Alas de Fantasia
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CAPITULO 22 ...... “ NO TE VAYAS “
Cuando Armando terminó, se echó a un lado y Marina se hizo un ovillo en el otro lado de la cama, lloraba en silencio. Él la miró y en ese instante se dio cuenta de la magnitud de lo que acababa de ocurrir, sintió vergüenza de si mismo y como no supo que hacer o decir para que ella se sintiera mejor optó por levantarse y salir de la habitación sin decir palabra.

Marina permaneció acurrucada durante un rato, se sentía humillada. Dejó que las lágrimas diluyeran un poco su angustia y después lentamente se levantó y como una autómata se dirigió al baño, quería mediante el agua, alejar de su cuerpo el amargo sabor que habían dejado aquellas manos que en otro tiempo habían sido tiernas pero que ahora habían resultado duras. Aquellos besos que podían ser suaves pero que habían sido hirientes, sentía su dignidad por los suelos. Entró en la ducha y dejó que el agua cayera por su cuerpo sin moverse, tenía la mirada perdida. Después de un rato fue resbalando lentamente entre lágrimas hasta quedar sentada, se abrazo las rodillas y permaneció en aquella postura durante largo tiempo.

Armando se encontraba paseando de un lado a otro de la habitación, había comprendido de golpe el tremendo error cometido, la había violentado. ¿Cómo podía haber sido capaz de hacerle daño a su amor? Se sentía atormentado y arrepentido, sabía que debía intentar hablar con ella pero no se le ocurría que podía decir en esas circunstancias. Imaginaba como se debía sentir Marina, mancillada, atropellada por él que la tendría que haber respetado hasta el infinito.
¿Cómo podía ser tan canalla? ¿Qué le podía decir? ¿Que la amaba tanto que el deseo que sentía se había desbordado? ¿Qué había actuado bajo los efectos del alcohol? ¿Qué el despecho le había llevado a actuar así? Nada de eso le serviría, lo ocurrido hacia un rato no tenía justificación. Pero no podía dejar así las cosas. No podía perder el respeto de Marina. No debía dejar que su brujita se quedara con aquella sensación de haber sido pisoteada por él. Debía pensar en algo y rápido, tenía que hablar con ella aquella misma noche. Convencerla de que no sabía lo que hacía, que había sido un infortunado arrebato.

Ella terminó de ducharse y con paso cansado regresó a su habitación, al mirar la cama volvieron a pasar por su mente las escenas vividas aquella noche. Sintió un escalofrío al recordar la manera en que Armando la había utilizado para satisfacer sus instintos. Se estremecía al pensar en volver a tumbarse en aquella cama. Se dirigió al armario, sacó una bolsa y empezó a meter en ella lo más imprescindible, aquella mañana no había podido terminar de hacer su equipaje, pero ya mandaría a buscarlo. Se marcharía de inmediato, no iba a esperar al día siguiente. De pronto la invadió la urgencia por salir de allí, puso cuatro cosas en la bolsa sin molestarse en volver a cerrar armarios ni cajones, se vistió con lo primero que encontró y con sigilo salió de la habitación. No quería encontrarse con nadie. Bajó la escalera con cuidado de no hacer ruido y salió al exterior. Al dirigirse a su coche se dio cuenta que no lo podía sacar de allí porque el de Armando estaba estacionado delante y no tenía sitio para maniobrar. ¿Qué iba a hacer? No podía esperar un taxi. Entonces recordó que él siempre dejaba las llaves en la entrada sobre una bandejita que había encima de la mesa del recibidor. Volvió a entrar en la casa y cambió las llaves. Ya vería la forma de devolverle el coche. Levaba las llaves en la mano, no se molestó en meterlas en el bolso. Tiró la bolsa dentro y se sentó al volante.

Armando se encaminaba a hablar con ella cuando escuchó el motor del coche, corrió hacia la habitación de Marina y vio los armarios y cajones abiertos y ropa tirada por el suelo, la buscó pero sabía que aquel motor la alejaba de él. Encima del tocador descubrió la caja de pastillas que ella debía tomar, las había olvidado allí. No podía irse sin ellas, además necesitaba darle una explicación, no la podía dejar marchar así. Salió al balcón y vio salir el coche, la llamó agarrándose con fuerza a la barandilla. Su amor huía de él para siempre.

