Alas de Fantasia
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CAPITULO 4 ...... ”TE NECESITO”
Salieron de la discoteca y se encaminaron hacia el coche de él. Al llegar le abrió la puerta y la ayudó a sentarse. Después rodeó el coche y subió a su vez, arrancó el motor y salió del estacionamiento.

- Bueno señorita, estoy esperando que me des tu dirección si no quieres pasarte la noche dando vueltas por toda la ciudad.
- Es cierto… Aún no te lo he dicho, se me había olvidado. – le dio la dirección- Lo siento, estoy acostumbrada a ir con…
- Si. Ya se, Javier… Siempre Javier. El protector Javier.
- ¿Por qué dices eso de protector?
- ¿Sabías que hoy hemos comido juntos?
- Si. Algo me dijo ayer. ¿Y?
- Me ha insinuado que te deje en paz.
- Es un cielo. Y le vas a hacer caso ¿No?
- No, preciosa. Yo siempre hago todo lo contrario de lo que me dicen que haga.
- Ah, ya veo. Por eso has venido hoy casi acosándome.
- Por eso y porque quería verte. Me gustas.
- ¿Y no te has planteado la posibilidad de que yo no quisiera verte?
- No. Porque se que también te ha gustado verme.
- Estás muy seguro de ti mismo ¿No? Pues para que lo sepas, no se me ha pasado por la cabeza pensar si me gustas o no. Además, en este momento no quiero comenzar una relación con nadie y menos contigo.
- ¿Por qué no? ¿Tan malo te parezco?
- Malo no. Peligroso.
- Peligroso… ¿Para quién?
- Para mí. Para mi estabilidad emocional. Eres arrogante, autoritario, exigente y muy persistente.
- Tú lo has dicho preciosa. Soy muy persistente y siempre consigo lo que me propongo.
- Pues déjame decirte que esta vez no lo vas a conseguir.
- Eso lo veremos Marina.

Llegaron a la dirección que ella le había dado. Armando paró el motor y le dijo.

- Ya hemos llegado. Esta es tu casa.
- Gracias por traerme. Buenas noches.
- ¿Cómo que buenas noches? ¿No me vas a invitar a subir?
- No. Ya es muy tarde y mañana tengo que levantarme pronto. Además ¿Para que quieres subir?
- Porque aún tenemos que hablar de la manera en que me has tratado esta mañana.
- Sabía que te habías enfadado.
- Enfadado no. Desconcertado. No comprendo tu comportamiento. Que yo sepa no he hecho nada para que me trates así.

Marina descendió del coche y el hizo lo propio.

- Me ha parecido la mejor manera de mantener las distancias.

Se encontraban cerca del portal. El se detuvo, la agarró del brazo y la hizo girar de tal manera que la espalda de Marina quedó apoyada en la pared.

- ¿Y porque te empeñas en mantener las distancias conmigo? – preguntó, acercando su cara a la de ella.
- Porque es lo mejor – contestó ella turbada por tener su rostro tan cerca.
- ¿Mejor para quien? – preguntó mirándole los labios.
- Para los dos. Tú eres mi jefe y es mejor que continuemos manteniendo una relación estrictamente profesional.
- ¿Y si yo no estoy de acuerdo?- dijo acercándose más.
- Da lo mismo. No pienso comenzar nada contigo.
- ¿Ah, no?
- No. Y me marcho. Es tarde. Buenas noches.

Marina hizo ademán de marcharse. Pero el la asió con fuerza. Puso las manos una a cada lado del cuerpo de ella apoyadas en la pared, de tal modo que no podía escapar.

- Armando, por favor…
- ¿Te he dicho ya que me muero por besar esos labios?
- Será mejor que no lo hagas…
- ¿Y porque no? ¿Qué pasará si lo hago? – preguntó acercando sus boca a la de ella.
- Por favor, no lo intentes… - suplicó, mirándole a los ojos fijamente.
- Sabes que siempre hago todo lo contrario de lo que me dicen preciosa…

Se inclinó lentamente la abrazó y la besó. Al principio el beso fue muy suave, pero luego se fue haciendo más exigente. Marina intentó resistirse a ese beso. Pero acabó respondiendo. La boca de el exploraba cada rincón de la suya y exigía más y más.

