Alas de Fantasia
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CAPITULO 11 ...... ”ESPERANZAS”
Cuando se tranquilizó un poco, Armando se levantó secándose las lágrimas con las manos y se dirigió al lavabo para refrescarse. Debía encontrar a Marina. En ese momento sonó el timbre de la puerta. ¿Sería ella? Pero no. Marina tenía llaves, era su casa. Se apresuró hacia la puerta todavía esperanzado. Javier no le dio tiempo de ver quien era. Le descargó un puñetazo en pleno rostro nada más abrir.

- ¡Eres un ----------- Armando! ¡Te advertí que no le hicieras daño!
- Javier. ¡No es lo que tu crees!- se defendió.
- ¿Ah no? ¿Y entonces que es? –dijo dirigiéndose otra vez a pegarle.
- ¡Ya basta Javier! Yo no he hecho nada.
- ¡Eso explícaselo a Marina!
- ¡Lo intento pero no quiere escucharme! ¿Sabes donde está? Tengo que hablar con ella.
- Ella no quiere hablar contigo. Es más no quiere volver a saber nada de ti.
- ¡Eso no! ¡Dime donde está! ¡Necesito saberlo! ¿Esta en tu casa?
- ¡No pienso decírtelo Armando!
- Por favor Javier… Debo arreglar este malentendido. No quiero perderla. ¡No puedo perderla!
- ¡Haberlo pensado antes de hacer lo que has hecho!
- ¡No he hecho nada!
- Eso no es lo que ha visto Marina.
- Lo sé. Pero no es lo que ella piensa.
- ¿Y que es entonces que te haya visto besando a otra mujer en tu despacho? Y con la camisa desabrochada por cierto.
- ¡Yo no estaba besando a nadie! ¡Era Lucía la que me besaba a mí! Yo sólo intentaba apartarla.
- ¿Lucía? ¿Era Lucía? Acabáramos. ¿Ha vuelto al ataque?
- Si… Ya sabes lo persistente que es. Se ha abalanzado sobre mí y yo no conseguía apartarla. En ese momento ha entrado Marina… Después ha salido corriendo y no me ha dejado darle explicaciones. Javier… Necesito hablar con ella, por favor…
- Está bien Armando… Está en mi casa… Pero no va a querer hablar contigo.
- Podemos intentarlo. ¿Me acompañas?
- Si claro. Pero Marina me va a matar por llevarte.
- No te preocupes…En todo caso me matará a mí.

Se dirigieron a casa de Javier. Al llegar la buscaron por toda la casa. Pero Marina ya no se encontraba allí. Había regresado a su apartamento. Pasado el impacto inicial, se dio cuenta que el piso era suyo y en todo caso el que debía irse era Armando.

- Ya no está aquí Armando. –dijo Javier apesadumbrado.
- ¿Dónde puede haber ido?- preguntó.
- No lo sé. Cómo no haya vuelto al apartamento, no tengo la más remota idea.
- Ella aquí no tiene familia. Y su mejor amigo eres tú. ¿Dónde estará?- preguntó preocupado.
- Voy a llamarla a su casa a ver si está.
- Está bien Javier, inténtalo.

Javier cogió el teléfono y marcó el número de Marina. Sonó varias veces y nadie lo cogió. La llamó entonces al móvil, pero tampoco lo cogió nadie.

- No coge los teléfonos.
- Esta bien Javier. Tú continúa intentándolo. Yo vuelvo al apartamento por si está allí.

Armando regresó a la casa y entró con su llave. Buscó a Marina y la encontró en la terraza. Estaba llorando. Se acercó cautelosamente.

- Brujita…

Marina se dio la vuelta y le espetó.

- ¿Qué haces tú aquí?- preguntó con voz dura.
- Vivo aquí brujita. ¿O ya no lo recuerdas?
- ¡No vuelvas a llamarme así! ¡Vivías querrás decir! Quiero que recojas tus cosas y te vayas inmediatamente.
- Marina… Déjame explicarte…
- No hay nada que explicar. No quiero oír más mentiras. Vete…
- Marina… - dijo intentando acercarse.
- ¡He dicho que te vayas! ¡Ahora!- dijo muy alterada.

