Alas de Fantasia
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CAPITULO 9 ...... " TE ESPERO MI AMOR ”
La llamó sobre las dos de la madrugada. Marina se encontraba durmiendo profundamente y se sobresalto al oír el teléfono, por un momento no supo dónde se encontraba. El timbre continuaba sonando. Alargó la mano y lo cogió. Contestó todavía medio dormida.

- ¿Si...? ¿Diga…?
- ¡Hola brujita! ¿Te he despertado?
- ¿Armando eres tú? ¿Sucede alguna cosa?
- No mi amor. Es sólo que no podía dormir y necesitaba escuchar tu voz.
- ¡Ah! Bien. Me habías asustado ¿Qué hora es?
- Más o menos las dos de la madrugada ¿Estabas durmiendo?
- Si… Me fui a dormir hace un rato. Pensaba que ya no llamarías.
- Y no pensaba hacerlo, pero me he desvelado pensando en ti. Te echo muchísimo de menos.
- Yo también a ti. ¿A que hora llegas mañana?
- Tarde mi amor. No he conseguido vuelo hasta las nueve de la noche, lo que significa que llegaré sobre las dos o las tres. Quería pedirte que no me esperes despierta.
- Ya… Pero entonces… ¿Cómo entrarás? No tienes llaves.
- Es cierto… ¿No tenéis portero de noche?
- No. A ver… Déjame pensar… Te las podría dejar en… Pero claro entonces no tendrías la llave del portal. Pues no se me ocurre donde.
- Podemos pensar algo entre los dos…
- Mira, mejor te espero despierta o llamas cuando llegues y yo te abro. Porque… ¿Dónde tienes el coche?
- ¿El coche? En el parking del aeropuerto.
- ¿Y hay algún otro juego de llaves aparte del tuyo?
- Si. En casa tengo otro. ¿Por qué lo preguntas?
- Porque se me está ocurriendo que puedo ir a tu casa, coger las llaves del coche y dejarte un sobre en la guantera con las mías. Así ya no habrá problema por muy tarde que llegues.
- Es una excelente idea. ¿Pero harías todo eso por mí?
- Claro mi amor. No me importa hacerlo. Pero tendrás que avisar a tu madre que pasaré a buscar las llaves.
- De acuerdo, mañana a primera hora la llamaré. Y ahora dime ¿De que habéis estado hablando hoy las dos?
- De nada en particular.
- No te creo brujita. Mi madre no acostumbra a hablar de nada en particular. Si te ha llamado es porque quería decirte algo en concreto. ¿Me vas a decir que es?
- Esta bien. Te lo diré. Me ha llamado para darme las gracias. Porque según ella le he devuelto a su hijo.
- Y es cierto mi amor. Gracias a ti he vuelto a ser el hombre que era hace tres años.
- Yo no he hecho nada Armando. Lo has hecho tú solo.
- Tú me has ayudado. Sin ti no lo hubiera conseguido y por esa razón aún te amo más.
- No lo creas ni por un momento. Antes o después lo habrías logrado.
- Yo no estoy tan seguro brujita. ¿Y de que más habéis hablado?
- De todo un poco. ¿Sabes? Tenías razón es una mujer adorable y encantadora.
- ¿Ves? Tanto miedo que le tenías. Ya te dije que solo se comía a las chicas atrevidas.-dijo riéndose.
- Si. Es verdad. –dijo riendo también.
- Bueno mi amor. Te voy a dejar que continúes durmiendo. Hasta mañana preciosa. Recuerda que te amo.
- Hasta mañana Armando. Estoy deseando verte. Yo también te amo.

Colgaron y Marina se volvió a dormir enseguida con una sonrisa en los labios. De momento se había olvidado de Eduardo.

Oscar Jiménez por el contrario no podía dormir. Se encontraba dándole vueltas a la idea que le había proporcionado Eduardo Mendoza. Era la mejor manera de hundir Pimpinella para siempre, pero le iba a resultar harto complicado robar la fórmula en la que estaba trabajando Marina. ¡Esa estúpida! Siempre lo guardaba todo antes de salir del laboratorio. Si conseguía apoderarse de ella y vendérsela a Eduardo, se haría un hombre rico. Eduardo a su vez pensaba desarrollar la fórmula y patentarla a nombre de su compañía para comercializarla. Eso sería un duro golpe para el arrogante Armando Espinares. Le ocasionaría pérdidas millonarias. Y se vería obligado a declarar Pimpinella en quiebra. Ya saboreaba su triunfo. Pero lo que Oscar no sabía era que Pimpinella iba a lanzar un perfume al mercado. Si perdía la fórmula sufriría grandes perdidas, pero quedarían compensadas con la comercialización del perfume.