Marina reaccionó en ese instante y apartándole un poco, le propino una sonora bofetada en el rostro. El sorprendido se puso la mano en el lugar donde ella le había abofeteado.

- ¿Por qué has hecho eso? –pregunto con ojos centelleantes.
- Te advertí que no me besaras.- dijo y aprovechando que la había soltado comenzó a correr hacia su casa.

Armando no hizo ademán de seguirla. Todavía se encontraba sorprendido por la reacción de ella. Cuando despareció en el portal, el acariciándose donde le había pegado dijo en un ronco tono de voz.

- Así que me has salido una fierecilla. Pero antes o después voy a conseguir que seas mía. Serás mía Marina ¡Lo juro!

Y dando la vuelta se dirigió a su coche. Subió a el, arrancó y se encaminó a su casa.

Marina llegó al apartamento, entró, cerró la puerta y se recostó en ella. El la había besado ¡y como! Nunca nadie la había besado así y debía confesarse que le había gustado y mucho. Pero no podía permitir que eso volviera a ocurrir o no respondía de su reacción. Estaba claro que solo buscaba una aventura y ella no iba a ser otra más en su lista de conquistas.

Armando iba camino de su casa pensando en el beso que le había dado. Al principio ella se resistió pero luego le había respondido. Le había encantado besarla. Algo se había despertado dentro de el. Sensaciones que no sabía existiesen, ni siquiera había sentido algo así con Marga.

Marga… la apartó de su pensamiento y volvió a pensar en Marina. Era la primera mujer que le había abofeteado en su vida. Y hasta eso le había gustado de ella.

- Mi fierecilla, no sabes lo que te espera preciosa. Voy a conseguir domarte, me cueste lo que me cueste. Te juro que te voy a conquistar.

Al día siguiente, cuando Marina llegó a su trabajo la recepcionista la llamó.

- Srta. Salvador.
- Si Ruth, dime.
- Ha llegado esto para usted. – y le mostró una rosa roja exquisitamente envuelta.
- ¿Para mí?
- Si. Para usted.
- ¿Y quién la ha traído?
- Un mensajero
- ¿Y no trae tarjeta?
- No. Está tal y como ha llegado.
- Esta bien Ruth. Muchas gracias.

Mientras se dirigía a los ascensores, se preguntaba quién podría haberle enviado una flor tan bonita. ¿Habría sido Javier? Pero no, el no acostumbraba a tener ese tipo de detalles. ¿O Armando? No, no creía que hubiera sido el. Debía de estar muy enfadado después de lo sucedido la noche anterior. Pensó que antes o después la persona que la enviaba haría su aparición.

Llegó al laboratorio con la rosa en la mano y allí se encontraba Armando esperándola con el semblante muy serio. Si, estaba enfadado.

- Buenos días Armando.
- Buenos días. Bonita flor ¿Quién te la envía?
- No lo se. No tiene tarjeta.
- Bueno. Necesito que me informes de tus progresos.

Marina depositó la flor con cuidado en un tubo de ensayo. Se puso la bata y se recogió el cabello. El la miraba y se dijo que le parecía muy sensual la forma en que se lo recogía. Pero no había ido allí para eso. En ese momento ella le contestó.

- Creo que ya casi la tengo. Sólo me falta un ingrediente para que la fórmula sea estable, pero aunque he realizado diversas pruebas con diferentes componentes, no he conseguido averiguar aún cual es.
- Marina. Necesito resultados ya. Las ventas continúan bajando y no puedo permitir que siga habiendo pérdidas.
- Hago lo que puedo. Estoy trabajando mucho para conseguirlo. Pero no se que pasa con la fórmula.
- No me basta con que hagas lo que puedas. Necesito soluciones. Si no puedes concluir esa fórmula prueba con otra. Pero hazlo rápido.
- Está bien. Así lo haré.
- Entonces estamos de acuerdo. Si necesitas algo estaré en mi despacho.
- Descuida, si necesito algo sé donde buscarte.