- ¡Marina!

Su grito desgarrador resonó en la noche. Reaccionó de inmediato y echó a correr escaleras abajo. Cogió las llaves y siguió corriendo hasta llegar al auto de Marina, arrancó derrapando y salió a toda velocidad tras ella.

Al darse cuenta de que él la seguía, Marina aceleró. Necesitaba poner distancia entre ellos. Armando aceleró a su vez, debía acortar la distancia o la perdería. Al ver acercarse el coche ella volvió a acelerar y él también. Iba hablándole como si ella pudiera escucharle.

- ¡Marina por Dios para! ¡No aceleres más!

Marina continuaba dándole velocidad al coche. Él apretaba el pedal para que no aumentara la distancia.

- ¡Marina para! ¡Conseguirás matarte!

La carretera dejó de ser recta y pasó a una pendiente de curvas. Ella aminoró un poco, lo suficiente para no salirse en una de ellas. Armando hizo lo mismo, pero el vehiculo no aminoraba. Pisó a fondo el pedal pero no sirvió de nada. Volvió a pisar a fondo y se dio cuenta que los frenos no funcionaban, iba ganando velocidad en la pendiente. Aquello no podía suceder el coche era nuevo, los frenos debían funcionar a la perfección. Lo que ninguno sabía era que Lucía se las había ingeniado para que alguien los manipulara durante la fiesta con la clara intención de que Marina sufriera un aparatoso accidente y así quitarla de en medio.

El auto continuaba ganando velocidad, toda la atención de Armando se centraba en no salirse de la carretera sin darse cuenta de que la distancia entre él y Marina se iba acortando peligrosamente. Dejaron atrás las curvas pero la pendiente continuaba. Ella vio por el retrovisor que el otro vehiculo se acercaba y volvió a acelerar. La distancia era cada vez más corta. Marina aceleró al máximo, la velocidad que llevaba era muy peligrosa pero no pensaba parar. Volvieron a entrar en un tramo con curvas muy abiertas y ella desaceleró un poco. Armando continuaba concentrado en la carretera, la distancia continuaba acortándose. Cuando él se dio cuenta de lo que podría ocurrir intentó por todos los medios que el coche fuera frenando, pero este parecía tener vida propia y no respondía. Cada vez estaban más cerca. Si continuaban así el automóvil en el que iba Armando embestiría al de Marina. Empezó a desear que hubiera un tramo de subida para que el auto fuera frenando por si solo, pero conocía bien aquella carretera y sabía que eso no iba a ocurrir.

Dejó de centrar su atención en la carretera y se concentró en observar como se iban acercando. Volvió a dirigirse a ella como si pudiera escucharle.

- ¡Marina acelera!

La distancia cada vez era menor.

- ¡Acelera o te embestiré, Brujita por favor!

Faltaban doscientos metros para alcanzarla. Ella por fin decidió aminorar. Pararía y se enfrentaría con él de una vez y para siempre.

- ¡No pares Marina!

Al ver que ella frenaba, sus nervios se dispararon ¿Cómo podía decirle que no frenara? Al salir tan precipitadamente había olvidado su móvil. Ciento cincuenta metros. Pensó en adelantarla, pero aparte de que ella no le permitiría acercarse tanto la carretera era bastante estrecha. ¿Que hacer? Su desesperación iba en aumento. No quería causarle a ella ningún daño.

Marina no podía creer que él no frenara ¿Qué pretendía? ¿Asustarla? No lo iba a conseguir, tenía que parar y decirle todo lo que sentía en esos momentos.
Cien metros… En su mente empezó a dibujarse la solución. No había otra. Le dolían los brazos por la tensión acumulada, aferraba con fuerza el volante. Rezaba por que ella volviera a acelerar hasta que encontraran una subida. Pero parecía decidida a parar.

¿Se había vuelto loco? ¿Por qué no aminoraba? Si continuaba así ella tendría que acelerar de nuevo o se le echaría encima. Seguro que pretendía asustarla, estaba jugando con ella. Pero si seguía frenando él también terminaría por parar.

