Alas de Fantasia
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CAPITULO 8 ..... ” TUS DESEOS SON ORDENES PARA MI ”
Fueron paseando hasta el lago y al llegar allí se sentaron cerca de la orilla para ver el atardecer. Armando se sentó con la espalda apoyada en un árbol y Marina entre sus piernas con la espalda sobre su pecho. La tenía abrazada y depositaba tiernos besos en su cuello. En un momento dado le preguntó.

- Marina… ¿Crees de veras que podré superar mi problema?
- Claro que si. Creo que lo único que tienes es miedo.
- ¿Estás segura? ¿Crees que soy lo suficientemente hombre como para satisfacer a una mujer?
- Por lo que pude comprobar ayer entre las sábanas creo que si.- dijo con una sonrisa maliciosa.
- ¿Qué quieres decir con eso? – preguntó Armando confuso.
- Que los atributos los tienes. Y muy buenos por cierto.
- ¿Los atributos? ¡AH! Ya entiendo. –dijo sonriendo también.- ¿Tu crees?
- Mas de un hombre quisiera tener los mismos argumentos que tu mi amor.
- ¿Entonces porque Marga me dijo todo aquello?
- Es lógico.- dijo Marina.
- ¿Lógico por que?
- Porque la pillaste in fraganti. Ponte en su lugar. Si a ti te hubieran cogido con las manos en la masa tendrías que hacer algo para salir lo mejor parado posible. Y la mejor defensa es un buen ataque.
- Ya pero… ¿porque me atacó por ese lado?
- Te atacó por el lado que más os duele a los hombres. Vuestra masculinidad. Ella sabía que atacando por ahí te ocasionaría un gran daño. Y así lo hizo.
- Y yo fui tan estúpido que la creí. – dijo emitiendo un largo suspiro.
- Claro. Te creó una inseguridad. Creo que debes alejar esos recuerdos y una vez conseguido todo volverá a la normalidad.
- Pero aún me queda la duda de si podré satisfacer a una mujer.
- Eso sólo lo podrás averiguar intentándolo.
- ¿Estas segura?
- El movimiento se demuestra andando mi amor. Si no lo intentas, no lo sabrás nunca.
- ¿Y tú estas dispuesta a ayudarme a averiguarlo?
- Claro que si. Yo te ayudaré en todo lo que pueda. Pero por favor no te obsesiones con ello mi amor.
- Lo intentaré. Por cierto… ¿Te he dicho ya lo atractiva que estabas anoche con mi camisa? –dijo sonriéndole con picardía.
- Fue lo primero que encontré. Siento haberla arrugado. –contestó ella.
- Eso no tiene importancia brujita. Lo que yo quiero que me prometas es que volverás a ponerte una de mis camisas como ayer. Estabas guapísima.
- Si tú lo quieres así. Te lo prometo – dijo Marina riéndose.
- Claro que lo quiero así. Me encantó verte con ella. Te sentaba mejor que a mi. – dijo riendo también.

Volvieron a la cabaña y Marina preparó unos sándwiches vegetales, no les apetecía salir a cenar fuera aquella noche. Preferían disfrutar de su intimidad, y poder estar juntos sin nadie alrededor.

- Brujita, esto está delicioso. – dijo Armando saboreando el sándwich.
- No me digas que no lo habías comido nunca.- pregunto ella divertida al ver con que placer se lo comía.
- Si… Había probado alguno. Pero nada que ver con este. Está realmente sabroso mi amor.
- Pues no tiene nada especial.
- Si que tiene… Lo has preparado tú que eres como un genio en la cocina. Y me parece que de seguir así mi figura lo acusará.- dijo con una sonrisa encantadora.
- Pues entonces mi amor, tendré que dejar de prepararte cositas. No quiero ser responsable de que te salga barriguita. – contestó ella riendo.
- No, por favor. No dejes de cuidarme tan bien. Te prometo que haré todo lo que esté en mi mano para que no salga barriguita.- dijo el riendo también.

Continuaron cenando y haciéndose bromas el uno al otro. Al terminar se sentaron en el sofá muy juntos y Armando le preguntó.

- Marina… ¿De verdad me amas hasta el punto de soportar mis inseguridades?
- Claro que si mi amor. Te amo. Después de conocerte a ti creo que no podré amar jamás a ningún otro hombre.
- Gracias mi brujita. Yo no quiero que te apartes nunca de mí. Me tienes hechizado. Te necesito como el aire que respiro. Quiero pasar el resto de mi vida junto a ti. No podría soportar perderte. – dijo abrazándola fuerte.
- No me vas a perder nunca mi amor. – dijo ella correspondiendo a su abrazo.

