A la mañana siguiente. Lo primero que hizo Armando al llegar al despacho fue llamar a sus contactos para averiguar quién podía diseñar el frasco. Un amigo suyo le dio el nombre y el teléfono de un creador de Nueva York que trabajaba para las más prestigiosas marcas. Le llamó enseguida. Le explicó lo que necesitaba y quedaron en que el diseñador realizaría unos bocetos y el viajaría a Nueva York la semana siguiente para escoger. Estaba satisfecho con su gestión y decidió ir a explicárselo a Marina.
Cuando entró en el laboratorio, ella se encontraba sentada realizando unas mezclas. Estaba tan absorta en su trabajo que no lo oyó entrar. Armando la abrazó por detrás y la besó en el cuello. Marina se sobresaltó un poco.
- Me has asustado Armando.
- Es que estabas tan ensimismada que no he podido resistir la tentación. – dijo dándole la vuelta a la silla.
- Te encuentro muy optimista hoy.
- Si. Es que tengo una gran noticia. Ya tenemos quién diseñe el frasco.
- Eso es excelente. Pero cuéntamelo todo. ¿Como lo has resuelto tan rápido?
- Te lo voy a explicar todo brujita. Pero antes quiero besarte…
- Nos van a ver todos los del laboratorio.
- No me importa. ¡Que nos vean! ¡Quiero que todo el mundo sepa que te amo! – dijo y mirando hacía afuera levantó los brazos y grito.- ¡Amo a esta mujer!
- No hagas eso. Van a creer que estas loco. – dijo riendo.
- ¡Quiero que todo el mundo sepa que me tienes embrujado! – dijo él volviendo a abrazarla y besándola en la boca.
Cuando dejó de besarla, Armando le explicó como había conseguido contactar con el diseñador.
- ¿Y tienes que ir a Nueva York?- preguntó.
- Si mi amor, la semana próxima. ¿Quieres venir? – preguntó.
- Me encantaría, pero no puedo. Tengo que intentar terminar esta fórmula. Por cierto yo también he hecho los deberes. He hablado con Adriana.
- ¿Adriana? ¿Quién es?- preguntó el.
- Adriana es la amiga de la que te hablé ayer. Tu belleza exótica.- explicó Marina.
- Es cierto. ¿Y que te ha dicho?
- En principio le interesa. Pero ahora mismo se encuentra trabajando fuera de la ciudad y no puede venir a vernos.
- Pero… ¿Podemos ir nosotros a verla a ella?
- Supongo que si. La llamaré y le preguntaré.
- Llámala ahora. Por favor…
- Está bien. Espera.
Marina tomó el teléfono y marcó el número de Adriana. Esta tardó un poco en contestar y cuando se disponía a colgar escucho la voz de su amiga al otro lado de la línea.
- ¿Adriana? Soy Marina de nuevo.
- Dime Marina.
- Verás… Estábamos pensando en la posibilidad de ir nosotros a verte.
- Me parece estupendo. Pero tendrá que ser en el fin de semana. Es cuando dispongo de un poco de tiempo.
- ¿El fin de semana? – preguntó mirando a Armando quién asintió con la cabeza.- De acuerdo. Pero debemos buscar alojamiento.
- Por eso no te preocupes Marina. Yo me encargo. ¿Cuántas personas vendréis?
- ¿Cuántas personas iremos?- Armando levanto dos dedos, la señaló a ella y después a él.- Dos personas. Iremos Armando y yo.
- ¿Armando y tú? Marina… ¿Tienes algo que contarme? Esto me huele a romance.
- Adriana ya hablaremos.- dijo ella evasiva.
- Esta bien. Comprendo. Ahora no puedes hablar. Pero es que como hace tanto que no nos vemos no estoy al día. – dijo riendo.
- Si… es cierto. Bueno tu te ocupas del alojamiento has dicho ¿Verdad? – dijo riendo también
- Si yo lo busco. ¿Vendréis el viernes?
- Si. El viernes por la mañana y nos quedaremos…- Miró a Armando.
- El domingo- dijo el bajito.