Cincuenta metros… Tomó la única decisión que creía posible. Si no paraba el coche terminaría por arrollarla y eso no lo iba a permitir. La amaba demasiado como para causarle semejante daño. Comprendió que iba a pagar muy caro el error cometido esa noche, quizás era el justo castigo por haber forzado a Marina, pero no tenía otra salida. O eso o morir los dos.

Cuarenta metros… No podía dejar que la distancia se acortara más o ya no habría solución. Si, haría lo que debía. Comenzó a hablar con ella.

- Brujita… Perdóname por lo de esta noche. Lo siento en el alma, pero no se que me ocurrió. No tenía ningún derecho de hacer lo que hice. He cometido muchos errores contigo, pero creo que el peor ha sido este. ¿Podrás perdonarme?

Las lágrimas comenzaron a nublar su visión, pero ya no importaba.

- Te he amado con todo mi corazón y te amaré siempre. Eres la mujer que siempre quise tener a mi lado. Mi amor, perdóname por lo que estoy a punto de hacer, pero es la única salida que veo. Cualquier cosa antes que causarte un mal mayor. Intenta ser feliz. Quizás esto sea lo mejor. Siempre estaré contigo. Velaré por ti. Te amo, mi preciosa brujita.

Treinta y cinco metros…

Emitió un profundo suspiro y dio un golpe de volante. El coche pasó casi rozando el de ella y se salió de la carretera, rodó durante varios metros y al ver acercarse un enorme árbol, dijo su última frase.

- Adiós amor de mi vida. Perdóname por favor. Te amo.

Marina lo vio salir de la carretera por el retrovisor y no se lo podía creer ¿Pero que se suponía que iba a hacer? ¡Se iba a estrellar! ¿Es que se había vuelto loco? Frenó en seco y a punto estuvo de salirse ella también de la carretera. Bajó rápidamente del coche y a la vez que lo llamaba vio estupefacta como se estrellaba con el árbol.

- ¡Armando! ¡Que estas haciendo! ¡Armando! ¡No!

El impacto fue brutal. Marina sintió el golpe como en carne propia. Vio como el morro del coche se plegaba y en su lugar aparecía un amasijo de hierros. ¿Por qué había hecho aquello? ¿Tanto le remordía la conciencia por lo ocurrido como para llegar a ese extremo? No terminaba de comprender porque. Reaccionó de inmediato y volviendo a subir a su auto dio marcha atrás, paró lo más cerca que pudo del lugar del accidente y salió corriendo hacia allí…

Se acercó a la carrera. Cuando estuvo bastante cerca, comenzó a llamarlo.

- ¿Armando? Armando dime que estas bien, por favor…

Nadie contestó. Se acercó poco a poco a la ventanilla del conductor y lo vio. La puerta se encontraba medio abierta a causa del golpe Se encontraba inerte, con la cabeza inclinada hacia un lado y una profunda brecha en la frente. El airbag del coche había impedido que se destrozara la cara. Marina terminó de abrir la puerta con dificultad, tiró de ella con todas sus fuerzas hasta que lo consiguió. Con lágrimas en los ojos lo miró. Parecía muerto, estaba pálido. ¡Pero no podía ser! ¡Él no! Lo sacudió un poco.

- ¡Armando! ¿Me oyes? Dime que estas bien, tú no puedes estar muerto. ¡Tú no!

Intentó sacarlo pero el cinturón se lo impedía, metió medio cuerpo dentro e intentó desabrocharlo, le temblaban las manos y el cierre se le escapaba. Lo volvió a intentar pero se le resistía. Salió del coche y miró a su alrededor pasándose la mano por la frente. En los alrededores no había nada. Nadie la podía ayudar. Dio unos pasos al frente, retrocedió, volvió a avanzar. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo podía sacarlo de allí? Tenía que soltar el cinturón pero ¿Cómo? Debía pensar. Paseaba de un lado a otro sujetándose la frente y con gruesas lágrimas bajando por su cara. ¡Piensa Marina! ¡Piensa…! ¡Ya está! ¡Como no me había acordado! Recordó que él siempre llevaba en la guantera una navajita, por si alguien le atacaba, decía. Corrió hacia el auto y rebusco en la guantera, estaba tan nerviosa que las cosas se le caían de las manos. Se le cayó la navaja, y la buscó por el suelo del coche. ¡Dios! ¿Dónde has caído? Por fin la encontró y corrió otra vez al lugar del accidente.

