Alas de Fantasia
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CAPITULO 6 ...... "SEDUCCION"
A las diez en punto Armando llamaba al timbre de Marina. Llevaba un ramo de rosas rojas. Se encontraba radiante. ¡Ella le amaba! Se lo había confesado la noche anterior. Solamente existía una cosa que no lo dejaba ser feliz del todo. Había estado pensando en ello durante la madrugada. Se desveló y no pudo volver a conciliar el sueño. ¿Qué sucedería cuando compartieran la cama? ¿Le volvería a suceder? Y si era así ¿Cómo reaccionaría ella? ¿Le rechazaría o lo comprendería? Estos pensamientos lo mortificaban. No podría soportar que Marina se alejara de él. ¿Por qué? Dios… ¿Por qué tenía que pasarle esto? Pero después de la larga vigilia llegó a la conclusión de retrasar al máximo el momento. O eso, o encontrar la manera de explicárselo a Marina. Por fin, decidió retrasarlo todo lo posible. Ahora alejó esos pensamientos y se preparó para pasar todo el día con ella.

Marina le abrió la puerta, llevaba un pantalón de punto y una camiseta ajustada. Se había recogido el cabello de un modo informal que la hacía más atractiva. Había preparado café ya que supuso que el no habría desayunado. Cuando lo vio pensó que estaba muy interesante vestido con unos tejanos y una camiseta que encajaba a la perfección en su musculoso torso. Ese hombre la fascinaba. Era atractivo además de cariñoso.

- Buenos días Armando. Adelante. ¿Quieres un café? Lo acabo de hacer.
- Hola preciosa. Si por favor. No he desayunado todavía.
- Puedo prepararte algo en un momento.
- No gracias, el café está bien. Ven aquí… ¿Te he dicho que estas bellísima esta mañana? – dijo abrazándola y besándola.
- Eres un adulador. – dijo riéndose.
- De adulador nada. Es la verdad. – y volvió a besarla.
- ¿Y esas flores?
- Son para ti mi amor.
- Gracias, son muy bellas.
- No tanto como tú.
- ¿Ves como eres un mentiroso? – dijo tomando las flores y besándolo.
- ¿Mentiroso yo? Te equivocas preciosa.
- Está bien. Tú ganas. Voy a servir el café.

Marina se dirigió a la cocina, buscó un jarrón para las flores y sirvió café en dos tazas. Volvió al salón y preguntó.

- ¿Prefieres tomarlo aquí o en la terraza?
- Donde tú prefieras preciosa.
- Entonces en la terraza.- y se encaminó hacia allí seguida de Armando.
- ¿Te has dado cuenta que este va a ser nuestro primer desayuno juntos? – dijo él.
- Es verdad. Sólo espero que no sea el último. – dijo sonriendo.
- Te prometo que no lo será. – dijo Armando sonriendo también.

Cuando terminaron se dispusieron para trabajar. Fueron a la casita y comenzaron a preparar todo lo necesario. Armando la ayudaba en todo lo que ella le decía. Fueron mezclando componentes y probando las distintas fragancias resultantes, pero ninguna les satisfacía lo suficiente. A la hora de la comida decidieron descansar y continuar después. Marina se desplazó a la cocina y empezó a preparar algo para comer. El se dirigió hacia allí también y le preguntó con un deje de incredulidad.

- ¿No me digas que también sabes cocinar?
- Claro que si. Y muy bien por cierto.
- Esto si que es una sorpresa. ¿Y que vas a hacer?- preguntó curioso.
- Algo sencillo. Un revuelto de carne con setas al vino blanco y una ensalada. Por cierto espero que te gusten las setas. Porque todavía no conozco tus gustos.
- Me encantan las setas. Y de momento eso huele muy bien. ¿Puedo ayudarte en algo?
- Si quieres puedes ir preparando la mesa en la terraza. En ese cajón están los cubiertos y allí, el mantel y las servilletas. En este armario los vasos y aquí el vino.
- A sus órdenes. Ahora mismo la preparo. – dijo riendo.- Te has puesto muy seria para decírmelo.
- ¿Si? No me he dado cuenta. – dijo riendo también.

Armando preparó la mesa. Y volvió a dirigirse a la cocina. Se situó detrás de Marina y la abrazó.