Permanecieron un buen rato abrazándose y besándose. Cuando Armando notó que su pasión se despertaba de nuevo, le dijo a Marina.

- Mi amor, creo que será mejor que vayamos a dormir, porque si no va a comenzar de nuevo. – dijo con voz enronquecida.
- Está bien Armando. Ve tú. Yo voy enseguida.

Marina dijo esto para darle tiempo y darse tiempo de tranquilizar su pasión. Se dedicó a recoger un poco la cocina y después salió al porche. La noche estaba fría, pero no le importó. Pensaba en como se desarrollaría la campaña publicitaria y en como resultaría Adriana como modelo. Pero sobre todo pensaba en Armando y en como ayudarle a superar aquel trauma que le había causado su exnovia. Creía que la mejor manera de hacerlo era cogiendo al toro por los cuernos. Pero no se atrevía a convocar otra vez al Armando triste y desesperado. Aunque sabía que volver a pasar la noche con él sin que ocurriera nada iba a ser para ella una tortura. Necesitaba sentirlo suyo. Y sobre todo anhelaba ser suya. Pero no lo iba a presionar. Tendría paciencia y poco a poco el perdería aquel miedo que lo atenazaba. Estaba segura.

Había pasado un rato y ella continuaba perdida en sus pensamientos. No se dio cuenta que Armando había salido hasta que la abrazó por detrás y le dio un beso en el hombro. Depositó su barbilla sobre la cabeza de ella y le dijo.

- Brujita… ¿Qué haces aquí? Hace mucho frío.
- Ahora mismo iba a entrar.- dijo ella apoyándose en el.
- ¿Hay algo que te preocupe mi amor?- preguntó
- No. Solo estaba poniendo en orden mis pensamientos. ¿Y tú que haces aquí? ¿No deberías estar durmiendo ya?- contestó para que no le siguiera preguntando.
- Si… Pero es que te extraño. No he podido conciliar el sueño. Faltabas tú a mi lado.- dijo con voz mimosa.
- Está bien cuentista. Vamos a dormir o cogerás frío. No llevas más que el pantalón del pijama.- dijo ella divertida.
- Si, mi amor. Te necesito para entrar de nuevo en calor. Quiero dormir contigo siempre. Me haces mucha falta. – volvió a decir con voz mimosa y una sonrisa cautivadora.

Entraron en la cabaña sin que Armando la soltara. La tenía cogida por la cintura y le iba diciendo bajito lo mucho que la amaba. Marina estaba encantada, ese hombre era tierno, atento y muy cariñoso. Y además la amaba. Sólo faltaba un detalle para que la felicidad fuera completa. Que el superara sus miedos y la hiciera suya. Ella se preparó para dormir y cuando iba a meterse en la cama Armando le dijo.

- Brujita… Me habías prometido ponerte mi camisa para dormir.
- Es cierto. Pero… ¿Quieres que me la ponga ahora?- preguntó extrañada.
- Por favor… Es que estas muy sexy con ella. Y… ¿Quién sabe? A lo mejor te la arranco a mordiscos.- dijo sonriendo sensualmente.
- Mmm… Me has resultado un diablillo. Pero te voy a hacer caso. Aunque…A ver si la que te acaba quitando el pijama a mordiscos soy yo.- dijo riendo divertida.
- Eso me encantará verlo. Pero esta noche no. Por favor Marina no quiero que vuelva a ocurrir lo de ayer. No podría soportarlo una segunda vez.- dijo con la mirada velada por la tristeza.
- No te preocupes mi amor. Eso no va a volver a suceder. Ya lo verás. Poco a poco tu mismo vas a ahuyentar esos fantasmas.- dijo acercándose a él y dándole un tierno beso en los labios.
- Quiero creerte Marina.- dijo el preocupado.

Ella se cambió y se puso su camisa para complacerlo y que alejara la tristeza de su semblante. Se introdujo en la cama y se acurrucó junto a él. Armando la abrazó y la besó en la frente.

