Alas de Fantasia
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CAPITULO 5 ...... ”LLEGÓ EL AMOR”
Continuaron besándose largo rato. Pero sin aquella urgencia. Los besos se tornaron más cálidos, más suaves. El la tenía totalmente rodeada con sus poderosos brazos, ella le acariciaba los músculos de la espalda. Bajó las manos hasta su cintura, las fue moviendo hacía adelante, le acarició el vientre y el soltó un gemido y empezó a besarle el cuello, eran besos suaves, sensuales. Marina echó la cabeza hacía atrás para recibirlos y continuó subiendo sus manos hasta el pecho de el acariciándoselo. Armando hizo ademán de volver a atrapar su boca pero se detuvo y con su nariz rozó la de ella. En ese momento sonrió y fue la sonrisa más bonita y más especial que Marina había visto en su vida. Pero se impuso la cordura.

- Armando…
- Dime preciosa. – continuaba besando su cuello.
- No estoy segura de que esto vaya a funcionar.
- ¿Por qué no?
- Porque hace muy poco que nos conocemos.
- ¿Y? – se tenso un poco y la miro fijamente.
- Que preferiría ir más despacio.
- A mi me gusta tal como va. Y estoy seguro que tu sientes lo mismo que yo. Me lo acabas de demostrar. Además tenemos todo el tiempo del mundo para conocernos mejor.
- Si pero… Tengo miedo que solo sea un espejismo y nos demos cuenta demasiado tarde de que solo era eso.
- Mi amor. Si es un espejismo no quiero que se desvanezca.
- Esto es una locura… Debemos ser más sensatos.
- Yo no quiero ser sensato. Yo quiero sentirte, abrazarte y amarte para siempre. Mimarte… Acariciarte… Mmm… besarte así… tu frente… tus ojos… tu nariz….tu boca… – la iba besando a la vez que lo decía
- Por favor Armando… Para…
- No quiero parar…

En ese momento Mercedes entró en el despacho y los sorprendió.

- Sr. Espinares… ¡OH! Lo siento…Discúlpenme…No era mi intención molestar…Yo solo…
- Pues lo ha hecho Mercedes. Pero no se preocupe. ¿Que era lo que quería decirme?

Marina estaba avergonzada. Armando molesto. Mercedes los había sorprendido. ¿Que estaría pensando de ellos en ese momento? Pero se tranquilizó cuando vio que Mercedes antes de contestarle a el, la miró, le sonrió y le guiñó un ojo. Entonces Armando emitió una profunda carcajada que alivió la tensión del ambiente.

- ¿Qué pasa Mercedes? ¿Esto es un complot? – pregunto sonriendo.
- No, Sr. Espinares. No es un complot. Realmente estoy gratamente sorprendida.
- ¿Gratamente sorprendida? ¿Y eso porque?
- ¿Puedo ser sincera?
- Por favor…
- Gracias. Estoy sorprendida de haberlos descubierto así. Pero a la vez me siento feliz de que la mujer con la que le he encontrado sea Marina.
- ¿Y eso porque? – preguntó mirando a Marina con expresión traviesa.
- Porque Marina es una buena persona y creo que hacen una excelente pareja.
- Gracias Mercedes – dijo Marina ruborizándose.
- Si, gracias Mercedes. Pienso lo mismo que usted – dijo él a su vez sonriendo.
- Y ahora si me disculpan…
- Mercedes… ¿Qué quería decirme?
- ¡OH! Solo que iba a salir un momento, si a usted no le importa.
- Esta bien. No se preocupe. Puede salir.
- Gracias.
- ¡AH! Y Mercedes… ¿Puedo confiar en usted?
- Si. Por supuesto. No diré una palabra a nadie.
- No es eso lo que le quiero decir. Aunque también.
- Dígame Sr. Espinares.
- Quiero que sepa que tiene usted delante a la mujer que amo. Pero tiene que ayudarme a convencerla. Aun no esta segura del todo.
- Armando… Por favor…- dijo Marina un poco incomoda.
- Me alegro mucho Sr. Espinares. Ya iba siendo hora de que encontrara usted el amor. Y por mí, Marina, puedes estar tranquila. Me complace que os enamoréis.
- Muchísimas gracias Mercedes. Y por favor… A partir de ahora llámeme Armando.Ya que somos cómplices en esto, podemos tutearnos.
- Gracias. Sr… Armando. Y si no ordena nada más. Me marcho.
- Ordenas Mercedes. Ordenas. No. Ya puedes irte.
- Está bien… Armando.