Armando se dio cuenta que en ese momento ella no le iba a escuchar, así que se dio la vuelta y se marchó. Marina al oír la puerta rompió a llorar de nuevo. ¡La había engañado! ¿Cómo podía ser tan cínico? Había conseguido que se enamorara perdidamente de él. ¿Para qué? ¿Para añadir otro nombre más en su lista de conquistas? Y ella había sido tan rematadamente idiota que había creído en su amor. ¡Que estúpida! Por suerte lo había descubierto a tiempo. Ya no habría boda. Su sueño de compartir su vida con Armando se había roto en aquel despacho. Lloró durante mucho tiempo. Al final agotada se retiró a dormir. Pero aquella cama le traía recuerdos dolorosos. Allí habían compartido las esperanzas, los sueños. Allí habían hecho el amor y habían sido felices. Por lo menos ella. Rompió a llorar de nuevo. El alba la sorprendió llorando todavía.

Armando se marchó a su casa. Ángela lo vio llegar tan triste que le preguntó que sucedía. Él se lo explicó todo entre lágrimas.

- Y eso es todo mamá. Marina no quiere saber nada más de mí. ¡Todo por culpa de la desquiciada de Lucía!
- Hijo mío, debes hablar con Marina. Tiene que saber la verdad.
- Créeme que lo he intentado mamá. Llevo intentándolo todo el día, pero no quiere escucharme. ¡La he perdido mamá!
- Pues tendrá que escucharte. Debes buscar la manera de explicárselo.
- Lo sé. ¿Pero como? Me ha echado de su casa. Y estoy seguro que anulara la boda. ¿Que voy a hacer? ¡Ya no sé vivir sin ella! ¡Dios…Cuanto la amo!- dijo llorando de nuevo.

Ángela lo abrazó y lo acunó como cuando era un niño. Lloraba a su vez al ver el dolor que reflejaban las palabras de su hijo. Marina debía enterarse de la verdad. Si Armando no conseguía hablar con ella en un plazo prudencial. Iría ella misma a su casa a explicárselo todo.

Al día siguiente Armando la llamó por teléfono. Contestó una voz que denotaba infinita tristeza. La suya también sonaba triste.

- Marina… Por favor… Tenemos que hablar.- suplicó.
- No te canses. Ya te he dicho que no quiero hablar contigo.
- ¡Escúchame! Todo ha sido un malentendido. No es lo que tú crees.
- Yo se lo que vi Armando. Y nadie me va a convencer de lo contrario. Adiós. No vuelvas a llamarme. - y diciendo esto colgó.

Armando intentó volver a hablar con ella. Pero no cogía el teléfono. Pasó dos días más llamándola cada dos horas, pero Marina había conectado el contestador automático. Al tercer día decidió ir a su casa a verla. No se atrevió a subir y abrir con la llave, así que decidió esperar en el portal. Antes o después ella tendría que salir. Su espera se vio recompensada. Al cabo de un par de horas vio a Marina que venía hacia él por la calle. Debía haber salido a comprar comida porque traía unas cuantas bolsas. Al verlo se paró en seco. No sabía que hacer. No quería verlo pero tenía que subir la compra a casa. Decidió pasar por delante de él sin mirarlo. Comenzó a caminar y al llegar a su altura Armando la llamó.

- Marina….

Ella continuó caminando sin hacerle caso. Armando fue tras ella y la agarró del brazo.

- ¡Suéltame! ¡No me toques!
- No pienso soltarte Marina. ¡Ahora vas a oír todo lo que tengo que decir!
- ¡No te va a servir de nada! ¡He dicho que me sueltes!
- ¡No Marina!- y la cogió del otro brazo también. La apoyó en el coche y mirándola a los ojos le dijo.- ¡Ahora escúchame! ¡No es lo que tú crees! ¡Yo no he hecho nada!
- ¡Serás cínico! ¿Es que crees que estoy ciega? ¡Lo vi con mis propios ojos!
- Marina…Yo no estaba besando a Lucía. Era ella la que me besaba a mí. ¡Yo solo te amo a ti!
- ¡Claro, y tú te dejabas!
- No me dejaba Marina, intentaba apartarla.
- ¡Ya…! ¡Y en el forcejeo se te desabrochó la camisa y se aflojó la corbata! ¡No te creo!
- ¡Es la verdad Marina! ¡Créeme mi amor!
- ¿Es todo lo que tenías que decirme?
- Si Marina, esa es toda la verdad.
- Esta bien. ¿Puedes soltarme? Me estás haciendo daño. – Armando la soltó.- Lo siento Armando, pero ya no confío en ti. – y diciendo esto se marchó.

