Alas de Fantasia
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CAPITULO 12 ..... ”REENCUENTRO”
La presentación se celebraba en un hermoso palacete rodeado de jardines con naranjos, jazmines, rosales, y cipreses que dotaba al conjunto de unos aromas y una belleza incomparables Se llegaba hasta el por una sinuosa carretera flanqueada por altos y espesos robles. Al final de la carretera, un estanque central que terminaba casi al pie de la escalinata de mármol y en cuyas aguas se reflejaba el palacio, separaba longitudinalmente los dos lados de los jardines. En el centro de estos se encontraba un cenador rodeado de rosales trepadores y arrayanes, que miraba hacia todos los contornos, pero distribuido de tal manera que la persona que entraba en él no podía oír lo que allí se hablaba, ni tampoco podía acercarse nadie inadvertidamente. Marina había decidido llegar con tiempo de sobra para poder hablar con Armando antes de la presentación. Todavía se estaban ultimando los preparativos. Había operarios trabajando en la iluminación, se estaban terminando de colgar los carteles publicitarios, etc. Llegó cuando el sol comenzaba a declinar, la luz suave del atardecer le otorgaba al palacio una imagen casi irreal, como de cuento de hadas.

Bajó del taxi y se encaminó hacia la escalinata, tenía que buscarlo para aclarar las cosas entre ellos. Se disponía a subir cuando Armando la llamó con voz muy suave.

- Marina… Brujita… Estas sensacional… Con ese vestido pareces etérea.
- Gracias Armando. Te buscaba.
- ¿Si? – lo dijo con voz ilusionada - Yo te estaba esperando impaciente.- se fijó en que llevaba puesto el anillo, y se sintió feliz.
- Si, quiero aclarar las cosas.
- Yo también. No sabes como te he echado de menos. Ven, vamos al cenador allí podremos hablar tranquilos.
- De acuerdo, vamos.

Se dirigieron hacía allí caminando despacio, cada uno sentía la presencia del otro pero ninguno se atrevía a decir ni una palabra. Armando no podía dejar de mirarla. Estaba muy hermosa y no quería perderse ni un solo detalle de ella. A mitad de camino él rompió el silencio.

- Marina…
- ¿Si Armando? Dime…
- Quiero que entiendas que entre Lucía y yo nunca hubo nada y nunca lo habrá.
- Te creo Armando. Perdóname por ser tan necia de no dejar que te explicaras.
- No tengo nada que perdonar brujita.
- He sido una estúpida y mi estupidez nos ha hecho sufrir a los dos.

Llegaron al cenador y se sentaron muy juntos, Armando le tomó la mano entre las suyas y no dejaba de acariciársela.

- Verás Marina, comprendo que lo que viste puede dar lugar a confusión. Me imagino la escena y creo que yo hubiera pensado lo mismo.- dijo acariciándole la cara.
- En ese momento te hubiera matado.- dijo con sonrisa triste.
- Lo sé y lo entiendo mi amor. Quiero que me perdones por no haber sabido pararle los pies a Lucía. Debí sacarla de allí de inmediato.
- Ya no tiene remedio. Pero ahora lo importante somos nosotros. Armando te amo. No he podido dejar de pensar en ti en todo este tiempo.- dijo al tiempo que le acariciaba el pelo, mirándolo con ternura.
- Yo tampoco mi vida. No sabes como te he extrañado.- dijo mirándola a los ojos con amor.

Marina se levantó y dándole la espalda le dijo.

- Necesito que me prometas que alejaras a Lucía de nuestras vidas. Esa mujer es peligrosa y no me gustaría tener un enfrentamiento con ella.
- Te lo prometo mi amor. Haré todo lo posible por mantenerla alejada de nosotros.

Se levantó y acercándose la tomó por los hombros, depositó su barbilla en la cabeza de Marina ,cerró los ojos para aspirar su aroma y murmuró.

- ¡Como necesitaba aspirar tu perfume!