Cuando Mercedes salió Marina emitió un profundo suspiro. Había estado conteniendo la respiración casi desde que ella había entrado en el despacho. Armando la miró divertido y le dijo.

- Ufff… Menos mal que está de nuestra parte.
- Si pero lo mismo que nos ha encontrado ella podría haber sido otra persona.
- ¿Y que hubiera pasado Marina?
- ¿Te imaginas los rumores en la empresa?
- A mi no me importan los rumores. Quiero que todo el mundo sepa que te amo. - lo había dicho una vez y ahora no quería dejar de decirlo.
- Armando…
- Te amo… ¡Te amo!- dijo acercándose a Marina y besándola en los labios.
- De momento prefiero mantenerlo en secreto si no te importa.
- Si que me importa. ¿Por qué lo tenemos que mantener en secreto?
- Por favor… Vamos a esperar un poco hasta estar seguros de lo que sentimos.
- Yo ya estoy seguro. ¿Y tú?
- Yo todavía no.
- Esta bien entonces. Se hará como tú digas mi amor.
- Gracias. Ahora me marcho a trabajar.
- ¿Ya te vas?
- Si. Tengo que obtener esa fórmula.
- De acuerdo. Pero antes… Prométeme que cenarás conmigo esta noche.
- ¿Esta noche?
- Si. Esta noche. Por favor Marina…
- Esta bien. Prometido. Cenaré esta noche contigo.
- Entonces te recojo a las nueve en tu casa.
- Bien a las nueve estaré lista.

Se dio la vuelta para irse pero el la abrazó y la besó de nuevo.

- Armando. Debo irme a trabajar.
- Esta bien. Esta bien. Es que no quiero dejar de besarte.
- Eres como un niño travieso. – dijo ella riéndose.
- Tienes razón preciosa. Soy como un niño enamorado.- Y la besó antes de que se marchara.

Después del trabajo Marina se dirigió a su casa. Tenía que cambiarse para la cena. Cuando llegó Javier salió a su encuentro.

- Hola princesa.
- ¿Qué tal cielo? ¿Cómo tú por aquí?
- Hoy no tengo guardia y he pensado que podríamos cenar juntos.
- No sabes cuanto lo siento pero hoy no va a poder ser. Voy a cenar con Armando.
- ¿Y como es eso? Creo recordar que me dijiste que no volverías a ir con el a ningún lugar.
- Javier… ¿Por qué no subes a casa, te tomas una copa y hablamos? Debo explicarte algo…
- Eso está hecho princesa.

Subieron a casa de ella y una vez allí, Marina le sirvió un vodka con hielo que era su bebida favorita. Se sentaron en el sofá y el preguntó.