Armando no había querido tomar un vuelo anterior porque tenía pensado ir a comprarle un regalo a Marina y algo más… Quería comprar el anillo de compromiso más bonito que encontrara y para ello que mejor sitio que Nueva York donde se encontraban las mejores joyerías. No le importaba el tiempo que empleara en encontrarlo. Tenía que ser el más exclusivo que existiera. Se levantó pronto, se arregló y salió a buscarlo. Estuvo paseando por la Séptima Avenida pero no encontró lo que buscaba. Continuó por la Quinta Avenida y al llegar a una esquina de Manhattan encontró la joyería Tiffany y entró. Allí había infinidad de modelos todos ellos preciosos, pero al final se decidió por un anillo en oro blanco con un diamante en forma de corazón. Le costó una pequeña fortuna. Pero podía permitírselo y además Marina se merecía ese anillo y más. También le compró una gargantilla muy fina con un pequeño diamantito. Ese sería su regalo. El anillo no pensaba dárselo todavía. Esperaría un poco. Tenía pensado organizar una fiesta en su casa y allí pedirle a Marina que se casara con él.

Marina ajena a todo esto estuvo trabajando en Pimpinella por la mañana y a la hora de la comida se dirigió a casa de Armando. La recibió Ángela la cual le dio las llaves enseguida no sin antes invitarla a comer. Cuando terminaron Marina se encaminó al aeropuerto. Localizó el coche en el lugar del aparcamiento que él le había indicado y le dejó en la guantera las llaves dentro de un sobrecito con una nota que decía. “Te espero mi amor. No tardes”. Después volvió al trabajo. Cuando iba llegando a la puerta de Pimpinella alguien la abordó. La agarraron por el brazo y al darse la vuelta vio de quien se trataba.

- ¡Hola encanto! ¿Me echabas de menos?
- ¿Qué es lo que quiere Sr. Mendoza?- Marina se tensó.
- Tú ya lo sabes encanto.
- Déjeme en paz. No quiero saber nada de usted.- dijo soltándose y empezando a dirigirse a su trabajo.
- No tan deprisa. Veo que tu novio te ha advertido sobre mí. ¿Qué te ha dicho?
- Nada. Tengo que irme.- dijo intentando escabullirse.
- Marina…Marina… Te advertí que puedo ser un enemigo muy peligroso no hagas que me convierta en eso para ti. Tu me gustas mucho y ahora que el estúpido de Armando está de viaje… Si ya me he enterado… Yo lo sé todo. Como te decía tú y yo nos lo podemos pasar muy bien juntos.- dijo con una sonrisa maliciosa.
- ¿Pero que se ha creído? – dijo propinándole una de sus bofetadas.
- Humm… Me has salido una fiera. Pero yo puedo domarte si me lo propongo. Y visto que aún no le has comentado nada de nuestro anterior encuentro al imbécil de tu novio deduzco que no te soy indiferente. – dijo agarrándola y atrayéndola hacia él.
- Claro que me es indiferente. Es más, no quiero volver a verlo en mi vida. Y si no le he dicho nada a Armando ha sido porque no quiero que vaya a partirle la cara. No me fío de lo que usted pueda hacerle.- contestó intentando soltarse del abrazo.
- ¿Sabes que estas muy atractiva cuando te enfadas? Y haces bien en no fiarte de mí. Lo único que me interesa en este mundo es perjudicar a tu novio encanto. Aunque eso no me impide disfrutar de la vida y de las mujeres como tú.- dijo mirándola de arriba abajo, después la acerco más e intentó besarla.

Marina dejó que la acercara y cuando intentó besarla le mordió el labio y entonces pudo soltarse y salir corriendo.

- ¡Esto no se va a quedar así fierecilla! – le gritó - ¡Lo juro! Me gustas y voy a conseguir apartarte de Armando como sea. – dijo en tono bajo para que ella no le oyera aunque ya se había marchado.

Ella entró en Pimpinella con la respiración agitada. Se encontraba muy alterada y no se sentía con fuerzas para trabajar. Cogió el teléfono y llamó a Javier.

