Alas de Fantasia
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CAPITULO 10 ...... ”LUCÍA”
Armando llegó a la clínica y se dirigió directamente al despacho de Javier.

- ¡Ya estoy aquí!
- Hola Armando. Que rápido has venido. ¿Qué querías pedirme?
- Pues verás… Es que quiero organizar una fiesta para Marina y necesito que tú me ayudes.
- Encantado de ayudarte. ¿Y que se celebra si puede saberse?- preguntó.
- Quiero hacer esa fiesta para pedirle a Marina que se case conmigo.- dijo ilusionado.
- ¿Le vas a pedir que se case contigo?
- Si Javier, la amo y quiero pasar el resto de mi vida con ella.- le explicó.
- Pero… ¿No es un poco precipitado? No hace tanto que estáis juntos. ¿Estas seguro de lo que te propones?
- Para mi no es precipitado. Claro que estoy seguro. Necesito verla todos los días. Quiero despertar con ella a mi lado. Me ha hechizado Javier.
- ¿Y ella que opina al respecto?- preguntó con curiosidad.
- Ella todavía no lo sabe. Ni debe saberlo hasta el día de la fiesta. Y tú no se lo vas a decir. ¿Verdad amigo?
- No claro que no. Bien, ¿Y en que te puedo ayudar?
- Necesito que me ayudes a organizarlo todo. Además, quiero que la acompañes a comprarse el vestido más bonito que se pueda comprar. Quiero que esa noche esté deslumbrante.
- Ella siempre está deslumbrante.-dijo con un deje de tristeza en su voz.
- Javier, sé lo mucho que la amas. Pero también eres mi amigo y creo que te gustará verla feliz. Me he propuesto hacerla la mujer más feliz del mundo.
- Claro que quiero verla feliz. Es lo que más deseo en el mundo. Y a ti también, por supuesto.
- Entonces estamos de acuerdo. También necesito que la lleves a la fiesta. Yo le diré que tengo que salir de la ciudad.
- ¿Y eso porque?
- Porque a mí se me notaría mucho que le reservo una sorpresa. Y quiero que sea precisamente eso, una sorpresa.
- ¿Y si te dice que no? Porque te veo muy seguro de lo contrario.
- Espero que eso no suceda. Ya no sé vivir sin ella Javier.
- De acuerdo te ayudaré en todo. ¿Para que están los amigos si no?- dijo esbozando una sonrisa.
- Sabía que podía contar contigo. Eres un buen amigo.
- ¿Y para cuando es esa fiesta?
- Había pensado que para la próxima semana estaría bien.
- Me parece perfecto Armando. Así da tiempo de organizarlo todo.
- Gracias Javier. No sabes cuanto te lo agradezco.- dijo dándole un abrazo.

Armando salió de la clínica muy contento. Sabía que Javier era una buena persona y quería que Marina fuera feliz. Mientras regresaba a Pimpinella iba repasando mentalmente la lista de invitados a la fiesta y algún que otro detalle. Estaba muy emocionado. ¡Le iba a pedir a Marina que se casara con él! Y creía estar seguro de no ser rechazado.

Marina fue a buscar a Armando para ir a comer y Mercedes le dijo que había salido pero no sabía donde había ido. Se encontraba allí cuando llegó Armando.

- Pero Mercedes… ¿No ha dicho dónde iba ni a que hora volvería?
- No Marina, no me ha dicho nada. Solo que iba a salir.
- ¿Todavía estaba enfadado?- preguntó.
- Creo que no.
- ¡Hola chicas! ¿Qué hace aquí mi preciosa novia? ¿Ha pasado algo que deba saber?
- No Armando. Solo venía a buscarte para ver si querías comer conmigo. ¿Dónde estabas?
- Por ahí. He ido a dar una vuelta. Me estaba ahogando aquí dentro. Pero claro que vamos a comer. Ahora mismo mi amor.

Marina no se quedó muy convencida, pero decidió no darle importancia de momento. No quería que él volviera a enfadarse si insistía en preguntarle. Salieron a comer y por la tarde ya no volvieron al trabajo. Armando quería tenerla para él solo…

La semana transcurrió tranquila. Armando se había mudado a casa de ella y la convivencia resultó fantástica. Se complementaban a la perfección. A mitad de la siguiente semana Javier los invitó a la fiesta.