- Hasta el domingo. ¿De acuerdo?
- De acuerdo. Hasta el viernes entonces Marina.
- Hasta el viernes Adriana.
Colgó el teléfono y se volvió hacia él. Armando se acercó a ella y la abrazó.
- Me encanta la idea de pasar todo el fin de semana contigo mi amor.- dijo el.
- A mi también. Pero no olvides que vamos por trabajo.
- Si es cierto. Pero estaremos juntos.- dijo besándola en la nariz.
- Armando… ¿Me vas a explicar que te sucedía anoche? –preguntó Marina cogiéndole de la barbilla para que la mirara a los ojos.
- ¿Anoche? No me sucedía nada brujita. Solo necesitaba escuchar tu voz.
- Está bien. Ya veo que no confías en mí. Porque algo te ocurría.- dijo ella en tono de reproche.
- Mi amor… Claro que confío en ti. Pero no sucedía nada, de verdad. ¿Por qué lo dices?
- Porque creo que conozco todos los matices de tu voz, y ayer reflejaba tristeza.
- Por supuesto que estaba triste, brujita. Pero era por que no te tenía a mi lado. Creo que no puedo vivir sin ti.-dijo abrazándola fuertemente. Se dijo que Marina era muy perspicaz y lo conocía mejor de lo que el creía.
Ninguno de los dos se dio cuenta que Oscar los había estado observando todo el tiempo. Lástima que los cristales del laboratorio fueran insonorizados. Se moría de curiosidad por saber lo que hablaban allí dentro. Su mente trabajaba a toda máquina. Había diseñado un plan para vengarse, pero por lo visto le iba a resultar difícil llevarlo a cabo. Aunque estaba seguro que se las ingeniaría para realizarlo.
La semana transcurrió tranquila. Marina había intentado contactar con Javier, pero no lo pudo localizar. Parecía que la esquivaba. Tenía que hablar con él. No quería perder su amistad. Decidió ir a verlo a la clínica. Se dirigió al despacho de él y lo encontró allí.
- Hola Javier… Llevo toda la semana intentando hablar contigo.
- Hola princesa… Lo siento, pero he estado muy ocupado. –dijo el.
- Ya veo… ¿No será que estás enfadado conmigo y por eso me esquivas?
- ¿Enfadado yo? No princesa. Sólo he estado ocupado.
- Javier… Hace años que nos conocemos. Dime que te sucede. Por favor…
- Está bien princesa… Te he estado esquivando… porque ahora que tienes a Armando. Ya no me necesitas.- dijo dolido.
- Claro que te necesito. Ahora más que nunca Javier. Tú eres mi mejor amigo y no quiero perderte. – dijo abrazándolo.
- Princesa… No me vas a perder nunca.- dijo correspondiendo a su abrazo y cerrando los ojos.- He sido un estúpido. Perdóname.
- No tengo nada que perdonar. En todo caso perdóname tu a mí por no poder corresponder a tu amor.- dijo ella comenzando a llorar.
- No llores princesa, por favor…Siempre estaré contigo. No te vas a librar nunca de mí.- dijo el sonriendo y secándole las lágrimas.
- Gracias Javier. Espero que cumplas tu palabra. Y que siempre estés a mi lado.
- No te preocupes princesa…La cumpliré.- dijo depositando un tierno beso sobre su pelo.
Llegó el viernes, Armando cargó los equipajes en el coche y partieron a encontrarse con Adriana. Llevaba todo el día un poco huraño. No le quería explicar que le sucedía aunque ella había intentado que lo hiciera varias veces. Estuvieron paseando por la orilla del lago y disfrutando del maravilloso paisaje. Hacía un rato que volvieron de cenar en el pueblo en un restaurante encantador. El no había hablado mucho. Se encontraba pensativo y distraído. El cambio había acontecido cuando llegaron esa mañana a la cabaña a dejar sus equipajes. Durante el viaje Armando había estado hablador y cariñoso como siempre. No entendía que le ocurría. Pero pensó que cuando estuviera dispuesto se lo explicaría el mismo. Estaba un poco nerviosa. Tendrían que compartir la misma cama.