- ¿Javier? Soy Marina.
- ¡Hola princesa!
- ¿Puedes venir a recogerme por favor?
- ¿Sucede algo Marina? Te noto muy agitada. ¿Te ha hecho algo Armando?
- No. Armando no se encuentra aquí. Por favor Javier ven a recogerme. Luego te lo explico todo.
- Está bien princesa, ahora mismo voy. No te muevas de ahí. Espérame.

Mientras esperaba subió a hablar con Mercedes.

- Mercedes. Me voy a casa. No me encuentro bien.
- ¿Ha sucedido algo? Te noto muy nerviosa.
- No. No ha sucedido nada. Por favor si llamara Armando no le digas que me has visto así. Ni que me encuentro mal. ¿Me harás ese favor?
- Por supuesto ¿Pero que le digo entonces?
- No se, invéntate algo pero no le digas nada.
- Está bien. Algo se me ocurrirá. No te preocupes. Márchate tranquila.

Javier llegó enseguida y al verlo sintió tal alivio que las lágrimas que había estado aguantando afloraron de golpe.

- Pero Marina ¿Por Dios que te ocurre?- preguntó alarmado al verla así.
- Vamonos de aquí por favor Javier.
- Está bien. ¿Pero me lo vas a explicar?
- Si. No te preocupes. En cuanto me calme un poco te lo explico todo.
- ¿Dónde quieres ir?
- ¿Podemos ir a tu casa?
- Si, claro. Vamos a mi casa. Marina de verdad que te veo muy trastornada.

Llegaron a casa de Javier y este le ofreció un poco de coñac para que se calmara un poco. Ella lo aceptó y bebió un pequeño sorbo. Luego ya un poco más tranquila, le explicó los dos encuentros que había tenido con Eduardo y lo que había sucedido en ellos.

- ¡El muy hijo de mala madre…! Ahora mismo voy a pedirle cuentas -dijo Javier indignado.
- ¡No por favor! No vayas. Es muy peligroso.
- Lo sé princesa. Lo conozco hace mucho tiempo y se que no es trigo limpio.
- Lo peor es que no me he atrevido a explicárselo a Armando.
- Pues deberías decírselo. Es más ahora mismo lo voy a llamar.
- ¡No por favor! No lo hagas.
- Pero Marina… Ese tipo es temible, Armando debe saberlo cuanto antes -dijo intentando convencerla.
- Por eso mismo no le he dicho nada. Se que si se lo explico querrá ir a partirle la cara y no me fío de lo que Eduardo le pueda hacer. Lo está esperando.
- Pero princesa, ese tipo es el peor enemigo de Armando y si se entera de que se lo estás ocultando se va a poner hecho una fiera.
- No me importa. ¡Que se enfade conmigo! Pero no quiero que Eduardo le haga daño.
- Visto así tienes razón. Pero sigue sin parecerme bien que se lo ocultes. Podríamos decírselo entre los dos e intentar calmarlo.
- Javier… Tú lo conoces mejor que nadie y sabes que cuando se altera es imposible calmarlo.
- Es verdad princesa. Otra vez tienes razón. Pero algo tenemos que hacer.
- De momento no hagamos nada y si Eduardo vuelve a aparecer, entonces veremos si se lo contamos. Por favor…
- Está bien princesa. Sabes que no me puedo negar a nada que me pidas. Pero guárdate bien de la furia de Armando cuando lo sepa.
- No te preocupes. De momento no se va a enterar. ¿Verdad?
- No. No se va a enterar. Pero prométeme que si Eduardo vuelve a aparecer me llamarás. Necesitas estar protegida princesa.
- Te lo prometo. De verdad.
- Y además me tienes que prometer que se lo contarás a Armando.
- Lo prometo… Pero aún no. Espero que Eduardo no vuelva a aparecer. – dijo sin convicción.
- No lo esperes. Es como un perro de presa y cuando muerde no suelta fácilmente a su victima. Ten mucho cuidado con él Marina. Por favor.
- Lo tendré. De verdad.

Marina terminó por pasar la tarde con Javier. Como el día era propicio salieron a navegar un rato. La brisa del mar consiguió calmar sus nervios del todo. Al regresar a su casa se encontraba muy relajada. Se duchó, se preparó algo para cenar y miró un rato la tele. Aunque no veía lo que estaban emitiendo. Su cabeza se encontraba dándole vueltas a la manera de librarse de Eduardo. Pero no sabía como conseguirlo. Se empezó a poner nerviosa de nuevo. Estaba agotada y decidió aparcar el tema de momento e irse a dormir. Armando todavía tardaría unas horas en llegar. Y prefería que no la viera en ese estado. Pensó que dormir un rato le haría bien.