- Armando…
- ¿Dime mi amor?
- Javier nos ha invitado a una fiesta el sábado por la noche.
- ¿Si? ¿Y que se celebra?
- Me ha dicho que como acaba de convertirse en socio de la clínica quiere celebrarlo con nosotros.
- ¿Y desde cuando es socio?
- Creo que desde ayer.
- Así que el muy pillo ya forma parte de la cúpula de la clínica. Que calladito se lo tenía. Le tendré que tirar de las orejas.- dijo riendo.
- Iremos ¿Verdad? No podemos hacerle un desplante en un día tan importante para él.
- Lo siento brujita, pero tendrás que ir tú sola. Yo tengo que ir a Nueva York, me ha llamado el diseñador. Necesita que vea una cosa.
- ¿El sábado? ¿A Nueva York? ¿No puede ser el lunes?
- No mi amor. Yo quería irme el lunes, pero me ha dicho que tiene que ausentarse del país por una temporada y parte el lunes muy temprano. Cosas de trabajo, creo.
- Pero entonces… ¿Qué pasará con Javier?- preguntó decepcionada.
- Cariño, estoy absolutamente seguro que Javier prefiere que vayas tú sola con él. Así no tendrá que buscar pareja.- dijo con una sonrisa.
- Ya lo sé. Pero yo prefería ir contigo.
- Lo sé mi amor. Pero es absolutamente imposible.
- Está bien. Si es del todo imposible iré yo sola.
- Créeme que lo siento brujita. Nada me gustaría más que ir a esa fiesta contigo.


Javier la acompañó a comprarse el vestido tal y como le prometiera a Armando. Marina escogió uno de color negro con escote en V por delante y con unos tirantes estrechos por abajo y un poco más anchos en los hombros con algún ligero toque de pedrería en ellos. La espalda también iba al descubierto casi hasta el final de ella. La falda era amplia pero la tela tenía mucha caída y se ajustaba a su figura. Javier pasó a recogerla esa noche para ir a la fiesta. Cuando la vio salir se quedó sin aliento. Siempre le ocurría lo mismo, pero esa noche Marina estaba realmente deslumbrante. Se había hecho un recogido y llevaba las puntas del pelo extendidas hacia arriba. Se puso la gargantilla que le había regalado Armando y unos pendientes que ella tenía que parecían del mismo juego. Se había maquillado levemente. Llevaba una estola de seda verde oscuro para dar un toque de color a su apariencia y resguardarse un poco por si hacía frío.

- Marina. Estas…Estas… Ufff… Realmente no tengo palabras.
- Siempre tan exagerado Javier. Tu mismo me dijiste que querías que estuviera deslumbrante. ¿O no es así?
- Pues créeme, lo has conseguido.-dijo mirándola con admiración.
- Además ya habías visto el vestido.- dijo con una sonrisa.
- Si. Pero sin ningún complemento. Realmente estás bellísima esta noche.
- Lo sé… Pero me hubiera gustado ver la cara de Armando al verme así de arreglada y eso no va a poder ser.- dijo con tristeza.
- Quien sabe Marina. A lo mejor el destino es benévolo contigo y lo trae.
- ¡Ojala! Pero en estos momentos debe estar volando a Nueva York.- dijo desilusionada.
- Pues yo bendigo ese avión, por permitirme ser el acompañante de una mujer tan extraordinariamente bella. – dijo tendiéndole el brazo.

Subieron al coche y se dirigieron a la fiesta. Cuando ya casi llegaban Marina se dio cuenta que iban a casa de Armando.