Al llegar vio con alarma que un hilillo de gasolina comenzaba a caer desde el coche. ¡Tenía que sacarlo ya! Aquello podía explotar en cualquier momento. Abrió la navaja y comenzó a cortar el cinturón, la tarea resultaba lenta pero no pensaba dejar que Armando explotara con el coche. Continuó cortando y viendo como la mancha de gasolina aumentaba, tenía los nervios a punto de estallar. Cuando por fin pudo terminar de cortar el cinturón, tiró la navaja a un lado e intentó sacarlo de allí. Pesaba mucho y no tenía suficiente fuerza. Le faltaba el aliento por el esfuerzo. Paró un momento para coger aire y volvió a la carga. Lo iba a sacar de allí aunque fuera su vida en ello. Hizo acopio de todas sus fuerzas y dio un fuerte tirón de él, consiguió moverlo y eso la animó. Reunió fuerza de nuevo y dio otro tirón, consiguió sacar medio cuerpo fuera. Volvió a tomar aire y dio un último tirón. Cayeron los dos al suelo. Gracias a Dios Armando no tenía las piernas atrapadas entre los hierros. Respiraba con dificultad por el esfuerzo. Boqueó varias veces para recuperar el aliento. Se levantó y lo cogió por las axilas. Respiró hondo y comenzó a arrastrarlo hacia su coche.

Le parecía que los minutos pasaban a cámara lenta. No conseguía poner distancia entre el coche accidentado y ellos. Armando pesaba mucho y le costaba arrastrarlo. Resbaló y cayó, se hirió en una rodilla pero no importaba. Lo importante era alejarse de allí. El charco de gasolina aumentaba. Se incorporó y tomó aire nuevamente. Cogió a Armando otra vez y empleó todas sus fuerzas en arrastrarlo. Un metro, dos, tres. Se quedó sin fuerzas. Pero no lo quería soltar. Cayó dos veces más, pero volvió a levantarse. Continuó arrastrando. Se torció un pie y perdió un zapato. ¿Qué más daba? Siguió con su tarea. Cuatro, cinco, seis metros. Paró un momento y respiró hondo varias veces.

- ¡No lo conseguiré! ¡Pero debo hacerlo! ¡Vamos Marina, un último esfuerzo!

Miró a su marido, tenía la cara muy pálida, pero no podía estar muerto. Ella no se lo iba a permitir. Sacó fuerzas de flaqueza y lo arrastró los últimos metros que le faltaban.

Cayeron los dos al lado del coche, él cayó sobre sus rodillas. Marina respiró varias veces con dificultad, el esfuerzo la había agotado. Cuando se recuperó lo suficiente, le buscó el pulso a Armando. No lo encontraba y empezó a desesperarse. Siguió buscando.

- Armando por favor… Dime que estás vivo… Tienes que estar vivo…

Continuaba intentando encontrar un pequeño latido que le indicara que seguía vivo. Tenían que marcharse de allí y conseguir asistencia para Armando. Pero no se creía capaz de poder meterlo en el coche. Bastante le había costado arrastrarlo hasta allí.

- Dime que estás aquí. Tú no te puedes ir. No me puedes dejar sola. ¡Tú no!

Lloraba desconsoladamente. Por fin vio un atisbo de esperanza cuando consiguió encontrar un tímido latido en su cuello al poner sus dedos sobre él. Empezó a reír y a llorar a la vez.

- ¡Estas vivo! ¡Aguanta! ¡No me dejes!

Lo abrazó y lo acunó. Le acariciaba el cabello. Siguió hablándole.

- ¡Aguanta! ¡Pronto vendrá ayuda! ¡Por favor no me dejes! ¡No me dejes sola!