El salió del laboratorio diciéndose que le hubiera encantado estrecharla entre sus brazos y besarla. Pero había decidido mostrar indiferencia, para ver si así ella se sentía dolida y se acercaba a el. También era cierto que las ventas continuaban bajando en picado. Pero ella no tenía la culpa de eso. Esperaba que le hubiera gustado la rosa. No había querido enviar tarjeta para que ella se preguntara quien se la enviaba.

Marina pensó que el estaba muy enfadado. La había tratado con mucha indiferencia y eso le había dolido. Le habría encantado que volviera a besarla. Aquella mañana el estaba guapísimo. Llevaba un traje azul marino de corte impecable, como siempre, camisa blanca y corbata de seda azul celeste. Llevaba el pelo como recién cortado y suelto. La verdad es que aquella melena le quedaba a la perfección en su bello rostro. Aunque no le hubiera comentado nada de la noche anterior, no le extrañaba su enfado. De todas maneras se había comportado injustamente con ella. No tenía la culpa de las pérdidas de la empresa. Estaba haciendo todo lo posible. Pero a el no le bastaba. Se dispuso a empezar a trabajar en una nueva fórmula. Miró la rosa y pensó en cuanto le habría agradado que el se la hubiera enviado. Pero no había sido así o no le habría preguntado.

La mañana transcurrió rápidamente. A mediodía Mercedes vino a buscarla para ir a comer. No había vuelto a ver a Armando.

- Hola Marina. ¿Vienes a comer conmigo?
- Si Mercedes. Dame un minuto para recoger.
- Concedido. Te espero fuera.

Lo recogió todo bien y salió. Mercedes la esperaba en la puerta.

- Ya estoy lista. Vamonos.
- Si vamonos, que hoy tengo unas ganas locas de salir de aquí.
- ¿Y eso? ¿Qué te sucede si puede saberse?
- Chica, que hoy el jefe está insoportable. Tiene un humor de perros. No se que le pasa.
- ¿Te ha dicho algo inconveniente?
- No. Pero lleva toda la mañana dando gritos y todo lo quiere para ayer.
- Tendrá un mal día .No le hagas mucho caso. Ya se le pasará.
- Espero que si, porque si no voy a morir en el intento.
- Anda, no seas exagerada. – dijo riéndose.
- Tienes razón. Aunque sigo sin entender que le sucede. No lo había vuelto a ver así desde…
- ¿Desde cuando?
- Desde que rompió con su novia. Y de eso hace tres años.

Llegaron al restaurante y se sentaron. Pidieron la comida y mientras les servían continuaron hablando.

- ¿Así que hace tres años que rompió con ella?
- Si. Ya hace tres años.
- ¿Qué pasó?
- No lo sé. Pero desde entonces no volvió a ser el mismo.
- ¿Qué quieres decir? ¿En que cambió?
- En todo. Antes era un hombre serio pero muy amable. Cuando rompieron se volvió irascible. Además empezó a salir con una mujer diferente cada día.
- ¿Y tu como sabes eso?
- Porque yo le concertaba las citas.
- Ya me habían dicho que es un conquistador.
- Si. Aunque últimamente llevaba unos meses en que casi había vuelto a ser el mismo de antes. Ya no salía con tantas mujeres. Se iba a casa en cuanto acababa de trabajar.
- ¿Estas segura?
- Si, porque en alguna ocasión le he tenido que llamar para consultarle algo y se encontraba en su casa. ¿Qué le habrá podido suceder?
- No lo se Mercedes. ¿Hace mucho tiempo que trabajas para el?
- Como unos cinco años.
- Entonces estarás enterada de la historia con su novia.
- No. Lo único que sé es que el estaba muy ilusionado y tenía intención de casarse con ella. Pero de la noche a la mañana rompieron. Nadie sabe porque. El estuvo unos días sin aparecer por la oficina y cuando lo hizo ya no era el mismo.
- Entiendo. ¿Tú la conociste? ¿Cómo era?
- Era muy bonita. Pero te confieso que a mí nunca me acabo de agradar.
- ¿Por qué no?
- Porque se veía desde lejos que no estaba enamorada de el. Solamente le interesaba su dinero.
- ¿Y como estas tan segura?
- Porque lo único que ambicionaba era pasarse el día en el salón de belleza e ir de compras. Y todo eso lo pagaba el.
- Ya comprendo.
- Pero el no se daba cuenta de nada. Lo tenía deslumbrado. Pero dejemos de hablar de el y vamos a comer ¡Me muero de hambre!
- ¡Yo también!