Marina se dio la vuelta y dejó que la abrazara, ella a su vez metió sus manos por la chaqueta de él que estaba desabrochada. Necesitaba tocar su cintura, acariciar su vigorosa espalda, pero sobre todo necesitaba que la besara.

Armando no se hizo de rogar, poniendo una de sus manos en la nuca de ella bajó la cabeza y la beso. Lo hizo con dulzura saboreando el momento. ¡Cuánto había necesitado el sabor de aquellos labios! Después le besó la nariz, los ojos, la frente. La miraba como queriendo retener su rostro en sus pupilas para siempre.

- Marina... ¡Te necesito tanto…! Te necesito para ser feliz.
- Yo también te necesito… Estos días sin ti me creía morir.
- Ahora ya pasó Marina. Estamos juntos de nuevo y nada ni nadie nos va a separar.
- Armando… ¿Qué pasó con los preparativos de la boda?
- Todo sigue en pie mi amor. Abrigaba la esperanza de que volveríamos a comprendernos como antes.
- Gracias por ser tan paciente conmigo.
- No tienes porque dármelas mi amor. Te amo y haría cualquier cosa por ti.

Volvieron a besarse con mucha dulzura. Armando le acariciaba los hombros, la espalda y enredaba las manos en su cabello. Mucho más tarde cuando ya había oscurecido del todo, los dos enamorados se dieron cuenta de la hora y decidieron que debían acercarse a recibir a los invitados. Se situaron al pie de la escalinata y fueron recibiendo a la prensa, a los directivos de otras compañías de cosmética, a las amistades, etc.

Cuando todos los invitados estuvieron aposentados en sus respectivos lugares, se sirvió la cena. Armando había colocado a Marina a su lado en la mesa y no dejaba de hablar con ella, pero sobre todo no dejaba de mirarla.

- Estas muy hermosa esta noche.
- Debes agradecérselo a tu madre- dijo con una sonrisa.
- ¿A mi madre?- preguntó incrédulo.
- Si a tu madre. Fue ella la que me aconsejo que me pusiera hermosa para ti.
- Mmm… En cuanto la vea le daré un montón de besos para agradecerle sus sabios consejos. ¿Cuándo ha sido eso?- preguntó acercándose a ella.
- Vino a verme el otro día. Y me dijo que no te dejara ir sin luchar, creo que eso fue lo que me hizo reaccionar.
- Otra cosa que tengo que agradecerle. A mí me dijo lo mismo brujita.- dijo acariciándole la mano.
- Si mi amor, tu madre es una mujer sabia.- dijo sonriendo.

Adriana se encontraba sentada frente a Marina, no dejaba de observarlos y se sentía feliz de que su amiga se hubiera reconciliado con su amor. Pensaba comentárselo con todo detalle a Javier que llegaría más tarde debido a una urgencia de última hora surgida en la clínica. La cena terminó y todavía faltaba un poco para la presentación, Armando la tomó de la mano y la llevó a un salón adyacente en el que había una preciosa chimenea que en aquel momento se encontraba apagada, un sofá de piel y dos sillones alrededor de una pequeña mesa de cristal sobre la que había un cenicero, una caja de madera con puros y un estuche con tabaco de pipa. En una pared se encontraba un armario vitrina con una colección de pipas. Del gran ventanal que se abría al jardín colgaban unos pesados cortinajes. A todas luces se veía que era un salón evidentemente masculino, al entrar se percibía el dulce aroma del tabaco de pipa. Allí la abrazó y comenzó a besarla. Poco a poco la pasión fue creciendo entre ellos y él comenzó a bajarle los tirantes del vestido. Pero Marina reaccionó a tiempo y le susurró.

- Aquí no mi amor, podría entrar alguien.
- Tienes razón brujita. Pero es que te necesito tanto…
- Cuando todo esto termine podremos hacer lo que queramos.
- ¿Lo que queramos?- pregunto mirándola muy significativamente.
- Si, lo que queramos. – dijo sonriéndole con sensualidad.
- No sabes como deseo que llegue ese momento mi amor- dijo mordiéndose el labio y mirándola con ardor.