Armando entreabrió los ojos durante un segundo y los volvió a cerrar. Eso la hizo reaccionar y apartándolo un poco se levantó y cojeando se acercó al coche. Cogió su bolso y volcando su contenido en el asiento buscó su móvil. Cuando lo encontró, intento marcar el teléfono de Javier, pero se encontraba en tal estado de nervios que era incapaz de recordarlo. Frustrada regresó hasta donde se encontraba Armando y volvió a depositarlo sobre sus rodillas y a abrazarlo.

- ¡Dios mío! ¡No recuerdo el teléfono! ¡Ayúdame mi amor! ¡Tenemos que recordarlo! Debemos pedir ayuda.

Le hablaba como si él pudiera oírla y contestarle. Continuaba acunándolo e intentando recordar el número. Por fin lo consiguió, marcó rápidamente y habló con Javier.

- ¡Marina! ¿Qué sucede?
- Algo terrible Javier. Ha ocurrido un accidente y Armando esta muy mal, tiene el pulso muy débil, casi no respira. Tiene un feo corte en la frente y sangra mucho. Tienes que venir. ¡No puede morirse! ¡Por favor Javier no dejes que se muera…!

Lloraba y gritaba en el teléfono. Javier le pidió que se tranquilizara e intentara explicarle donde se encontraban, ella consiguió decirselo y él le aseguró que enseguida estaría allí. Mientras hablaban sonó una tremenda explosión que hizo añicos los cristales de su coche, Marina se quedó sin habla. Miró hacia el coche accidentado y sólo alcanzó a ver una gran bola de fuego, el árbol tambien se encontraba en llamas. Javier le preguntó que había ocurrido.

- ¿Qué ha sido eso Marina?- ella no contestó- ¿Marina? ¿Que ha pasado?
- El…El coche…ha… El coche ha explotado… Hay fuego… ¡OH Dios! Esto es una pesadilla. -se estremeció al pensar en lo poco que había faltado para que Armando se encontrara allí dentro.
- ¿Estáis bien? ¿La explosión no os ha alcanzado verdad?
- No… Por poco, pero no… Javier por favor, Armando… Creo…Creo que está muy mal.
- Voy ahora mismo. No te preocupes, una ambulancia ya va en camino.- le dijo para tranquilizarla.

Colgó y volvió a hablarle a Armando.

- No te preocupes mi amor, Javier ya viene. Me ha prometido que vendrá enseguida. Pero tú aguanta. ¡No te mueras por favor!

Volvió a tomarle el pulso y notó que cada vez era más débil. La sangre le corría por la cara y ella se la intentó limpiar con la manga de su blusa.

- ¡No te mueras, no te mueras, no te mueras…! ¿¡Porque lo has hecho!? ¿¡Porque!?

Le comenzó a besar la cara, los labios. Se aferraba a él como a su tabla de salvación.

- ¡Mi vida no te vayas! ¡No puedes irte! ¡Te amo! Sin ti mi vida no tendría sentido, por favor Armando. Te perdono todo, pero no te vayas…

Javier había salido corriendo y a la vez que conducía a toda velocidad llamó a una ambulancia y a los bomberos para que se personasen en el lugar del accidente.

Javier llegó antes, salió corriendo del coche con su maletín en la mano y se acercó a ellos. Se quedó mirando por un momento el lugar de la explosión y sacudió la cabeza pensando en lo que podría haber ocurrido de no haber sacado a Armando del auto. Le tomó el pulso y comprobó que este era muy débil. Le palpó para ver si había algún hueso roto. Notó que tenía un par de costillas fracturadas y rezó porque ninguna se hubiera clavado en el pulmón. Una de sus piernas también presentaba una importante fractura. Lo que más le preocupó fue el golpe en la cabeza, la herida no dejaba de sangrar. Se la limpió y comprobó que iba a necesitar unos cuantos puntos de sutura y ojala no hubiera algo peor pensó. Le taponó la herida con unas gasas y pidió a Marina que las aguantara allí presionando un poco. Marina obedeció como en una nube.