- Mmm… Si sabe igual que huele seré tu esclavo toda la vida.- dijo besándola en el cuello.
- Si continúas así nos vamos a quemar los dos.- dijo Marina sonriendo.
- Es cierto, de seguir así nos “quemaremos” los dos… - dijo con voz profunda.
- Armando… - dijo ella dándose la vuelta abrazándose a él y besándolo.
- Creo que voy a dejarte terminar de cocinar. Aunque me cuesta muchísimo soltarte. – dijo volviendo a besarla en la boca.

Se apartó y la dejó que terminara de cocinar porque se estaba encendiendo su pasión y era lo que quería posponer al máximo. No quería encontrarse en una situación comprometida. Pero Marina lo trastornaba tanto que no le resultaba fácil apartarse de ella. Se entretuvo viéndola trabajar. Y tenía que reconocer que lo hacía con destreza. No había conocido muchas mujeres que supieran hacerlo, la mayoría solo se preocupaban de su aspecto. Por eso se sorprendió tanto al verla en la cocina.

- Esto ya está. ¡Venga a la mesa!- dijo Marina.
- Después de usted señorita. – dijo Armando haciendo una reverencia que a ella la hizo reír.

Se sentaron a comer. Armando sirvió el vino y probó la comida.

- Marina… ¡Esto está delicioso! ¡Jamás había probado algo tan rico! dijo levantándose de la mesa y arrodillándose ante ella.- ¡Soy tu esclavo para siempre!
- ¡Estas loco! Pero eres un loco adorable. Nadie había celebrado tanto una de mis comidas nunca.- dijo riéndose.
- Claro que estoy loco. Pero solo por ti. Bueno y desde hoy por tus comidas también. – dijo sonriendo.

Continuaron comiendo y al terminar recogieron la mesa y la cocina. Después volvieron a trabajar y pasaron la tarde volviendo a realizar pruebas hasta que encontraron algo que les agradó a los dos. Esperaron un rato saliendo a la terraza para que su percepción se aclarara un poco, ya que después de haber probado diferentes aromas podía dar lugar a confusión. Cuando se despejaron, volvieron a inhalar la fragancia y convinieron en que era la adecuada.

- Marina… es una fragancia seductora. Ahora sólo nos falta el nombre. Te adoro preciosa.
- Aspírala otra vez cierra los ojos y dime que te sugiere.-Armando hizo lo que ella le indicaba.
- Es como si… Espera…Cuerpo y alma de mujer, terciopelo y azahar: pura seducción. Eso me sugiere.- dijo abriendo los ojos y mirándola.
- Ahí tienes tu eslogan. ¿Qué nombre le pondrías? – preguntó.
- Seducción ó Hechizo.
- Bien. Tienes que escoger uno de los dos.
- Seducción. –dijo Armando.
- ¿Te parece bien así o le cambiarias algo?
- No se… ¿Algo como que?
- Seducción o Seduction.
- Creo que mejor Seduction. Suena más comercial ¿No?
- Bien. Entonces quedaría algo así.- y Marina lo escribió en un papel.

SEDUCTION
“Cuerpo y alma de mujer, terciopelo y azahar:
pura seducción.”


- ¿Qué te parece?- preguntó Marina.
- Me parece perfecto ¡Lo hemos conseguido Marina! No creí que resultara tan fácil.- dijo abrazándola.
- Ya te advertí que los perfumes son mi especialidad.- dijo ella sonriendo.
- Y acabo de comprobar que es cierto mi bella hechicera. – y acercando su boca a la de Marina la besó muy dulcemente.
- Ahora sólo falta el frasco. Tiene que ser algo muy bello y que además cause impacto.
- Si. Tienes razón. Enseguida buscaré a quien lo diseñe. Conozco a alguien que puede facilitarme un contacto.- dijo sin soltarla.
- De acuerdo. Eso lo dejo a tu elección.
- También tenemos que pensar en la campaña publicitaria. Pero después de haber inhalado el perfume, creo que ninguna de las modelos que conozco me gusta para ello. El aroma me sugiere una belleza exótica.
- ¿Y no conoces a ninguna modelo así? – preguntó Marina.
- No que yo recuerde. Habrá que buscar.- dijo pensativo.
- Si te parece bien yo conozco a alguien que se ajusta a ese perfil.- dijo tímidamente.
- ¿De veras? ¿Y quién es?- preguntó el interesado.
- Es una amiga de la infancia. Sus rasgos son exóticos. Además es muy bella y siempre quiso ser modelo.- le explicó.
- Bien. ¿Y a que esperas para presentármela? Necesito verla para saber si es lo que busco.
- De acuerdo. La llamaré. Le expondré la situación a ver si acepta y ya te lo diré.
- ¿Y no la puedes llamar ahora?- dijo sonriendo.
- No. Está de viaje. El lunes la llamo. Te lo prometo.- dijo besándolo.
- Pero tendrá móvil ¿No? – insistió él.
- Si. Pero no la voy a molestar ahora. El lunes la llamo. De verdad. No seas impaciente.- sonrió
- Es que estoy nervioso. Quiero comenzar ya con la campaña.
- Pero si no tienes frasco. ¿Cómo vas a comenzar?
- Es cierto. Mira si estoy emocionado que lo había olvidado. –dijo riéndose y volviendo a besarla.