Volvió a abrazarla y a besarla con pasión. Sus ojos brillaban de excitación. En ese momento se abrió la puerta. Marina que se encontraba de frente, se puso tensa de repente.

- ¿Qué te sucede mi amor?- preguntó Armando.
- ¿Qué hace ella aquí?- preguntó a su vez Marina.

Armando se dio la vuelta para ver a la persona a quién se refería Marina. Allí se encontraba Lucía mirándolos. Llevaba un vestido rojo muy ajustado, que tenía un corte en la falda que le llegaba hasta la ingle y dejaba toda la pierna al descubierto y un gran escote que enseñaba más que tapaba.

- Yo le he pedido que venga para que te explique ella misma lo que sucedió Marina. Espero que no te moleste.- explicó.
- No era necesario que me explicara nada.- dijo ella apartándose de él molesta.
- Pero yo quería que no te quedaran dudas mi amor.- se disculpó.

Lucía escogió ese momento para intervenir.

- Armando mi amor, ¿Qué haces aquí con esa estúpida?
- Lucía… - dijo él.
- ¿Qué hace ella aquí cariño? Exijo una explicación. – dijo Lucía.
- Lucía ¿Qué significa esto? Tú sabías muy bien que Marina iba a estar aquí, yo mismo te pedí que le explicaras lo sucedido.
- Y lo voy a hacer mi amor. Pero primero quiero saber que hace esta insignificante mujer besando a mi hombre.
- ¿Lucía que estas diciendo? Yo no soy tu hombre.- dijo Armando indignado.
- Eso no es lo que me decías anoche en tu cuarto, cariño… - dijo acercándose a él en actitud posesiva.
- ¡Lucía callate! ¿Qué estas diciendo?- Armando no podía creer lo que estaba oyendo.
- No Armando…Déjala terminar. Me interesa lo que esta diciendo.- dijo Marina.
- Pero sus palabras no son ciertas Marina…
- Decía, que anoche cuando estabamos en tu cama no especificabas que no eras mi hombre, sino todo lo contrario mi amor. Y no voy a permitir que venga esta estúpida ridícula a intentar quitarme tu amor.
- ¡Lucía por Dios! ¿Te das cuenta de lo que estás haciendo?
- ¡Claro que si! Estoy poniendo en su sitio a esta advenediza que se cree alguien por llevar ese vestido tan horrendo.
- Lucía… Te pedí que le explicaras la verdad, no todo eso que te estás inventando.- dijo Armando apartándola de él y controlando su enfado, abría y cerraba los puños con fuerza.
- Pues ya se lo estoy explicando. ¿O acaso no hablo lo suficientemente claro? Armando y yo nos amamos y si te ha hecho creer lo contrario ha sido tan solo por darse el gusto de reirse de ti. Esta tarde me ha regalado este anillo de compromiso.-dijo enseñandole el dedo.

Marina comenzó a notar como una especie de vahido, se agarró con fuerza al respaldo del sofá que había en el salón y cerró los ojos momentáneamente. ¡Le había mentido! ¡Todo lo que le había dicho hacía un momento era mentira! Armando notó que le sucedía algo e intentó acercarse a ella.

- Marina ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal? –dijo preocupado.
- ¡No! ¡No te acerques! Estoy bien. – dijo estirando el brazo ante ella para evitar que Armando se acercara. Encarandose con Lucía le preguntó.- ¿Has terminado?
- Si. He terminado y espero que te haya quedado claro que Armando es mío.
- Me ha quedado clarísimo… Pero también tengo algo que decir. Primero soy ninguna advenediza. Segundo mi vestido será horrendo, pero ¿Te has mirado tú? Prefiero no decir lo que pienso.- Marina decía todo esto con mucha calma exterior pero por dentro estaba muy indignada y dolida. – Tercero, si, soy insignificante ¿Y que? Prefiero serlo a llamar la atención como tú. Y por último tienes razón soy una estúpida, por creer en las palabras de “tu hombre” y por haberme enamorado de él. Pero ¿Sabes que? Por mí puedes quedártelo, yo no lo quiero para nada.
- ¡Marina! ¿Qué estás diciendo? No puedes hacerle caso a esta loca.- intentó atajar Armando.
- ¿No puedo? ¡Pues ya lo he hecho! Ahí te quedas con tu Lucía que yo no tengo nada más que hacer aquí.- diciendo esto, se dirigió hacia la puerta.