Al ver llegar a Javier, su mente se desinhibió por completo del problema. Estaba conmocionada. La ambulancia llegó poco después y tras ella los bomberos y la policía. Javier les explicó lo que ocurría. Tras dar un par de órdenes a los sanitarios. Javier se dedicó a reconocer a Marina que sangraba por la rodilla y cojeaba. Le limpió la cara que se encontraba muy sucia por las lágrimas, el polvo y el hollín. Cuando le hubo curado la herida, ella se levantó y comenzó a caminar hacia el lugar de la explosión. Javier la agarró de un brazo y le dijo.

- Marina, ven tienes que subir a la ambulancia. Tienes que ir al hospital. Acompaña a Armando. Por favor…
- No puedo, tengo que sacarlo del coche. ¡Es que no lo entiendes! ¡Hay que sacarlo!
- Estas en estado de shock. Marina, Armando ya no está en el coche tú lo has sacado, no se como pero lo has hecho.
- ¡No puedo dejarlo allí! ¡No puedo…!

Consiguió subirla a la ambulancia y les dijo a los policías que la querían interrogar que en ese momento su estado no aconsejaba un interrogatorio. Debían esperar a que se recuperara un poco. La ambulancia partió de allí a toda prisa, la vida de Armando pendía de un hilo.

Llegaron al hospital y se llevaron a Armando para realizarle una serie de pruebas y comprobar su estado general. A ella Javier le inyectó un tranquilizante y la hizo recostarse para que descansara un poco y volviera a la realidad. Durmió durante un rato, observada en todo momento por una enfermera.

Despertó de golpe. Se levantó de un salto e intentó salir de la habitación. Quería estar con su marido. La enfermera intentó tranquilizarla pero se encontraba muy alterada, finalmente consiguió que llamaran a Javier.

- Javier ¿Cómo está Armando? ¿Dónde está? Tengo que estar con él.
- Marina, Armando se encuentra inconsciente todavía. Está bastante mal pero es fuerte y lo superará. Se encuentra en buenas manos. Tú debes descansar y tranquilizarte un poco.
- ¡No! ¡Tengo que estar a su lado! ¡Por favor Javier!
- ¡Tranquilízate Marina!
- ¡Me tranquilizare cuando lo vea, tengo que estar con él! Por favor Javier entiéndelo.
- Está bien, te llevaré con él aunque no creo que te haga mucho bien en estos momentos.
- Yo no importo, ahora lo importante es Armando. Llévame con él.

Javier la acompaño hasta la habitación dónde se encontraba su marido, lo habían lavado y curado la herida de la frente. Su rostro parecía relajado. Se acercó a él y le acarició la cara con ternura. Después le cogió una de sus manos y se quedó allí mirándolo.

Javier le informó que Armando tenía dos costillas rotas, una fractura en la rodilla que había necesitado una intervención quirúrgica que se había realizado mientras ella descansaba y cuatro puntos en la herida de la frente. También le habían realizado un scanner para ver el alcance del golpe en la cabeza. Mediante el scanner habían podido ver que se había formado un pequeño coagulo debido al golpe. Confiaban en que con tratamiento se lo podrían disolver, si no tendría que someterse a una intervención para succionarlo. El choque había sido muy fuerte y por eso se hallaba en coma. No se podía predecir el tiempo que permanecería en ese estado, pero su corazón era fuerte y debido a su complexión Javier confiaba en que no fuera mucho.

Marina permaneció a su lado todo el tiempo, era imposible sacarla de allí, no había forma humana que la hiciera salir. Hablaba con él. Le contaba cosas. Y le decía cuanto le amaba. Al estar a punto de perderlo por fin comprendió que su miedo a perder a un ser amado, había estado a punto de costarle a él la vida.

Ángela fue al hospital en cuanto se enteró de la noticia por medio de Javier. Entró en la habitación de su hijo y se acercó a la cama. Se quedó mirando el rostro de Armando y le dijo a Marina.

- ¿Te has fijado en su expresión? Parece que está en paz consigo mismo. Eso quiere decir que se va a recuperar ¿No lo crees así?
- ¡Claro que se va a recuperar! El es fuerte. Y además no creo que tenga intención de dejarnos solas, Ángela.
- Marina… Gracias por sacarlo de allí, Javier me lo ha contado. De no haber sido por ti, mi hijo hubiera muerto en aquella explosión.