- Bien princesa ¿Qué me quieres explicar?
- Verás… - no sabía como exponérselo para no herirlo- Es que…
- ¿Qué? Me estoy empezando a poner nervioso ¿Qué sucede?
- Armando y yo estamos iniciando algo.
- ¿Algo como una relación o algo así?
- Exactamente eso.
- Te advertí que tuvieras cuidado. ¿Crees que Armando te ama? ¿Estás completamente segura de que no eres una aventura para el?
- Creo que me ama. Me lo ha dicho varias veces.
- ¿Estas segura de su amor?- dijo levantándose y comenzando a pasear por la habitación.
- Si. Lo he visto en sus ojos cuando me mira.
- ¿En sus ojos? ¡Qué cándida eres princesa! Los hombres acostumbramos a simular para conseguir lo que nos proponemos.
- Creo que es sincero. Y voy a darle una oportunidad.
- De acuerdo princesa. Si tú eres feliz…- dijo con tristeza.
- Soy feliz Javier. Y te agradecería que por lo menos te alegraras por mí.
- Claro que me alegro por ti princesa. Sabes que lo que más deseo es que seas feliz, pero te advierto una cosa. Si Armando llega a hacerte daño, juro que soy capaz de matarlo aunque sea mi amigo.
- No habrá necesidad de que mates a nadie, ya lo verás. El no me causará daño alguno.
- Está bien princesa. Si tú lo dices… Pero ten cuidado por favor.
- Lo tendré cielo, no te preocupes.
- Bien. Ahora me despido para que puedas arreglarte.
- No has terminado tu copa. Puedes quedarte mientras me cambio.
- No quiero ver como te arreglas para salir con otro que no sea yo. Me voy.
- Pero Javier, creía que nuestra relación estaba muy clara.
- Está muy clara princesa. Pero siempre he mantenido la esperanza de que te enamoraras de mí.- dijo con los ojos húmedos.
- Lo siento Javier, pero eso no es posible. Yo te quiero como a un hermano, pero nada más. En el corazón no se manda ¡Dios mío Javier! Eres mi mejor amigo y no quiero perderte.
- No me perderás nunca princesa. – dijo abrazándola.
- Deberías intentar olvidar tu amor por mí y abrirte a nuevas posibilidades. ¿Quién sabe? Puede que el amor de tu vida esté cerca.
- Yo no lo creo así. Olvidarte no es tan fácil. Pero te prometo que lo voy a intentar.
- Adiós Javier y perdóname.
- No te preocupes princesa. En el corazón no se manda.

Marina se dirigió hacia el dormitorio pensativa. ¡Pobre Javier! Continuaba enamorado de ella pero no podía corresponderle. Ella sólo veía en él a un hermano muy querido. Pensando en esto, se dispuso a escoger la ropa que se pondría esa noche. En ese momento sonó el timbre de la puerta. Javier ya iba a salir.

- ¡No te preocupes princesa, ya abro yo!

Cuando abrió la puerta, se halló frente a frente con Armando, quien se sorprendió de verlo allí.

- ¿Qué tal Armando? -preguntó mirándolo fijamente.
- Hola Javier ¿Puedo pasar o interrumpo algo?
- No interrumpes nada yo ya me marchaba. Por cierto… Enhorabuena. Marina ya me ha informado de lo vuestro.- dijo en un tono de voz duro.
- Gracias. Aunque por el tono deduzco que no te parece bien ¿Tienes alguna objeción? - preguntó a la defensiva.
- Ninguna siempre y cuando la hagas feliz ¿Recuerdas lo que te dije?
- Lo recuerdo perfectamente. No tienes de que preocuparte. La amo sinceramente.
- En ese caso no hay ninguna oposición por mi parte. Pero recuerda esto. Si se te ocurre hacerle algún daño, te las verás conmigo.
- Me doy por avisado Javier.
- Bien. Ahora que todo ha quedado claro, me marcho. Adiós.

Y se marcho sin esperar respuesta. Marina regresó del dormitorio.

- ¿Quién era Javier? – y se encontró con Armando - ¿Dónde está Javier?
- Se ha marchado. No sin antes advertirme que si te hago algún daño, tendré que vérmelas con él.
- Siento que te haya enfrentado. Pero debes intentar entenderlo, me quiere mucho y no quiere verme sufrir.
- Ya me he dado cuenta. Marina, Javier continúa enamorado de ti. – dijo sintiendo una punzada de celos.
- Eso me ha dicho. Pero te juro que yo no lo sabía. Creía que me quería como yo a él, como hermanos.
- Está bien. No te preocupes más y ven aquí preciosa, me muero de ganas de besarte.
- Pero… ¿Ya son las nueve? Todavía no me he arreglado. – dijo nerviosa.
- Sólo son las ocho. No te preocupes, hay tiempo. Ven.- dijo con voz profunda.

Ella se acercó. El la abrazo y comenzó a besarla cálidamente en la boca.

