Marina retrasaba al máximo el momento de la partida, quería permanecer junto a su amor todo el tiempo posible. Además Armando no terminaba de despertar del todo, durante breves momentos recuperaba la conciencia, no más allá de un leve parpadeo e inmediatamente volvía a sumirse en la inconsciencia. En ese estado ella no se veía capaz de marcharse, quería tener la certeza de que él comenzaba a recuperarse, de lo contrario la incertidumbre no la dejaría vivir en paz. Se encontraba ante un dilema, su mente le decía que debía apartarse de él para no causarle males mayores, y estaba firmemente convencida de ello. Pero su voluntad flaqueaba cada vez que se acercaba a su cama y observaba aquel musculoso cuerpo, aquellas manos que tan suavemente sabían acariciar, aquel bello rostro que parecía cincelado por el mejor de los maestros y aquellos maravillosos labios que sabían besarla con pasión. En esos momentos, su corazón le decía que debía quedarse junto a él para siempre.
Tanta tensión acumulada y el poco descanso comenzaron a pasarle factura, sentía leves mareos y un agotamiento profundo. En los breves momentos en que se permitía descansar un poco, una aguda laxitud se apoderaba de todos sus miembros, y un pesado sopor la invadía. Pero continuaba sin querer apartarse de su lado a pesar de que Javier le había recomendado descanso. Nunca había sido una persona de mucho comer, pero últimamente sentía el estómago cerrado y las pocas veces en que Javier o Eduardo, que desde que tuvo conocimiento del accidente pasaba allí la mayor parte del día lograban que tomara algún alimento, no conseguía retenerlo en su estomago el tiempo suficiente como para que la fortaleciera. En consecuencia su aspecto se había desmejorado, estaba demacrada, con profundas ojeras y había perdido peso.
La noche anterior Javier viendo que iba a caer enferma le había dado un ultimátum, o comenzaba a realizar todas las comidas, a descansar el tiempo necesario y a salir de allí de vez en cuando o la obligaría a abandonar el hospital y le prohibiría la entrada. Cuando esa mañana entro a ver al enfermo y a interesarse por si ella había desayunado, se sorprendió de no encontrarla al lado de la cama de Armando. Pensó que finalmente le había hecho caso y habría salido a tomar el aire. Cuando se preparaba para examinarlo escuchó un breve ruido procedente del lavabo, se acercó y pudo comprobar que se trataba de Marina que se encontraba invadida por unas arcadas. Al verla en aquel estado se alarmó, y la obligó a acompañarlo para realizarle unos exámenes. Una vez realizados la dejó regresar a la habitación en espera de los resultados.
Al regresar Marina se dispuso a lavar a Armando como todos los días desde que ocurrió el accidente. Se acercó hasta él y antes de comenzar a afeitarle se entretuvo en acariciar su rostro con mucha suavidad, acarició su frente, sus pómulos, los ojos, su perfecta nariz y aquella boca que tantas cosas le hacía sentir... Se recreaba en acariciarle los labios, cuando de repente una férrea mano la agarro de la muñeca con firmeza. Marina sintió un sobresalto que a punto estuvo de hacerla caer de espaldas. Miró hacia Armando y vio con sorpresa que éste tenía los ojos abiertos y la miraba con una sonrisa.
- ¿Quién eres tú?- preguntó
- Armando… Soy Marina. ¡Has despertado!- contestó llorando de alegría.
- ¿Dónde estoy? ¿Qué me ha pasado?- dijo mirando a su alrededor poniéndose serio.
- Has sufrido un terrible accidente, estas en el hospital.
- ¡Ya! –hizo una mueca de dolor al intentar moverse.- ¿Marina? ¿Y quien es Marina?-frunció las cejas intentando recordar.
- ¿No me recuerdas?
- No. Pero puedes continuar con tu examen de mis labios. Me gusta como lo haces - dijo ensanchando la sonrisa.
- Debo llamar a Javier para que te examine. Vuelvo enseguida.- dijo ella ruborizada.
- ¿Quién es Javier? No quiero ver a nadie, solo a ti.- preguntó extrañado
- Armando Javier es tu médico y además tu amigo. Debo avisarle.
- ¿Mi nombre es Armando?- ante el asentimiento de ella dijo- Me gusta como suena cuando lo pronuncias. Dilo otra vez por favor.