Marina se estremeció al recordar la tremenda explosión, aún resonaba en sus oídos.

- No podía dejarlo allí. Jamás me lo hubiera perdonado a mi misma.
- ¿Pero se puede saber que hacíais allí a esas horas?
- Verás Ángela, es algo largo de explicar y prefiero que lo haga él cuando despierte si cree que debe hacerlo. Por mi parte creo que es mejor que no lo sepas.
- Esta bien, si lo crees así. ¿Vas a volver a casa o continúas con tu idea de marcharte?
- Ahora más que nunca creo que tengo que desaparecer para siempre. Mira lo que he ocasionado, por mi culpa Armando ha estado a punto de morir, lo mejor será que me olvide e intente rehacer su vida con alguien que verdaderamente sepa apreciar todo el amor que él tiene para dar.
- Marina… Esa persona eres tú ¿Cuando lo vas a entender? Eres la única mujer a la que ama y si tú te vas estoy segura que no lo superará.
- Yo lo único que he hecho hasta ahora ha sido causarle daño. Si está ahí en esa cama es por culpa mía. No Ángela, lo mejor será que me aleje de él. Tú tenías razón, no merezco su amor. Sin mi será feliz, ya lo verás.
- Ufff.… ¿Cómo puedes ser tan terca? No puedo con tu cabezonería. ¿Es que estás ciega? ¿No ves que se muere por ti?
- No Ángela, se muere a causa de mí. Si permanezco a su lado podría causarle un daño mayor. En cuanto esté un poco mejor, me marchare. Por favor no insistas, entiende que debo hacerlo.
- Está bien, haz lo que quieras pero ojala recapacites y cambies de opinión.

Ángela salió de la habitación y Marina se quedó allí hablando con él, tal como había hecho en las últimas horas desde el accidente.

- Mi amor, espero que tú lo entiendas ya que tu madre no puede. Debo alejarme de ti para no causarte mas daño del que ya te he ocasionado. Esto que ha pasado es culpa mía. Tenía miedo de amarte sin reservas, miedo de entregarte mi amor y un día perderte. Y eso es lo que he estado apunto de hacer, perderte. Por fin he comprendido cuanto te amo y creo que después de lo que ha pasado lo mejor es que te deje libre. Tendré que aprender a vivir sin ti, pero lo haré sabiendo que tú continúas vivo. Nunca podré perdonarme que por mi causa estés postrado en esa cama, luchando por tu vida. ¡Te amo tanto!

La policía llegó para interrogarla sobre lo ocurrido y ella se lo explicó todo obviando la parte de lo que había pasado en su casa aquella noche. Les dijo que habían discutido fuertemente y ella decidió marcharse, él la había seguido y entonces les explico como se iba acortando la distancia entre los coches, no se explicaba porque el no había frenado y prefirió estrellarse. Ángela se encontraba presente y la miraba fijamente, intuía que había ocurrido algo más en su casa, Marina la miró buscando comprensión. Ella asintió cerrando los ojos, no la dejaría en evidencia delante de los agentes.

La policía le explicó que parecía ser que los frenos del coche habían fallado.

- ¿Fallado? ¡Eso es imposible! Mi coche era nuevo. Los frenos funcionaban a la perfección- dijo una Marina asombrada.
- ¿Esta segura?
- ¡Y tan segura! El día anterior lo había utilizado yo misma y funcionaban perfectamente.
- ¿Sabe de alguna persona que pudiera intentar hacerle daño?
- ¿A Armando? No lo creo.
- A su marido no, a usted.
- ¿A mi? ¿Por qué lo dice?- no entendía nada.
- Porque el coche es suyo y normalmente sólo lo utiliza usted ¿No es cierto? Señora, los frenos de su coche estaban manipulados, alguien buscaba hacerle mucho daño.
- Si claro… Pero no veo la razón ¡Oh Dios mío! Pero no puede ser, no habrá sido capaz de llegar a tanto…
- ¿Quién? ¿Sospecha de alguien?
- No… Es algo descabellado, no lo creo.- no quería creer lo que pasaba por su mente.