- Me moría de ganas de abrazarte… de besarte. No soportaba estar más tiempo sin verte, por eso he venido antes. – dijo roncamente.
- No seas loco. Hace apenas unas horas que nos hemos visto.
- Toda una eternidad… - dijo volviendo a besarla delicadamente.

Después de un rato, ella le preguntó.

- ¿Quieres tomar algo mientras me arreglo?
- Aún hay tiempo para eso. Quiero sentirte entre mis brazos…
- Armando… Tengo que arreglarme ¿De verdad no quieres nada?
- Te quiero a ti… - dijo con aquella voz que tanto la perturbaba.
- Armando… Si no me sueltas no saldremos nunca…
- Mmm… Esa idea me gusta. - dijo volviendo a besarla.

La tomó en brazos sin dejar de besarla y la llevó al sofá. Se sentó en el y la colocó encima suyo. La miró y rozando su nariz con la de ella sonrió y le dijo.

- Te amo. Mi reina.
- Yo… Creo que también te amo.
- ¿Crees? ¿Todavía no estás segura? Está bien – dijo poniendo un dedo sobre los labios de Marina – Te daré tiempo… Pero no demasiado. –dijo riéndose.

Ella también se rió y levantándose le dijo.

- Ahí tienes las bebidas. Sírvete lo que quieras Voy a ponerme guapa para ti.
- No creo que sea posible. Ahora mismo estás bellísima.
- Bien. Voy a intentarlo. – dijo sonriendo. Y se dirigió al dormitorio.

Armando se sirvió una copa y se entretuvo mirando el apartamento. No era muy grande, pero estaba decorado con buen gusto. Le cautivó el estilo de la decoración. Era una mezcla de estilo colonial con toques de diseño muy bien acoplados. Nada recargado. Le llamó la atención el gran ventanal tras el cual se veía una terraza. Se dirigió hacía allí, abrió el ventanal y salió. La terraza era enorme en contraste con el apartamento. En ella pudo ver un conjunto de mesa con sillas de teca bajo un cenador. Dos hamacas en un lado con una pequeña mesita entre ellas, algunas plantas y algo que no se esperaba. Al otro lado tenía una pequeña casa de madera. Se acercó hasta allí e intento abrirla. Tenía dos ventanas tapadas con cortinas. Estaba cerrada con llave. ¿Qué habría dentro? Se dirigió hacia la mesa diciéndose que le preguntaría a ella. Se sentó y se dispuso a esperar a Marina tomándose la copa. La temperatura era muy agradable y hacía un ligero viento que agitaba su cabello.

Ella se duchó, se arregló el cabello dejándoselo suelto y se vistió. Eligió un pantalón de piel negro y una blusa blanca cruzada y atada por detrás con un volantito de la misma tela en el escote y el final de las mangas que eran largas sobre un top negro. Se maquilló muy levemente y salió. Al no verlo en el salón, se dirigió a la terraza. Allí se encontraba Armando sentado tomándose una copa. Le pareció que estaba muy guapo con pantalón negro y camisa también negra. El ligero viento agitaba su cabello que acentuaba su bonito perfil.

- Ya estoy lista. – dijo ella acercándose.
- Parecía imposible, pero lo has conseguido. Estás aún más bella que antes. Y con ese pantalón tan ajustado voy a ser el hombre más envidiado del mundo. – dijo sonriendo.

Se levantó y caminó hacia ella. La abrazó y comenzó a besarla. Le puso una mano por detrás de la nuca y comenzó a mordisquearle el lóbulo de la oreja. Marina echó la cabeza hacía atrás y él empezó a besarle el cuello y retirando un poco la blusa le dio un beso en el hombro. Cuando dejó de besarla, le dijo sonriendo.

- Preciosa, creo que se te ha olvidado ponerte pendientes y aunque me encanta jugar con tus lindas orejitas creo que tú no estarás muy conforme sin ellos.
- Es verdad. Con las prisas se me ha olvidado ¡Vuelvo enseguida!
- Aquí te espero preciosa.