Estaba preocupado. Al llegar esa mañana a la cabaña, se dio cuenta de que solo tenía una habitación y como era normal la tendrían que compartir. El había esperado por lo menos dos habitaciones y con la excusa de respetar a Marina, dormir cada uno en una diferente. Pero no había resultado así. No sabía lo que podía pasar. Tenía que reconocerlo. ¡Tenía miedo! Miedo de compartir la cama con Marina. ¡Dios! Menudo atolladero. Eso le había mantenido callado y huraño durante todo el día. Ella no tenía la culpa de su problema pero no se sentía con fuerzas para explicarle lo que le sucedía. Sentía pánico de su reacción. Casi había llegado la hora de ir a dormir. Ya lo había retrasado bastante. Se encomendaría a Dios y que fuera lo que el quisiera.
- Marina… ¿vamos a dormir? Ya se esta haciendo tarde.
- Si. Armando vamos.
Entraron en la cabaña. Se dirigieron a la habitación y se dispusieron a cambiarse de ropa para dormir. Ella se cambió en el baño. Llevaba un pantalón muy corto y una camiseta de tirantes. Cuando regresó a la habitación Armando se encontraba en la cama. Tenía la espalda apoyada en el cabezal. No llevaba parte de arriba del pijama. Y ella pensó que era el hombre más bello del mundo.
- Mmmm… ¿Sabes que estas preciosa vestida así?
- No, no lo sabía. No seas tonto.
- No soy tonto. Estas preciosa. Espero que no te moleste que no me ponga la chaqueta del pijama. Yo siempre duermo sin ella.
- Claro que no me molesta Armando.
- Entonces ven y acuéstate.
- Enseguida voy.
Se acercó a la cama y se metió dentro. No sabía como ponerse y se removía en ella. El la miró divertido y le dijo.
- Relájate preciosa. Ponte cómoda. No muerdo.
- No estoy nerviosa.
- ¿Noo? Menos mal. Me habías asustado. ¡Marina parece que tengas serpientes en la cama! – dijo riéndose.
- Lo siento. De verdad siento molestarte.
- Tú no me molestaras nunca brujita. Todo lo contrario. Me encanta que estés aquí a mi lado en esta cama.
Ella se acercó a el y recostándose en su pecho se relajó un poco. Armando la besó en la frente para tranquilizarla un poco más. Ella levanto la cabeza y le miró a los ojos. Y en ellos vio ¿Miedo? Pero miedo ¿de que? Era un hombre experimentado o al menos eso creía ella. Decidió preguntarle que le sucedía.
- Armando… Has estado muy callado durante todo el día. Por favor dime que te sucede.
- No me sucede nada Marina.
- ¿De verdad?- dijo mirándole a lo ojos.
- De verdad preciosa.- contestó el sonriendo.
- Está bien. Ya me lo explicaras cuando lo creas conveniente. Pero puedes confiar en mi ¿Lo sabes no?
- Si, preciosa lo sé. Si no confío en ti ¿en quien podría hacerlo? Pero no sucede nada. Estate tranquila.
- De acuerdo. No diré una palabra más.
Estuvieron así durante un rato sin hablar. Armando pensaba que lo que más le gustaría en ese momento sería hacerle el amor. Pero no podía. No debía. ¿Cuál sería la reacción de ella? ¡Dios! ¡Si solo estuviera seguro de poder responderle como deseaba! Pero temía fallarle y eso no se lo perdonaría nunca. ¡La amaba tanto!
Marina pensaba que le encantaría que el le hiciera el amor. Aunque no hacía mucho tiempo que se conocían. Sentía que lo amaba profundamente y en ese momento no deseaba estar en otro sitio que no fuera ahí con el.