En ese momento sonó el móvil de Armando. Lo buscó y contestó.

- ¿Si? Dígame.
- Hola hijo.
- Dime mamá.
- ¿Estás aún con Marina?
- Si mamá. Todavía estoy aquí.
- Estupendo hijo. Invítala a cenar. Me encantará conocerla.
- No sé si aceptará. Se lo preguntaré.- dijo mirándola a ella.
- Bien. Insístele por favor. ¿Habéis conseguido algo?
- Si mamá. Ya lo tenemos.
- ¡Cuánto me alegro! Creo que esa chica me va a caer estupendamente.
- Eso creo. Me voy a poner celoso.- dijo riendo.
- Bueno. Espero que me llames para decirme si venís a cenar. He ordenado que le preparen su postre favorito. Pero es una sorpresa.
- Gracias mamá. Es un gran detalle. Enseguida te llamo. Adiós.

Armando colgó el teléfono y fue hacia Marina. La abrazó y le dijo sin dejar de besarla.

- Era mi madre. Quiere que vayamos a cenar. Desea conocerte.
- ¿A cenar? ¿A tu casa? ¿Con tu madre? No.
- ¿Porque no?
- Porque me moriría de vergüenza. Además ¿Cómo sabe ella de mi existencia?
- Porque yo le he hablado de ti. Marina… Ella sabe que te amo y que tú me amas.
- Peor aún. Me sentiría incómoda.
- No lo creo. Mi madre es muy dulce. Ya lo verás. Anda Marina. Por favor… A ella le haría mucha ilusión.
- Es que…
- Por favor…- dijo mirándola con ojos suplicantes.
- Bueno. Está bien. Me has convencido. Los malos tragos cuanto antes mejor.
- Ya verás como no será un mal trago. No te arrepentirás mi amor.- y volvió a besarla.

Marina se dirigió al dormitorio para cambiarse de ropa mientras Armando avisaba a su casa que irían a cenar. Cuando salió, él se quedó sin respiración. Estaba bellísima. Se había puesto un vestido estampado en tonos naranjas que acentuaba el color de su cabello el cual se recogió dejando unos mechones sueltos y contrastaba con el color de su piel. Como siempre, se maquilló muy suavemente.

- Marina estas… Impresionante.- dijo abrazándola.
- No digas tonterías. Sólo me he arreglado un poco. Voy a conocer a tu madre y no es cuestión de ir de cualquier manera.
- Pues el resultado es magnífico. Le vas a encantar. Ya lo verás.- dijo dispensándole tiernos besos en los labios.

Se dirigían en el coche hacía la casa de Armando. Marina estaba muy nerviosa. No sabía que hacer con las manos y las iba moviendo todo el tiempo. Iban a cenar con la madre de él. ¿Cómo sería ella? ¿Le caería bien? ¿La aceptaría o por el contrario pondría alguna pega? Todo esto iba preguntándose. Debía tranquilizarse un poco o la cena resultaría nefasta. Pero no sabía como hacerlo. Armando la miró y vio como ella se frotaba las manos de pura inquietud y le dijo medio en broma.

- Tranquilízate mi amor. Ya verás como mi madre no se come a las chicas tímidas.
- ¿De verdad? ¿Y entonces a que clase de chicas se come?- dijo riendo nerviosa.
- Sólo se come a las chicas lanzadas que pretenden devorar a su adorado hijo.
- Siendo así… Me tranquilizas…
- ¿Por qué tu no eres una chica lanzada?- dijo con sonrisa traviesa.
- No… Porque yo no pretendo devorar a su adorado hijo.
- ¿AH no? ¿Y entonces que pretendes? - dijo el curioso.
- Solamente amarlo y adorarlo. Aunque pensándolo bien… Creo que su hijo resulta muy apetitoso.- dijo mirándolo pícaramente de arriba a abajo.