- Armando… Por favor déjame ir a avisar a Javier.
- Esta bien, pero prométeme que volverás con él.- dijo sin soltarla
- Volveré, lo prometo.
- Antes de irte explícame quien eres y porque una mujer tan bella tiene el rostro cubierto de lágrimas.
- Quien soy yo no tiene importancia. Y mis lágrimas son de alegría al ver que has despertado. Has estado mucho tiempo en coma y nos tenías muy preocupados.- explicó
- ¿Nos?
- Si, nos. Tu madre, Javier, Eduardo, Adriana, etc.
- No sé quienes son, pero supongo que tú me lo explicaras a su debido tiempo. ¿Y tú? ¿También estabas preocupada?
- Si, yo también. Ahora vuelvo.
Marina consiguió soltarse y salió para avisar a Javier. Armando la siguió con la mirada, aquel rostro le resultaba vagamente familiar y su nombre… ¡Marina! Le evocaba una sensación muy agradable. Presentía que aquella mujer era muy importante en su vida, pero no lograba averiguar de que modo. No sabía como había llegado allí, ni que había pasado, pero ya lo averiguaría, su mente inquieta continuaba tan activa como siempre. Tampoco recordaba a ninguna de las personas que ella le había nombrado. ¿Quién era él? ¿De donde venía? Lo único que sabía era su nombre y porque Marina se lo había dicho. Recordó el modo que tenía de decirlo y una sonrisa volvió a aflorar a sus labios… Si, aquella mujer debía ser alguien muy importante en su vida, aunque en su modestia no se lo había querido decir.
Marina se encontró con Javier y muy alterada le intentó explicar que Armando estaba despierto y le había hablado. Él intentó calmarla.
- Marina… Tengo que hablar contigo.
- Ahora no Javier, lo importante es que ha despertado. Debes ir a verlo. Creo que no recuerda nada.- explicó.
- Lo imaginaba después de tan tremendo golpe, pero seguro que será pasajero.
- Vamos, vamos a verlo.- tiraba de él.
- Princesa… lo que tengo que decirte es serio.- su rostro revelaba una gravedad inusual.
- Luego Javier. Lo que a mi me ocurra no es importante. Anda vamos.
- ¡No! Marina, haz el favor de tranquilizarte, en tu estado no es buena tanta excitación.
Marina se quedó rígida ¿Qué había querido decir con eso? Todo su entusiasmo se desvaneció.
- ¿En mi estado? ¿Qué quieres decir?
- Princesa… Estas embarazada.
- ¿Qué? ¡No puede ser!- se dejó caer en una silla a plomo, era como si la hubieran golpeado.
- Lo es. Estas embarazada y además estas muy débil por tanto tiempo sin alimentarte bien. A lo que debemos añadir que no podrás continuar tomando las pastillas para tu atasco, por lo que deberás llevar una vida de lo más tranquila.
- Pero… Pero ¿Qué voy a hacer? Él no quiere ser padre…
- Marina, ahora lo importante eres tú. Debes cuidarte y debes cuidar a ese bebé.
- ¡Oh Dios!- dijo tapándose la cara con las manos- Ahora si debo marcharme para siempre. Armando no debe saber que estoy esperando un hijo suyo.
- Pero creo que tiene derecho a saberlo para poder decidir.- dijo Javier.
- ¡No! ¡Por favor prométeme que no se lo dirás! ¡No debe saberlo! Yo me marcharé.- su voz sonó desesperada.
- Pero Marina…
- ¡Prométemelo!
- Está bien, te lo prometo aunque va en contra de mis principios.
- Créeme, es lo mejor. Tú ya viste como reacciono el día que tú y Adriana nos disteis la noticia de vuestro embarazo.
- Es cierto, lo recuerdo. No parecía el mismo Armando de siempre.
- ¿Lo ves? Lo único que conseguiríamos seria atormentarlo más, y por el momento lo importante es que se recupere del todo.
- ¿Y dónde iras tú?
- No te preocupes por mí, estaré bien. ¿Recuerdas la casa del lago?
- Si, Adriana me ha hablado de ella en varias ocasiones.
- Pues creo que está a la venta. Hablaré con Adriana y la compraré, me trasladaré allí. Está lo suficientemente lejos como para que Armando no me encuentre. Allí podré llevar una vida de lo más tranquila, y de lo más solitaria…-dijo pensativa.