Armando la llamó, y Marina se paró, se dio la vuelta y retrocedió sobre sus pasos.

- Se me olvidaba… Toma tu anillo Armando, a mí ya no me hace falta. Se lo puedes regalar a ella en vez de esa baratija.- y diciendo esto le depositó el anillo en la mano a Armando y se marchó.

Marina salió del salón con una calma y una dignidad que estaba muy lejos de sentir. No iba a dejar que nadie viera lo herida que estaba. Armando intentó ir tras ella, pero Lucía se lo impedía.

- Déjala que se vaya mi amor. No te conviene, para eso me tienes a mí.
- ¡Apártate de mi vista Lucía! ¡Lo has estropeado todo! ¿Qué pretendes?
- Creo que está claro mi amor. Tú eres mío o no serás para nadie.
- ¡Estas loca! ¡Vete de una vez y no vuelvas nunca! ¡Vete o soy capaz de hacerte daño!- dijo apretando los puños y hablando entre dientes con furia contenida.

Salió corriendo detrás de Marina, la alcanzó antes de que llegara a la salida y la retuvo por un brazo.

- ¡Marina! ¡No creas nada de lo que ha dicho! Se lo ha inventado todo para hacernos daño.- dijo con cara atormentada.
- Esta vez no quiero escucharte Armando. ¡Todo se ha terminado! Te pedí que la mantuvieras alejada, pero veo que no puedes controlar a tu novia.- dijo y empezaban a brotarle las lágrimas que tanto se esforzaba por retener.
- ¡Pero no puedes irte! ¡Marina no te vayas! ¡Escúchame! ¡Yo te amo a ti!- rogó.
- No tienes que darme explicaciones, ha quedado muy claro. Y por favor, déjame ir, no pienso aguantar más humillaciones por hoy.- dijo volviéndose hacia él indignada.
- ¡Marina por Dios! ¡Escúchame! ¡Yo te amo!
- Ahórrate el esfuerzo Armando, ya te has reído de mí lo suficiente. Y yo como una estúpida creyendo en tus palabras de amor. Dime una cosa… ¿Tu madre también es tu cómplice? Porque se le dio muy bien convencerme de que me amabas. –dijo con amargura.
- Mi madre no es cómplice de nada, Marina yo no me he reído de ti. He sido sincero con mis sentimientos.
- ¡Ja! Ya no hace falta que disimules. Mira Armando, entiendo que tengas necesidades como hombre, pero ¿Con ella? ¿No hay más mujeres en el mundo que tienes que recurrir a ella? Adiós Armando.
- Pero Marina… No te vayas por favor… Si no lo haces por mi, hazlo por Pimpinella. Debes estar presente cuando anunciemos tu perfume. - dijo mirándola implorante.
- Me voy Armando, no pienso quedarme aquí ni un minuto más.
- Pero… ¿Qué le voy a decir a la prensa?- dijo intentando que no se fuera.
- Diles lo que quieras… Les puedes decir que me he encontrado indispuesta y me he ido a casa.- atajó Marina.
- ¡Marina por favor…! ¿Y nuestra boda?- intentó por última vez.
- Ya no habrá boda. Aunque puedes aprovechar los preparativos para casarte con tu Lucía. Yo no quiero volver a verte y esta vez es definitivo.- dijo y soltándose de su mano empezó a caminar hacia la salida.