Armando comenzó a reír a carcajadas. Tenía una risa preciosa que a ella le encantaba escuchar. Cuando paró de reír le dijo.

- Tu si que resultas apetitosa mi brujita. Me encanta tu sentido del humor.
- Anda ¿Y eso? ¿Por qué me has llamado brujita?
- Porque me tienes embrujado desde el primer día que te vi. ¿Te molesta que te llame así?
- No me molesta. Solo me ha sorprendido.
- Entonces a partir de ahora serás mi brujita.- dijo mirándola amorosamente.

Todo esto sirvió para que Marina se tranquilizara un poco. Al girar en un recodo se veía una imponente casa de dos plantas de color blanco, tenía las ventanas de madera. Contaba con una gran extensión de jardín y un bosque a la derecha. Ella la miraba asombrada. Jamás había visto una casa semejante.

- Armando… Mira que casa tan enorme. Es preciosa. ¿Quién vivirá ahí?
- ¿Te gusta?- dijo mirándola divertido.- Es mi casa.
- ¿Tú casa? Me estás tomando el pelo.- dijo incrédula.
- No Marina. No te estoy tomando el pelo. Esa es mi casa.- la miraba para ver su reacción.
- Es muy bonita… Y muy grande.- dijo sin dejar de admirarla.

Llegaron a la casa y descendieron del coche. Armando la tomo de la cintura y juntos ascendieron los dos peldaños de la entrada. Tenía una magnífica puerta de forja con unas cristaleras de colores que parecían flores. Él sacó la llave y abrió. Entraron en un vestíbulo precioso del cual partían unas amplias escaleras a la derecha. Armando la condujo hacía la izquierda y llegaron a un salón en el que había el retrato de una bella mujer sobre una chimenea. Armando le dijo.

- Espera aquí un momento. Voy a avisar a mi madre que hemos llegado. ¿Quieres tomar alguna cosa?
- No, gracias. Estoy bien.
- Entonces enseguida vuelvo brujita. ¿No te escaparás corriendo?- dijo besándola en los labios.
- No te preocupes. No me escaparé.- dijo ella devolviéndole el beso.

Armando salió del salón y Marina se dedicó a admirar el retrato. Se acercó a el. Era una mujer muy bella con unos extraordinarios ojos verdes. Tenía el largo cabello de color negro. La expresión de su rostro era serena. Llevaba un vestido de fiesta de color negro con un gran escote y una gargantilla con una esmeralda a juego con los pendientes. Tenia las manos una sobre otra en su regazo. Parecía bastante joven. Mirar aquel cuadro consiguió tranquilizar sus desbocados nervios. Casi no había reparado en el resto del salón. Continuaba mirando el cuadro cuando escuchó una voz a su espalda.

- En ese retrato tenía veinte años. Bella ¿Verdad? Pero los años no perdonan y todo se marchita.- dijo una mujer.

Marina se volvió a ver de quién se trataba. Y se encontró con una mujer que ya debía haber rebasado la cincuentena. Lo que más le llamó la atención fueron sus ojos. Eran del mismo color verde que la mujer del retrato.

- La mujer del retrato ¿Es usted?
- Si. Soy yo. Mi marido lo hizo pintar poco después de nuestra boda. Pero vamos a presentarnos como es debido. Tú debes ser Marina. Yo soy Ángela, la madre de Armando. Me alegra mucho que hayas decidido venir.
- Encantada de conocerla Sra. Ángela. Su hijo me lo pidió de tal manera que no me podía negar.- dijo un poco nerviosa.
- Es verdad, mi hijo puede ser muy convincente si se lo propone – dijo Ángela riéndose.- Pero por favor, llámame solamente Ángela. Odio que me digan señora. Me hace sentir mayor.- dijo guiñándole un ojo a Marina.
- ¡OH! Lo siento…Ángela.
- No te preocupes. Armando bajará enseguida. Ha ido a cambiarse para la cena. ¿Quieres tomar un aperitivo?
- No, gracias. Estoy bien así.
- Como quieras. Yo tomare jerez.- dijo sirviéndose una copita.- Pero ven. Siéntate aquí conmigo. – indicó un sofá y se sentó. Marina hizo lo mismo.- Eres mas bella de lo que me había dicho mi hijo. ¿Sabes? Está perdidamente enamorado de ti.
- ¿Quién está perdidamente enamorado mamá?- dijo Armando entrando en ese momento y salvándola de tener que decir algo.