- Javier… ¿Adonde me llevas?
- A la fiesta, princesa.
- Pero… Este es el camino de la casa de Armando…
- Claro. ¿No te lo había dicho? Ángela me ha prestado su casa para la fiesta. En la mía no cabíamos todos.
- No. No me lo habías dicho. ¿Lo sabe Armando?
- No lo creo. A no ser que Ángela le haya comentado algo. Yo no se lo he dicho. Ya que no iba a poder venir, para que darle envidia. ¿No crees?
- Si claro…

Llegaron a la fiesta y Ángela les estaba esperando en la puerta. Le dijo a Javier que fuera a buscar unas copas para ellos y a Marina la envió a esperar al jardín con la excusa de darle una sorpresa a Javier. Marina aceptó encantada. Al llegar al jardín, se dio cuenta que no había nadie. Todo el mundo se encontraba dentro de la casa. Pero decidió hacerle caso a Ángela y espero allí. Se puso de espaldas a la casa y miró hacia el horizonte. Pensaba en Armando. ¡Cuánto le habría gustado que estuviera con ella! ¡Acababa de irse y ya lo echaba de menos! Cerró los ojos y aspiró el fresco aire de la noche. La brisa traía aroma de jazmín y azahar. Se perdió en sus pensamientos.

- Brujita…- la suave voz de Armando la llamaba.

Marina pensó. Si estaré tonta que hasta creo que me llama. ¡Cuanto lo echo de menos! De pronto notó una presencia a su espalda. Le pareció percibir el aroma de Armando. Pero seguro que se lo estaba imaginando. Armando estaría llegando en esos momentos a Nueva York. Emitió un profundo suspiro. Y en ese momento unas suaves manos se posaron en sus brazos. Armando dijo con voz suave.

- Brujita…mi amor…
- ¿Armando? Pero no puede ser… Armando está lejos.
- No mi brujita, estoy aquí. Detrás de ti…
- ¿Armando? ¿Es eso cierto?

Armando se pegó a ella y depositó su barbilla sobre su cabeza en un gesto muy suyo que no dejó lugar a dudas de que era él. Marina se dio la vuelta muy lentamente, temiendo que fuera producto de su imaginación. Allí estaba Armando impecablemente vestido con un traje negro que se adaptaba perfectamente a su figura, con el cabello suelto y más bello que nunca. Marina se abrazó a él. Pero enseguida se soltó.

- Tú… ¿Tú no estabas en Nueva York?- preguntó desconcertada.
- No mi amor. Estaba esperándote…Aquí...
- Pero entonces porque… Porque…
- Era una sorpresa.
- ¿Y Javier? –preguntó mirando hacia la casa.
- Javier ha sido mi cómplice.- dijo con una deslumbrante sonrisa.
- Pero… No entiendo… Cómplice… ¿De que?
- Marina… Tengo algo muy importante que decirte. Y quería darte una sorpresa. ¿No estarás molesta verdad?
- Molesta…no, sólo un poco confundida.

Marina se encontraba tan feliz de que Armando estuviera allí con ella, que no se molestó en enfadarse. Él la abrazó con mucha dulzura.

- Marina mi amor…Eres tan buena y tan dulce que ahora me siento mal por haberte ocultado esto…
- Está bien… Me siento demasiado feliz como para enfadarme. ¿Qué sorpresa querías darme?- preguntó curiosa.
- Esta…

Armando sacó la cajita de un bolsillo de su chaqueta y abriéndola se la ofreció.

- Marina… Mi amor… ¿Quieres casarte conmigo?
- ¡Oh! Armando… Es un anillo precioso. Pero… ¿Por qué habría de casarme contigo? ¿Para que vuelvas a ocultarme cosas? Creo que no… - dijo con mirada juguetona, que Armando no vislumbró debido a la poca iluminación.
- Marina… ¡Por Dios!... Di que si mi amor. No me hagas esto…Perdóname por ocultártelo, pero quería que fuera sorpresa. Por favor… Entiéndeme.
- Ya… No, si lo entiendo…Pero el hecho es que me has mentido. ¿Crees que puedo confiar en ti?- se estaba divirtiendo haciéndolo sufrir.
- Brujita… Por favor… ¡Te amo! Eres mi otra mitad. Sin ti ya no soy nada. ¡Soy tuyo! Di que si mi amor…
- Humm… No se… Debo pensarlo… ¿Además no crees que vas un poco deprisa?
- Marina… Me estás destrozando… Por favor…- unas lágrimas comenzaron a escaparse de sus ojos. Había puesto todas sus esperanzas en esa noche. Marina no podía rechazarle así.
- Armando… ¿Estás llorando? ¿Tanto te importa mi respuesta?- preguntó alzándole la cara que él había bajado para esconderla.
- Me importa más que mi propia vida Marina… Por que sin ti mi vida no vale nada. Te necesito para poder respirar…
- Mi amor… No seas tonto… ¡Claro que me casaré contigo! ¡No deseo otra cosa! – dijo besándole los labios.
- ¿De verdad Marina? ¿Te casarás conmigo? ¿Cuándo?
- Por supuesto que me casaré. Cuando tú quieras mi amor. Mañana mismo si así lo decides. ¡Te amo!- dijo secándole las lágrimas con sus besos.
- Me estas haciendo el hombre más feliz del mundo mi amor.- dijo con una sonrisa y comenzó a besarla profundamente.
- Yo si soy la mujer más feliz del mundo mi amor. ¡El hombre que amo me ha pedido que sea su esposa!- dijo llorando de felicidad.