Armado llegó al aeropuerto a las tres de la mañana. Se dirigió a su coche. Entró en el y revisó la guantera. ¡Allí estaba el sobre! Lo abrió y comprobó que estuvieran las llaves. Sacó la nota y la leyó. Una enorme sonrisa se dibujó en su cara y apoyó con fuerza la nota sobre su corazón.

- ¡Allá voy mi amor! – dijo antes de arrancar el coche.

Cuando entró en el apartamento, este se encontraba a oscuras y en silencio, señal de que Marina se hallaba durmiendo. Sin hacer el más mínimo ruido, se quitó la chaqueta y la doblo por la mitad, con sumo cuidado la depositó sobre el respaldo del sofá. Se quitó los zapatos para no hacer ruido y se dirigió al baño. Se duchó y se preparó para ir a dormir. Se acercó a la cama y observo a Marina. Ella se encontraba durmiendo de lado y su cabello estaba esparcido por la almohada. Le reconfortó escuchar su respiración apacible. Con suma delicadeza se introdujo debajo de las sábanas y sin poderlo resistir se abrazó a ella y enterró la cara en su cabello. Anhelaba embriagarse de su perfume. ¡Cuanto había echado de menos ese aroma que lo hechizaba! Marina se removió al notarlo y él comenzó a besarle el hombro. Ella todavía dormida pronunció su nombre.

- Armando…
- ¿Si mi amor?- dijo en un delicado tono de voz.
- ¿Armando? ¿Estas aquí?- dijo despertándose del todo.
- Si brujita. Ya estoy aquí.
- ¡Oh! ¡Cuanto te he extrañado!- exclamó apretándose contra él.
- Y yo a ti mi vida. No sabes la tortura que ha significado estar lejos de ti.- dijo abrazándola más fuerte sin dejar de besarle el hombro.

Marina se dio la vuelta y se abrazó a él que comenzó a besarla en la boca. Fue un largo y cálido beso. Armando continuó besandole la nariz, la frente y nuevamente su boca. Pero esta vez el beso era más exigente. Deslizó la mano por el muslo de ella y continuó subiendo hacia su cintura. Marina a su vez enredó las manos en su sedoso cabello que ahora aparecía mojado por el baño. Le dio un beso en el cuello que a él le hizo emitir un hondo gemido. Deslizó una de sus manos por su espalda, acariciándolo y explorando la esplendida musculatura. Armando deslizó la mano por debajo de su camiseta y con la punta de los dedos acaricio uno de sus pezones que se estaba endureciendo sin dejar de besarla apasionadamente. Su experta lengua exploraba con avidez la boca de Marina, mientras su mano continuaba acariciando su pecho. Ella a su vez bajo las manos para acariciar la cintura de Armando. El se incorporó un poco y medio sentándola en la cama le quito la camiseta. Bajó la cabeza y con la lengua comenzó a lamer con delicadeza en el mismo lugar donde antes estaba su mano lo que provocó que Marina emitiera hondos gemidos. Marina deslizó las manos hasta el lugar donde el comenzaba a sentir su erección. Empezó a acariciarle con suavidad y Armando creía morir de placer. Jadeante le susurró junto a su boca.

- Marina… Me vuelves loco mi amor.

Ella sonrió encantada besándolo y esta vez era Marina la que exploraba con avidez su boca sin dejar de acariciarle. Armando a su vez fue acariciándola a medida que su mano bajaba por la cadera y puso una de sus piernas entre las de ella abriéndoselas un poco. Su mano llegó hasta aquel sagrado lugar y comenzó a acariciarla a su vez. Despertando en Marina sensaciones que no creía que existieran. Después fue bajando besando todo su cuerpo y dejando un rastro de fuego ardiente que ella no creía poder soportar. Se demoró un rato en su ombligo y después continuó bajando sin dejar de besarla. Armando separó un poco más sus piernas y comenzó a besar el interior de sus muslos. Después comenzó a lamerlos y con su lengua llegó a su entrepierna. Marina emitía pequeños grititos de placer nunca antes nadie le había hecho lo que estaba haciendo Armando. Su lengua exploraba toda su intimidad provocándole como descargas. Ella se removía y se arqueaba pero él no se separaba de allí. Se encontraba con los ojos cerrados sintiendo tantas cosas que no se dio cuenta que ya no estaba allí hasta que lo notó en su interior. Armando se había situado encima de ella y a la vez que subía dándole cálidos besos y lamiendo todo su cuerpo se había introducido en Marina. Fue moviéndose hasta que se encontró en una postura cómoda y entonces comenzó a entrar y salir de ella con una pasión que hacía mucho que no sentía. Marina lo notaba muy dentro de ella tanto que cuando él salía ella le apretaba la espalda para que volviera a entrar. Armando cada vez penetraba con más fuerza, su pasión se había desbocado y Marina que ansiaba sus embestidas susurraba su nombre. Llegaron al clímax juntos y fue un largo y prolongado éxtasis. Después Armando continuó besándola sin salir de ella. Al cabo de un rato se separo de Marina con un profundo suspiro y sin dejar de acariciarla le dijo.