Pasaron el resto de la comida hablando de cosas intrascendentes. Marina pensaba en cuanto debía haber sufrido el para haber cambiado tanto como le había dicho Mercedes.

Cuando regresaron a Pimpinella, la recepcionista le dijo a Mercedes.

- El Sr. Espinares lleva rato buscándote y esta de muy mal humor.
- Voy corriendo ¿Pero es que este hombre no come? Hasta luego Marina. Gracias Ruth.
- Hasta luego Mercedes. Que te sea leve.
- Espero que si.

Cuando Mercedes entró en su despacho Armando la estaba esperando paseando de un lado a otro.

- ¿Dónde se había metido Mercedes? Hace rato que la busco.
- He salido a comer con la srta. Salvador.
- ¿Así que ha comido con Marina?
- Si, Sr. Espinares.
- Esta bien Mercedes. ¿Tiene los informes que le encargué esta mañana?
- Si señor. Aquí los tiene.
- Bien. Démelos, necesito estudiarlos.

Cogió los informes y entró en su despacho. Así que Marina había ido a comer con Mercedes.Por eso no se encontraba en el laboratorio cuando el fue a preguntarle si había conseguido avanzar en algo.

Aquel día se había levantado de mal humor y no sabía por que. Estuvo toda la noche pensando en la manera de hacer que Marina se enamorara de el. Pero había llegado a la conclusión de que le iba a resultar difícil, muy difícil. Le molestaba sobre todo haberse dado cuenta de que necesitaba verla todos los días, estar cerca de ella, sentirla a su lado. Y se moría por volver a besar aquella boca. Estrecharla entre sus brazos y no dejar que se fuera nunca. Haberse dado cuenta de cuanto la necesitaba lo ponía de mal humor. El, que había jurado no volverse a enamorar jamás, veía que Marina le había derrotado, se estaba enamorando perdidamente de ella.

Se dijo que debería pedirle disculpas a Mercedes por haber descargado su mal humor con ella. Pobre Mercedes, siempre tan eficiente. No se merecía que la tratara así. En cuanto a Marina, continuaría tratándola con indiferencia. Por el momento… pensó tocándose la cara donde ella le había pegado.

Marina, se encontraba enfrascada en su nueva investigación. A la vez recordaba cuando el aspiró su perfume y le puso nombre. Marina…. Había sonado a música celestial de sus labios. ¡Claro! ¡Que tonta! ¡Como no se le había ocurrido antes! ¡Un perfume! ¡Tenia que hablar con Armando lo antes posible!

Se dirigió a verlo con paso decidido. Al llegar notó que Mercedes no estaba en su puesto, pero no podía esperar. Era muy importante que hablara con el. Abrió la puerta del despacho y lo vio sentado en su escritorio, se encontraba enfrascado en unos papeles que tenia sobre la mesa. El no se dio cuenta de su llegada.