Armando se quedó allí mirando el anillo que todavía sostenía en la mano, sin saber que hacer derrotado. Apoyó la espalda en la pared, hundió los hombros y bajó la cabeza. Estaba cansado, de luchar por su amor, cuando ya creía haberla recuperado se le volvía a escapar de las manos. Cansado de que Marina no le creyera una vez más. No podía creerlo, la había vuelto a perder por culpa de Lucía y esta vez presentía que era definitivo. Marina se había marchado muy indignada. Intentaría hablar con ella cuando estuviera más calmada, pero de momento iba a poner en su sitio a la causante de sus problemas.

Cuando Marina se encontraba cerca de la salida, se encontró de bruces con Javier que entraba en ese momento. Este se sorprendió de verla salir tan precipitadamente.

- Princesa… ¿Dónde vas tan deprisa? ¿Ha sucedido algo que deba saber? – preguntó preocupado.
- No Javier, no ha sucedido nada ¿O si? Bueno de todas maneras no es algo de lo que quiera hablar ahora. Ve y disfruta de la fiesta, Adriana te está esperando.- contestó con voz muy triste.
- Pero Marina… ¿No se supone que tú tienes que estar presente en la presentación?
- Mira… es largo de contar y ahora no me apetece. Adiós Javier.
- ¿Puedo llevarte a algún sitio?
- Gracias, no te molestes. Prefiero tomar un taxi.
- Como prefieras Marina. Cuando te sientas con ánimos para hablar, ya sabes donde estoy. – se ofreció.
- Lo sé Javier y te lo agradezco. Pero ahora ve con Adriana por favor…- dijo profundamente agradecida.

Javier entró y vio a Armando apoyado en la pared y mirando algo que tenía en la mano. Su postura llamó su atención y pensó que había sucedido algo bastante fuerte para que su amigo tuviera esa actitud de derrota. Se acercó y le preguntó.

- Armando… ¿Qué le ha sucedido a Marina? La he visto salir de aquí con mucha prisa.
- Me ha dejado Javier. Y esta vez es definitivo. – dijo abriendo la mano y enseñándole el anillo.
- Pero… ¿Qué ha sucedido amigo? Pensaba que os habíais reconciliado, o por lo menos tenía esa esperanza.
- Lucía…
- ¿Lucía? ¿Otra vez? ¿Qué ha hecho ahora?
- Ven conmigo y te lo explicaré. Necesito que me ayudes y me aconsejes. Por favor…No quiero perderla.- dijo con una profunda tristeza.

Marina se encontró a mitad de la escalinata con Eduardo que llegaba, había recibido una invitación como presidente de una compañía de cosmética, pero no asistió a la cena, le parecía suficiente con estar en la presentación. No quería ver a Armando más tiempo del estrictamente necesario.

- Hola preciosa… ¿Ya te vas?- preguntó.
- Si Eduardo, me marcho.- contestó cortésmente.
- ¿Ha sucedido algo? Te noto un poco nerviosa.- se interesó, su actitud hacía Marina había cambiado, le gustaba esa mujer y sentía una gran ternura hacia ella.
- No es nada, gracias.- no quería darle explicaciones a él.
- Marina… En serio ¿Qué te ocurre?- comenzaba a preocuparse, la veía muy triste.
- De verdad, no es nada. Te agradezco tu interés Eduardo. ¡Eduardo!.... – Había comenzado a sentir de nuevo el mareo y se agarró con fuerza al brazo de él para no caer. Pero esta vez se desmayó en sus brazos.
- ¡Marina! ¡ Marina reacciona! ¿Qué te pasa? ¡Marina! – le dio unas palmadas en el rostro y como vio que no volvía en si, le tomó el pulso. ¡No se lo encontraba!

La gente que entraba y salía comenzó a arremolinarse alrededor de ellos. Eduardo los apartó con un grito.

- ¡Despejen esto por favor! ¡Necesita aire!- y volvió a dedicarse a ella.- ¡Marina por Dios! ¡Reacciona! ¡Dios mío no le encuentro pulso!