Armando no intentó retenerla. Apoyó las dos manos en el techo del coche y bajó la cabeza. ¡No le había creído! Ya le había dicho la verdad. ¿Qué más podía hacer? Se dio cuenta de la imagen que debió ver Marina. Él con la camisa desabrochada y la corbata aflojada besándose con otra mujer. Y por si fuera poco tenía a Lucía cogida por los brazos. Para una persona que no supiera lo que estaba sucediendo allí verdaderamente debía dar la impresión de que tenían una relación. Dio un manotazo en el techo. ¡Estúpida Lucía!

Marina llegó a su casa y mientras colocaba la compra pensaba en lo que Armando le había explicado. ¿Y si era cierto? Pero no podía ser. Si él hubiera querido habría apartado a la tal Lucía sin contemplaciones. Le estaba mintiendo otra vez. Verlo le había hecho daño. ¡Cuánto lo amaba! Pero ya no confiaba en él.

Adriana llegó en medio de toda esta tormenta. Marina no se sentía con fuerzas para alojar en casa a su amiga. Necesitaba estar sola para pensar. Le preguntó a Javier si Adriana se podía quedar unos días en su casa. Este aceptó encantado de poder ayudarla. Marina la acompañó a casa de Javier y se la presentó. Quedó deslumbrado por la belleza de la nueva modelo. A partir de ese momento su único cometido fue que Adriana se sintiera a gusto en su casa.

Pasó otra semana en la que Armando y Marina no se volvieron a ver.
Durante el día él dedicaba su tiempo a la preparación de la campaña publicitaria. Se mantenía ocupado lo máximo posible. Lo mejor era no pensar. Pero las noches eran otra cosa… Llegaba a casa agotado y se encerraba en su habitación. No se sentía con ánimos ni para hablar con su madre. Casi no comía. Lo primero que hacía al llegar era coger la única foto que tenía de Marina. Se la había hecho cuando estuvieron en la cabaña. ¡Que hermosa era! La miraba durante largo tiempo y pensaba en la mejor manera de recuperarla. Pero no se le ocurría nada. Lo había intentado todo. No podía soportar la idea de perderla. La necesitaba y la echaba mucho de menos. En poco tiempo Marina se había convertido en su otra mitad. Cuando la tenía a su lado se sentía completamente feliz. Pasaba las noches en vela paseando de un lado a otro de la habitación. Cada vez que intentaba dormir, la imagen de Marina aparecía recordándole momentos felices. Ella con su camisa en la cabaña… Cuando le intentó quitar la toalla a mordiscos…Marina en sus brazos la noche que le pidió matrimonio… La noche en que le dijo que esperaría todo el tiempo del mundo…Su ternura…Su comprensión…Su encantadora sonrisa, que sólo le dedicaba a él… Su aroma… Recordaba el sabor de sus besos… ¡Quería volver a besar esa boca, esos maravillosos labios que encerraban la dicha en ellos! ¡Cuánto le dolía su ausencia…!

Ángela entró en la habitación de Armando. Estaba muy preocupada. Casi no se dejaba ver. No comía. No hablaba con nadie. Lo veía desolado. Había reaparecido el Armando malhumorado y arisco de antes. ¡Que poco le había durado la felicidad! Su hijo no se merecía pasar por un desengaño de nuevo. Haría todo lo que estuviera en su mano para que Marina comprendiera. Armando la necesitaba para ser feliz.

