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VAMOS A CONTAR HISTORIAS
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
17-11-2021 13:31

Gracias Gregorio. Tu comentario me da la alegría de saber que se siente la poesía de las imágenes. Los finales felices son escasos pero hay que intentarlos, olvidamos que tenemos demasiados problemas encima y yo tiendo a escribir relatos con finales terribles, o temas dolorosos.

Falta la propuesta de esta última quincena de noviembre y de este año. Como siempre, me tomaré diciembre y enero sin compromisos, seguramente publicaré otros textos, pero sin obligación.
Podemos decir que cumplimos con nuestro compromiso de escribir y estar contentos con nuestros textos.

No recuerdo quien propone el tema esta quincena, la cosa está entre tú y Rodrigo.

Gregorio Tienda Delgado
Gregorio Tienda Delgado
17-11-2021 12:22

Además de escrito en prosa poética, tu relato, JJ, sucede en un lugar donde las nubes son caprichosas, se separan del rebaño, y como pantanos que abren sus puertas, dejan caer la lluvia torrencial que alcanza a Julián Jiménez y casi es atropellado. Pero por su suerte, es herido leve por la mirada de unos ojos negros, y encuentra bajo la lluvia el amor de su vida. Un relato trágico en apariencia, pero con un final feliz.



Me gusta soñar despierto... dormido tengo pesadillas.
Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
16-11-2021 20:46

La Aventura Extraordinaria

La vida es una aventura extraordinaria, cada paso es el resultado de una elección propia, una decisión personal, que tomamos bajo el estricto rigor que imponen las amenazas y aquellos principios fundamentales que aprendimos de pequeños y nos sostienen. Con audacia utilizamos esas referencias que navegan desordenadas junto a nuestras motivaciones y en el mar de probabilidades, en el torbellino de sentimientos encontrados, en el que giramos, surge la voluntad necesaria para llevar adelante la decisión de vivir.

Inmediatamente luego de dado el primer paso, una nueva e insospechada interrogante obliga el próximo movimiento. Un nuevo paso tan sorprendente y tan lleno de incógnitas, incertidumbres, expectativas y posibilidades como el anterior, nos empuja a movernos en una bruma espesa de perplejidad y dudas.

Sin determinar con certeza una dirección única, seguimos la aventura extraordinaria de vivir. Los caminos permanecen abiertos y el rumbo puede ser modificado, no hay cálculo posible, ni coordenada exacta a seguir, las experiencias ajenas son apenas oscuras referencias, las oportunidades se mantienen suspendidas en igual medida sobre la balanza de éxitos y fracasos.

Un nuevo enigma nos asalta detrás de cada decisión, en medio del asombro, nos atropella, sacude y amenazan las incógnitas. No existen certezas, nos movemos en la densa niebla de incertidumbres, de imponderables, sin ninguna seguridad, sin siquiera un mapa de posibilidades. Apostamos todo nuestro capital a la esperanza y tropezando, trastabillando, seguimos.

Nos movemos sin la garantía de brújula, desechamos seguir un norte fijo, inmutable. Avanzamos a través de una tormenta interminable alumbrados por el faro del amor. El amor, esa luz incandescente, única, que nos guía en esta maravillosa y sorprendente aventura que emprendimos a ciegas y que continuamos a diario, con mayores riesgos, sorpresas y errores, que aciertos.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
14-11-2021 21:57

La Huida

Escapamos. Huimos. Desaparecemos.

Somos los prófugos de la violencia que nos arrebata los afectos. Logramos evadir los continuos ataques de una guerrilla despiadada, envilecida en el tráfico de drogas, que secuestra a los niños, los arma, los coloca al frente de sus columnas y de un golpe les arrebata a sus padres y también al genuino derecho de crecer inocentes y libres, para cargarlos con el peso de la muerte y de unos fusiles que no le corresponden y tampoco quieren.

En nuestra huida desesperada por salvar la vida, no vemos las señales del cielo, el momento en que un destacamento de pesadas nubes cierra nuestras escasas posibilidades. Las nubes se alinean amenazantes, oscuras, en estudiadas formaciones tácticas, apoyadas en el silencio de un cielo impasible y cómplice. Ni siquiera el clamor elevado a las alturas por los más viejos, que huyen con nosotros, aleja la amenaza de una tormenta escandalosa. La amenaza de la tormenta espanta la calma, desata furiosos vientos y nos envuelve en un miedo único que se mete en las venas y convierte la sangre en mazamorra y los huesos en harina.

Por encima de los gemidos se levanta desde las precarias construcciones un ruego común. Las lágrimas no son capaces de convencer a ese cielo inclemente, de que se apiade de nosotros y olvide la decisión de arremeter contra nuestros cuerpos cansados, indefensos y desconsolados. Ante ese cielo despiadado y recalcitrante nos entregamos una vez más, a nuestro destino.

Indiferente a las súplicas, la lluvia inicia su ataque, envuelve en desbocados vientos el agua y la furia y nos obliga a protegernos detrás de una rogativa de alivio aprendida en las voces de nuestros padres, de nuestros abuelos, a cobijarnos bajo el aliento del pasado.