- Gracias por complacerme brujita.
- Ha sido un placer mi amor. Pero que conste que lo de arrancarnos la ropa a mordiscos queda pendiente. – dijo ella con una sonrisa encantadora.
- Queda pendiente mi amor. Buenas noches mi brujita preciosa. Te amo.
- Buenas noches mi amor. Yo también te amo.

Se dispusieron a dormir. Marina se durmió enseguida. Armando no podía conciliar el sueño. ¡Cuanto amaba a la mujer que dormía a su lado! Le atormentaba la idea de no poder entregarse a ella por completo y hacerla suya para siempre. Aunque Marina estaba demostrando mucha paciencia y comprensión con él, se preguntaba hasta cuando durarían esa paciencia y esa comprensión. Ella le había dicho que no se obsesionara. ¿Pero como no hacerlo? Si lo que más deseaba en ese momento era poder responderle como ella se merecía. La observó dormir y pensó que era la mujer más bella del mundo. Le tranquilizaba sentirla junto a él. Con estos pensamientos se quedó dormido…

Marina se despertó esa mañana antes que él y fue ella la que lo observó dormir. Su rostro se veía relajado y en ese momento denotaba mucha paz después de haberse removido inquieto toda la noche. Le apartó de la cara un mechón de pelo rebelde que le caía sobre ella y entonces Armando se despertó. Al verla esbozó la más tierna de las sonrisas.

- Buenos días perezoso. ¿Te he despertado?
- No mi amor. No me has despertado. ¿Así que perezoso?- preguntó con picardía.
- Si. Exactamente eso.- dijo ella besándole en los labios.
- ¿Hace mucho que estás despierta?- preguntó
- Un ratito. Pero estabas durmiendo tan a gusto que no quería despertarte. Se te veía muy relajado… ¡Y muy guapo!- contestó abrazándose a el.
- ¿Ah si? Me encanta que me digas esas cosas de buena mañana. – y volvió a sonreír.
- Te prometo que te las diré todas las mañanas.- dijo riendo.- ¿Nos levantamos?
- No tenemos prisa brujita. Recuerda que hasta la hora de la comida no tenemos nada mejor que hacer. Prefiero quedarme aquí un ratito más contigo.- dijo desperezándose y abrazándola después.
- De acuerdo. A mi también me encanta la idea de estar un ratito más aquí contigo mi amor.- dijo poniéndose un poco encima de él para besarlo en la boca.

Armando correspondió al beso y después la tumbó sobre la cama con mucha delicadeza. Continuó besándola un rato. Cuando notó que su pasión volvía a inflamarse, se apartó un poco.

- Marina… Me muero por hacerte el amor… Pero tengo miedo. Lo comprendes ¿Verdad?- dijo con la voz todavía alterada por la pasión.
- Claro que lo comprendo. Y no pretendo presionarte. Pero debes apartar esos recuerdos de tu mente.- su voz también estaba alterada.
- Lo sé mi amor. Pero… ¿Y si lo intento y no puedo responder? – preguntó mirándola y respirando agitadamente.
- No sucederá nada mi amor. Siempre lo podemos volver a intentar. ¿Te atreves? –dijo mirándolo sensualmente.
- ¿De verdad quieres que lo intentemos? – preguntó para asegurarse.
- Claro que si mi amor. Te dije que te ayudaría a superarlo y no se me ocurre una mejor manera de hacerlo. – dijo besándolo amorosamente.

El respondió a ese beso y volviendo a abrazarla la atrajo hacia sí mismo. Volvió a atrapar su boca y a besarla con pasión contenida. Después comenzó por besar su frente, sus ojos, su nariz y de nuevo su boca, mientras su mano iba desabrochando uno a uno los botones de la camisa. Cuando estuvo desabrochada fue bajando con sus labios hasta el pecho de Marina, y comenzó a juguetear con su lengua con uno de sus pezones. Luego empezó a darle pequeños mordisquitos que a ella la hicieron gemir de placer, lo cual sirvió para que creciera la pasión de Armando quien comenzó a juguetear con el otro. Las respiraciones de los dos se iban haciendo mas apasionadas. Marina le acariciaba la espalda e iba bajando hacia el pantalón de él. Comenzó a bajárselo poco a poco, mientras Armando continuaba bajando con su lengua hacía su ombligo muy lentamente. Ella puso sus manos en el abdomen de él quién gimió y dejó que le bajara los pantalones dejando libre toda su masculinidad. Marina le acariciaba con delicadeza. Lo cual sirvió para terminar de inflamar su pasión. El separó un poco las piernas de ella con su mano y encontró lo que buscaba sin dejar de besarla en el ombligo. Su pasión se estaba desbordando. Marina gemía y el comenzó a besarla con más ardor. Su respiración se tornó más y más apasionada. Volvió a subir por el estómago de ella y volvió a juguetear con su pecho. Continuó subiendo y cuando iba atrapar de nuevo su boca. Notó como volvían los recuerdos, empezó a ponerse rígido y Marina comenzó a susurrarle en el oído muy suavemente. El le dijo en el mismo tono.