- Pero debemos permanecer en contacto, yo quiero supervisar todo tu embarazo.
- Lo estaremos, no te preocupes. No se me ocurre otro médico mejor que tu para controlarme. Gracias Javier.
Finalmente Marina consiguió que Javier fuera a ver a Armando, no sin antes hacerle prometer que estarían en contacto todos los días. Javier sabía que su marcha era inminente y quería dejarlo todo bien atado. Después se dirigieron a la habitación de Armando. Ella iba arrastrando los pies, se sentía muy cansada. El mundo se le había caído encima ¡Embarazada! Ahora si que debía alejarse de él, en algunos momentos había acariciado la idea de renunciar a su partida y permanecer para siempre a su lado, no importaba que no la amara, ella le amaba por los dos. Pero el embarazo truncaba sus planes, él no quería ser padre, se lo había dicho en infinidad de ocasiones. No, Armando no debía enterarse, no quería crearle una obligación para la que no se sentía preparada ni ella misma. Se retiraría a la casa del lago, donde tendría todo el tiempo del mundo para pensar y para estar sola…
Al entrar en la habitación, Armando tenía los ojos cerrados. Javier se acercó y lo llamó por su nombre.
- ¿Armando?
Él abrió los ojos lentamente y lo miró, luego buscó con la mirada a Marina. Al verla sonrió.
- Has cumplido tu promesa. Has vuelto. Por un momento pensé que habías sido una aparición.
- Si he vuelto.- su voz sonaba muy triste, él lo percibió y la miró con ojos interrogantes. Marina desvió la mirada.
- Bueno, bueno. Nos has dado un susto de muerte Armando, pero por lo que veo estas bastante mejor. Marina me ha dicho que no recuerdas nada, yo soy Javier y además de tú médico, somos amigos. Pideme todo lo que necesites.
- Gracias Javier, es cierto que no te recuerdo a ti ni nada de lo ocurrido. Pero espero que entre todos me ayudeis a recordar.- dijo mirandola a ella.
- Seguro, estoy convencido de que es una amnesia pasajera debida al tremendo golpe que te diste. Ya verás como en pocos días volverás a recuperar tu vida.- dijo Javier.
- Por favor, explicarme como ocurrió el accidente.- pidió Armando.
Javier miró a Marina que negó con la cabeza. Ella no se sentía con fuerzas para rememorar el accidente, por lo que optó por salir no sin antes despedirse.
- Mientras Javier te pone al día yo me marcho, creo que necesito una ducha y cambiarme de ropa.
Armando extendió un brazo par que ella se acercara.
- ¿Te vas? Me gustaría que te quedaras un rato- dijo cogiendole la mano cuando ella se acercó.
- No puedo, estoy muy cansada y el medico me ha recomendado reposo.- dijo mirando a Javier buscando ayuda.
- Es cierto, Marina se encuentra muy cansada y la he enviado a casa a descansar un poco. –dijo
- ¿Volverás mañana? ¿Y te quedarás un rato conmigo?- pregunto con esperanza en la mirada.
- Si, volveré. Y me quedaré un rato. – Sabía que sería la última vez que lo iba a ver y permanecería con él el máximo tiempo posible.
- Está bien, entonces descansa brujita. –dijo con una sonrisa.
La expresión de Marina se heló en su cara.
- ¿Me has llamado brujita? ¿Cómo sabes ese nombre si no recuerdas nada?- preguntó.
- No lo sé, al verte me ha venido a la mente ese nombre, pero no se porque. ¿Tan importante es?- preguntó él extrañado de su expresión.
- No… No tiene importancia. Es un nombre con el que alguien solía llamarme y me ha sorprendido.- no quería decirle que ese alguien era él.
- Si te ha molestado, lo siento. No volvere a utilizarlo.- dijo
- No te preocupes, puedes utilizarlo siempre que quieras. Me marcho. Hasta mañana Armando. Adios Javier.- se dio la vuelta y salió de la habitación.
Los dos se volvieron a verla salir. Javier se dedicó a examinarlo. Armando continuó mirando hacia la puerta durante un buen rato. Si, aquella mujer le inspiraba ternura y le agradaba tenerla cerca. Sentía necesidad de tocarla de tener sus manos en contacto con su piel. ¿Quién era ella?