En ese momento Ángela dejó de observar e intervino en la conversación.

- Yo si lo creo y además, se quien lo puede haber hecho.
- No Ángela, es imposible.
- ¿Imposible? Lucía está tan loca que para ella no hay nada imposible. Además ¿Estuvo allí esa noche no?
- Si, pero… De ahí a manipular los frenos.
- Debió pagar a alguien, señores agentes yo de ustedes investigaría por ese lado.

Ángela les dio a los policías todos los datos posibles sobre Lucía, aunque nadie sabía su dirección ni sus apellidos. Les prometieron que la investigarían. Marina no salía de su asombro. ¿Habría sido capaz de hacerlo? Pero ¿Por qué? ¿Para quitarla a ella de en medio y tener a Armando libre? ¿Cómo podría nadie ser tan retorcido?

Marina regresó junto a su marido, no quería dejarlo solo ni un momento. Continuaba pensando en la acusación que Ángela había hecho. Pensándolo bien si que creía a Lucía capaz de eso y de mucho más. ¡Oh Dios! ¡No habían fallado los frenos! ¡La manipulación se había hecho a conciencia y en contra de ella! Sólo había sido un error que Armando tomara el otro coche. ¡Él le había salvado la vida al poner el suyo delante! Se acercó a Armando y le dio un beso en los labios.

- Gracias mi amor. Has arriesgado tu vida por mí. Te diste cuenta de que no había frenos y provocaste el accidente para no arrollarme. Preferiste sacrificarte tú. Mi amor, jamás podré agradecértelo lo suficiente.

Durante tres semanas permaneció a su lado en todo momento, ahora más que nunca estaba decidida a no dejarlo sólo mientras se encontrara así. Nadie consiguió que saliera del hospital en todo ese tiempo, dormía en un sofá que le proporcionaron. Ángela le envió ropa para que pudiera cambiarse. Durante todo ese tiempo se dedicó en cuerpo y alma a Armando, le leía, hablaba con él, lo lavaba, lo afeitaba, lo peinaba, no consentía que nadie lo tocara, sólo lo más preciso para cambiarle el suero o ponerle la medicación.

Una mañana, mientras le refrescaba la cara Armando hizo como una especie de guiño al notar el agua fría. Marina se quedó con la toalla en el aire, volvió a pasársela y él volvió a hacer el mismo gesto. ¡Estaba despertando! Llamó a Javier corriendo y cuando éste llegó, le volvió a pasar la toalla con agua fría. Armando volvió a hacer el mismo gesto, abrió momentáneamente los ojos y los volvió a cerrar.

- ¿Lo ves Javier? Dime que es una buena señal, por favor.- su voz sonaba ansiosa.
- ¡Claro que es una buena señal! ¡Es la mejor señal! ¡Lo ha superado Marina!- estaba encantado con la noticia.
- ¡Gracias a Dios!- Marina lloraba de alegría, ya solo era cuestión de tiempo que se recuperara.

Llamó rápidamente a Ángela y le explico lo ocurrido.

- ¡Ángela, Armando está despertando! ¿No es maravilloso?
- ¡Gracias Dios mío! Gracias Marina por toda tu dedicación, estoy segura que eso ha contribuido mucho a que despierte.
- No me lo agradezcas, es lo menos que he podido hacer.
- ¿Ahora te marcharas?
- Si Ángela, debo hacerlo.
- Piénsalo, por favor. Él te va a necesitar ahora más que nunca.
- Lo siento pero tengo que irme, me gustaría que lo entendieras.
- ¿Y que crees que voy a decirle? Quién no lo va entender va ser él Marina, por favor…

Pero Marina ya había colgado el teléfono, durante todo ese tiempo no había vuelto a pensar en irse, pero ahora se encontraba frente a frente con su decisión. Si se quedaba le haría más daño que beneficio a Armando de eso estaba segura. Si, debía marcharse aunque le costase tanto separarse de él. ¿Sería capaz de afrontar la vida si él? No creía poder conseguirlo, pero debía hacerlo. Armando se merecía ser feliz, y eso sólo lo conseguiría sin ella…
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