- Armando… Necesito hablar contigo.
- No te he oído entrar. Le he pedido a Mercedes que no me molestara nadie.
- Mercedes no esta. Necesito explicarte una cosa.
- ¿Es sobre la fórmula? ¿Has conseguido el ingrediente?
- No... Pero esto también es importante, creo.
- Lo siento Marina. Pero si no es de la fórmula, ahora no tengo tiempo. Estoy revisando unos informes importantes.
- Pero… Tengo que hablar contigo.
- Ahora no Marina. Mañana tenemos nuestra reunión semanal y entonces me explicas lo que tú quieras.
- Escucha…
- Marina…Por favor…
- Esta bien. Tú te lo pierdes. Adiós.

Marina regresó al laboratorio contrariada. ¡El muy cretino!- Iba a darle la solución momentánea a las perdidas de la empresa y no ha querido escucharme.- Bien, el se lo perdía. Olvidaría el tema. No había caso en insistir. Además puede que fuese una idea descabellada. Se le había ocurrido de pronto y no estaba meditada. Volvió a enfrascarse en su trabajo. Pero continuaba dándole vueltas a la idea.

Armando dejó de estudiar los informes y pensó que sería lo que Marina le iba a explicar. Parecía muy nerviosa y le había dicho que era urgente. Quizás se había precipitado al no escucharla. Se estaba poniendo nervioso. ¿Qué seria lo que quería decirle? Debería haberla dejado hablar. Se había comportado como un estúpido, solamente quería hacerle participe de su indiferencia. Y no reparó en la urgencia de sus palabras. Iría al laboratorio a ver que le quería decir.

Se levanto del sillón y se dirigió hacia el laboratorio. Cuando llegó allí, ella se encontraba recogiendo para marcharse a casa. El entró y le pregunto.

- Marina ¿Qué era eso tan importante que querías decirme?
- ¡OH! Algo sin importancia.
- ¿Sin importancia? Tú has dicho que era muy importante.
- ¿Yo he dicho eso? Pues no lo recuerdo.
- Marina…Entiendo que estés molesta por no haberte hecho caso. Pero ahora estoy aquí y quiero que me lo expliques.
- Ya te he dicho que no lo recuerdo. Tengo muy mala memoria.

El la agarró del brazo, y le dio la vuelta hasta que quedaron frente a frente muy cerca. Ella lo miraba desafiante.

- Marina. No estoy para juegos. ¿Me lo vas a decir?
- Pues mira, no. Ya es tarde y me marcho a casa. Si lo recuerdo esta noche, mañana te lo explicaré en la reunión.
- Puedo acompañarte a casa y me lo explicas por el camino.
- No, Gracias. Prefiero irme sola.
- ¡Bueno ya esta bien de jueguecitos! Me lo vas a explicar quieras o no.
- Pues no te lo voy a explicar. Lo siento pero tendrás que esperar a mañana. ¡Buenas noches!
- Marina ¡Por Dios! ¿Pero que te pasa?
- No me pasa nada. Solo es que se me ha ocurrido algo que puede ser beneficioso para la empresa. He ido corriendo como una tonta a contártelo y tú me has ignorado por completo. ¡Pues bien! Ahora soy yo la que te ignora a ti.
- Discúlpame, por favor. Me he comportado como un estúpido. ¡Lo sé!
- Acepto tus disculpas. Pero en este momento estoy muy molesta y no me apetece hablar. ¡Adiós!

Se marchó de allí. Realmente se encontraba molesta con el. No le diría nada hasta el día siguiente. Que esperara toda la noche.

Armando se quedó solo en el laboratorio.- ¡Dios mío! ¡Que carácter tiene esta mujer! Si se ha comportado así solo por sentirse ignorada. ¿Que pasará si alguna vez le hago algo peor? - No quería imaginárselo. Su fierecilla estaba resultando de armas tomar. Tan pacifica que parecía encerraba un temperamento fuerte. Su relación no iba a resultar aburrida. Si es que alguna vez llegaban a tener una relación. En ese momento hasta dudaba que alguna vez la tuvieran, ya que el se estaba comportando como un imbecil. Se estaba equivocando con ella. Ignorarla no era la solución ¿o si? ¿No era eso lo que pretendía? ¿Que se enfadara? ¿Qué se sintiera dolida? ¡Pues lo había conseguido! Pero en lugar de acercarla a el, la estaba alejando. Debía cambiar de estrategia.