Se había cambiado de ropa. Vestía pantalón negro y una camisa de color verde que le quedaba estupendamente y resaltaba el tono moreno de su piel.

- Tú por supuesto hijo.
- ¡Ah! ¿Si? Y de quién si puede saberse.- dijo dándole a su madre un beso en la mejilla y mirando a Marina divertido.
- De esta bella mujer. ¿De quién sino?- contestó su madre.
- Mamá. Claro que la amo, pero creo que la estas ruborizando. Aún no te conoce bien.
- No te preocupes… - dijo Marina bajando la vista.
- Lo siento. No era mi intención. Pero debes saber una cosa futura nuera. Yo siempre digo lo que pienso. Debes ir acostumbrándote. Y lo poco que he visto de ti, me gusta cielo.
- Gracias Ángela. No se preocupe. Ya me acostumbraré. – dijo ella.
- Muy bien. Entonces estamos de acuerdo. Y ahora pasemos al comedor. La cena ya debe estar lista.- dijo Ángela dirigiéndose hacía allí.

Armando tomó a Marina del brazo y dándole un beso en los labios le dijo mientras caminaban en pos de Ángela.

- ¿Ves como es encantadora? No debes ponerte nerviosa. Además le has caído bien.
- ¿Estás seguro?- dijo ella insegura.
- Claro que sí mi amor. En un momento te ha llamado futura nuera y además te ha dicho cielo. Le caes estupendamente.- dijo sonriéndole.

La cena transcurrió distendidamente con una conversación muy amena. Marina disfrutó mucho de la compañía de Ángela que resultó una mujer muy ingeniosa, y con sentido del humor. Lo que sirvió para terminar de tranquilizarla. Armando las observaba y se encontraba satisfecho. Tenía a las dos mujeres que más quería juntas y parecían llevarse a las mil maravillas. Cuando llegó el postre, Marina se asombró un poco y miró a Armando. Era helado de vainilla con chocolate caliente.

- Como puedes ver, mi madre se ha acordado de tu favorito.- dijo él.
- Gracias. No me lo esperaba.- dijo ella sonriendo.
- Armando me lo explicó la otra noche y he pedido que lo sirvieran hoy.- dijo Ángela.
- No se que decir. Es un gran detalle.
- No hace falta que digas nada cielo, quiero que te sientas a gusto con nosotros.- dijo la madre de Armando.
- Gracias otra vez. La verdad es que me siento muy bien aquí.- dijo Marina.
- Estupendo. Ven tantas veces como quieras. Las puertas de esta casa siempre estarán abiertas para ti.- dijo Ángela.
- Mamá. Mira que como te tome la palabra, no la sacaremos de aquí nunca.- dijo Armando para relajar un poco la conversación antes de que se convirtiera en demasiado seria.
- ¡Armando! Eres tremendo – dijo ella y los tres rieron a la vez.

Cuando tomaron el café, Ángela se disculpó diciendo.

- Ahora si me perdonáis, me retiro a descansar. Mis huesos ya no aguantan trasnochar. Marina, por favor ven siempre que quieras. Esta casa es muy grande y a veces me encuentro muy sola.
- No se preocupe. Vendré a verla siempre que pueda.- dijo ella.
- Te tomo la palabra cielo. Armando. ¿Me acompañas?
- Si mamá. Ahora mismo voy. Marina vuelvo enseguida. Está un poco mal de lo huesos y le cuesta subir la escalera. Estas en tu casa brujita.
- No te preocupes por mí. Acompáñala. Por aquí te espero.

Armando fue a acompañar a su madre y Marina salió al jardín que por aquel lado de la casa quedaba como en una terraza. Hacía un bonita noche y las vistas debían ser magníficas desde allí. Paseó un poco y se acercó a la piscina. Era grande y muy bonita. Continuó caminando y se quedó parada delante de la barandilla admirando las estrellas. Pensaba en lo bien que le había caído Ángela y esperaba que hubiera sucedido lo mismo con ella. Amaba a Armando pero creía que iban un poco deprisa. Sintió frío y se abrazó a si misma para entrar un poco en calor. No oyó los pasos de él que se acercó por detrás, la abrazó por la cintura y le dio un beso en el cuello.