Marina regresó al dormitorio, escogió unos pequeños pendientes con un brillantito y se los puso junto con una cadenita a juego. Se miró en el espejo. Comprobó que todo estaba en orden y volvió a salir. Cuando el la escuchó llegar se volvió hacia ella y le dijo.

- Eso está mucho mejor. Ahora ya lo llevas todo.
- Si. Gracias por avisarme.
- De nada preciosa. ¿Puedo preguntarte algo?
- Si, claro. Pregunta.
- ¿Qué hay en la casita?
- ¡OH! Ese es mi laboratorio particular ¿Quieres verlo?
- Estaré encantado preciosa.

Marina fue a buscar la llave, abrió y le invitó a pasar. Entraron y ella le mostró el interior. Dentro se veía un tablero de madera que ocupaba toda la pared del frente y sobre el había un microscopio, tubos de ensayo y un hornillo. A la izquierda existía un pequeño armario y a la derecha una pequeña mesa redonda y una silla. Sobre ella había unos frascos.

- Como puedes observar aquí es donde elaboro mis perfumes y mis cremas. En aquel armario se encuentran los cuadernos con mis fórmulas y recetas.
- Así que aquí es donde preparas ese perfume que me hechiza.
- Si, aquí es. Y aquí es donde voy a preparar la fragancia para ti. Bueno para Pimpinella.
- Me encantaría ayudarte a prepararla. ¿Me dejarás hacerlo?
- Claro que si.
- Lo que no acabo de entender es porque no la realizas en el laboratorio de la compañía.
- Muy sencillo. Porque aquí no estoy sujeta a horarios y puedo trabajar en ello cuando quiera y todas las horas que necesite.
- Siendo así, me parece bien. Pero recuerda que quiero ayudarte.
- De acuerdo. Y ahora… ¿Nos vamos?
- Si preciosa. ¡Me muero de hambre! – dijo sonriendo.
- Yo también. – sonriendo a su vez.

Armado la llevó a cenar a una marisquería que tenía una terraza al aire libre. Se sentaron a una mesa. Les trajeron la carta y Armando eligió por los dos. Les sirvieron los entrantes y comieron hablando de cosas intrascendentes. Cuando les sirvieron el segundo plato Marina lo miró y no sabía por donde empezar. El se dio cuenta y le preguntó.

- Preciosa. ¿No has comido nunca bogavante?
- No. Y la verdad es que no se como se hace.
- No te preocupes yo te enseño.
- Gracias. Si no me vería en un apuro.
- No tienes por qué dármelas preciosa. Yo te enseño con gusto todo lo que tú quieras. –dijo sonriendo.- ¿Ves estas pinzas de aquí? Son para partir la cáscara así y con este tenedorcito sacas la carne. A ver inténtalo tu.

Ella lo intentó pero no pudo partir la cáscara.

- No puedo partirla. Está muy dura.
- Está bien. Yo lo haré. Acércate. – Y tirando de la silla de ella la acercó hasta el. Partió la cáscara y le dijo.
- Abre la boca preciosa.

Marina le hizo caso y la abrió. El le introdujo la comida y le dijo mirándola intensamente.

- Por lo que más quieras no vuelvas a hacer eso.
- ¿El que? – preguntó ella desconcertada.
- Abrir la boca de esa manera tan sensual.
- Perdón, no me he dado cuenta.- dijo ruborizándose un poco.
- Me están entrando ganas de levantarme y llevarte a un sitio menos concurrido y si lo vuelves a hacer, no podré resistir la tentación. – dijo con voz profunda.
- ¡Sr. Espinares! Haga usted el favor de concentrarse en la comida y deje de pensar en otras cosas. – dijo Marina fingiéndose enfadada. El rió de buen grado.
- Marina, eres increíble. Cada vez me sorprendes más y me enamoro más de ti.
- Pues te advierto que conmigo no vas a dejar de sorprenderte porque de vez en cuando me da por hacer travesuras.
- ¿Ah, si? ¿Y que clase de travesuras si puede saberse? – preguntó divertido.
- No sabría decirte. Se me ocurren en el momento.
- Creo que me va a encantar descubrirlas. – dijo mordiéndose el labio inferior de una manera muy sensual.