-San Isidro labrador quita el agua y pon el sol-.

El cielo se abre con un fogonazo y antes de finalizar un suspiro revienta el trueno al borde del último rancho, tiemblan los escasos remaches que contienen la carga de agua de las nubes y se descuelgan las primeras gotas.

En la huida dejamos atrás nuestras vidas, la violencia convierte en escombros la vida del fugitivo, escapamos por puro instinto, obligados por nuestros padres que intentan alejarnos del fanatismo, de una muerte injusta. Nuestros padres que para salvarnos abren un camino diferente y nos empujan a la ventura, iluminando la oscuridad y nuestro miedo con la luz de su esperanza.

-San Isidro labrador quita el agua y pon el sol-.

Llegamos a esta frontera por diferentes caminos y nos convertimos por pura necesidad en laboriosas, diligentes y organizadas hormigas, para construir albergues de emergencia, con más necesidad que conocimiento. A duras penas los techos nos cubren del sol, de la intemperie y mantienen a raya los peligros externos de las sombras, que se escurren entre la escasa luz de la luna menguante y nos arrinconan en el miedo.

Las endebles construcciones no soportan las ráfagas viento y truenos que se suceden sin descanso, temblamos acurrucados en el suelo y recordamos la metralla que la guerrilla disparó contra nosotros, nosotros, que huimos de continuas descargas mortales somos nuevamente víctimas, alcanzados hoy por la violencia de los cielos.

-San Isidro labrador quita el agua y pon el sol-.

El agua se vino a chorros, a poncherazos, en palanganas y el viento no dejó de soplar hasta que arrasó el campamento. Los ruegos, las súplicas se convirtieron en gritos, y quedamos roncos, perdimos fuerzas, se enlodó la entereza repitiendo el inútil estribillo.

-San Isidro labrador quita el agua y pon el sol-.

La fuerza de la tormenta convierte en un instante el campamento en ruinas y se repite una vez más la imagen de derrotas totales, una imagen que de aquí en adelante no nos abandonará y permanece viva en el recuerdo presente ante nuestros ojos.

Tenemos la obligación de no desmayar, no cabe en este momento ser remisos ante esta nueva pérdida. A miles de kilómetros de nuestras casas nos golpea con furia renovada la desgracia y repetimos casi con rabia nuestra súplica.

-San Isidro labrador quita el agua y pon el sol-.

Enterrados en barro alguien señala una fisura entre las nubes, una línea de luz se cuela en ese cielo denso y oscuro, una señal, una esperanza. Nos apretamos unos contra otros y gritamos con más fuerza todavía. Insumisos ante las circunstancias que intentan doblegar nuestra voluntad de seguir adelante. De huir de la barbarie.

-San Isidro labrador quita el agua y pon el sol-

Cesa de llover. Sale el sol y nos encuentra la noche levantando a pulso de voluntad la esperanza. Yo repito el nombre de mis padres entre dientes, para darme las fuerzas que me faltan. La familia es ese puntal sobre el que levanto mi espíritu.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
12-11-2021 21:01

Gregorio demuestra que es un maestro y desde la primera línea nos atrapa, nos hace soñar con los placeres del mar, nos invita a comer huevos con jamón y ya sin poder dejar de leer, nos mete en un ciclón, se pierde el barco, los amigos y vivimos los riesgos de morir ahogados, el miedo de una noche en la inmensidad del mar, a duras penas logramos salvar la vida, y nos deja cansados y hambrientos en una playa desconocida a la buena de nuestra imaginación. Un texto verdaderamenbte intenso,hay que tener 20 años para poder sobrevivirlo. Grande Gregorio, además nos dejas alucinandoi con los conocimientos de la nautiza y la pregunta. será verdad que conoce, o es referencia de Google. Gracias Gregorio.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
12-11-2021 20:47

Renacer bajo la lluvia, es el título con el que Rodrigo nos cuenta una de esas historias maravillosas de adaptación del ser humano a los cambios, a la geografía y sobre todo en el marco de las lluvias torrenciales, a los diluvios a los que la naturaleza somete a algunas zonas del planeta.
En este texto Rodrigo nos remite a otros autores y nos invita a releerlos, o a leerlos.
Ante la realidad, ante la crudeza del ambiente y su violencia, el hombre se adapta, se acomoda y esa es una de las condiciones básicas de sobrevivencia y también de evolución. En esta historia ademas de aceptar las condiciones climaticas adversas, los hombres aceptan a los otros y los aceptan completamente. desde todos los aspectos, incluyendo los culturales que desde el principio crean abismos entre los seres humanos.
El ambiente influye de alguna manera en la conducta humana, quizás no es determinante, pero influye y logra algunos cambios de conducta.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
12-11-2021 17:06

Cumplo con mis dos compromisos de esta quincena, escribir sobre la lluvia y alejarmne de la dureza y crueldad de algunos días.