- Marina… ¡No puedo!
- Si puedes mi amor. Sólo tienes que cerrar tu mente a los recuerdos y dejarte llevar por la pasión.
- ¡No puedo!
- Cariño, solo piensa en nosotros dos. No pienses en nada más y verás como todo fluye.
- ¿Estás segura?- preguntó atormentado.
- Claro que estoy segura. Tú eres un hombre muy hombre y solamente sucede que te han hecho creer lo contrario. Déjate llevar mi amor.

Volvió a besarla en la boca con desesperación. Quería o mejor dicho necesitaba creerla. Aparto un poco los recuerdos de su mente y la pasión volvió. Continuaba acariciando a Marina y ella se removía entre sus manos con ardor. Poco a poco los recuerdos se fueron diluyendo a medida que su pasión aumentaba. La volvió a besar como si nunca antes lo hubiera hecho. Con su lengua iba dejando en ella un rastro de fuego. Ella subió una de sus manos y comenzó a jugar con las tetillas de el. Armando se situó un poco encima de ella quien abrió las piernas para recibirle. El se introdujo dentro de ella y poco a poco, lentamente al principio la iba haciendo suya. Marina situó sus piernas en la cintura de Armando para recibirlo mejor e iba susurrándole al oído.

- Te amo Armando. Déjate llevar mi amor.

Armando le hizo caso y gimió mientras los dos llegaban al clímax. Para el fue como si liberara todos los demonios. Para ella fue la culminación de su amor por él. Cuando todo pasó Armando se quedó sobre ella besándola tiernamente y le susurró.

- Gracias… mi amor sin ti no lo hubiera conseguido.
- No tienes que agradecerme nada mi amor. Para mí ha sido un verdadero placer. –dijo con un suspiro.

Se quedaron abrazados el uno al otro y después de un rato Armando le preguntó.

- Brujita… ¿Crees que has quedado satisfecha?
- No te imaginas cuanto mi amor. Me ha gustado tanto que voy a querer más y más. – dijo sensualmente.
- ¿De verdad? Será un placer complacerte mi amor. – dijo mirándola de un modo especial.
- Mmm… Creo que me va a encantar. – dijo apretándose contra él.
- Casi no recordaba lo que se siente brujita y me alegro que seas tú quién me ayude a superarlo.- dijo besándola sensualmente.
- Te puedo ayudar a superarlo siempre que quieras.- dijo sonriendo maliciosamente.
- Ya lo veo mi amor. – dijo el riendo de buen grado. Suspiró y exclamó – ¡Me muero de hambre!.

Marina se levantó y se puso la camisa de él. Armando le preguntó.

- ¿Dónde vas brujita?
- A preparar el desayuno. ¿No tenías hambre?
- Si que tengo. Pero eso puede esperar. Se me está ocurriendo otra cosa mi amor.- dijo mirándola con deseo.
- ¿AH si? ¿Y que se te está ocurriendo?- preguntó
- Se me ocurre que tenemos algo pendiente brujita.- dijo sonriendo.
- ¿El qué?- preguntó Marina confusa sentándose en la cama.
- ¿Ya no recuerdas que tengo que arrancarte la camisa a mordiscos? –dijo abrazándola.
- Atrévete, anda.- dijo ella soltándose de su abrazo y echando a correr.
- Ahora mismo brujita. ¡Tus deseos son órdenes para mí! – y salió corriendo detrás de ella atrapándola y llevándola hacia la cama en brazos sin dejar de besarla.

Volvieron a hacer el amor pero esta vez Armando fue mucho más cariñoso. Ya no tenía aquella urgencia y aquel miedo y podía permitirse el lujo de ir más despacio. Mucho más tarde, se encontraban abrazados y le dijo a Marina.