- Una mujer encantadora ¿Verdad? Aunque parece muy triste.- dijo Armando
- Si, lo es. Intenta girarte un poco que quiero mirar tu espalda.-el hizo lo que le pedían y al girar hizo una mueca de dolor, la pierna le dolía.
- Ya está. Intenta mover la pierna lo menos posible. La operación va muy bien y no quiero que se resienta.- dijo Javier.
- Por favor ¿me vas a explicar que pasó?
- Tuviste un grave accidente de coche- dijo Javier evasivo.
- Eso ya me lo ha explicado Marina, pero yo quiero saber que ocurrió.
Aunque reacio Javier le explicó todo lo relacionado con el accidente. Temía que Armando comenzara a hacer preguntas que le iban a ser difíciles de responder, porque no sabía lo que había ocurrido ciertamente. Marina le había explicado lo justo y él no la forzó a explicar más. Le dijo que perseguía a otro coche cuando se salió de la carretera. Como él temía Armando comenzó a hacer preguntas.
- ¿Perseguía a otro coche?
- Si.
- ¿A que coche? ¿Quién iba en él?- al ver que Javier no contestaba, volvio a insistir- ¿Quién iba en el coche Javier? Tú lo sabes ¿Verdad? ¿Por qué no me lo quieres decir? ¿Qué misterio es este?
- Esta bien Armando, te voy a explicar todo lo que sé. Perseguías a Marina.
- ¿A Marina?- estaba perplejo - ¿Por qué?
- Eso no lo sé, tendrás que preguntárselo a ella. Lo único que se es que la perseguías y en un momento dado te saliste de la carretera.
- ¿Por qué?
- Al parecer tu coche no tenía frenos y tuviste que tomar la decisión de estrellarte o arrollar a Marina. Tomaste la primera.
- Me estrelle para no herirla a ella…- dijo pensativo, no entendía nada.
- Si, y gracias a ella estas aquí. Te salvó la vida, arriesgando la suya. Al poco de conseguir sacarte del coche, este estalló.
- El coche explotó… Y ella me sacó de él… ¿Por qué no me lo ha dicho? – su sensación se iba agrandando, la ternura hacía ella crecía.
- Bueno ya sabes lo modesta que es Marina.
- No. No lo sé. No recuerdo nada.
- Es cierto, perdona Armando, me cuesta todavía acostumbrarme a tu amnesia.
- Más me cuesta a mí. Cada vez tengo más preguntas sin respuesta. ¿Por qué la perseguía?
- Ya te he dicho que no lo sé. Al parecer tuvisteis una fuerte discusión. Ella se marchó y tú saliste detrás de ella.
- ¿Discutimos? ¿Pero porque?
- Pregúntaselo a ella, no se lo ha querido explicar ni a la policía.
- ¿Y que tiene que ver la policía en todo esto?
- Al parecer los frenos de tu coche estaban manipulados.
- ¿Manipulados? ¿Quién querría matarme?
- Eso es lo peor. Quien quiera que hizo eso, no iba a por ti. Iba a por Marina. Tú conducías su coche.
- ¿Querían matar a Marina? ¿Pero quien?
- No lo sé, la policía está en ello.
- ¿Quién es ella Javier? Me estoy volviendo loco, al parecer es alguien muy importante en mi vida pero no lo sé, y esta incertidumbre me esta matando.
- ¿De verdad quieres saberlo amigo?- preguntó.
- Si claro que quiero saberlo, por favor…
- No se si debería decírtelo yo, pero ahí va. Marina es tu esposa Armando.
- ¿Mi esposa?- preguntó asombrado, parpadeó varias veces como intentando asimilarlo, esa posibilidad no se le había pasado por la cabeza.
- Si, tú esposa.
- Mi esposa… Por eso me parecía tan familiar y me gusta su presencia… Entonces ¿Quién la llamaba brujita?
- Tú Armando, así es como la llamas.- explicó Javier.
- ¿Y porque lo ha dicho en pasado entonces?
- Armando… Por lo que yo sé, estabais a punto de separaros.
- ¿Separarnos? ¿Por qué? ¿Es que no nos amamos?- cada vez estaba más confuso.
Javier soltó una sonora carcajada.
- ¿Qué no os amáis? Nunca he visto a otra pareja que se ame más que vosotros dos. Pero sois igual de cabezotas.