- Armando hijo… ¿Hoy tampoco vas a cenar?
- No mamá. No tengo hambre.
- Hijo, vas a caer enfermo…
- No me importa mamá. No me importa nada.
- Pero cariño…
- Mamá… Déjame solo, por favor…

Ángela en lugar de marcharse, se acercó a él y se sentó en la cama.

- Armando… Escúchame bien. Sé que la amas con toda tu alma, pero no puedes caer enfermo.
- Si no la tengo a ella. No me importa nada más…
- Cielo. Debes mantenerte fuerte para poder aprovechar la mínima oportunidad que se presente de recuperarla.
- ¿Tú crees que se presentará esa oportunidad? No quiere saber nada de mí. Ya ni siquiera coge el teléfono.- su voz era muy triste.
- Se presentará. Estoy segura. Ella te ama y antes o después cederá. Vuestro amor es más fuerte que cualquier obstáculo.
- Me gustaría creerte mamá… Pero lo dudo. – dijo con amargura.
- No debes encerrarte aquí. Debes salir y distraerte. Estar aquí encerrado horas y horas mirando esa foto te hace daño.
- El único sitio al que deseo ir es a casa de Marina, con ella… Pero eso no es posible, así que miro su foto que es lo más cerca que la puedo tener…
- Me duele verte así de nuevo…
- No es lo mismo. A Marga creí que la amaba, pero lo que me dolía era su desprecio. A Marina la amo por encima de todo y sería capaz de aguantar todos los desprecios que me hiciera. Por muy duros que fueran. A ella le aguantaría todo mamá. Haría cualquier cosa que me pidiera. ¡Cualquier cosa!
- Ahora me doy cuenta de todo el amor que sientes por ella. Hijo mío. ¡Lucha por su amor! ¡No desistas! ¡No permitas que Lucía os derrote! Sé que os necesitáis el uno al otro.
- Gracias mamá. Pero ya no sé que hacer. No quiere ni verme.
- Está dolida por lo que vio. Pero debes intentar volver a hablar con ella y aclararlo todo. Yo estaré aquí para lo que necesites hijo. Te ayudaré en todo lo que pueda.- dijo abrazándolo.
- Gracias otra vez mamá. Sé que puedo contar contigo. Te adoro mamá.

Ángela decidió en aquel mismo instante que hablaría personalmente con Marina. No podía dejar que su amor se disolviera por una locura de Lucía. No lo toleraría. Ellos merecían ser felices y estar juntos. Si, iría al día siguiente. No podía demorarlo más. No había querido intervenir hasta entonces para darles tiempo a que hablaran y aclararan lo sucedido, pero se daba cuenta que Marina era más testaruda de lo que ella creía. Estaba segura que ella sufría tanto como su hijo. Y si no solucionaban los problemas, los dos iban a ser muy infelices. Aquella relación necesitaba un empujón. Y ella iba a dárselo.

Marina había presentado su dimisión en Pimpinella. La había dejado en recepción porque no quería encontrarse con Armando. Lo echaba mucho de menos y sabía que si lo volvía a ver olvidaría todo lo pasado y caería rendida en sus brazos. Añoraba sus besos, sus caricias, el sabor de su boca. Pero sobre todo añoraba a aquel hombre tan tierno y amoroso que se había convertido en su compañero, su cómplice. Necesitaba hablar con él. Contarle sus cosas. Escuchar su preciosa risa. Perderse en aquellos ojos, que la miraban con tanto amor. ¡Como lo extrañaba! Necesitaba acurrucarse en su pecho mientras él la abrazaba. Armando no había ido todavía a recoger sus cosas y ella dormía todas las noches abrazada a una prenda de él. Aspiraba su perfume hasta que la vencía el sueño, que no era muy a menudo.

Cuando Armando recibió la renuncia, fue como si una mano helada le oprimiera el corazón. ¡Marina no iba a volver! Sintió como el único vínculo que los mantenía unidos se rompía en ese mismo instante. Ahora era definitivo ¡La había perdido! Apoyándose en la mesa, se cubrió la cara con las manos y unas lágrimas cayeron sobre su escritorio. De pronto irguió la cabeza y en sus ojos se vio una nueva determinación. ¡Lucharía por recuperar su amor! Haría lo que fuera necesario. Cualquier cosa por tener a Marina a su lado de nuevo. Su madre tenía razón. No se iba a dejar vencer. Se acordó de la presentación del perfume. La llamaría para recordarle que debía acudir a la presentación.