Decidió llevarla a un hospital, la tomó en brazos y la deposito en su coche que aún no había sido aparcado. Salió a toda velocidad, estaba muy preocupado. ¿Qué le ocurría a Marina? ¿Estaría enferma? De vez en cuando intentaba encontrarle el pulso pero no lo conseguía. Rezaba por llegar a tiempo y que no le sucediera nada a ella. La llevó a la clínica donde sabía que trabajaba Javier, se dijo que siendo él su amigo estaría muy bien atendida. Llegó gritando como un poseso con ella en brazos.

- ¡Por favor! ¡Necesito ayuda! ¡No le encuentro el pulso! ¡Que alguien me ayude!

Rápidamente salieron varios enfermeros al oír los gritos, la depositaron en una camilla y se la llevaron. Otra enfermera empezó a preguntarle a Eduardo que había pasado, cuanto tiempo llevaba inconsciente y si había tomado aluna cosa que pudiera serles de interés. Contestó a todas sus preguntas sin dejar de mirar hacia la puerta por la que se la habían llevado.

El médico que la examinó, la miraba y se decía que esa mujer le sonaba pero no sabía dónde la había visto antes. Cuando terminó de realizar el examen salió a hablar con Eduardo.

- ¿Es usted algún familiar?- preguntó.
- No, solo soy su amigo.
- ¿La ha traído usted?
- Si. ¿Pero que pasa? ¿Qué tiene?- preguntó muy preocupado.
- ¿Cuánto tiempo ha estado inconsciente hasta que han llegado aquí?
- No lo se… Unos diez o quince minutos… No estoy seguro, lo que he tardado en traerla. Doctor… ¿Qué tiene?
- Bien, en principio se trata de una fuerte bajada de azúcar y la tensión ha caído en picado. Nada grave a simple vista, pero me preocupa que no recupere la consciencia, lleva así demasiado tiempo.
- Ella es amiga del Dr. Javier Aristegui. Por favor ¿Pueden avisarle?
- ¿El Dr. Aristegui? ¡Claro que si! Ya decía yo que me sonaba esta mujer, la he visto por aquí con él en alguna ocasión. Pero al verla así vestida no la había reconocido.
- Por favor… Avísenle, el sabrá que hacer.
- Esta bien, enseguida le llamamos.
- ¿Puedo verla?
- Si claro, su habitación es la que está al fondo.
- Gracias.- y diciendo esto se dirigió a la habitación de Marina.

Se encontraba inconsciente todavía, verla así tan frágil tumbada en aquella cama de hospital le llegó al corazón e hizo que su deseo de protegerla creciera. Se dio cuenta en ese mismo instante de que la amaba. Él, el gran Eduardo Mendoza, el incorregible mujeriego, estaba enamorado de una mujer a la que sólo había visto en tres o cuatro ocasiones. Pero le había enamorado la integridad y la fidelidad que demostró cuando no quiso plegarse a sus propuestas de traicionar a Armando. Otra en su lugar lo habría traicionado con los ojos cerrados. La posibilidad de obtener grandes ganancias cegaba a casi todo el mundo. Pero a ella no. Era una mujer de la que emanaba mucha fuerza y coraje. Amén de que le había enamorado su encantadora sonrisa, que nunca le había dedicado a él, pero que había visto regalarle a su enemigo. Y aquel aroma que siempre la acompañaba nublaba sus sentidos. ¡Si, la amaba! Y no le importaba reconocerlo. Si ella le correspondiera sería capaz de todo, hasta de olvidar la venganza hacia Armando… Acercó una silla para sentarse a su lado y le tomó la mano, comenzó a acariciarla con extrema suavidad y a hablarle bajito. Le explicó como había sido su vida hasta entonces, porque quería vengarse de Armando, que nunca había creído en el amor hasta que la conoció… Siempre pensó que los favores de las mujeres tenían un precio, el pagaba lo estipulado y ya está. Con ella se había dado cuenta de que el dinero no lo compra todo. ¡Daría todo lo que poseía por que ella le amara tan sólo un poquito! Continuó hablándole de sus ilusiones, de sus anhelos, de sus esperanzas. Se sorprendió a si mismo siendo sincero por primera vez en muchos años, tantos que ya ni lo recordaba. Había aprendido a ocultar muy bien sus sentimientos. Cuando era niño le habían herido y juró que nunca más sería vulnerable. Le acarició la cara, ese rostro tan bello que aparecía en sus sueños a los que no lograba encontrar explicación. Ahora sabía porque. ¡La amaba! Le rogó que despertara, que se pusiera bien. No pensaba renunciar a ella ahora que la había encontrado. Quería darle todo el amor que ella se merecía. Cambiaría, sería un hombre nuevo. Todo lo haría por ella…