- Javier, no entiendo nada. Si tanto nos amamos ¿Por qué nos vamos a separar?
- Será mejor que eso lo hables con ella. Yo no estoy al tanto de los detalles.
- ¿Por eso se ha marchado? ¿No soporta mi presencia?- pregunto agarrando a Javier del brazo.
- No ha sido por eso. Lleva sin salir de aquí desde que tuviste el accidente, no hemos podido obligarla a ir a casa a descansar desde entonces, se obstinó en quedarse a tu lado hasta que despertaras. Casi no come y está bastante débil, si continúa así caerá enferma. Yo la he enviado a descansar, es lo mejor para su salud.
- Me has quitado un peso de encima, por un momento creí que no quería verme más. Gracias Javier por preocuparte tanto por ella. Como podré agradecértelo.
- Poniéndote bien, recuperando la memoria y haciéndola feliz. Con eso me conformo- dijo con una sonrisa cómplice a la que Armando correspondió.
Javier le recomendó que descansara y salió de la habitación moviendo la cabeza. Hasta con amnesia se notaba de lejos que su amigo amaba a Marina por encima de todo. Sentía remordimientos por no decirle a Armando que iba a ser padre, pero se lo había prometido a ella y no pensaba romper su promesa.
Marina llegó a su casa, se encontraba exhausta. Se dio un larga ducha, dejo que el agua resbalara por su cuerpo mientras pensaba en la noticia que Javier le había dado. Al principio le había parecido el fin del mundo, pero poco a poco la inminente verdad se abría paso en su mente y comenzaba a agradarle. ¡Iba a tener un hijo de Armando! Se miró la barriga y se la acarició. ¡Un hijo del hombre que amaba! Aunque él no sabría nunca de su existencia, ella le amaría por los dos. Intentaría convertirse en la mejor madre del mundo. ¡Ojala tuviera los mismos ojos y la misma sonrisa de su padre! Empezó a imaginar como sería su rostro. Seguro que era un varón igual de guapo que él. Salió de su ensimismamiento y saliendo de la ducha se secó y se vistió con una gran sonrisa. Debía preparar todas sus cosas para marcharse. Su sonrisa se desvaneció, al día siguiente iría a verlo por última vez, sería una despedida. Le entristeció pensar que no volvería a verlo más. Su corazón reclamaba a gritos que se quedara. Pero debía pensar con la cabeza, el no quería un hijo y ella no iba a renunciar a tenerlo. Por lo tanto lo mejor era que se fuera por mucho que le doliera. Sus esperanzas de compartir la vida con él se habían roto. Se echó sobre la cama y el cansancio la venció. Soñó con su amor y con la forma en que él sostenía al niño en sus brazos…
Armando por su parte, se encontraba confundido. No recordaba nada de su vida en común, pero su corazón le decía que amaba a aquella mujer por encima de todo. ¿Por qué se iban a separar? ¿Qué les había ocurrido la noche del accidente? ¿Por qué la perseguía? Tenía muchas preguntas sin respuesta. Y sentía necesidad de saber. Cerró los ojos intentando descansar y una imagen apareció en su mente. Un forcejeo, un llanto ahogado, la sensación de haberse comportado como un canalla. Se vio persiguiendo a otro coche, vio un árbol que se acercaba. Abrió los ojos sobresaltado, su corazón latía desbocado. ¿Qué era todo aquello? Intentó que las imágenes volvieran a su mente sin éxito. Tenía la sensación de que algo terrible ocurrió la noche del accidente. ¿Pero que? Necesitaba saberlo.Volvió a intentar rememorar lo ocurrido, pero su mente se resistió. Al final agotado entró en un sueño intranquilo.
A la mañana siguiente Marina habló con Adriana, la noche antes la había llamado para exponerle la compra de la casa, su amiga le dijo que ya estaba realizada la compra y se podía trasladar aquel mismo día.
- ¿Estás segura de lo que vas a hacer? – preguntó.
- Si Adriana, lo he pensado detenidamente y es lo mejor para los tres.- respondió Marina
- Le vas a destrozar el corazón ¿Lo sabes, verdad?
- No creo que se lo destroce, el no se acuerda de mí. No sabe quién soy Adriana.
- Pero en algún momento recuperará la memoria. Y entonces se dará cuenta que lo has abandonado cuando más te necesita.