- Mi amor, te amo como nunca creí amar a nadie.
- Yo también te amo.-dijo Marina melosa y acurrucándose a su lado a la vez que acariciaba su maravilloso pecho.

Así se quedaron dormidos. Cuando despertaron Marina volvió a acariciar aquel musculoso cuerpo lo que provocó otra vez que se encendiera la pasión de Armando. Él se incorporó un poco y le dio un profundo beso en la boca. Marina fue la que tomó la iniciativa esta vez. Lo apartó echándolo sobre la cama y poniéndose casi encima de él, lo besó. Luego comenzó a pasar su lengua por su cuello, su pecho, entreteniéndose en los pezones de Armando. Le dio pequeños mordisquitos que a él le excitaron aun más. Continuó bajando con su lengua por todo su cuerpo. Armando se encontraba con los ojos cerrados y emitía hondos suspiros. Sus manos se enredaron en el pelo de ella. Al llegar al objeto de su placer, Marina levantó un poco la cabeza sonriéndole sensualmente. Volvió a bajarla. Armando le preguntó entre jadeos.

- Marina… ¿Que vas a hacer? No será lo que yo me imagino ¿Verdad?

Ella por toda contestación emitió una suave risa y se encomendó a su tarea. Quería hacerle sentir a Armando todo el amor y el placer que él le daba. Marina lamió, succionó y mordisqueo con delectación. Él se creía morir. Intentó apartarla de allí, pero ella no le hizo caso y continuó con su exploración. Armando gemía roncamente. Se agarró fuertemente a las sábanas con las dos manos y las iba apretando y soltando a la vez que las oleadas de placer le invadían. Cuando ya no creía poder resistir más, le dijo.

- Marina… Por Dios… Ya no aguanto más.- emitiendo un gemido.
- Espera un poco mi amor. Todavía no.- susurró ella.
- No creo que aguante. Por favor...
- Relájate y siente esto.

Se entretuvo en hacerle algo que nunca antes le habían realizado. Se encontraba a punto de explotar. No osaba abrir los ojos. La imagen de Marina allí abajo le excitaba al máximo. Ella se incorporó y se sentó a horcajadas sobre Armando. Comenzó con movimientos muy suaves. Se apoyó sobre él y le dio un profundo beso en la boca. Armando al notarse en su interior quiso que se moviera más deprisa. Su pasión estaba llegando al límite. Pero Marina se quedó quieta un rato.
- Brujita por favor no hagas eso…
- Espera un poco mi amor…
- Es una tortura Marina...
- Una maravillosa tortura... –dijo y comenzó a moverse sobre él de nuevo.

Armando puso sus manos en las caderas de ella y los dos comenzaron a moverse con un ritmo acompasado. Cada vez más deprisa, cada vez con más pasión.

- Ahora mi amor… ahora…

El no se hizo rogar más y curvándose hacia ella llegó al clímax entre hondos gemidos y jadeos. Marina se incorporó y echándose un poco hacia atrás emitió un gritito a la vez que él. Llegó al éxtasis y se quedó quieta mientras su respiración desbocada volvía poco a poco a la normalidad. Después se separó de Armando y se tumbó a su lado. Él se giró y la besó profundamente. Con voz ronca le dijo.

- ¿Ves porque te amo? Nunca nadie había hecho eso conmigo.
- Mmmm… Cuando quieras lo podemos repetir. -dijo sensualmente.
- Claro que lo repetiremos mi amor. Ha sido maravilloso. – dijo inclinándose otra vez y volviendo a besarla profundamente.

Mucho más tarde agotados, se volvieron a dormir. Al despertar Marina dijo.