Armando depositó el anillo en su dedo, y después se abrazaron y se besaron largamente. No lejos de allí, oculta tras unos altos arbustos Ángela también lloraba. Pero de felicidad, amaba a su hijo y deseaba que fuera dichoso. También había aprendido a querer a Marina y después de escuchar toda la conversación que habían mantenido, estaba segura que era la mujer que su hijo necesitaba. Ella sabría apoyarle en todo y calmar su genio en el momento que fuera necesario. Era su complemento. Secándose las lágrimas se dirigió al interior de la casa. Había llegado el momento de anunciar el compromiso.

Armando y Marina se dirigían hacia la fiesta. Llevaban mucho rato fuera y los invitados debían estarse preguntado donde se encontraba el anfitrión. Iban caminando despacio, Armando se paró en seco y le dijo a Marina.

- Perdóname mi amor… Pero aún no te he dicho que esta noche brillas como una estrella…
- ¿Qué quieres decir?- preguntó perpleja.
- Que estás deslumbrante brujita. Me quedo sin aliento cada vez que te miro.- dijo con una sonrisa.
- ¿De verdad te parezco bella esta noche?- preguntó con sincera curiosidad.
- ¿Bella? No mi amor. Bellísima diría yo. Voy a ser el hombre más envidiado de toda la fiesta. Y eso me gusta.
- Gracias Armando. Me he arreglado así especialmente para ti. Aunque creía que no vendrías algo me decía que debía hacerlo. Sentía una profunda tristeza por no poder estar contigo esta noche.
- Te pido perdón otra vez brujita.
- No tienes que hacerlo. Al final estás aquí conmigo y me ha encantado la sorpresa mi amor.- dijo mirando el anillo y después a Armando.

Entraron en la casa y Ángela se les acercó sonriente.

- ¿Puedo felicitaros o me equivoco en mi apreciación?
- No te equivocas mamá. Marina ha dicho que sí.- dijo con una gran sonrisa.
- Me alegro. Bienvenida a mi familia Marina. Mi casa es tu casa, pero eso ya lo sabes ¿Verdad nuera?- dijo y rieron los tres.

Ángela se dirigió a la escalera y subiendo al tercer peldaño dijo a los invitados.

- ¡Por favor! ¡Un momento de atención! ¡Quiero anunciarles algo!

Marina miraba a Armando quien la miró sonriendo satisfecho.

- ¿No ira a hacer lo que yo creo? ¿verdad?
- Si. Lo va ha hacer, mi amor. No he podido persuadirla. En estas cosas está un poco chapada a la antigua.
- Me moriré de vergüenza.
- No te morirás mi amor. Yo estoy a tu lado.

Ángela esperó unos minutos a que todo el mundo estuviera en silencio y entonces dijo.

- Esta noche tengo el enorme placer de anunciar el compromiso matrimonial de mi hijo Armando con la señorita Marina Salvador. ¡Felicidades pareja!

Todos los invitados fijaron sus miradas en la feliz pareja y comenzaron a dirigirse hacia ellos con el fin de felicitarles.

Cuando todos los invitados se habían marchado. Javier se acercó a ellos y les dijo sinceramente.