- Adriana por favor… no me hagas esto más difícil, es lo mejor créeme.
- Es que no comprendo tu cabezonería. Marina, por favor quédate a su lado…
- No puedo, de verdad. Ahora si que no puedo, el no quiere tener hijos y yo estoy embarazada. Debo desaparecer.
- Estoy segura de que él lo asimilará y lo querrá tanto como tú Marina.
- No voy a hacerle pasar por ese trago, ahora no. Para él tener un hijo es como llevarlo al cadalso, tiene tanto miedo de fallar que seguro que sería una amargura.
- Pero tiene derecho a saberlo, es su padre.
- Algún día se lo diré, te lo prometo. Algún día…
- Está bien, veo que no te puedo convencer. Cariño, prométeme que nos llamaremos todos los días. Y que nos veremos siempre que podamos.
- Lo prometo Adriana, no quiero perderos a ti ni a Javier. Hasta pronto amiga.
Armando se encontraba muy nervioso, cada vez que la puerta se abría miraba ansioso por verla entrar, necesitaba hablar con ella y despejar todas las dudas que tenía. Cuando Marina por fin entró, pareció que la habitación se llenaba de luz. Si, realmente la amaba aun sin conocerla debido a su amnesia. Aquella mujer despertaba en él unos sentimientos muy difíciles de acallar. Ella se acercó a la cama y le saludo, Armando tomó una de sus manos con ternura y depositó un beso en ella. Marina cerró los ojos. Continuaba siendo el Armando tierno y amoroso de siempre, pero no podía dejarse llevar, ahora no.
- Hola brujita ¿No me vas a dar un beso?- dijo con una pícara sonrisa.
Ella se acercó a darle un beso en la cara y el se giró para que fuera en los labios. La acercó a él y le dio un profundo beso.
- Armando ¿Qué haces?
- Como comprenderás no voy a dejar que mi esposa se limite a darme un casto beso en la cara ¿Verdad?
- Así, que ya lo sabes…
- Si, ya lo sé. Lo que no sé es porque no me lo has dicho tú misma.
- Tu no sabías quien era… Yo no…
- Pero me lo podías haber aclarado. Es igual, ahora ya lo sé y prefiero que me aclares una serie de cosas que me atormentan.- dijo sin soltarla.
- ¿Qué cosas?...
- Por ejemplo, el accidente. Quiero saber porque habíamos discutido. Quien quería hacerte daño a ti. Porque huias de mí. Y sobre todo, porque nos ibamos a separar. – mientras decía esto la miraba fijamente a los ojos.
Marina intentó soltarse de su abrazo, sin conseguirlo. Cerró los ojos y tragó saliva, había confiado en no tener que darle explicaciones. Pero se dio cuenta que no se podía escapar tan fácilmente, su ferreo abrazo no le dejaba otra posibilidad.
- Está bien, si eso es lo que quieres… Huía de ti porque habíamos discutido por otra mujer. En cuanto a quien quería hacerme daño, no lo sé.
Él entrecerró los ojos.
- ¿Otra mujer? ¿Qué otra mujer Marina?
- Lucía, aquella noche os estuvisteis besando en el jardin y yo os ví. Por eso nos íbamos a separar, esa mujer se ha interpuesto entre tú y yo desde el principio.
- Ya… Lucía… ¿Quién es Lucía? Ya, mi supuesta amante ¿verdad? Me refiero a de donde ha salido esa mujer.
- No lo sé, al parecer tú la conocías de antes de casarte conmigo.
- Y si la conocía de antes. ¿Porque no me casé con ella en vez de contigo? Alguna explicación habrá ¿No crees?
- No lo sé, eso es lo que siempre me he preguntado.
- ¿Y eso es lo que ocurrió aquella noche? ¿Que me viste besarla? ¿O hay algo más?- no dejaba de mirarla, tenía la vaga sensación de que ella no huía sólo por eso.
- No hay nada más, eso fue lo que ocurrió.- dijo apartado la mirada.
- Brujita, no me mientas. Sé que algo más ocurrió, tengo la extraña sensación de que pasó algo horrible y sólo tú me lo puedes aclarar.
- Prefiero no hablar de ello. Prometí que si no morías en el accidente, lo olvidaría y eso voy a hacer.