- Te amo brujita.
- Yo también te amo Armando.
- ¿Qué te ha parecido mi madre?- preguntó él
- Tenías razón. Es encantadora. ¿Crees que le habré caído bien?- preguntó.
- No lo creo. Estoy completamente seguro. Fíjate como será que me ha pedido que te quedes a dormir para que pases mañana el día con nosotros.
- Pero… no he traído pijama ni ropa para cambiarme.
- No te preocupes por eso. Algo encontraremos. Ya ha mandado que te preparen una habitación.
- No se… - dijo indecisa.
- Anda… Quédate. Así mañana lo pasaremos juntos. Por favor…
- Esta bien. Siempre me convences – dijo ella sonriendo.
- Es que puedo llegar a ser muy convincente.- dijo Armando dándole la vuelta y comenzando a besarla.
- Eso me ha dicho tu madre.- dijo Marina correspondiendo a sus besos.

Después de un rato, la acompañó hasta su habitación. Cuando entraron allí vieron que ya le habían dejado un camisón muy fino sobre la cama. Armando la abrazó, le dio un beso y le dijo.

- Me encantaría verte con él puesto brujita. Pero no creo que sea conveniente… De momento… así que me voy. Hasta mañana mi amor.-dijo volviendo a besarla.
- Hasta mañana.

El salió de la habitación cerrando la puerta y Marina se preparó para dormir. Se puso el camisón que le pareció precioso y se metió en la cama. A dos puertas de allí, Armando hizo lo propio y cuando ya estaba en la cama pensó en lo cerca que estaba ella. A solo unos cuantos pasos de él. Pero no podía. No debía recorrer esos pasos. Soñaba con hacerle el amor a Marina. Pero no podía arriesgarse a que le sucediera lo mismo. Con ella no. Temía su rechazo si descubría su secreto. No le iba a resultar fácil conciliar el sueño sabiendo que ella estaba allí. Finalmente se durmió pero fue un sueño intranquilo. Cuando despertó recordó que Marina se encontraba en la casa y se duchó y vistió con rapidez. Sentía necesidad de verla. De sentirla a su lado. Bajó a desayunar y ella ya estaba allí desayunando con su madre. Las dos hablaban y reían alegremente. Le satisfizo enormemente verlas así.

- ¿Cómo se encuentran hoy mis chicas? – dijo dándole un beso a su madre en la mejilla y otro a Marina en los labios.
- Muy bien. Tu madre me estaba contando anécdotas de cuando eras pequeño. – dijo ella.
- ¡Ah! Ya veo. Mamá. ¿No le habrás explicado…?- preguntó.
- Por supuesto que sí. Y se ha reído mucho. –dijo su madre.
- Brujita. No creas nada de lo que te ha contado. Le encanta ridiculizarme. – dijo riéndose.
- No te preocupes Armando. No me he creído ni una sola palabra. – dijo guiñándole un ojo a Ángela y rompiendo a reír las dos.

Cuando terminaron de desayunar los dos fueron a dar un paseo. Ángela se excusó de ir alegando que tenía que supervisar la comida. Armando le enseñó el jardín y la llevó a pasear por el bosquecillo. Apoyándose en un árbol la abrazó y comenzó a besarla.

- Marina… No sabes lo que me ha costado no ir a tu habitación esta noche. Me enloqueces.- dijo con voz ronca.
- No esperaba que lo hicieras.- dijo ella.
- ¿Ah no? ¿Y por qué?
- Porque no me parece correcto estando tu madre en la casa.
- Tienes toda la razón brujita. Por eso no he ido. Pero ahora te tengo toda para mí.- y comenzó a besarla con pasión.
- Armando… Alguien puede vernos…
- Que nos vean. No me importa. Quiero besarte.- dijo cada vez más apasionado.