En ese momento los dos se miraron a los ojos y Armando cerrando los suyos gimió y la besó. Fue un beso lento. Quería llenarse de ella. Recorría cada rincón de su boca como si fuera la primera vez. No quería dejar de explorar ni uno solo. Marina le respondió de la misma manera. Pero poco a poco el beso fue tornándose apasionado. Ella empezó a juguetear con sus dedos con un pezón de el. Lo que provocó que se encendiera su pasión. El la recostó sobre la cama y mientras continuaba besándola le quitó la camiseta. Se apoyo sobre un codo y se recreó admirando su torso desnudo, su pecho. Bajó la cabeza y comenzó a besarla bajando lentamente hacia el pecho de ella. Cuando llegó allí, se entretuvo besando sus pezones. Primero uno y luego el otro. Lo que provoco que Marina gimiera de placer. Le dio pequeños mordisquitos en ellos y la pasión de ella se inflamó por completo. Continuó bajando por su abdomen besándola y dejando a su paso una estela de fuego en ella. Ella enredó sus manos en el cabello de el y le acariciaba. Sus respiraciones iban acompasadas. Cada vez más aceleradas. Le bajó el pantaloncito y continuó bajando con sus besos hasta donde quería llegar. Marina se creía morir. Nunca había experimentado algo como aquello. Ese hombre sabía hacerla estremecerse de placer. El levantó la cabeza y la miró en su desnudez. Con la respiración acelerada y voz muy profunda le dijo.
- Marina eres preciosa. Me vuelves loco. ¡Te amo!
Y se dispuso a realizar el mismo recorrido de subida hasta su boca. Sus manos la acariciaban con delicadeza. Pero sin dejar de tocarla en ningún momento. Fue besándola lentamente de nuevo por su ombligo. Donde deposito unos tiernos besos que a ella la volvieron a hacer gemir. Al oírla la pasión de el creció. Su respiración se agitó más y más. Esa mujer lo enloquecía. Continúo su ascenso por su abdomen. Y volvió a pararse en su pecho para volver a juguetear con ellos. Mientras su experta mano se deslizó por entre las piernas de ella que se abrieron un poco para recibirla. Su boca buscó su cuello y le dio tiernos besos en el. Después continuó su ascenso hacia su boca. La atrapó y la besó con pasión. Marina le acariciaba la espalda y fue bajando sus manos hacia el pantalón de el para quitárselo. Movió las manos hacia delante para bajárselos y al hacerlo notó toda su masculinidad. El gimió y se situó un poco encima de ella sin dejar de besarla. Con su pierna abrió un poco las de ella y en ese momento los recuerdos acudieron a su mente. Se tensó y se puso rígido. Gimió y exclamó.
- ¡Dios! – su grito sonó como un lamento.
Se aparto a un lado, enterró la cabeza en la almohada y se quedó inmóvil boca abajo. Marina al principio no sabía como reaccionar. Pero después se incorporó un poco y se acercó a él. Le puso una mano en la espalda y le dijo.
- Armando… ¿Qué sucede?- y como él no contestó.
- Armando… ¡Contéstame! ¿Qué pasa?
- ¿Te encuentras mal? – Armando continuaba sin contestar.
En su mano notó como el cuerpo de el se estremecía ligeramente. Se acercó un poco más y se dio cuenta de que él… ¡No podía ser! ¡Estaba sollozando! ¡Si, estaba sollozando!
- Armando… ¡Por Dios! ¿Qué te pasa?
- ¡Armando contéstame por lo que mas quieras! ¡Me estás asustando!.... ¡Armando!
El levantó un poco la cabeza de la almohada y le dijo.
- ¡Perdóname Marina! ¡No puedo! – envolviéndose en la sábana se levantó de espaldas a ella.
- Armando… ¿He hecho algo mal? ¡Dímelo por favor!
- No Marina no has hecho nada mal. No eres tú. ¡Soy yo! ¡Perdóname por favor! – y diciendo esto se dirigió al baño.