- Marina…
- ¿Qué quieres ahora? - pregunto con voz helada.
- Sólo te llamo para recordarte que la próxima semana es la presentación del perfume.- dijo con una voz muy dulce.
- ¿Y?
- Que tienes que ir. Tú eres la creadora y debes estar presente.
- No voy a ir Armando. No me importa el perfume.
- Marina por favor, tienes que estar presente.
- Ya te he dicho que no iré.
- Y cuando los periodistas pregunten por la creadora ¿Qué les voy a decir?
- Invéntate algo. Últimamente se te da muy bien.
- Marina. No seas cruel. Yo no me he inventado nada.
- Esta bien. Como tú digas. No pienso discutir contigo.
- Entonces… ¿Vendrás a la presentación?
- No Armando. No voy a ir. Eso significaría encontrarme contigo y la verdad es que no me apetece. Duele demasiado aún.
- Mi amor. Yo puedo hacer que deje de doler…
- Déjalo Armando. No insistas por favor…
- Escúchame. Si vas a esa presentación, te prometo que no insistiré. No hablaré de nosotros. Por favor…
- ¿Serías capaz de no mencionar nada en toda la noche?
- Por ti soy capaz de cualquier cosa Marina. Solo tienes que pedirme lo que quieras y yo lo haré.
- Bien. Lo tendré en cuenta para la próxima vez. Adiós Armando.
- Marina…- pero ella había colgado.

Marina colgó con la sensación de que había sido muy dura con Armando. Pero si se ablandaba un poco, terminaría cediendo. Y no podía perdonar su infidelidad. El timbre de la puerta sonó y fue a abrir con un gesto de fastidio ¿Quién podía ser? Armando seguro que no porque acababa de hablar con ella. Marina recibió una visita inesperada. Al abrir se encontró con Ángela. ¿Qué hacía ella allí? Se la quedó mirando y no sabía que decir.