- Te adoro brujita. Quiero estar así contigo para siempre. Quiero hacerte el amor el resto de mi vida. Ahora que he empezado no quiero parar.- dijo contra su cuello mimoso.
- Mmm…No se me ocurre una manera mejor de pasar el resto de mi vida más que haciendo el amor contigo mi amor. – dijo Marina.

Después de un rato ella le dijo a Armando.

- Tenemos que arreglarnos mi amor.
- ¿Tenemos que salir?- dijo con pereza.
- Claro ¿Recuerdas que hemos quedado con Adriana para comer?
- Es verdad, lo había olvidado. ¿Quedaríamos muy mal si anulamos la cita? Quiero quedarme aquí contigo, los dos solos. -dijo con voz ronca
- Yo también mi amor. Pero quedaríamos realmente mal con ella.
- Esta bien entonces. Vamos a vestirnos.

Comieron con Adriana en un pequeño restaurante del pueblo. La conversación fue muy amena hablaron de la campaña publicitaria y Adriana que era una habladora nata le explicó a Armando algo sobre su vida. En un momento dado Adriana que era muy perspicaz dijo.

- Uyyyyy, a ver, a ver. ¿Ha ocurrido algo entre vosotros? Os noto diferentes de ayer.
- Adriana no seas indiscreta, por favor… -dijo Marina.
- No importa Marina. Si, ha ocurrido que nos amamos. – dijo Armando.
- Me alegro por vosotros. ¿Dónde hay algún otro hombre como tu?- preguntó.
- No lo sé. ¿Por qué lo preguntas?- dijo el.
- Solo para ver si tengo tanta suerte como Marina y se enamora de mí un hombre así de interesante.- dijo Adriana riendo. – Siempre me pierdo lo mejor. Es hora de que mi suerte cambie ¿No?
- Si claro que si. –dijo Armando.
- No le hagas mucho caso Armando. Adriana siempre ha estado un poco loca. ¿Verdad Adriana?- dijo Marina riendo.
- Si es cierto. Quizá por eso no he encontrado aún al hombre de mi vida. Pero estoy en ello.- dijo riendo también.

Continuaron hablando durante un buen rato y antes de despedirse convinieron en que en un mes aproximadamente Adriana volvería a la ciudad. Quedaron para verse entonces. Armando y Marina regresaron a la cabaña para recoger sus cosas, debían volver a casa. En el camino él comentó.

- Me hubiera gustado que nos quedáramos unos días más.
- A mi también. Pero siempre podemos volver.
- Es cierto brujita. ¿Recuerdas que mañana vuelo a Nueva York?
- Si, lo recuerdo. ¿Cuánto tiempo permanecerás allí?
- El menor posible, espero ¿De verdad no puedes venir conmigo?
- No cariño, tengo que trabajar y además ahora sería muy precipitado ¿No crees?
- Tienes razón. Es que no soporto la idea de estar separado de ti.- dijo acariciándole la pierna.
- Yo tampoco. Pero serán sólo unos cuantos días. Ya verás como pasan rápido mi amor. – dijo sonriendo.
- Te llamaré todas las noches.- dijo Armando.
- Esperaré impaciente tus llamadas.- contesto ella.
- Marina… ¿De verdad has sido feliz estos días?- pregunto
- Por supuesto mi amor. Me has hecho la mujer más feliz del mundo.-contestó ella.
- ¿De veras? ¿No lo dices por complacerme? Perdona que te pregunte esto pero necesito estar seguro de mi mismo.- explicó.
- Armando de verdad que no lo digo por complacerte mi amor. Tu eres un hombre, hombre y puedes satisfacer a cualquier mujer por muy exigente que sea.- le dijo Marina.
- Gracias brujita por aguantarme con lo pesado que resulto.
- Tú no eres pesado cielo. Comprendo que necesites sentirte seguro. – dijo acariciándole la cara con ternura.

Llegaron a casa de Marina y Armando la acompaño hasta el apartamento. Comenzó a abrazarla y le dijo entre beso y beso.

- No quiero irme. Pero debo hacerlo.
- Pues no te vayas. Quédate.
- Debo preparar la maleta para mañana. – dijo él.
- ¿Y porque no llamas a tu casa y pides que te la preparen y tu pasas mañana a recogerla?
- Mmm… Es una idea muy tentadora. Aunque a mi se me ocurre otra.
- ¿Y cual es si puede saberse?
- Que voy a llamar a mi casa para que me preparen la maleta mientras voy a buscarla y regreso. Así mañana puedo pasar un poco más de tiempo contigo.- dijo sonriendo.
- Me parece una excelente idea. –correspondiendo a su sonrisa.
- ¿Me acompañaras?- preguntó interesado.
- No. Prefiero quedarme preparando algo para cenar. No me apetece salir.
- Eso suena muy interesante. De acuerdo me voy y vuelvo enseguida. No te vayas a escapar brujita. Espérame. –dijo dándole un beso.
- No me escapo. Te espero aquí mismo.-dijo riendo.