Cuando entró en el baño apoyo las manos en el lavamanos y se miró en el espejo. Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas. Se retiró el pelo de la cara con las dos manos. Cerró los ojos y apartándose de allí se recostó en la pared. Fue resbalando por los azulejos hasta quedar sentado en el suelo. Volvió apartarse el pelo de la cara y lloró. Lloró como nunca antes lo había hecho. ¡Le había fallado a Marina! ¡Amándola como la amaba y no le había podido responder! Apoyó la cabeza en sus rodillas y dio rienda suelta a su tristeza. Dando un puñetazo a la pared que había a su lado grito:
- ¡Maldita Marga! ¡Maldita seas! ¡Ojala te pudras en los infiernos! ¡Me arruinaste la vida! ¡Por tu culpa no puedo responderle como un hombre a la mujer que más he amado en mi vida! ¡Maldita!
Marina quería correr tras el. Le parecía escucharle hablar ¿Qué podía haberle sucedido? ¡El la amaba! ¡Se lo había dicho mil veces! Se demoró porque no hallaba su pijama. Encontró la camisa de Armando y se la puso para cubrirse un poco. Se dirigió al cuarto de baño.
Cuando entró allí. Lo buscó con la mirada y lo vio acurrucado en el suelo tapándose la cara con las manos y llorando desconsoladamente. Se precipitó hacia allí y poniéndose de rodillas frente a el. Le dijo con voz suave.
- Armando… Dime que te sucede ¡Por favor…!
- Déjame solo Marina. Te lo suplico.
- Armando….
- Quiero estar solo Marina.
- No pienso dejarte solo Armando. No en este momento.
- Marina… Perdóname ¡Te he fallado! - Y volvió a estremecerse con los sollozos.
- Escúchame… ¡Escúchame! Tu a mi no me has fallado Armando. Estas cosas pasan.- dijo acariciándole el pelo.
- ¡Si! ¡Te he fallado a ti! ¡A ti!
- ¡No! No me has fallado mi amor.
Marina intento apartarle las manos del rostro. El se resistía. Cuando al fin lo logró le levanto la cabeza con mucha ternura y lo que vio en sus ojos la asustó. Era un ser atormentado y ella se dijo que tenía que averiguar la causa de aquel tormento para poder ayudarlo.
- Por favor… Por favor…Dime que te atormenta para que pueda ayudarte.
- Nadie puede ayudarme.
- Mi vida… Yo puedo ayudarte si tu me dejas.
- No. No puedes.
- ¡Por Dios Armando! Déjame ayudarte.
- Yo no quería que vieras esto Marina. Te juro que no quería que lo vieras.
- Que no viera ¿Qué?
- Este despojo humano que tienes delante.
- Por favor no digas eso. Tú no eres un despojo. ¡Tu eres el hombre que amo!- dijo ella comenzando a llorar a su vez.
- No merezco tu amor.
- ¡Si lo mereces! Lo mereces y por eso yo te lo he dado.
- Marina. Necesito estar solo.
- No pienso dejarte. ¡Por Dios habla conmigo! ¡No me apartes ¡
- Debo apartarte. Yo no valgo la pena.
- ¡Si vales la pena! ¡Déjame formar parte de tu vida! ¡No me apartes de ella! Por favor…
- Debo hacerlo…
- ¡No! ¡Quiero ser parte de tu vida mi amor! ¡Te amo como nunca creí amar a nadie! ¡Por favor Armando! ¡Dime que es lo que te atormenta!
- No puedo… No puedo hacerlo.
- ¡Pero yo puedo ayudarte! Escúchame… ¡Escúchame!… ¡Yo quiero ayudarte! ¡Juntos podemos superar cualquier cosa!
- Esto no.
- Óyeme bien. ¡Tú eres mi vida! Sin ti no soy nada. Por favor no me dejes fuera… ¡No podría soportarlo! ¡Por favor…!
Marina se dejó caer a un lado derrotada. Lloraba por Armando. Lloraba por ella. Lloraba porque el la había dejado fuera de su vida al no querer compartir sus problemas. Lloraba por su amor.
Los dos se quedaron sentados en el suelo llorando. Al cabo de mucho rato Armando volvió a hablarle.
- Marina…
- Dime Armando
- ¿De verdad quieres ser parte de mi vida? – lo dijo con una profunda tristeza.
- Si mi amor. ¡Si quiero ser parte de tu vida! ¡Claro que si!