Armando volvió a darle otro poco de comida y ella le dijo traviesa.

- ¿Qué es lo que no quieres que haga? ¿Esto? – y volvió a abrir la boca de una manera muy sensual.
- ¡Marina por Dios! Me estas provocando a conciencia y no se cuanto podré resistir.- dijo el con mirada de agonía.
- De acuerdo. Me portaré bien. Es que no se como hacer para no provocarte.- dijo ella como una niña cuando ha sido regañada.
- Que te portes bien es lo que menos deseo. Me encanta tu manera de provocarme.- dijo riendo.

Cuando acabaron de cenar, le trajeron la carta de postres.

- Para mí, helado de vainilla regado con chocolate caliente.
- ¿Helado con chocolate caliente?
- Si. Te recomiendo que lo pruebes. El contraste de la vainilla helada con el chocolate caliente en la boca es delicioso.
- Eres golosa ¿Verdad?
- Si. El chocolate caliente es una de mis debilidades.
- Lo tendré en cuenta preciosa. Esta bien voy a hacerte caso y lo probaré
- Te va a encantar. Ya lo verás.

Cuando les sirvieron el postre, Marina espero a que el lo probara.

- ¿Y bien?
- Tenías razón preciosa. Está delicioso.
- Sabía que te gustaría.

Terminaron de tomar el postre. Tomaron café y salieron del restaurante.

- ¿Te apetece ir a tomar una copa? Conozco un sitio tranquilo donde además se puede bailar. Nada ensordecedor como la otra noche.
- Me parece bien. Vamos.

Subieron al coche y se dirigieron al lugar que había sugerido Armando. Cuando llegaron se sentaron a una mesa y pidieron unas copas. El le preguntó si quería bailar. Estaba sonando música lenta. Armando la sujetó por la cintura y ella recostó la cabeza en su pecho. El depositó su barbilla sobre la cabeza de Marina, la abrazó con firmeza y cerró los ojos. Le gustaba la sensación de sentirla pegada a su cuerpo.

- Me encanta sentirte pegada a mí. Me gustaría estar así contigo siempre.
- A mí también me gusta estar así recostada en ti y que me abraces. Me siento protegida.
- Te amo Marina.
- Yo también te amo.
- ¡Lo has dicho Marina! ¡Has dicho que me amas!- dijo mirándola a los ojos.
- Si Armando. Te amo. No puedo continuar engañándome a mi misma por más tiempo. Aunque sigo creyendo que esto es una locura, casi no nos conocemos.
- Nos amamos y eso es lo que importa Marina.
- Solo espero que no nos tengamos que arrepentir de esto y terminemos haciéndonos mucho daño.
- Eso no va a ocurrir nunca mi amor.
- Quiero creerte.
- Pues créeme preciosa.

Diciendo esto acercó su boca a la de ella muy lentamente y la besó como nunca antes había besado a ninguna otra mujer. Exploró su boca despacio, recreándose en ella.
Luego le echó la cabeza hacia atrás y comenzó a besarle el cuello. Eran besos cálidos y muy sensuales. Volvió a atrapar su boca, su respiración se tornó más agitada y el beso más apasionado. Estuvieron besándose así largo rato. Sus respiraciones cada vez se agitaban más. Esa mujer lo enloquecía. El le dijo con voz ronca por la pasión.

- Marina… Por favor vamos a sentarnos o no respondo de mí.
- Está bien. Como tú quieras.

Se sentaron muy juntos sin dejar de mirarse. Armando tomó su copa y bebió. Marina lo miraba y pensaba en cuanto le gustaba ese hombre. Sería capaz de perderse en sus ojos para siempre. De pronto recordó a Javier ¡Pobre Javier! Ella no tenía ni idea de que el continuaba amándola. Creía que eso había terminado hacía tiempo y lo que quedaba era una bonita amistad. Pero Javier había continuado sufriendo por ella en silencio.