La presentación fue un éxito absoluto. Todos los invitados se mostraron cautivados con la fragancia. Habían regalado muestras del perfume a todo el mundo. Las mujeres quedaron fascinadas, los hombres seducidos por aquel perturbador aroma. La campaña publicitaria entusiasmó a los asistentes. Armando podía darse por satisfecho, si no fuera porque lo que más hubiera deseado en ese momento no había podido ser. Tener a Marina a su lado compartiendo el triunfo hubiera sido como estar en el paraíso. Pero la había perdido y eso le había dejado un amargo sabor de boca. No se sentía capaz de saborear el éxito sin ella. Había hablado con Javier y le explicó lo sucedido en el salón. Su amigo se mostró consternado y le dijo que debía poner a Lucía en su sitio de una vez y para siempre. Si quería recuperar y conservar a Marina, ella debía desaparecer de sus vidas. No había podido hablar todavía con ella, pero en cuanto terminara todo, lo haría. Más tarde se presentó la oportunidad. Lucía se encontraba flirteando con unos señores adinerados. Armando se acercó y cogiéndola con fuerza del brazo, la disculpó ante ellos y se la llevó casi en volandas al salón.

- ¡Armando…! ¿Qué crees que estás haciendo? –preguntó intentando soltarse.
- ¡Tenemos que hablar de una vez y para siempre Lucía!- dijo conteniendo su furia.
- ¿Y de que quieres hablar?
- De lo que ha sucedido esta noche.
- ¿Qué ha sucedido?- preguntó haciéndose la inocente.
- ¡Lo sabes muy bien! ¡No te vayas a hacer la inocente ahora!- dijo subiendo un poco el tono de voz.
- Tranquilízate Armando. Aquí no ha sucedido nada. Sólo he puesto en su lugar a esa estúpida.- dijo encarándose con él.
- Lucía… No vuelvas a llamarla estúpida. ¡No te lo consiento! ¡Ella es la mujer que amo!- dijo acercándose a ella amenazadoramente.
- Pues creo que ella no te ama lo suficiente. No tanto como yo querido.- dijo con tono insinuante.
- ¡Tú no me amas! Si lo hicieras desearías que yo fuera feliz, aunque sea con otra mujer. Que concepto más raro tienes del amor. ¡Tú no amas a nadie Lucía! ¡Sólo te amas a ti misma! Estas acostumbrada a darte todos los caprichos. Incluidos los hombres. Pero te advierto una cosa… ¡A mi no me vas a conseguir hagas lo que hagas! ¡Yo amo a Marina!
- Armando… - dijo con condescendencia.- Ya te he explicado antes que si no eres para mí, no serás para nadie. Haré todo lo posible por alejarte de ella.
- Lucía… ¡No me amenaces! ¡Olvídate de tu capricho y desaparece de nuestras vidas para siempre!
- Mmm… No tan rápido querido… ¡Tú eres mío!
- ¿Pero que te hace pensar eso? Yo nunca te he dado falsas esperanzas. Siempre has sabido que no te amo y nunca te podré amar. – intento que comprendiera.
- ¡Y eso que importa! Lo único que me interesa es tenerte, no importa como.
- Lucía… ¡Estás completamente loca! ¡Me gustaría matarte!- dijo apretando los puños a los costados del cuerpo.
- ¡Hazlo mi amor! ¡No se me ocurre mejor forma de morir! Así te tendré atrapado para siempre. Una acusación de asesinato no se soluciona así como así. – dijo sonriendo.
- Deberías buscar ayuda profesional.
- ¡Yo no estoy loca!- gritó indignada.
- ¡Ah no! ¿Y como llamarías tú a esa obsesión enfermiza que tienes por mí?
- ¿Amor? ¿Capricho? Me he propuesto que seas mío y lo voy a conseguir.
- Contigo es imposible hablar, no atiendes a razones. ¿Tan difícil te resulta entender que la amo a ella?
- A lo mejor no se puede hablar conmigo, pero si se pueden hacer otras cosas. – dijo acercándose a él en actitud insinuante.
- ¡Vete de aquí! ¡No quiero volver a verte en mi vida! ¡Lucía desaparece de mi vida! O la próxima vez no respondo.- dijo apartándola de él con desdén.
- Esta bien mi amor. Me voy por ahora, pero no pienses ni por un solo minuto que te vas a librar de mí tan fácilmente. ¡Volveré! Cuando menos te lo esperes ¡Volveré a por ti!
- ¡No me amenaces! ¡Desaparece de mi vista! ¡Tu presencia me asquea! ¡Vete! – dijo y se acercó a ella con actitud agresiva.
- ¡Adiós Armando! ¡No lo olvides volveré!- y diciendo esto salió dando un portazo.