Armando se fue y ella se dedicó a recoger la ropa que traía en su equipaje y a preparar algo para cenar. Se duchó y se puso cómoda. Cuando Armando regresó con la maleta, cenaron y después como se encontraban cansados se dispusieron a ir a dormir. Él se dio una ducha y salió con una pequeña toalla liada en la cintura. Marina comenzó a reírse.

- ¿Qué sucede Marina? ¿Qué es tan gracioso?- preguntó.
- Nada. Es solo que… - dijo acercándose.- ¡Hoy me toca a mi arrancarte la toalla a mordiscos!

Armando prorrumpió en carcajadas y agarrándose la toalla le dijo.

- ¡No te atreverás Marina!
- ¿Qué no? ¿Quieres verlo? – dijo mientras iba detrás de él que pretendía escapar.
- ¡Marina! ¡Estoy todo mojado!- dijo.
- Mejor. ¡Me encantas con el pelo mojado!- dijo ella abalanzándose sobre él.


Cayeron sobre la cama y entre risas y bromas comenzaron a besarse y terminaron haciendo el amor. A la mañana siguiente Armando se marchó a Nueva York y Marina se dirigió a “Pimpinella”. Pasó toda la mañana trabajando y a la hora de comer fue a buscar a Mercedes. Pero ya se había marchado por lo que fue a comer sola. Se encontraba observando a una pareja de la mesa de al lado cuando notó que alguien se acercaba a ella.

- ¡Hola belleza! ¿Te acuerdas de mí?
- Eduardo Mendoza. – dijo ella sintiéndose atrapada.
- El mismo. ¿Dónde está tu novio? ¿Ese cretino ha sido capaz de dejarte sola?- preguntó insultante.
- Armando no está aquí. Pero estoy esperando a alguien.
- No seas mentirosa encanto. ¿Puedo sentarme?- y sin esperar respuesta se sentó.
- No. De verdad espero a alguien.- dijo nerviosa.
- No esperas a nadie. Me va a encantar comer contigo. Quiero proponerte algo. Se que trabajas en “Pimpinella” – aseguró.
- Si ¿Y que? – preguntó desafiante.
- Que necesito que me ayudes a hundir la compañía. –dijo sonriendo y poniendo una mano sobre la de ella.
- ¿Como se atreve? No pienso ayudarlo a nada.- dijo indignada retirando la mano como si quemara.
- Como prefieras encanto. Pero quiero que sepas que con o sin tu ayuda voy a hundir en la miseria a ese imbécil de Armando Espinares.
- No cuente conmigo.- dijo.
- No te conviene ser mi enemiga encanto.- dijo amenazante.
- Sus amenazas no me asustan. Y ahora me voy. Se me ha quitado el hambre.- y diciendo esto se levantó y salió del restaurante.
- Te acabas de ganar un serio enemigo encanto.-dijo Eduardo en voz baja.

A unos pasos de allí en otra mesa se encontraba Oscar que había escuchado la conversación y además había realizado unas fotos con la sempiterna cámara que siempre llevaba encima. Se levantó con parsimonia y se acercó hasta donde se encontraba Eduardo.

- Buenas tardes. Permítame presentarme. Soy Oscar Jiménez y trabajo en “Pimpinella” en el laboratorio.
- ¿Y que es lo que quiere?- preguntó Eduardo de mal humor.
- No he podido evitar oír la conversación que ha mantenido con Marina y si ella no puede ayudarle, yo si puedo.
- Nos vamos entendiendo. Mi nombre es Eduardo Mendoza y estaré encantado de hablar con usted.- dijo interesado.
- Sé quién es usted. Y creo que tenemos intereses comunes. Yo también quiero hundir “Pimpinella”- explicó.
- Me gusta el cariz que está tomando esta conversación. Creo que podremos llegar a un acuerdo.- dijo Eduardo.
- Eso creo.-contestó Oscar.