- ¿En que piensas preciosa? – dijo Armando depositando breves besos en su rostro.
- Pensaba en Javier.
- ¿Debo ponerme celoso? – dijo el tensándose un poco.
- No mi amor. Hace tiempo que lo único que siento por Javier es un cariño de hermanos y pensaba que a el le sucedía lo mismo.
- Pues ya ves que no. El continúa muy enamorado de ti. El día que fuimos a comer juntos me lo confesó. Y me advirtió que no te hiciera daño.
- Lo siento, porque nunca podré corresponderle como el se merece. Y menos después de conocerte a ti. – dijo mirándole a los ojos.
- Eso me gusta preciosa. Mi amor, debo confesarte que soy un poquito celoso. Lo único que te pido es que siempre seas sincera conmigo.- dijo besándola.
- Siempre seré sincera. Lo prometo.
- En ese caso dejemos de hablar de Javier y hablemos de otras cosas.
- De acuerdo. ¿Hay algo que te preocupa?
- He estado pensando que tendremos que realizar una estupenda campaña publicitaria para el perfume.
- Supongo que si.
- Y para ello necesitamos un buen slogan y una bella modelo.
- No te preocupes por eso ahora. Una vez obtenida la fragancia surgirá un slogan. La modelo ya la buscaras en el momento oportuno.
- Estás muy segura. Me gustaría ser tan optimista como tu.
- Estoy convencida que la fragancia disparará las ventas.
- Me encanta que seas tan positiva.
- ¿Si? A mi me encantan otras cosas.
- ¿Cómo que?
- Como esto…- dijo besándolo.

Permanecieron hablando y haciéndose caricias un rato. Hasta que un hombre se acercó a ellos sin que se dieran cuenta.

- Vaya, vaya… Mira a quien tenemos aquí.

Armando se tensó. Reconocía aquella voz. ¡El aquí no! ¡Por favor Dios ahora no! Suplicó en silencio.

- ¿Qué haces tú aquí? –dijo levantándose.
- No lo mismo que tú por lo que veo. Además nos encontramos en un sitio público. Bonita adquisición. ¿No nos vas a presentar? Por cierto cuando te canses de ella me la puedes pasar. Me encantará consolarla. – dijo el hombre mirándola de una forma que a Marina le desagradó.
- Por lo que veo sigues siendo el mismo cretino de siempre Eduardo.
- Si. Pero soy un cretino feliz porque por lo que yo sé, las cosas no te van muy bien en Pimpinella.
- Se que eso te alegraría. Pero no cantes victoria aún.
- ¿No? ¡Lástima! Me encantará verte arruinado Armando.
- Eso no va a suceder.
- Ya veremos. ¿Por qué no me presentas a esta bella mujer?
- A ella la dejas en paz. Te lo advierto Eduardo. Olvídalo.
- Veo que continúas siendo tan poco amable como siempre. Pero me presentaré yo mismo. Soy Eduardo Mendoza. Encantado de conocerte preciosidad. –dijo cogiendo la mano de Marina y depositando un beso en ella. Marina retiró la mano al momento. Aquel hombre no le agradaba lo más mínimo.
- Eduardo… ¿Porqué no te vas a destilar veneno a otra parte y nos dejas en paz?
- Porque sabes que lo que más feliz me hace en este mundo es mortificarte querido amigo.- dijo riéndose.
- En ese caso nos iremos nosotros. No pienso compartir la velada contigo. ¡Vámonos Marina!- dijo enfadado.
- No es precisamente la velada lo que estaba pensando en compartir.- dijo mirándola de un modo muy desagradable.

Armando no contestó y asiendo a Marina de la mano se dirigió hacia la salida. Ella le preguntó.

- ¿Quién era ese hombre? Te hablaba de una forma muy desagradable. No me gusta.
- Necesito salir de aquí. Luego te lo explico.

Subieron al coche y Armando arrancó. Se encontraba muy molesto. Tropezar con su eterno enemigo no era lo que el consideraba la mejor manera de pasar una velada agradable.