- Armando, Marina. Os deseo de todo corazón la mayor felicidad del mundo. Haceis una excelente pareja.
- Gracias Javier. Eres un verdadero amigo- dijo Armando dándole un abrazo.
- Gracias Javier. Me alegra que te lo tomes así.- dijo Marina abrazándole también.
- Sinceramente siento mucho que no te enamoraras de mí… Pero creo que no has salido ganando con el cambio. El es más guapo que yo, pero nada más. –dijo guiñándole un ojo a Armando. Los tres rieron la ocurrencia.

Marina se quedó a dormir, Armando la acompañó hasta su habitación. Esta vez no la llevó hasta la que ocupara la vez anterior, sino que la llevo a la contigua a la suya. Otra vez tenía sobre la cama aquel precioso camisón. Armando se despidió con un beso y se marchó a su habitación. Marina se sintió un poco desilusionada, había creído que iban a dormir juntos. De hecho llevaban un tiempo viviendo los dos en su apartamento. No comprendía por que se había marchado Armando ¿Sería por respeto a su madre? Se dispuso a darse una ducha antes de dormir. Entró en el baño y descubrió que las dos habitaciones se comunicaban por allí. Era un baño compartido. Se duchó y se puso el camisón. Se cepilló el pelo y se desmaquilló. Una vez en su habitación, se dio cuenta que no podría dormir. Lo escuchó a él trastear en el baño. Salió al balcón y se puso a mirar las estrellas. Recordó las palabras de Armando “Esta noche brillas como una estrella” ¡Había sido una noche tan emocionante! ¡Armando le había pedido matrimonio! No imaginaba un mejor marido que él, dulce, amoroso, tierno pero enérgico a la vez. Todavía quedaba por fijar la fecha de la boda, pero ya lo harían. Cerró los ojos, se abrazó a si misma y se meció. ¡Cuanto le hubiera gustado que sus padres estuvieran allí para verla!

Armando fue a la habitación de Marina cuando terminó de ducharse. Al no encontrarla, primero se alarmó. Pero después vio la puerta de la terraza abierta y supuso que estaría allí. Se acerco con sigilo y la observó. Estaba bellísima con aquel camisón. ¿En que estaría pensando? Se la veía ensimismada. Decidió averiguarlo. Caminó hacia ella y cuando se encontraba casi a su altura, la abrazó por detrás.

- ¿En que piensas mi amor?- dijo con voz profunda.
- En mis padres. En cuanto me gustaría que pudieran asistir a nuestra boda.- dijo con lágrimas en los ojos.
- Cuanto lo siento brujita. A mi también me hubiera gustado. Seguro que nos hubiéramos llevado perfectamente.
- Seguro que si. Mi amor…
- ¿Si? – dijo cerrando los ojos y aspirando el aroma de Marina.
- ¿No te habías ido a dormir?- preguntó.
- ¿Pensabas que te iba a dejar dormir sola en esta casa tan grande?- dijo riéndose bajito.
- Eso me había parecido.
- No mi amor. Ya no volverás a dormir sola. Solo quería castigarte un poco por lo que me has hecho esta noche.- dijo besándole el hombro con suavidad.
- ¿Por lo del anillo? Pensaba que eso ya había quedado zanjado.- preguntó.
- Eso ha quedado zanjado, efectivamente. – dijo.
- ¿Entonces porque me querías castigar?- preguntó dulcemente.
- Por todo lo que me has hecho sufrir esta noche mi amor.-contestó sin dejar de besarla.
- ¿Yo? ¿Te he hecho sufrir? ¿Cuando?- pregunto levantando el brazo y acariciándole el pelo.
- Toda la noche. He sufrido lo indecible para no arrancarte el vestido en medio de la fiesta y hacerte el amor allí mismo delante de todos los invitados.- dijo dándole la vuelta y acercándola a él.
- No me he dado cuenta.- dijo con mirada sensual.
- ¿No lo has notado en mis ojos cada vez que te miraba? Todavía no se como he podido contenerme.- dijo con una voz que a ella comenzó a excitarla.
- ¿Y ahora? ¿Te vas a contener?- dijo provocándolo.
- ¡Ahora no! ¡Pienso hacerte el amor toda la noche! ¡Prepárate a no dormir, brujita!- dijo cogiéndola en brazos y llevándola hacia la cama.