Al día siguiente, Marina se dirigió al laboratorio y se preparó para trabajar de inmediato. Creía tener una idea de lo que le faltaba a su fórmula y quería hacer la prueba enseguida. Se encontraba concentrada en su trabajo, por eso el tiempo pasó deprisa y no se dio cuenta que Armando había entrado y la observaba con detenimiento.

Le encantaba verla trabajar. Sus movimientos eran tan sensuales que se quedaba absorto mirándola. No la quería molestar. No sabía de qué humor estaría esa mañana.

Ella se incorporó un poco y por el rabillo del ojo, se dio cuenta de que allí había alguien. Se enderezó del todo y se giró.

- ¡Ah! ¿Estas ahí? ¿Cuánto hace que has entrado?
- Un buen rato. No pretendía molestarte.
- No me molestas. Estaba concentrada y no te he oído entrar.
- Marina… ¿Me vas a explicar lo que querías decirme ayer?
- No. Solo son las doce y nuestra reunión es a las cuatro.
- Todavía estas molesta.
- Si. Un poco. Pero menos que ayer.
- ¿Me vas a hacer esperar hasta las cuatro?
- Si, claro que si. Esa es la hora de la reunión ¿No?
- Por favor… No me tengas así.
- Así ¿Cómo?
- En ascuas.
- Te lo mereces.
- Ya te he pedido disculpas.
- Y yo las he aceptado.
- Se me ocurre una cosa. Ven a comer conmigo y hablamos.
- No pienso ir a comer contigo.
- ¿Por qué?
- Porque te recuerdo que pretendo mantener las distancias entre tu y yo.

El se acercó lentamente mientras ella hablaba. Se situó justo delante de ella muy cerca. Podía ver la venita que latía en el cuello de ella.

- Marina. Se que yo te gusto tanto como tu a mi. Por favor… No te resistas.
- Eres un poco creído. ¿Por qué crees que me gustas?
- Porque te lo noto. Te pones tensa y nerviosa en cuanto me acerco. Y debo confesarte que me encanta. Porque demuestra que no te soy indiferente.
- Tienes razón. Te considero peligroso, ya te lo dije.
- Esta bien Marina. Será cuando y como tu quieras. Volviendo al tema que nos ocupa. ¿Me lo explicas?
- No. Esta tarde.
- Me has resultado bastante terca. Esta bien, te espero a las cuatro en mi despacho. Espero que seas puntual.
- Lo seré.

Marina fue a comer con Mercedes y a las cuatro en punto se encontraba llamando a la puerta del despacho de el.

- ¡Hola! Como ves soy puntual.- dijo con una sonrisa.
- Me complace que lo seas. - contestó correspondiendo a su sonrisa.
- ¿Y bien? ¿Me lo vas a explicar ahora o tengo que continuar esperando?
- Te lo voy a explicar. ¡Que impaciente!
- Me alegra que te hayas decidido.
- He estado pensando en algo…Para atenuar las pérdidas mientras consigo desarrollar la fórmula.
- Te escucho. – dijo interesado.
- ¿No has pensado en introducir en el mercado algo que hasta ahora no tenga la compañía? Algo que se pueda obtener casi de inmediato.
- No lo había pensado… ¿Algo como qué?
- No se… Un perfume tal vez. Hasta ahora no habéis trabajado aún con perfumes ¿Verdad?
- No. ¿Quieres decir? Pero es un mundo muy complicado. Tendría que contratar a un buen perfumista y eso es muy difícil de encontrar .Habría que diseñar un frasco y buscar un nombre adecuado. Resultaría harto complicado.
- Complicado no tanto. Los perfumes son mi especialidad. Yo puedo crear una fragancia exclusiva en un corto espacio de tiempo.
- Una fragancia como… ¿Marina? – y la miró con intensidad.
- Exacto, una fragancia parecida a la mía. Lo único que deberías hacer es buscar a alguien que diseñe un frasco bonito. Con eso yo creo que las ventas aumentarían. Sería todo un acontecimiento que una firma de cosmética lanzara un perfume exclusivo. Por el nombre no te preocupes. Una vez obtenida la fragancia ella misma lo sugerirá.
- Cada vez me sorprendes más Marina. La idea me gusta. ¡Es genial! Y tú lo haces parecer fácil. Podemos intentarlo. Pídeme todo lo que necesites.
- No hará falta. En mi casa tengo todo lo necesario.
- ¿Estas segura?
- Si. Recuerda que yo elaboro mi propio perfume. En unos días puedo obtener una par de fragancias para escoger la que más te guste.
- De acuerdo entonces. Por mi parte buscaré a quien pueda diseñar el frasco.
- Que sea un frasco delicado.
- Lo será. Te lo aseguro. Marina si esto funciona estaré en deuda contigo.
- No te preocupes. Ya buscaré la forma de cobrarte.- dijo riendo.