Armando se apoyo en el pecho de ella que lo acogió entre sus brazos y lo acunó con todo el amor que sentía por el.
- Llora mi vida. Desahógate. Saca esos demonios que te atormentan.- dijo ella llorando a su vez pero sintiendo una infinita alegría por que el la dejaba formar parte de su vida.
Cuando Armando dejó de llorar agotado, empezó a hablar con ella.
- Debo explicarte lo que me sucede.
- Hazlo solo cuando lo creas conveniente. Yo no voy a atosigarte mi amor.
- Lo voy a hacer ahora. Quiero sacarme esto de aquí dentro.- dijo apretujándose el pecho en el lugar del corazón.
- Esta bien. Si lo quieres así. Escucho.
Armando se dispuso a explicarle cual era su problema. Con voz infinitamente triste comenzó a hablar. Continuaba acurrucado entre los brazos de ella y no podía ver su rostro.
- Hace tres años tuve una novia. Creía que la amaba y pretendía casarme con ella. Creí que ella también me amaba. ¡Que iluso! Ella solo buscaba mi dinero. Faltaban dos meses para la boda. Yo tuve que salir de viaje por negocios. Estuve fuera una semana, pero volví antes de tiempo. Al llegar me dirigí a la que iba a ser nuestra casa y allí estaba ella. En nuestra cama con otro hombre. Creo que era el encargado de la decoración. Me indigné. Me enfurecí. ¡Me estaba engañando en mi propia casa! ¡En aquel momento los hubiera matado! ¡Te lo juro Marina! ¡Quería matarlos! El muy cobarde salió corriendo al ver mi furia. Pero ella se quedó allí en la cama desafiándome. Le pedí explicaciones. ¡Y me las dio! ¡Vaya si me las dio! Me dijo que menos mal que los había encontrado juntos. Porque así se ahorraba el tener que decírmelo. Yo le pregunté ¿Por qué Marga? ¿Por qué me has engañado así en mi propia casa? Y me lo dijo. Dijo que me engañaba con aquel tipo porque la satisfacía más que yo. Que lo único que yo tenía de bueno era mi dinero. Porque ni en la cama servía. Me dijo que jamás podría satisfacer a ninguna mujer porque no era lo suficientemente hombre.
Marina pensó ¡OH Dios! ¡Cuánto daño le hizo esa mujer! Y continuó llorando mientras le escuchaba.
- Que me creía muy macho y ni siquiera le llegaba a la suela del zapato a un eunuco. Y mientras decía esto se estaba riendo ¡Me humilló Marina! ¡Se reía de mí! Me dijo que se alegraba infinitamente de no tener que volver a hacer el amor conmigo porque para ella era un suplicio tener que fingir que disfrutaba haciéndolo. ¡La hubiera matado en aquel mismo instante! Pero no pude. Me quedé paralizado. Y eso sirvió para que ella se riera aún más. Salí de allí humillado y derrotado. Y no volví a verla más.
Volvió a estremecerse por los sollozos y Marina le intentó tranquilizar.
- Mi amor. No te atormentes más. ¡Dios mió! ¡Cuánto debes haber sufrido!
- Lo peor fue que yo la creí Marina.
- ¡Dios!
- Estuve encerrado en mi casa sin salir durante un tiempo. Y después empecé a salir cada día con una mujer diferente. Tenía que demostrarme a mi mismo que si era un hombre.
- Mi vida. Todo eso ya pasó. Debes arrancarlo de tu mente y olvidarlo.- ella continuaba acunándolo.
- Marina… Eso no es todo.
- Te escucho mi vida.
- Esto que te voy a decir no lo sabe nadie más.
- Confía en mí. Sólo lo sabremos tú y yo.
El se puso de rodillas frente a ella y mirándola a los ojos dijo.
- Marina… Hace tres años que no he podido hacer el amor con ninguna mujer.
- Pero tu mismo has dicho que has salido con muchas diferentes.
- Si Marina. Pero a la hora de la verdad mi mente se llenaba de recuerdos y era incapaz de hacer nada. Hoy me ha sucedido lo mismo.