- ¿Puedo pasar Marina? ¿O me vas a tener aquí de pie toda la tarde?
- No… Pasa Ángela. Perdona pero me he sorprendido al verte. No te esperaba.
- Ya me lo imagino.- dijo esbozando una sonrisa cordial.
- Siéntate por favor. ¿Quieres tomar algo?- preguntó.
- ¿Tienes jerez?
- Si… Creo que algo queda. Armando lo toma de vez en cuando…- se quedó callada al darse cuenta de lo que había dicho
- Lo sé. No te preocupes. Es normal que pienses en él como si aún viviera aquí.
- Lo siento Ángela. Se cuanto me debes odiar por haber roto con tu hijo.- dijo ofreciéndole la copa de jerez.
- No te odio cielo. Me imagino que tienes tus motivos. Pero yo tengo los míos para venir a verte.
- Bien. Tú dirás.
- Marina… Sé que Armando ha intentado explicarte lo que ocurrió. Y que tú no le has creído.
- Ángela, yo se lo que vi. Tu hijo me engañaba con esa mujer. Y eso no lo puedo perdonar.
- Cielo, lo que él te explicó es la pura verdad. Esa mujer lleva años acosándolo.
- ¿Cómo puedes estar tan segura?
- Porque me consta que es cierto. Lucía lo persigue desde hace años, pero él nunca ha estado interesado en ella. Lo perseguía incansablemente, pero de pronto un día desapareció de repente y Armando pudo respirar un poco.
- Pero… ¿Por qué ha aparecido esa mujer de nuevo? ¿De donde ha salido?
- Nadie lo sabe cielo. Lo único que sé es que ha vuelto al ataque. Vuelve a perseguir a Armando.
- ¿Y yo como puedo estar segura de que me ama a mí?
- Marina créeme. El te ama. El día que sucedió todo Armando llegó a casa destrozado. Yo lo vi tan triste que no lo deje ir hasta que me explicó lo que había pasado. No sabes que sensación de derrota había en sus palabras. Que desolación reflejaban sus ojos. Cuanto sufría al pensar en que te iba a perder. Lo único que acertaba a decir a través de sus lágrimas era que ya no sabía vivir sin ti.- Marina cerró los ojos.
- Ángela, ya no confío en él. Lo siento…
- Marina, desde que rompiste con mi hijo, está viviendo un infierno. Casi no come, no duerme. Se pasa las noches enteras paseando de un lado a otro de la habitación. Vuelve a ser el amargado de antes. Está sufriendo mucho.
- Ya…Pero yo no puedo hacer nada… Siento mucho que esté sufriendo. Ojala nada de esto hubiera sucedido. Yo también le necesito.
- Te equivocas Marina… ¡Tú lo puedes hacer todo! Te ama profundamente. Y sé que tú también lo amas. Sólo tienes que aclarar las cosas con él.
- No se como… Creo que hemos llegado a un punto sin retorno… Le he dicho muchas cosas desagradables y crueles.
- Marina… Te ama tanto que no le importará. Lo olvidará todo si te tiene a su lado. Por favor…
- ¿Tú crees?
- Estoy completamente segura. Lo único que desea es que vuelvas con él. ¿Lo amas lo suficiente para darle otra oportunidad?
- ¡Oh Dios mío! ¡Claro que lo amo! ¡Más que a mi propia vida! Todo este tiempo sin Armando ha sido un suplicio. Pero no sé si todo puede volver a ser como antes. Si estuviera segura de él no le daría una oportunidad Ángela. ¡Le daría miles!
- Entonces dásela Marina. Habla con mi hijo y aclara bien las cosas. Si no lo haces, los dos seréis -----------s toda la vida.
- No se que decirte Ángela. Debo pensarlo detenidamente.
- No lo pienses durante demasiado tiempo cielo. Armando te necesita a su lado. No puede vivir sin ti.
- No te preocupes no será demasiado tiempo. La próxima semana es la presentación del perfume y Armando me ha llamado para pedirme que vaya. Le he dicho que no iría, pero pensándolo bien creo que será el mejor momento para hablar y aclararlo todo. Iré a esa presentación. Entonces decidiré.
- Gracias Marina. Sabía que no me defraudarías. Ese día arréglate lo más bella que puedas para que Armando caiga rendido a tus pies tesoro.- dijo guiñándole un ojo.
- Gracias Ángela por abrirme los ojos. Me ofusqué por lo que vi y he permanecido ciega y sorda a los intentos de Armando por explicármelo todo.
- No tienes porqué dármelas tesoro. Yo lo único que quiero es que seáis felices los dos. Sé que soy egoísta, pero quiero ver a mi hijo dichoso junto a la mujer que ama. ¿qué le voy a hacer? A mi edad sólo me queda ser sentimental.- dijo con una sonrisa y abrazando a Marina, se marchó.

Cuando Ángela se hubo ido, Marina estuvo pensando en todo lo que habían hablado. Ya era tarde pero pensó en llamar a Armando para decirle que acudiría a la presentación. Le dolía mucho que estuviera sufriendo. Ya iba siendo hora de un acercamiento entre ellos.

- Buenas noches Armando.
- ¿Marina? ¿Eres tú?- preguntó emocionado.
- Si. Soy yo. Quería comentarte algo.
- Te escucho Marina.
- He pensado que voy a ir a esa presentación.
- No sabes cuanto me alegra oír eso. – dijo con tono de alivio, era un comienzo.
- También he pensado que sería un buen momento para hablar y aclarar las cosas entre nosotros. Si te parece bien. – dijo insegura.
- ¿Qué si me parece bien? No sabes cuanto he deseado este momento Marina. Me parece estupendo. Gracias por reconsiderarlo. ¿Puedo pasar a recogerte? – preguntó esperanzado.
- No Gracias. Prefiero ir por mis propios medios esta vez. Nos veremos allí.
- Está bien Marina. Será como tú quieras.- su voz denotaba desilusión.
- De acuerdo entonces. Adiós Armando.
- Adiós Marina… ¡Marina!
- Dime Armando.
- Gracias otra vez. Me hace muy feliz tu decisión.
- No tienes porqué dármelas, necesito aclarar las cosas tanto como tú.
- Te juro que no te vas a arrepentir mi vida.
- Eso espero Armando. Por el bien de los dos, eso espero.

