo Horizonte, en el Estado de Minas Gerais, al sudeste de Brasil, desde allí, jóvenes venidos de todas partes fueron trasladados en camiones a más de 700 kilómetros y tras tres horas de caminata por la selva llegaron al territorio de los indios Xacriabá, localizado al norte de Minas Gerais.

Los sentaron a todos en el suelo de un patio circular y les entregaron cuencos con mandioca, un alimento a base de yuca, que como nuestro pan, siempre está presente. Desde ese descampado ven las estrechas veredas que conducen a las precarias construcciones levantadas a pocos metros de ese círculo central y que son características de los pueblos indígenas.

El jefe de la nación Xacriabá se presenta ante ellos. Lleva un tupido tocado de plumas, la cara surcada de oreja a oreja por franjas rojas de una sustancia brillante. Habla en portuñol y únicamente dice: quiero que oigan a Yanuarí.

La muchacha de marcados rasgos indígenas habla en dialecto y necesita un intérprete. Es menuda y tan joven como ellos, todos guardan silencio y oyen sus palabras. El tono de su voz pausado y profundo infunde respeto.

-La Amazonia sufre continuos y brutales ataques. Ante la distraída mirada del mundo es devorada lenta y sistemáticamente por la ambición. La Amazonia resiste en silencio con paciencia de piedra el paso avasallante de una conquista interminable.

Andrés deja de oír a la indígena y entre dientes repite su nombre. Yanuarí. La sonora musicalidad del nombre lo ha cautivado. Necesita saber su significado y busca en su imaginaria Amazonia posibles y manifiestas alternativas. Oye en el llamado urgente de apareo del paují: Yanuarí.

Piensa: que Yanuarí puede ser el nombre de una flor singular y su aroma disolver en la sangre el peligroso veneno de la serpiente. Especula: que yanuarí en lengua xacriabá significa la luz que espanta las sombras, o quizás es la imagen del plateado pez que escapa al certero dardo de cerbatana, o el sonido del viento silbando entre las ramas de los árboles.

Al repetir yanuarí se le seca la boca. En ese momento desea tener una hija para llamarla Yanuarí y que ella lleve con orgullo el eco de la selva amazónica convertido en nombre de mujer.
Yanuarí termina de hablar y mi primo con la ansiedad de sus veinte años se acerca y le dice: -Mi nombre es Andrés y no significa nada, quiero saber el significado de tu nombre.

El intérprete traduce y ella complacida le indica por señas que la siga. Se interna por uno de los senderos que conducen a las cabañas y lo invita a entrar a una de ellas. Lo mira con curiosidad y señala una hoja amarillenta que quizás dejó un misionero bautista, o un evangelizador de la iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días. Andrés lee las letras grandes y negras del almanaque January.

El nombre que lo cautivó es en una lengua bárbara el primer mes del año y significa simplemente enero.

Mi primo Andrés concluye: la inocencia y la ignorancia van juntas tomadas de la mano por un camino de piedras blancas.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
10-01-2018 21:44

Gracias. Lo elimino y lo coloco en donde corresponde, es lo menos que se puede hacer por los que vienen

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
09-01-2018 20:33

Para empezar, querido J.J., creo que has colgado tu relato en una página equivocada: esta es la de "Taller de Poesía"; no importa demasiado dado el reducido tamaño de nuestro foro. Espero que no haya sido consecuencia, todavía, de las resacas festivas.
Tus personajes siguen empecinados en lograr cambios de suerte, unos cambios que sólo el destino que rige la línea de nuestras vidas puede conceder. Por lo demás el relato me ha parecido una suerte de paréntesis o, mejor, un quiebro en esa línea del destino. Cargado con el peso de un pasado familiar glorioso, tu protagonista toma una decisión que es alterada por un imprevisto. Sin continuación, o con la continuación demorada, el lector no puede juzgar el resultado final. Pero como los tuyos está equilibrado entre la acción y ña reflexión. Acertado.

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