La depositó con sumo cuidado sobre ella. Y comenzó a besarle las piernas mirándola con pasión mientras subía hacía arriba con sus besos a la vez que le iba subiendo el camisón. Marina le acariciaba el cabello. Y lo esperaba deleitándose con el rastro de fuego que sus labios iban dejando en ella.

- Armando… ¿Y si tu madre nos descubre?- preguntó.
- Mi madre… se ha tomado… una pastilla para dormir… Hasta mañana… por la mañana… no aparecerá...- dijo sin dejar de besar su ombligo.

Continuó subiendo con sus labios hacia el pecho de ella. Sin dejar de acariciarla en ningún momento.

- Me encanta tu cuerpo brujita. Podría pasarme la vida besándolo y acariciándolo. – dijo.
- Yo no te lo voy a impedir. Me encanta que lo hagas. –contestó ella a su vez.
- Tus deseos son órdenes para mi brujita. Ya lo sabes.- dijo contra uno de sus pezones.

Comenzó a mordisquearlo. Y a besarlo. Marina comenzó a gemir. Lo cual contribuyó a que Armando se excitara más. Le quitó el camisón con delicadeza. Y la besó en la boca con pasión. Marina acariciaba su espalda y fue bajando las manos. Él le hizo sitio para que comenzara a acariciarle. Le encantaba sentir las manos de ella en su virilidad. Sabía acariciarle con delicadeza y ponerlo casi al borde del éxtasis. Armando a su vez le acariciaba a ella y la sentía jadear y gemir a la vez que no paraba de moverse. Marina estaba al borde del clímax. Armando lo notó y en ese momento desplazándose un poco entró profundamente. La pasión crecía y crecía y ellos se movían un poco más deprisa cada vez. Sus respiraciones eran entrecortadas. Hasta que llegaron donde querían llegar. Marina emitió un gritito de placer y Armando se liberó con un profundo gemido.

- Te amo, mi futura esposa.- dijo sobre ella con la respiración entrecortada todavía.
- Mmm… Te amo, mi futuro esposo. –dijo ella sin soltarlo.

El domingo por la mañana Ángela les preguntó durante el desayuno.

- ¿Ya habéis pensado la fecha de la boda?
- Todavía no mamá.
- ¿Y a que esperáis?
- No lo sé. ¿Tú que dices Marina?- preguntó Armando mirándola con mucho amor.
- Si os parece bien podemos decidirla ahora entre los tres.- dijo mirando de igual forma a Armando.
- Me parece fantástico.-dijo Ángela.

Estuvieron hablando mientras desayunaban, proponiendo y descartando fechas hasta que los tres se pusieron de acuerdo. La boda tendría lugar dos meses después. Había mucho que preparar, las invitaciones, el vestido, el banquete, etc. Se vieron inmersos en los preparativos inmediatamente. Ángela no les daba tregua. Pasaron la semana entre Pimpinella y la casa de Armando con los preparativos. Marina fue a escoger su vestido acompañada de Ángela, vieron muchos pero ninguno les satisfacía. Después de mucho buscar encontraron uno que las entusiasmó a las dos. Ángela tenía muy buen gusto para la ropa y en cuanto lo vio dijo inmediatamente que ese era perfecto. A Marina también le encantó.

Al cabo de dos semanas ya lo tenían todo listo, las invitaciones enviadas. El banquete contratado. El vestido listo para la última prueba. La iglesia concertada. Estaban agotados y dentro de una semana se tenían que concentrar en la campaña publicitaria del perfume. En siete días Adriana llegaría y comenzaría otra carrera contra reloj. No creían poderlo resistir.

Mercedes ya había empezado a concertar las sesiones fotográficas, los videos de promoción. Los carteles que se colocarían en las calles. Los expositores ya casi estaban preparados. Iba a ser una campaña con un gran despliegue publicitario. Tenían que causar impacto entre los posibles consumidores. Y estaban seguros de conseguirlo.

Oscar se encontraba nervioso, todavía no había conseguido la fórmula y Eduardo lo acosaba todos los días. Pero Marina casi no aparecía por el laboratorio. ¡La muy…! Se pasaba el día enfrascada en otros menesteres con las altas esferas de la empresa. Ya se imaginaba él lo que estaba haciendo. Nada bueno por supuesto. Si continuaba así iba a perder la oportunidad de hacerse rico. Tenía que pensar en algo y pronto. La venganza había pasado a segundo plano. Podía más la codicia. Sin que él fuera consciente se iba a presentar la oportunidad.