Marina se quedó más tranquila después de hablar con él. Había tanta ansiedad en su voz, tanta esperanza en su encuentro, que creyó que las palabras de Ángela eran ciertas. ¡Armando la amaba a ella! ¡Lucía sólo era una intrusa que se había inmiscuido en su relación! Volvió a sentir la necesidad de verlo, de abrazarlo, de besar su boca…

Armando por su parte estaba esperanzado. Marina había accedido por fin a hablar con él. No la defraudaría. Le diría toda la verdad de nuevo. Pensaba decirle y demostrarle cuanto la amaba. Haría cualquier cosa que ella le pidiera. Pero no la pensaba perder de nuevo, eso nunca. Marina era la mujer de su vida y ni todas las Lucías del mundo iban a cambiar eso. Esa noche durmió profundamente. Soñó con el reencuentro. Y creía tener a Marina de nuevo entre sus brazos.

Marina fue a comprarse ropa para la ocasión. Decidió hacerle caso a Ángela y estar arrebatadora esa noche. Esta vez escogió un precioso vestido blanco de tirantes con un escote pronunciado pero sin enseñar demasiado. Llevaba el cuerpo con toques de pedrería, nada recargado. La falda era de satén y se adaptaba a su figura como un guante. Lo complementó con una estola semitransparente del mismo color. Le costó casi la mitad de sus ahorros, pero valía la pena el gasto para deslumbrar al hombre que amaba.

Armando le envió las invitaciones al evento, junto con una nota que decía:

“Gracias por venir brujita. Por favor no tardes. Estoy impaciente por verte”

Marina leyó la nota y la apretó contra su corazón. Claro que iría y sería de lo más puntual, ella también estaba impaciente por verlo, por sentirlo, por escuchar su voz.

Adriana y Javier se habían convertido en los mejores amigos. Se complementaban a la perfección. A la seriedad de él le iba de maravilla el carácter alegre y un poco loco de Adriana. Hacían una pareja perfecta y de hecho el amor había comenzado a instalarse entre ellos. Adriana había resultado una excelente modelo y habían terminado con las fotos y los videos de promoción en un tiempo record. Se encontraba satisfecha con su trabajo y estaba encantada con su compañero de casa. Javier vivía en una nube desde que ella llegó a su casa, de hecho ya casi no se acordaba de Marina. Tanto era así que no se le había ocurrido ir a hablar con ella para explicarle quien era Lucía e intentar que se reconciliara con su amigo. Hasta que recibió la invitación para ir a la presentación del perfume. Entonces cayó en la cuenta… ¡Se había olvidado por completo de Armando y Marina! ¡Debía hacer algo por ellos! Le dijo a Adriana que iba a ver a Marina y ella insistió en ir con él.

Llegaron a casa de su amiga y Javier le dijo a Adriana.

- Adriana, esto que voy a hablar con Marina es personal y confidencial. No sé lo que pensará de que tú estés presente.
- No te preocupes, Marina también es amiga mía y durante mucho tiempo no hemos tenido secretos la una con la otra.
- Bueno siendo así, vamos allá.

Llamaron al timbre y les abrió una Marina más delgada, con mirada triste. Al verlos esbozó un atisbo de sonrisa.