- Pero yo necesito saberlo Marina. He tenido alguna vaga imagen y creo que hice algo terrible. Por favor no me dejes con esta incertidumbre.- suplicó.
- Creo que cuando recuperes la memoria lo recordarás. No quiero hablar de ello.
- ¿Tan mal me porté contigo? Por favor necesito saberlo.
Marina se retorcía las manos, había prometido que si se salvaba le perdonaría y olvidaría lo ocurrido aquella noche y de hecho ya le había perdonado. En cuanto a olvidar… Se esforzaba por hacerlo y no quería volver a rememorarlo.
- Armando por favor… no me obligues a decírtelo. Quiero olvidarlo.- rogó.
- Necesito saberlo Marina. ¿Qué cosa tan terrible pude hacer para que intentaras escapar de mí?
- Por favor… Armando…
- Por favor… Marina…
Lo miró a los ojos fijamente y se dio cuenta de que no se iba a dar por vencido fácilmente.
- Tú lo has querido Armando, por mi parte hubiera preferido enterrarlo en el pasado. Aquella noche tú… tú… me forzaste…
La noticia se abrió paso en la mente se Armando como una excavadora. La soltó de pronto. Las imágenes acudieron a su mente en tromba, aquel llanto apagado era de ella, el forcejeo era con ella. Marina se dio la vuelta y quedó de espaldas a él.
- ¿Eso hice? ¿Qué clase de canalla soy?- dijo atormentado.
- Habías bebido un poco más de la cuenta.- explicó ella.
- Pero aún así no hay justificación. ¿Podrás perdonarme algún día Marina?- suplicó con ansiedad en la voz.
- Yo ya te he perdonado Armando. – su voz era triste.
- ¿De verdad? Si has perdonado algo así, es que eres la mejor persona del mundo brujita… Gracias mi amor…
- Mi amor… Que bien suena eso en tus labios…
- Ven acércate, quiero tenerte cerca siempre. Aún sin conocerte, se que te amo y que siempre te he amado.
Marina, permaneció en el mismo lugar, sin acercarse a él.
- ¿Por qué te quedas ahí? Ven a mi lado.
- Armando… He venido a despedirme, me marcho para siempre.- dijo con lágrimas en los ojos.
- ¿Pero porque? ¿No has dicho que me habías perdonado? Entonces… ¿Por qué te vas?
- Hay más cosas entre nosotros.
- Explícamelas, si los dos queremos todo se puede arreglar.- dijo muy serio.
- No puedo, esto no tiene arreglo. Lo siento Armando.
- Por favor no te vayas…
- Debo hacerlo, es lo mejor para los dos. Sólo te he causado dolor desde que nos conocemos. Créeme, es mejor así.
Se dio la vuelta y salió de la habitación. No era la despedida que ella había esperado. Hubiera preferido no tener que recordar el pasado. Le oyó gritar su nombre a través de la puerta, se apoyó en ella y cerró los ojos. Era lo más difícil que había hecho en su vida. Durante un rato dejo fluir las lágrimas, después suspiró profundamente y se marchó.
Armando la llamó sin éxito. Intentó levantarse de aquella maldita cama, pero el dolor de la pierna lo dejó paralizado. Se quedó mirando el vacío. Se había ido y con ella la esperanza de averiguar muchas cosas. Sentía un gran vacío en el corazón. ¿Tanto la amaba? Permaneció en la misma posición durante mucho rato. Hasta que Eduardo entró a verlo.
Enseguida se dio cuenta de que algo le ocurría, e intento por todos los medios hacerle hablar. Armando se limitaba a mirar al frente, ajeno a lo que Eduardo hacía o decía.
- ¡Eh! ¡Que soy Eduardo! ¿Se puede saber que te ocurre? Javier me ha dicho que estabas muy bien y muy hablador, pero parece ser que no te gusta mi presencia.- dijo acusador.
- Yo… la violenté… Y ahora se ha ido…- dijo sin dejar de mirar al vacío.
- ¡Un momento! ¿Que tú hiciste que cosa? ¿A quién?- preguntó mirándolo.
- A mi esposa… Yo la forcé…
- ¿A Marina? ¿Qué tú qué?... ¿Como fuiste capaz?
- No lo sé, no lo recuerdo.-explicó
- Y entonces ¿Cómo sabes que ocurrió?- cada vez entendía menos.