Marina se encontraba agotada. Pensó que necesitaba relajarse un rato y para ello nada mejor que ir al laboratorio a investigar un poco. Mientras realizaba mezclas y pruebas se evadía tanto de lo que ocurría a su alrededor que conseguía regenerar su cuerpo por completo. Se dirigió hacia allí y comenzó a trabajar.

Armando se encontraba en su despacho. Le dolía un poco la cabeza. Tanto preparativo y tanto ir de aquí para allá. Tenía miles de cosas en que pensar y preparar antes de la campaña. Apoyó los codos en la mesa y con los dedos se frotó las sienes. Parecía que el dolor remitía un poco. Aunque lo que necesitaba era descansar. Los dos lo necesitaban, tanto Marina como él habían pasado directamente de los preparativos de la boda a los de la campaña publicitaria y sus cuerpos lo comenzaban a acusar. Mientras se encontraba así sonó el interfono.

- Armando… Tienes una visita.- dijo Mercedes.
- No quiero ver a nadie Mercedes. Por favor…
- Lo sé. Pero esta mujer insiste en que quiere verte.
- Está bien. Hazla pasar. Pero no quiero ver a nadie más. Por favor Mercedes.
- Como tú digas Armando.

La mujer entró en el despacho y se dirigió directamente hacia la mesa de Armando.

- ¡Hola mi amor!
- ¡Lucía! ¿Qué haces tú aquí?- preguntó sorprendido por la inesperada visita.
- Cualquiera diría que no te alegras de verme, cariño.-dijo acercándose donde él estaba sentado.
- No, no es eso… Es solo que no te esperaba. Hace mucho tiempo que no nos vemos. – se disculpó.
- Porque tú no quieres, mi amor. Ya sabes que estoy enamorada de ti. Pero tú no me haces caso.
- Ese tema quedó claro entre nosotros Lucía. Sabes que nunca te he amado.- dijo con semblante serio.
- Lo sé mi amor. Pero que no me ames no impide que hagamos otras cosas ¿Verdad? –se acercó insinuante.
- ¡Basta Lucía! Ya sabes que no me interesa eso de ti.
- ¡A ti no te interesa nada de mí, ya lo sé! Pero esta vez vengo dispuesta a hacerte cambiar de opinión.- dijo acercándose y sentándose encima de la mesa junto a Armando.
- Por favor Lucía, te ruego que te vayas. Entre tú y yo todo está dicho.
- No mi amor. Esta vez yo tengo la última palabra.- inclinándose le besó en la boca y comenzó a soltarle la corbata.
- Lucía, por favor. Para.- dijo en tono enfadado.
- Esta vez no voy a parar. Una vez me quedé con las ganas y juré que en la próxima ocasión lo conseguiría Armando. Bien, pues esa ocasión ha llegado.- dijo volviendo a besarlo y comenzando a desabotonarle la camisa. Armando la tomó de los brazos para apartarla.

Marina no se lo podía creer. ¡Había conseguido la fórmula! Casi no se había dado cuenta, tan cansada se encontraba que había ido realizando mezclas sin casi notarlo. Pero recordaba perfectamente lo que había puesto. Solo faltaba realizar una prueba de alergia. Se la realizaría ella misma y si funcionaba… ¡Ojala funcionara! Se cubrió la mano con la mezcla y se dispuso a esperar treinta minutos. Se suponía que si transcurrido ese tiempo, no presentaba reacción alérgica. La mezcla era correcta. Casi no podía esperar. Se encontraba eufórica. Pasado el tiempo comprobó que su piel continuaba igual que siempre. ¡Había encontrado el componente! ¡Tenía que decírselo a Armando! Procedió a guardarlo todo y se dirigió a verlo.