- Hola Javier… Adriana… ¿A que se debe esta inesperada visita?
- Marina… Perdóname por no haber venido antes pero, he estado tan ocupado que te había olvidado por completo.- se excusó Javier.
- Creo que la culpa ha sido totalmente mía Marina.- dijo Adriana.
- Ya veo… Pero no os preocupéis. Se que estáis muy ocupados… El uno con el otro… ¿No es cierto?- dijo sonriendo.
- Bueno… Un poco… - dijo Javier mirando a Adriana.
- Me alegro por vosotros. De verdad que me alegro.
- Marina… no hemos venido aquí para hablar de nosotros, sino de ti y de Armando.- dijo su amigo.
- Ya… ¿Y que es lo que me quieres decir?- preguntó poniéndose de pie y comenzando a pasear por el cuarto.
- Verás Marina… Quiero explicarte quién es Lucía.
- Adelante… Te escucho.
- Hace unos cinco años, Armando y yo conocimos a Lucía en una fiesta. Ella se quedó prendada de él y comenzó a perseguirlo, Armando nunca le hizo caso e intentaba alejarla hasta que consiguió que Lucía se fuera olvidando de él. Pero cuando Marga le dejó, cometió el error de buscarla para ver si estar con ella le ayudaba a superar su problema. ¿Conoces su problema verdad? – ante el asentimiento de Marina, Javier continuó.- No lo consiguió, pero eso hizo que en Lucía renacieran las esperanzas de conquistarlo y ahora además con más ímpetu porque Armando es el único hombre que la ha rechazado en la cama y para ella eso es un reto. Intenta atraparlo por todos los medios.
- ¿Y porque nadie me había explicado nada sobre Lucía hasta ahora?- preguntó Marina.
- Porque ante el rechazo de Armando, Lucía desapareció de nuestras vidas y nadie sabía donde se encontraba hasta ahora. Me imagino que Armando dio por zanjado ese capítulo de su vida. Pero créeme si te digo Marina, que él nunca ha estado enamorado de ella y jamás ha querido mantener ningún tipo de relación con esa mujer, excepto en aquella aciaga ocasión. Pero por lo visto Lucía ha vuelto al ataque. Y hará cualquier cosa por conquistarlo.
- Gracias por la información Javier. No sabes cuanto te lo agradezco.- dijo Marina.

Adriana que hasta el momento había permanecido en silencio pero atenta a la conversación, intervino en ese momento.

- Marina… Sabes que pocas veces me equivoco en mis apreciaciones, y estoy segura que Armando te ama.
- Gracias Adriana.
- Le tendrías que haber visto en las pocas ocasiones en que se ha presentado a las sesiones fotográficas. Amiga, está destrozado. Se le ve demacrado y ha perdido peso. Anda como distraído y además con muy mal carácter. Nada que ver con el Armando que conocí cuando me contrató. Las veces que he conseguido hablar con él, siempre me habla de lo mucho que te extraña. Por favor Marina, dale otra oportunidad…
- Gracias de nuevo Adriana. Sabes cuanto aprecio tu criterio y te voy a hacer caso. Voy a darle otra oportunidad.
- ¿De verdad?- preguntaron los dos a la vez. Lo que provocó unas risas nerviosas.
- Si. De hecho ya he quedado con él para hablar de nosotros durante la presentación del perfume.
- No sabes cuanto me alegro Marina. –dijo Javier.
- Amiga, sabía que no lo dejarías ir sin luchar por él.- dijo Adriana.
- Entonces… ¿Vas a ir a la presentación? ¿quieres venir con nosotros?
- No Javier, voy a ir por mis propios medios, así si me da por marcharme antes no os tengo que fastidiar la noche.
- Sabes que tú no nos fastidias- dijo Adriana.
- Es mejor así, de verdad.
- Está bien, respetaremos tu decisión.- dijo Javier.

Llegó el día de la presentación. Marina se arregló, se puso el vestido y se maquilló. Esta vez dejó su cabello suelto, sabía cuanto le gustaba a Armando enredar sus dedos en el. Se puso la gargantilla que le había regalado y el anillo que se había quitado el día que lo vio con Lucía. Llamó a un taxi y mientras éste llegaba, se acordó que no se había puesto pendientes y tampoco perfume de tan nerviosa que estaba. Los había olvidado por completo. Mientras se ponía los pendientes, recordó aquella otra vez que se le habían olvidado y como se lo recordó Armando. Besándole las orejas y hablándole muy tiernamente al oído. ¡Cuánto necesitaba aquella voz! El taxi llegó y Marina emitiendo un profundo suspiro se dispuso a marchar. Antes de
salir se miró en el espejo y lo que vio en el le agradó. Seguro que Armando la encontraría bellísima. Con una sonrisa en sus labios bajó a tomar el taxi.
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