Armando estaba pensando en las posibilidades de éxito que podían tener. Eran muchas y todo se lo debería a ella. Cada vez se enamoraba más y más. Ojala no le tocara sufrir otra vez.


- ¿Por qué no me lo has querido exponer hasta ahora?
- Porque quería que te sintieras tan ignorado como yo.
- Marina. Por favor no juegues conmigo.
- Yo no estoy jugando. Solo te he pagado con la misma moneda. No te puedes imaginar lo que me ha costado no decírtelo antes.
- Esta bien. No se porque pero te creo.

Marina estaba encantada. ¡Le había gustado la idea! Consideraba que podía resultar factible. Si en ese momento la hubiera besado no se hubiera resistido. ¡Y lo hizo!
El se acercó a ella, la rodeó con sus brazos y la besó. Al principio tímidamente. Aun recordaba el beso anterior. Llevaba todo el día deseando hacerlo. ¡Y le estaba respondiendo! ¡No se lo podía creer! Continuo besándola pero con más ardor. Exploraba cada rincón de su boca. No quería pasar por alto ni el más mínimo detalle de ella. Le soltó el cabello y enredó sus dedos en el. ¡Cuánto había deseado hacer esto! ¡La tenía entre sus brazos! Fue un largo beso. Cuando se separó de su boca, comenzó a besarle el rostro. La nariz, los ojos, las mejillas y volvió a buscar su boca. Esta vez el beso fue más apasionado. Su respiración se iba agitando cada vez más. Volvían aquellas sensaciones que no había experimentado con ninguna otra mujer. Y le gustaba.

Marina a su vez enredo sus dedos en el cabello de el. Aquel beso la hacía vibrar de emoción. Despertaba en ella algo que no había sentido nunca. Se dejó llevar. Notó como la respiración de Armando se aceleraba y el beso se hacía más urgente. ¡Cuantas noches había soñado con algo así! Aquel hombre había derribado todas sus barreras. No podía ofrecer resistencia. ¡Lo amaba! No sabía como era posible enamorarse en tan poco tiempo. Pero desde ese momento comprendió que jamás podría amar a otro hombre que no fuera el.

Cuando él separó su boca de ella. La miró a los ojos. Quería embriagarse con su mirada. No quería soltarla. Tenía miedo de estarlo soñando. Pero era real. Ella estaba ahí entre sus brazos.

- Armando…
- Me vuelves loco Marina.
- Por favor…
- No me rechaces, por Dios…
- Pero, es que…
- Quiero tenerte siempre así pegada a mi cuerpo. Sentirte a mi lado. ¡Te necesito Marina!
- ¡OH, Dios mío! Debo estar volviéndome completamente loca. Pero ¡Yo también te necesito!

Y volvieron a besarse largamente. Ya habría tiempo de hablar más adelante. Pero de momento solo les importaba aquel apasionado beso. Que cada vez se volvía más urgente.

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