- Armando… ¡Que tarde es!
- ¿Y que? – pregunto sensualmente.
- Debemos vestirnos e ir a trabajar.
- ¿Por qué? Yo quiero quedarme aquí contigo para siempre. – dijo abrazándola de nuevo.
- En primer lugar porque no podemos quedarnos aquí eternamente.
- ¿Ah no? –pregunto él con voz profunda.
- No.- dijo ella riendo.- En segundo lugar porque tenemos una obligación que cumplir.
- ¿De verdad? – volvió a preguntar.
- Si, de verdad. Y en tercer lugar porque tú eres el jefe.- y se rió a carcajadas.
- En eso si que no te puedo poner ninguna objeción, señorita responsable.- dijo riéndose también.

Se levantaron, pasaron por la ducha y cuando Marina se estaba terminando de maquillar ante el espejo, Armando se le acercó por detrás, le apartó el pelo, le dio un beso en el cuello y le sonrió. Después deslizó la pequeña gargantilla por el mismo lugar que había besado. Ella la miró sorprendida.

- Armando… Es preciosa. – dijo pasando sus dedos por el colgante.
- ¿De verdad te gusta mi amor? – preguntó desde atrás sin dejar de mirarla.
- Me encanta. Es muy linda. Pero no tenías que haberlo hecho mi amor.
- Claro que si. Cuando la vi me susurraba tu nombre. –dijo con voz profunda.

Marina se dio la vuelta, le echo los brazos al cuello y le besó largamente. Quería darle las gracias por haberse acordado de ella, por ser tan cariñoso, por ser tan sensualmente tierno. Pero sobre todo quería darle las gracias por su amor y por haber tenido la fortuna de encontrarlo.

- Mmmm… si esto es lo que me espera cada vez que te haga un regalo, me veré obligado a hacerlo más a menudo.- dijo con mirada sensual.
- No te acostumbres… eso es porque ha sido el primero.- dijo con la misma mirada.
- Marina… Si no nos vamos ahora mismo dudo que te deje salir de aquí en unos cuantos días. – dijo con voz intensa.
- La tentación es muy fuerte… - dijo con voz sensual.

Armando la volvió a besar largamente. Después de un rato se marcharon.

- Armando…
- Si brujita…
- Todavía no me has explicado como es el frasco.
- Es cierto. Lo había olvidado. Tenía cosas más interesantes en que pensar… - dijo mirándola significativamente.
- No seas tonto. -dijo ella riendo.
- No soy tonto. Es del todo cierto. Esta bien te lo voy a explicar mi amor. Es como si fuera una escultura.- ante la mirada de ella dijo- Verás imagínate un trozo de mármol o de barro. La base del frasco es como un bloque irregular que comienza a girar y de allí sale una figura de mujer con un vestido de noche. ¿Lo entiendes?
- Me hago una ligera idea, aunque no mucho.
- La figura no tiene pies. Es como si se tratara de una escultura inacabada. ¿Hasta ahí bien?
- Ahora si. ¿Qué más? – preguntó interesada.
- La silueta esta inclinada hacia delante como si quisiera vencer al viento que agita su vestido y su cabello. En el portafolio tengo un boceto.

Marina tomó el portafolio y buscó el dibujo.

- ¿Es este? – dijo enseñándoselo a Armando.
- Si. Ese es.
- ¡Oh! Pero… Es precioso… Que delicado…
- ¡Sabia que te gustaría mi amor! – dijo contento.
- ¿Gustarme? Es el frasco más bonito que he visto nunca.- dijo emocionada.- Y aquí dentro ira una de mis fragancias…
- ¿Estas feliz?- preguntó.
- Feliz es poco. Estoy emocionada. Armando gracias por haber encontrado algo tan bonito.- dijo francamente agradecida.
- No tienes que dármelas brujita. La fragancia que has creado no merece otra cosa mi amor.- dijo mirándola con arrobo.

Ella continuaba mirando el dibujo y unas lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas.

- ¿Por qué lloras mi amor? ¿Hay algo que no te guste?- preguntó preocupado.
- No… No te preocupes es sólo que estoy emocionada de ver algo tan bello. –dijo ella apartando las lágrimas con la mano.
- Marina… Si lloras al ver esto, quiere decir que tienes un alto grado de sensibilidad mi amor.
- ¡Oh! Siempre he sido muy llorona – dijo quitándole importancia.
- Porque eres muy sensible. Esa es una de las miles de cosas por las que te amo.- dijo con una sonrisa.

Continuó conduciendo durante un corto espacio de tiempo. Dándole tiempo a ella de serenarse y después dijo.