Marina cerró los ojos y lo abrazó. Ahora comprendía lo que había ocurrido en la habitación de al lado. El lo había intentado pero no había podido. Tan grande era el daño que aquella mujer le había inflingido. Armando se separó de ella y le preguntó
- ¿Comprendes ahora por que no puedo obligarte a permanecer junto a mí? He intentado superarlo pero… ¡No puedo!
- Mi amor… Tómate tu tiempo. Yo no tengo prisa.
- ¿Estas segura Marina?
- Segura.
- ¿Y cuanto tiempo serás capaz de esperar?
- Si realmente me amas. Todo el tiempo del mundo. Mi amor no hay nada que yo no pueda hacer por ti ¿Me amas?
- Te amo más que a mi propia vida.
- Entonces puedo esperar siempre.
- ¿No te cansaras?
- Si tengo tu amor no.
- Marina… Por favor no me falles. No podría soportarlo.
- No te fallaré. Puedes estar seguro. ¡Te amo!
- ¡OH! Marina…
- Tómate tu tiempo. Sin prisas. Creo que el haber hablado de ello te hará mucho bien.
- Está bien mi amor.- la besó e intento secar sus lágrimas.- Creo que deberíamos intentar dormir un poco. ¿No crees?
- Tienes razón.
Se ayudaron el uno al otro a levantarse y lentamente se dirigieron hacia la cama. Se acostaron y Armando la cogió pegándola a su cuerpo. Ella se acurruco y así se quedaron dormidos. Durante la noche ella se despertó y se dio cuenta de que se había dado la vuelta. Estaba de lado en la cama y el se encontraba pegado a su espalda, había pasado un brazo por encima de ella como si no quisiera que se fuera. Sonrió y volvió a dormirse.
Cuando la luz entró a través de las cortinas Armando se despertó. Al principio no recordaba dónde se encontraba. Miró hacia el lado y vio a Marina dormida sobre su pecho. El la tenía cogida por la cintura. Sonrió y se quedó allí mirándola. Le gustaba verla dormir. Tenía una expresión relajada. Era tan bella. Y lo amaba. Se lo había dicho la noche anterior. ¡La noche anterior…! Había sido la peor de su vida. Creyó que Marina le rechazaría para siempre y eso no hubiera sido capaz de soportarlo. Pero ella se encontraba durmiendo a su lado. Con su ayuda superaría cualquier cosa. Hasta eso. Esperaba.
Marina se despertó y le sonrió. Fue como si se hubiera iluminado el mundo.
- Mmmm. Buenos días.
- Buenos días perezosa.- dijo besándola.
- ¿Hace mucho rato que estas despierto?
- Si un poco.
- ¿Y que hacías?
- Verte dormir mi amor. Me encanta ver como duermes.
- ¿Ah si?
- Si. Estas bellísima.
- ¿De verdad?
- De verdad. Pero ahora hay que levantarse perezosa.
- No. Quiero estar un ratito mas así contigo.
- Y yo. Pero tenemos una cita ¿Recuerdas?
- Es verdad.
- ¿Quién usa el baño primero?
- Tu. Así estoy un poquito más en la cama.
- Está bien. Voy yo primero.
Le dio un profundo beso. Se levantó y se dirigió al baño. Marina se quedó un poco más en la cama, abrazando la almohada de el y aspirando su olor.
Cuando el salió del baño. Solo llevaba puesta una pequeña toalla. Estaba realmente guapo con el cabello mojado y la toalla. Marina sonrió maliciosamente.
- Perezosa. Ya es hora de levantarse.- dijo de pie mirándola. Vio la mirada picara de ella y le pregunto- ¿En que estas pensando que tienes esa mirada traviesa en tus ojos?
- ¿De verdad quieres saberlo? – dijo volviendo a sonreír.
- Si claro que si. – sonriendo a su vez.
- Mmmm. Estoy pensando que me dan ganas de levantarme y arrancarte esa toalla a mordiscos.
Armando soltó una sonora carcajada. Y riéndose le dijo.