Bajo la lluvia

El cielo está limpio, ninguna nube mancha la perfección de esta inmaculada claridad, un luminoso azul cubre la ciudad y promete un día sin sobresaltos, pero aquí llueve de improviso, en cualquier momento se desata una tormenta y no la anuncia el atronador estallido del rayo, ni la previene, la vertiginosa y silenciosa centella, esa línea refulgente que azogada y libre cruza los cielos y advierte las tempestades por venir.

Pronosticar la lluvia en esta ciudad es un acto de adivinación, la ciencia falla, la atmósfera un misterio, el clima, uno más de los enigmas. La lluvia impredecible y desordenada como un muchacho, desata un caos y pérdidas totales, a cualquier hora sobrevienen los lamentos, pero también, bajo la lluvia, algún afortunado encuentra el amor que el destino le ha asignado.

La ciencia no puede advertir los deseos de una nube gorda y pícara, que aprovecha el paso del desaforado viento y peregrina, vaga sin rumbo por el inmenso azul que nos cobija y en busca de horizontes, por caminos propios, se escapa del rebaño y deja a las otras nubes, pastando rocíos, detrás de la montaña que bordea la ciudad.

Sin remordimiento alguno, solitaria y alegre, la nube se mece confiada en el viento cómplice, rebelde, navega en los vapores azules del cielo que nos ampara y para sorpresa de todos, la pícara nube, en silencio, abre grietas en su cuerpo gaseoso, se desinfla, se deshace y se convierte en aguacero sobre la ciudad desprevenida.

Julian Jiménez, apremiado por el imprevisto golpe de agua, cruza la calle con imprudencia, un auto le frena encima, se oye insistente la chocante advertencia de una corneta y la insolencia del conductor contra el irresponsable peatón, que cruza la calle bajo los primeros y sorpresivos goterones. A Julian Jiménez no le da tiempo a maldecir el temporal, que desata ramalazos de agua en todas direcciones, Jiménez corre a guarecerse y en la puerta del café en donde espera salvarse, dos cuchillos negros lo atraviesan, siente que la muerte lo ha tocado, que llegó su hora y lo confirma al ver, que quinientos metros más allá, el sol ilumina la mañana y las calles permanecen secas, pero bajo esta cornisa improvisada, a las puertas de un café desconocido, la lluvia no perdona y se ensaña contra el endeble alero de aluminio que soporta con entereza la arremetida.

La dueña de los ojos negros que lo acuchillan, viste su generoso cuerpo con vaqueros ajustados, blusa blanca y calza tacones, el va vestido de traje y audacia. Temerario, con el corazón herido y perdida la razón, Julian Jiménez la invita a pasar el repentino temporal dentro del café y le comenta. -En mi pueblo decimos, que cuando llueve y hace sol como ahora: el diablo y la diabla están peleando-.

Ella le responde, sin dejar de mirarlo. -En el mío, en cambio, decimos: llueve y hace sol, se casa un español-.

Bajo este repentino chaparrón, Julian Jiménez encontró la fortuna que el destino le ha otorgado, el amor de su vida lo esperó bajo la lluvia y con la precisión de la letra escrita se cumplió el viejo refran de la voz popular, que la mujer de ojos negros trajo en su equipaje, en ese viaje de huida, escapando de una noche interminable, de la sombra del hambre, del dolor de los vencidos.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
12-11-2021 17:02

Gracias Rodrigo, a pesar del esfuerzo que significa escribir yo lo disfruto. Y sí mis amigos disfrutan leyendo, viajando conmigo, entoces puedo decir: soy un hombre feliz.

Rodrigodeacevedo
Rodrigodeacevedo
12-11-2021 13:47

HALLAZGO. J.J.
Un interesantísimo relato-metáfora que condensa en la brevedad de un minirelato toda la intensidad de la experiencia de la vida. Original y asombroso. El cambio de escala, tanto en formato como en temario, me parece admirable, compañero J.J.

Jose Jesus Morales
Jose Jesus Morales
11-11-2021 23:01

Hallazgo

Empujado por el hambre y guiado por su olfato, cruza oscuros callejones hasta encontrar su destino, hurga entre la basura y desentierra de entre inútiles desechos el premio a su constancia. Le pertenece y no tiene obligación ni tampoco la intención de compartir su tesoro.

A punto de irse con su trofeo siente la presencia de un intruso, se da la vuelta dispuesto a defender su hueso, alguna hilacha de carne aún le queda, pero se encuentra a un enemigo feroz, más grande, más fuerte, con más hambre todavía, que le enseña los dientes. Incapaz de pronunciar palabra el otro gruñe, pero le intimidan mucho más los ojos, que encendidos, lo amenazan con morderle el pescuezo para arrebatarle el hueso.

Toda su determinación se esfuma en un instante, se la lleva el demonio del miedo que lo arropa. Ahora le toca huir entre las sombras, en silencio, con el rabo entre las piernas, sin hueso, sin trofeo, sin premio. Con miedo.

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