- Por cierto Marina…
- Dime mi amor.
- ¿Tienes la fórmula de la fragancia a mano? Hay que registrarla.
- No te preocupes por eso. Ayer la registre a nombre de Pimpinella. Tengo la documentación en la caja fuerte del laboratorio. En cuanto lleguemos te los doy mi amor.
- Cariño, eres la personita más eficiente que conozco.
- No exageres.- dijo sonriendo.
- No exagero mi amor. Yo se que no exagero. – dijo con una mirada expresiva.

Llegaron a Pimpinella y se dirigieron al laboratorio. Marina abrió la caja fuerte y le entregó la documentación del registro del perfume.

- ¿No quieres guardarlo tú?- preguntó Armando.
- No, mi amor. El registro está a nombre de tu empresa. Lo justo es que lo tengas en tu poder.
- Gracias brujita, pero el perfume es tuyo y deberías haberlo registrado a tu nombre.
- De eso nada. La fragancia la hemos creado entre los dos y por eso la he registrado a nombre de Pimpinella.
- Yo solamente te ayude en lo que tú me pedías. La fragancia es tuya. Pero ya que la has registrado a nombre de la empresa, pondremos tu nombre en el frasco.
- ¿Cómo? ¿Qué quieres decir?
- En el frasco irá así: “SEDUCTION by Marina Salvador”
- No me gusta. Perdóname pero no busco notoriedad.
- Pero debe constar que tú eres la creadora.
- A mí no me importa.
- Marina… Vamos a mi despacho por favor. Allí podremos hablar más tranquilos.- dijo contrariado.
- De acuerdo, vamos. Aunque no sé de que quieres hablar. Para mí está claro. – dijo sonriendo.
- Pero para mí no.- dijo con semblante serio.

Se encaminaron al despacho de Armando. En el ascensor, Marina se acercó a él para darle un beso. Armando correspondió sin ganas.

- Cariño… ¿Estás molesto por algo?- preguntó.
- Si. Me molesta sobremanera que no quieras admitir el reconocimiento que te mereces. Sin ti esta idea no hubiera sido posible.
- Pero por eso no te tienes que molestar, mi amor.
- Ahora continuamos hablando Marina.

El ascensor había llegado al piso. Entraron y saludaron a Mercedes, que al ver la cara de enfado de su jefe, interrogó con la mirada a Marina, la cual se encogió de hombros y le indicó con un gesto que luego se lo explicaría. Armando abrió la puerta del despacho y le franqueó el paso a ella. Cuando estuvieron dentro y con la puerta cerrada él dijo.

- Entiende Marina que la fragancia es tuya y quiero que todo el mundo lo sepa.
- Pero mi amor, si a mí no me importa.
- ¡Pero a mí si! Quiero que quede claro que Pimpinella obtendrá grandes beneficios si el público acepta bien el perfume, y tú recibirás una parte de ellos.
- Yo no quiero esos beneficios Armando.- protestó.
- Pues lo siento mucho. Pero como presidente de esta empresa, he decidido que los recibirás y que tu nombre irá en el frasco. ¡No se hable más! Ahora vamos a decidir como lo ponemos.
- Está bien Armando, si insistes será como tu digas. Pero por favor no te enfades…
- Insisto. Y si estoy enfadado es porque me molesta el poco valor que te das a ti misma.- y cambiando el tono de voz dijo- Mi amor, tienes un talento especial y yo solo pretendo que se te reconozca ¿Eso es tan difícil de entender?
- De acuerdo, tienes razón. Siempre he intentado pasar desapercibida en todos los ámbitos.
- Pues eso se acabó. A partir de ahora tu nombre aparecerá en todas tus creaciones. Vamos a decidir como lo ponemos.- dijo con una sonrisa seductora.
- Bien Armando, como tu quieras. Pero prefiero que no salga mi nombre completo.
- En eso estoy dispuesto a complacerte brujita. ¿Te parece bien que pongamos “Marina S.”? “SEDUCTION by Marina S.” o ¿”SEDUCTION by M. Salvador”? ¿Y bien?
- Me gusta más “Marina S.”
- A mí también. Estamos de acuerdo entonces. Será “Marina S.”
- Bien, como tú digas.
- Llamaré a mis abogados y les pediré que redacten la documentación para que recibas una parte de los beneficios.
- Mi amor, de veras que no lo necesito.- dijo con mirada suplicante.
- Marina… No hagas que me enfade de nuevo.- dijo con tono amenazante.
- ¡Oh! Está bien. ¡Puedes llegar a ser muy persistente!
- Ya te lo dije una vez brujita. No se si lo recuerdas, pero te dije que era muy persistente y cuando algo me interesa no cejo en mi empeño hasta que lo consigo. –dijo acercándose a ella y abrazándola.
- Esa es una de las cosas que más me gusta de ti.- dijo con mirada sensual.
- Humm… ¿Y que más cosas te gustan de mí?- dijo contra su boca.
- Eso te lo diré en otro sitio y en otras circunstancias…- dijo percibiendo su aliento en el rostro y acercándose para que la besara.
- Te tomo la palabra brujita. – dijo, y la besó.- Por cierto… Creo que tengo que devolverte esto…- y le entregó las llaves del apartamento.
- No mi amor. Quédatelas y así podrás entrar y salir cuando gustes.- dijo con voz sensual.
- No me tientes. O me quedaré allí para siempre.- dijo en el mismo tono.
- Mmm… La verdad es que esa idea no me desagrada para nada. – dijo besandolo.
- ¿Lo dices en serio?- dijo esperanzado.
- Jamás he hablado tan en serio, mi amor.-dijo con una sonrisa.
- Entonces… ¿Puedo vivir contigo todo el tiempo?- preguntó.
- Nada me gustaría más Armando. Pero procura que tu madre no se ponga celosa.- dijo riendo.
- Mi madre nació celosa mi amor, pero lo comprenderá. – dijo riendo también y volviendo a besarla largamente.