Continuaron hablando y entendiéndose a la perfección. Los dos estaban interesados en lo mismo. Causar el mayor daño posible a Armando y a “Pimpinella”.

Por su parte Marina había regresado al trabajo, se encontraba muy nerviosa por el encuentro con Eduardo y no le apetecía comer nada. Se preparó y se dispuso a trabajar. Al llegar la hora de salir recogió todo y se marcho sin darse cuenta que Oscar la miraba y sonreía maliciosamente.

Se fue directamente a su casa y al llegar se dio cuenta del hambre que tenía. No había probado bocado en todo el día. Mientras se preparaba algo para cenar pensó que en un rato Armando la llamaría. Se preguntaba si sería conveniente explicarle su encuentro con Eduardo. Pero no lo quería alterar y decidió que se lo contaría en otra ocasión. No era consciente del error tan grande que iba a cometer. Armando la llamo sobre las diez de la noche.

- ¡Hola brujita! ¿Qué tal ha ido el día?- preguntó alegremente.
- Hola Armando. Muy bien. Trabajando mucho.- contestó ella.
- ¿Alguna novedad?
- No. Ninguna. Todo continua igual.- dijo sintiéndose culpable por ocultarle algo.
- Te echo mucho de menos mi amor.- dijo con voz profunda.
- Y yo a ti también. ¿Cómo te ha ido la entrevista con el diseñador?- preguntó.
- De momento lo que me ha enseñado no me gusta. Pero ha prometido que mañana tendrá algo más. –dijo esperanzado.
- Me alegro mi amor. No sabes cuanto deseo que vuelvas.- dijo con añoranza.
- Yo también deseo regresar y besar esa maravillosa boca y abrazarte y no volverme a separar de ti nunca brujita.
- Sueña conmigo. Te amo Armando.
- Claro que soñaré contigo mi amor. No he hecho otra cosa en todo el día. Te amo brujita preciosa.

Se despidieron y cuando Marina se disponía a ir a dormir sonó de nuevo el teléfono. Era Ángela

- Buenas noches Marina, soy Ángela.
- Hola Ángela buenas noches.
- ¿Te cojo en mal momento?- preguntó.
- No claro que no. ¿En que la puedo ayudar?
- Te agradecería mucho que me hables de tu. Ya que vas a ser mi nuera.- dijo.
- De acuerdo Ángela. Dime. ¿Necesitas alguna cosa?- preguntó interesada.
- No solo quería pedirte que vengas a verme mañana cielo. Quiero hablar contigo.
- Me parece bien. Mañana iré Ángela.- le aseguró.
- Estupendo. Te espero a comer.- dijo.
- De acuerdo. Me apetece mucho comer contigo.
- Hasta mañana entonces cielo.- se despidió Ángela.
- Hasta mañana. –dijo Marina.

Cuando colgó se preguntó de que querría hablarle Ángela. ¿Habría ocurrido alguna cosa que ella no supiera? Se quedó un poco intranquila pero se dijo que hasta el día siguiente no lo podría averiguar. Se fue a dormir, pero tuvo un sueño inquieto por el remordimiento de haberle ocultado a Armando su encuentro con Eduardo.

A la mañana siguiente Marina fue a trabajar como siempre. Como todos los días Ruth le hizo entrega de una rosa. Esta vez la rosa tenía una nota que decía. “Te amo brujita. Tenlo siempre presente. Armando”.



¡Así que era él! Durante todo ese tiempo Armando le había estado enviando una rosa todos los días y no le había dicho nada. ¡Que se prepare cuando vuelva! pensó. ¡Lo voy a matar a besos! El hecho de saber que las rosas las enviaba Armando le alegró el día. Fue a ver a Mercedes para decirle que iba a comer con la madre de Armando y no sabía a que hora volvería.

- No te preocupes Marina. Si llama Armando y pregunta por ti yo le explicaré que estás con su madre.- dijo Mercedes.
- Gracias Mercedes. No sabes cuanto te lo agradezco.- dijo ella con sinceridad.

Al terminar la mañana Marina se dirigió a casa de Ángela. Al llegar allí llamó al timbre y le abrió ella misma. La abrazó y le dio un beso.