La tumbó en el suelo y comenzó a besarla con pasión contenida. Sabía que no debía ir más allá. Pero le costaba un tremendo esfuerzo parar. Le bajó los tirantes del vestido y fue besándola por el cuello, bajando por los hombros hacia su pecho. Su respiración se tornó más agitada. Atrapó uno de sus pezones con la boca y comenzó a juguetear con él dándole pequeños mordisquitos que a Marina la hicieron gemir. Luego se desplazó hacia el otro sin dejar de besarla. Su mano se deslizó por debajo de la falda. Y entonces poniéndose de pie se alejó de ella unos pasos.

- Armando… ¿Sucede alguna cosa?- preguntó ella confusa.
- No… No sucede nada. Es que tienes razón brujita podría vernos alguien. – dijo con la respiración todavía agitada.
- Está bien. Me habías asustado.- dijo recomponiendo su ropa.
- Volvamos a la casa mi amor. Ya es hora de comer. – dijo emitiendo un profundo suspiro. Había estado a punto de dejarse llevar por la pasión. Pero no debía volver a ocurrir o corría el peligro de fracasar y que ella le rechazara para siempre. Eso no podría soportarlo. La necesitaba como el aire que respiraba y cada vez la amaba más profundamente.

La comida resultó exquisita. El ambiente cada vez era de mayor complicidad entre las dos mujeres. Se llevaban estupendamente. A la hora de irse Ángela le volvió a pedir a Marina que fuera a verla cuando quisiera. Armando la llevó a su casa. Durante el camino no habló mucho. Después de lo ocurrido en el bosque se había vuelto un poco taciturno. Ella no quiso insistir en que le explicara lo que le sucedía. Si él lo consideraba necesario ya se lo contaría. Confiaba en eso. Cuando llegaron, Armando no quiso subir al apartamento. Se despidió de ella con un largo beso y un fuerte abrazo y se emplazaron para el día siguiente en la empresa. Marina entró en casa. Él se fue con el coche.

A medio camino de su casa, decidió dirigirse a la playa. Necesitaba pensar y el aire del mar le sentaría bien. Comenzó a pasear a la orilla del agua preocupado. No sabía cuanto tiempo más iba a poder contener su pasión. Cuando se encontraba con ella, perdía todo su autocontrol. Pero no podía arriesgarse. Sentía miedo. Si. Miedo de perderla. En el poco tiempo que llevaban juntos, Marina se había convertido en lo más importante de su vida. Nunca creyó que se podría amar a nadie de la forma en que él la amaba a ella. Tenía que resolver su problema. Pero no sabía como. ¡Marga! Ella no sabría nunca el daño que le había causado. Comenzaron a rodar unas lágrimas por su rostro, y enjugándoselas le gritó al mar.

- ¡Dios mío Marga! ¿Por qué me hiciste esto? ¿Por qué?

Se dejó caer de rodillas en la arena y continuó llorando dando rienda suelta a su amargura. Después de un buen rato dejó de llorar. Se sentía agotado y decidió encaminarse hacía su casa. Al llegar y antes de irse a dormir, llamó a Marina.

- ¡Hola brujita! – dijo con voz triste.
- ¡Buenas noches Armando! ¿Sucede alguna cosa?- preguntó preocupada.
- No, mi amor. Es sólo que necesitaba escuchar tu voz.
- La tuya suena extraña, como triste. ¿Estás seguro de que no sucede nada?
- Nada mi amor. Debe ser el teléfono.
- Mi amor, si algo te preocupara… ¿Me lo explicarías verdad?
- Claro que sí mi brujita. Pero puedes estar tranquila. Estoy bien. – dijo el disimulando su tristeza.
- Está bien. Te creo. Pero sigo diciendo que te noto un poco raro.
- Son imaginaciones tuyas.
- De acuerdo, son imaginaciones mías.
- Brujita… Sólo quería darte las buenas noches. Te amo.
- Buenas noches. Hasta mañana. Yo también te amo.

Cuando colgó, Marina se quedó intranquila. ¿Qué era lo que le sucedía a Armando? Lo había notado extraño toda la tarde, después de haber ido al bosque. Pero ahora su voz denotaba una profunda tristeza. ¿Qué secreto guardaba? Se dijo que tenía que averiguarlo. Lo amaba tanto que no podía permitir que se encontrara triste.

Por su parte, Armando se quedó un poco más tranquilo al escuchar la voz de Marina. Aunque ella había detectado su tristeza. Pero creía haberla disimulado bien. Decidió irse a dormir. Al día siguiente tendría mucho trabajo. Ahora que tenían la fragancia debía encontrar a quien diseñara el frasco.
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