Marina le observó el perfil. Tenía los labios apretados y una expresión de enojo en el rostro. Cogía con fuerza el volante y tenía los nudillos blancos. Señal de que se encontraba de muy mal humor. Llevaban un rato rodando cuando de pronto se apartó a un lado de la carretera y paró el motor. Golpeó el volante con las dos manos y exclamó.

- ¡Estúpido! ¡Estúpido Eduardo! – y salió del coche.

Comenzó a caminar a un lado y a otro. Marina descendió del coche y se acercó a el. Con voz muy suave le preguntó.

- Armando… ¿Quién era ese hombre?
- Un estúpido. –le contestó el sin dejar de andar.
- Mi amor, ese hombre te ha alterado mucho. Dime quien es por favor.

Armando dejó de pasear, se acercó a ella y la abrazó.

- Prométeme que te mantendrás alejada de él. No permitas que se acerque a ti. Ese hombre es muy peligroso Marina ¡Prométemelo!
- Te lo prometo. Pero me gustaría saber porque.

El se apoyó en el coche sin soltarla y manteniéndola abrazada comenzó a hablar.

- Su padre y el mío eran socios. Juntos fundaron Pimpinella. Todo fue muy bien al principio. Ganaron muchísimo dinero y la compañía adquirió mucho prestigio. Pero el padre de Eduardo no tenía suficiente. Quería más y comenzó a vender las fórmulas de la compañía a otras empresas de la competencia. Cuando mi padre se enteró, disolvió la sociedad y lo echó de allí. El le pidió perdón, le explico que se había dejado cegar por la ambición, le juró que no volvería a suceder. Le suplicó en nombre de su amistad que le perdonara Marina. Pero mi padre se sentía traicionado y no quiso escucharle. De ese modo se rompió una amistad que había durado toda la vida. El fundó otra empresa Ryna Cosmetics. Pero había perdido su credibilidad. Estaba marcado. Comenzó a tener muchas pérdidas. No pudo soportarlo y se suicidó. Eduardo y yo teníamos doce años por aquel entonces. Y de ser grandes amigos pasamos a convertirnos en enemigos acérrimos. De esta manera se rompió otra amistad. Eduardo culpa a mi familia de la muerte de su padre y de la ruina de la suya. Ha conseguido reactivar la empresa de su padre que le da buenos beneficios. Pero lo único que el desea en esta vida es hundirme a mi y a mi familia. Tan grande es su odio. Por eso no quiero que se acerque a ti. Podría hacerte mucho daño porque así me lo inflingiría a mi también. Mi amor.
- Entiendo. Procuraré mantenerme alejada de el.
- No podría soportar que te hiciera algo a ti. Solo de pensarlo me siento morir.
- No te preocupes. No le daré la oportunidad.
- ¿Me lo prometes?
- Te lo prometo mi amor.

Armando se abrazó a ella y la beso largamente. Cuando se separaron le preguntó.

- ¿Quieres que te lleve a casa o prefieres ir a algún otro sitio?
- No. Llévame a casa por favor. Por hoy ya hemos tenido suficientes emociones.
- Está bien señorita. A casa entonces.- dijo y parecía más relajado.

Cuando llegaron a casa de Marina, Armando paró el motor. Bajaron del coche y ella le preguntó.

- ¿Quieres subir?
- No preciosa. Estoy muy cansado. Enfrentarme a Eduardo me agota.
- De acuerdo, entonces ve a descansar. Por cierto, como mañana es Sábado había pensado comenzar a elaborar la fragancia. Te lo digo por si te apetece venir a ayudarme.
- Claro que si preciosa. ¿A que hora te va bien que venga?
- Sobre las diez esta bien. Pensaba trabajar todo el día en ello. Si te parece bien.
- Me parece perfecto. Además de ayudarte, pasaremos todo el día juntos. Me parece una magnifica idea.
- Perfecto. Entonces hasta mañana mi amor.
- No tan rápido. Primero debes despedirte de mí como es debido preciosa.

La abrazó y comenzó a besarla. Estaba encantado, aunque la noche había resultado un desastre a causa de Eduardo, la perspectiva de pasar todo el día con ella le seducía mucho.
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