- Ella misma me lo ha dicho, antes de marcharse. Tienes que hacerla volver, debo hacerle entender que la amo.- dijo cogiendo a Eduardo de la solapa con urgencia.
- Está bien, está bien, comprendo tu angustia, pero yo no se donde encontrarla. Aunque te prometo que intentaré averiguarlo. Y cuando lo haga, yo mismo te llevaré a verla.
- ¿Me lo prometes de verdad?- preguntó con esperanza en sus ojos.
- De verdad, en cuanto lo sepa iremos a verla.
Marina se instaló en la casa del lago. Pasaba mucho tiempo paseando por él. La quietud de sus aguas la reconfortaba. Dedicaba sus días a recordar los momentos agradables del pasado para atesorarlos en su memoria. Una vez había pasado allí un fin de semana con él. De eso había pasado mucho tiempo. Su embarazo se desarrollaba sin ningún sobresalto. Y ella hablaba a menudo con su hijo, le explicaba con todo detalle como era su padre, tan guapo, tan alto, tan fuerte… También le explicaba lo apasionado que era y lo tierno y amoroso que podía ser. ¡Cómo lo echaba de menos! Había pasado casi un mes desde la última vez que lo vio, permanecía informada de su estado a través de Javier y Adriana, por ellos supo que aquel día abandonaría el hospital, la pierna había evolucionado bien. Le quedaba una leve cojera que remitiría con el tiempo. El coagulo se estaba disolviendo y las costillas habían sanado a la perfección. Armando era un hombre fuerte. Su cuerpo respondía a los tratamientos que Javier le suministraba, no así su mente. Según su amigo, se había vuelto melancólico y triste, hablaba poco y en contadas ocasiones sonreía. Se había negado a recibir tratamiento para la depresión. Ella estaba convencida de que el tiempo lo cura todo y él volvería a ser el mismo muy pronto.
Aquella tarde Marina se sorprendió al escuchar el ruido de un coche, por allí el único coche que había era un destartalado y cochambroso auto que ella se había comprado para poder desplazarse al pueblo a comprar. Ya habían pasado dos meses desde que se instalara allí y nunca solía venir nadie por esa zona.
Eduardo paró el coche, miró a su amigo y le dijo:
- Ahí tienes la casa del lago amigo. Adelante, ve a por ella.
- Gracias Eduardo, gracias por traerme y por averiguar donde está.
- Te lo prometí y lo prometido es deuda, aunque no ha sido nada fácil, la boca de Javier está más sellada que una tumba. Menos mal que Adriana no había hecho ninguna promesa, de lo contrario todavía estaría buscando.
- Gracias de nuevo.
- Anda… No pierdas más el tiempo y ve a por ella amigo. Y esta vez no la dejes escapar.
- ¿Sabes? Ahora que estoy aquí, tengo miedo.
- ¿De qué? ¿De que te rechace? Eso ya lo tienes. Ahora ve a buscar su amor.
- Como podré pagártelo Eduardo.
- Con que recuperes la sonrisa y vuelvas a ser el mismo de antes, me conformo. Me gustabas más cuando peleábamos que esta sombra que queda de ti. Ánimo.
Armando miró a Eduardo, realizó un intento de sonrisa que se convirtió en una mueca y bajó del coche. Se dirigió hacia la cabaña despacio. Sabía que ella se encontraba allí porque de la chimenea salía humo.
Marina escucho cerrarse la puerta del coche y extrañada salió a ver quien podía andar por allí. Al abrir la puerta se encontró de bruces con Armando. Su expresión de sorpresa no pasó desapercibida para él. Lo primero que hizo fue mirarse la barriga esperando que él no notara su embarazo. Cuando se cercioró de que no se notaba todavía, lo miró. Lo observó durante lo que le pareció una eternidad. Estaba más delgado. Las facciones de su rostro eran más pronunciadas y más duras. Su mirada había perdido aquel brillo que tanto le gustaba a ella. Pero continuaba siendo el hombre más guapo del mundo.
El también la observó, estaba un poco más rellena. Su expresión continuaba siendo triste, pero a él le pareció que estaba más bella que nunca. Esbozó una bella sonrisa que suavizó sus facciones y dijo.
- ¡Hola brujita! Aquí me tienes, ahora podemos hablar sin que huyas de mí…