- Te estaba esperando Marina. –dijo.
- Pues aquí estoy Ángela. ¿De que querías hablarme? Estoy intrigada.
- Pasa primero y siéntate. ¿Quieres tomar alguna cosa?
- Si gracias, un refresco por favor.- pidió.
- Ya veo que no tomas alcohol. Te envidio. Yo no soy nadie sin mi copa de jerez antes de las comidas. Costumbres de cuando mi marido aún vivía.- dijo sirviéndose una copa.
- No, el alcohol no me sienta bien. Prefiero un refresco. –dijo tomando de la mano de Ángela el que esta le ofrecía.
- Bueno Marina. Yendo a lo que nos ocupa. Quiero darte las gracias.- dijo Ángela.
- ¿A mi? ¿Por qué?- pregunto confusa.
- Por devolverme a mi hijo.- dijo agradecida.
- ¿Por devolverte a tu hijo? No sabía que lo hubieras perdido.- sonrió desconcertada.
- Si Marina. Aunque no lo creas lo perdí hace tres años. Después de romper con Marga nunca volvió a ser el mismo. Hasta ahora.- explicó
- Entiendo. ¿pero yo creía que os teníais confianza y que Armando te lo explicaba todo?
- Todo no. Es cierto que me adora y confía en mí. Pero desde entonces yo sabía que había algo de lo que no quería hablar. Le notaba en sus ojos que sufría mucho. Pero nunca me lo confesó.- dijo con mirada triste.
- ¿Y ahora?- preguntó Marina.
- Ahora me lo ha explicado. ¡Pobre hijo mío, cuanto ha debido sufrir! Anoche me llamó y me lo contó todo. Me dijo que gracias a ti volvía a sentirse un hombre en todo el sentido de la palabra. Y que a tu lado era muy feliz. Más de lo que nunca hubiera podido imaginar. Por eso te digo ¡Gracias tesoro!
- No tienes porque dármelas. Yo no he hecho nada. Lo hizo él solo. Simplemente le di el empujoncito que necesitaba. – dijo azorada.
- Ese empujoncito, como tu le llamas ha sido lo mejor que has podido hacer. Y por eso te digo que quiero que veas en mí a una madre que desde este momento te adora cielo.- dijo Ángela con lágrimas en los ojos.
- Muchísimas gracias Ángela.- dijo Marina dándole un fuerte abrazo y saltándosele también las lágrimas.
- Bueno, bueno no nos pongamos sentimentales que se nos arrugará la piel. Vamos a comer.- dijo Ángela.

Comieron las dos hablando de Armando y la confianza y camaradería que se creó entre ellas iba a ser muy difícil de romper. Pasaron la tarde juntas y Marina se olvidó del trabajo. Armando llamó a media tarde y le dijo a su madre.

- Hola mamá. ¿Qué hacen las dos mujeres que más amo juntas?- lo dijo de buen humor.
- Hola hijo. Estamos hablando mal de ti. –dijo Ángela riéndose.
- Me parece bien. Criticarme a gusto ahora que podéis. Mañana vuelvo a casa. Dile por favor a Marina que se ponga. Te adoro mamá.- Ángela le pasó el teléfono a ella.
- Hola Armando. ¿Como te ha ido? –dijo Marina.
- Hola mi amor. Estupendamente ¡Ya tenemos frasco! Mañana vuelvo a casa. Me muero por verte.- dijo el.
- Me alegro mi amor. Yo también.
- ¿Podré ir a tu casa a dormir cuando llegue?- pregunto sensualmente.
- Hum… No se… ¿Qué pensaran los vecinos?- dijo divertida.
- Marina… ¡Por Dios! ¡No me hagas eso!- protestó.
- ¡Claro que sí cariño! ¿No ves que yo también me muero por estar contigo?- dijo.
- Brujita…. Vamos a escandalizar a mi madre.-dijo riendo.
- Tu madre creo que ya no se escandaliza por nada. –contesto mirando a Ángela que se estaba riendo.
- Bien entonces… ¡Hasta mañana! Que impaciente estoy.
- Hasta mañana mi amor.
- Te amo Marina.
- Yo también te amo Armando.

Colgaron y Marina siguió un rato más hablando con Ángela que se encontraba inmensamente feliz de ver lo bien que se llevaba la pareja. Cuando Marina se fue, Ángela insistió en que la llevara el chofer a su casa. Ella intentó declinar el ofrecimiento pero no lo pudo conseguir, aquella mujer era tan persuasiva como su hijo. Llegó tarde a casa, se preparó algo de cenar y creyendo que Armando ya no la iba a llamar se fue a dormir.
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