Después de un rato, Marina volvió al laboratorio. Al salir del despacho de Armando, Mercedes la interrogó y ella le dio las explicaciones ya que Mercedes era la única persona en la empresa que conocía la existencia del perfume.

- Pero Marina… ¡Eso es fantástico! Y además me parece de lo más justo.
- Si. Pero yo hubiera preferido pasar desapercibida.
- Nada de eso. Tú debes obtener una parte de los beneficios porque has creado la fragancia. ¡Bien por Armando!
- Le he dicho que si para que no se enfade. Pero sigo creyendo que no merezco tanto.
- ¡Ay Marina, no seas tonta! Claro que lo mereces. Y si yo fuera él, habría hecho lo mismo. No me extraña nada que llevara esa cara cuando entró. Debía estar muy contrariado.
- Si. Se ha enfadado bastante. Pero ya se le pasó.
- ¡Uffff! Menos mal… Ya me veía todo el día a golpe de pito. – dijo. Y las dos rieron con ganas.
- Mercedes me marcho a trabajar. O al final me despedirán por bajo rendimiento.-dijo entre risas.
- Hum… Creo que eso no va a ocurrir, cielo. Armando está que bebe los vientos por ti, y no sabes cuanto me alegro.
- Gracias Mercedes. ¿Sabes una cosa? Yo también bebo los vientos por él. Es un hombre maravilloso.
- Lo sé. ¿Recuerdas que te dije que era un encanto pero él no lo sabía?
- Si, claro que lo recuerdo- dijo riendo.
- Pues ahora sabes a que me refería ¿Verdad?
- Vaya si lo sé. Hasta luego Mercedes.

Cuando Marina salió, Armando llamó a Javier. Quería que le ayudara con lo de la fiesta. Lo notó un poco nervioso pero de momento no le dio importancia.

- ¡Hola Armando! ¿Qué se te ofrece?- preguntó nervioso. – Seguro que ya sabe lo de Eduardo y llama para pedirme explicaciones- pensó.
- ¡Hola Javier! Quería pedirte un favor. ¿Puedo?
- ¡Claro que si! Para eso estamos los amigos. Pídeme lo que quieras.- dijo aliviado.
- ¿Sabes que? Mejor voy a verte y hablamos. ¿De acuerdo?
- De acuerdo. Te espero Armando.
- Ahora mismo voy. – dijo feliz.

Armando salió del despacho y le dijo a Mercedes.

- Mercedes voy a salir un rato. Si Marina pregunta por mí, dile que no sabes donde estoy.
- De acuerdo Armando. ¿Sucede alguna cosa?- pregunto extrañada.
- No. No sucede nada Mercedes. Es solo que… No tiene importancia. Ya sabes lo que tienes que decir.- y diciendo esto salió.

Por un momento había sopesado la posibilidad de explicarle a Mercedes lo de la fiesta. Pero como era muy amiga de Marina dudaba que hubiera podido resistir la tentación de explicárselo a ella. Y prefería mantener el secreto. Ya se encargaría personalmente de que Javier no dijera nada.
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