- No serás capaz.
- ¿Quieres verlo? – dijo haciendo ademán de levantarse.
Armando se acercó a la cama riendo y tumbándose junto a ella comenzó a besarla.
- Cada día me sorprendes más. No sabía que eras tan traviesa.
- Tú espera y verás. Puedo serlo mucho más.
- Está bien mi amor. ¡Vamos! A la ducha o no llegaremos.
- Ya voy. Ya voy. Pero que sepas que me quedo con las ganas de quitarte la toalla.- dijo riendo y dirigiéndose hacia el baño.
- Lo tendré en cuenta mi amor.- dijo riéndose también.
Mientras se duchaba, Marina recordó lo sucedido la noche anterior. Ahora ya sabía lo que atormentaba a Armando. Comprendía el miedo de él al rechazo. Aquella mujer había sido extremadamente cruel. Pensándolo bien, creía saber el motivo. Había sido descubierta y para defenderse le atacó donde más podía dolerle, su masculinidad. El la creyó y por eso se sentía inseguro. Pero ella con su amor le ayudaría a expulsar todos los demonios.
Cuando estuvieron preparados partieron para encontrase con Adriana. Habían quedado en un pequeño café del pueblo. Adriana ya se encontraba allí. Marina los presentó y Armando se acercó a la barra para solicitar lo que iban a tomar. Las dos amigas se quedaron hablando.
- Marina… Por lo que puedo apreciar no tienes mal gusto. ¡Que hombre más guapo!
- Adriana… Te conozco. Ni lo mires. Ese hombre es mío.
- Esta bien. De acuerdo. Siendo así, lo olvidaré. Pero sólo porque eres mi amiga y a las amigas no se les juegan malas pasadas. Aunque es una lástima que lo hayas visto tu primero.- dijo riendo.
- No cambiarás nunca. ¿Es que no piensas sentar cabeza?- dijo riendo también.
- De momento no. Solamente lo haría si encontrara un hombre como ese.
- Pues has llegado tarde.
- Es mi sino. Siempre llego tarde a lo mejor.
Continuaron hablando en tono de broma hasta que Armando volvió. Se sentó junto a Marina y preguntó.
- ¿De que os estabais riendo?
- De nada. Pequeñas bromas que solemos hacernos. – dijo Marina.
- Solo le estaba diciendo a Marina la envidia que le tengo. – dijo Adriana sonriendo.
- ¿Envidia? ¿Por qué?- pregunto él
- Por nada. Son cosas de Adriana- - dijo ella mirando significativamente a su amiga.
- Por haber encontrado un hombre tan atractivo como tú. – le contestó Adriana devolviéndole la mirada a Marina.
- Adriana… - advirtió Marina.
- Esta bien. Olvidado el tema. ¿Qué me ibais a proponer?- dijo cambiando la conversación.
Le explicaron lo que se proponían realizar y para que la necesitaban. Armando le dijo a Adriana.
- Tienes el rostro que yo busco para la campaña publicitaria. ¿Estas interesada?
- Por supuesto que si. Siempre quise ser modelo. Pero debo advertiros que hasta dentro de tres semanas no termino mi contrato aquí. – contestó ella.
- No te preocupes por eso. Creo que la campaña arrancará dentro de un mes más o menos. Todavía no tenemos el frasco y después habrá que organizarlo todo.- explicó Armando.
- Entonces de acuerdo. ¡Ya tenéis modelo! –dijo sonriendo.
- Es fantástico ¿Verdad Marina? -preguntó él.
- Si que lo es. Me alegro de que hayamos llegado a un acuerdo.- dijo Marina.
- Estupendo. Ahora debo irme a trabajar. Hoy no podré comer con vosotros. Pero mañana si. ¿Os apetece?
- De acuerdo. Quedamos para comer mañana entonces. – dijo Marina.
Adriana se marchó y ellos pagaron y se fueron a dar un paseo por el pueblo hasta la hora de la comida. Después de comer regresaron a la cabaña y decidieron ir a ver atardecer en el lago.