Mercedes no se encontraba allí. Seguramente habría ido a hacer fotocopias, pero no importaba. Podía entrar en el despacho de Armando cuando gustase. Tenía permiso de él, aunque ella siempre hacía que Mercedes la anunciara. Por esta vez no lo haría, tenía que darle la noticia inmediatamente a Armando. Se dirigió hacia la puerta. Empuño el pomo. Lo giró y abrió. Lo que vio la dejó paralizada. Armando se encontraba sentado en su sillón con la camisa desabrochada y la corbata aflojada. Una mujer le estaba besando y el la tenía cogida por los brazos. ¡No podía ser! ¡Lo estaba soñando! ¡Armando la engañaba allí mismo! Se le escapó un sollozo. Armando sobresaltado consiguió apartar a Lucía que se giró hacia Marina sorprendida por la intromisión.

- Lo… Lo siento… No era mi intención molestar… -dijo Marina y reaccionando en aquel momento salió y cerró la puerta.
- ¡Marina!- gritó Armando.
- ¿Quién es esa estúpida? ¿Es que no sabe llamar a las puertas?- preguntó Lucía furiosa por la interrupción.
- ¡Esa estúpida como tú la llamas es la mujer que amo y con la que me voy a casar!- gritó Armando.
- Pues me parece que ya no, mi amor. – dijo Lucía soltando una carcajada.
- ¡Lárgate de aquí y no vuelvas! ¡No quiero volver a verte! ¿Me estas entendiendo?- gritó Armando furioso.
- Esta bien… esta bien. Ya me voy. Pero no creas que te vas a librar de mí, mi amor. –dijo y cogiendo el bolso salió del despacho.

Armando se compuso la ropa y salió corriendo detrás de Marina. Ella ya había llegado al laboratorio y estaba recogiendo sus cosas cuando Armando entró.

- Brujita… Déjame explicarte.- dijo acercándose a ella.
- ¡No se te ocurra acercarte! ¡Y no me vuelvas a llamar brujita!- dijo entre sollozos.
- Brujita… Por favor… ¿Qué haces?- preguntó al ver que recogía sus pertenencias.
- ¿Qué que hago? ¿A ti que te parece que hago? Recojo mis cosas. Me voy.
- Brujita por favor… Hay una explicación para lo que has visto… -suplicó Armando.
- ¡No me llames brujita! ¡Claro que la hay! ¿Pero sabes que? No quiero escucharla.
- Marina…
- ¡Marina nada!- dijo y dirigiéndose a la caja fuerte la abrió y sacó la fórmula escrita. Se la tiró encima y le dijo.- ¡Ahí tienes tu famosa fórmula! ¡Ya la puedes comercializar!- y diciendo esto salió del laboratorio.
- ¡Marina! ¡No te vayas! ¡Por favor, Escúchame! ¡Marina!- y salió corriendo en pos de ella sin recoger los papeles del suelo y dejando la puerta abierta.

Oscar vio la oportunidad que andaba buscando. Como era la hora de la comida no había nadie más en el laboratorio y se había guardado muy mucho de que ninguno de los dos lo viera allí. Entró y con la cámara que siempre le acompañaba tomó fotos de la fórmula procurando dejarlo todo tal como estaba. Cuando se sintió satisfecho salió y se fue.

Armando no pudo alcanzar a Marina, ésta había tomado un taxi y se marchó. Regresó derrotado al laboratorio y recogió los papeles. Los colocó en la caja fuerte y la cerró. Ya se preocuparía más adelante de ellos. Ahora no se sentía con fuerzas. Su máxima prioridad era hablar con Marina y explicarle el malentendido. Porque eso era, un simple malentendido. No quería perderla. ¡Dios no me hagas esto! ¡No puedo perder a la mujer que amo! Salió de allí y se dirigió al apartamento. Era hora punta y encontró bastante tráfico. Estaba impaciente por llegar. Tenía mucha prisa. ¡Necesitaba explicarle lo sucedido!

Al llegar entró como una tromba y la buscó en toda la casa. No estaba allí. ¿Dónde podía haber ido? Entró en el dormitorio y se dio cuenta que faltaba algo de su ropa. ¡Casi se había cruzado con ella! ¿Dónde habría ido? Necesitaba encontrarla.¡No podía perderla!. Ya no sabía vivir sin ella. Se arrodilló en el suelo y cubriéndose el rostro con las manos lloró amargamente.
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