Javier la vio salir y entró a ver a su amigo.

- ¿Que ha pasado? ¿Has logrado convencerla de que desaparezca de tu vida?
- Está loca Javier, completamente loca. Me ha dicho que volverá y que si no soy suyo, no permitirá que sea de nadie.- dijo echándose el pelo hacia atrás con la mano.
- Esa mujer es sumamente peligrosa, y tienes razón está completamente loca.- dijo pensativo.
- Debo alejarla de mi vida y sobre todo de Marina. Creo que es capaz de cualquier cosa.- dijo preocupado.
- Es cierto, debes alejarla de Marina. No permitas que se acerque a ella Armando. Podría hacerle mucho daño.- dijo
- Lo sé, pero no sé como hacerlo, Javier.- dijo apesadumbrado.
- Algo se te ocurrirá Armando. Cuando estés más tranquilo podrás pensarlo con calma.- dijo poniendo una mano sobre el hombro de Armando.
- Tienes razón. Debo tranquilizarme. Ha sido una noche terrible.
- Debes volver con los invitados o comenzarán a preguntarse que ocurre. – aconsejó
- Es cierto, vamos Javier.

Salieron del salón y se mezclaron con los invitados. Javier fue donde estaba Adriana, que al verlo preocupado le preguntó que pasaba. Él le explicó todo lo sucedido, no podía tener secretos con ella. Adriana al principio se horrorizó pero luego se quedó pensativa. Esa Lucía era muy peligrosa, había que pensar la manera de sacarla de las vidas de Armando y Marina… Mientras Adriana pensaba sonó el teléfono de Javier.

- ¿Si que sucede?
- ¿Javier? Debes venir a la clínica de inmediato.
- ¿Qué ocurre?
- Se trata de tu amiga. Ha entrado inconsciente y no logro reanimarla.- dijo con alarma en la voz.
- ¿Mi amiga? – dijo mirando a Adriana.- ¿Qué amiga?
- Marina Salvador creo que se llama. El tipo que la ha traído dice que se desmayo en sus brazos y que han tardado en llegar aquí unos diez minutos. Pero ya lleva así más de media hora. Él me ha pedido que te llame.
- ¿Marina? ¿Marina está ahí? ¿Quién es el hombre que la ha llevado?
- Un tal Eduardo Mendoza.
- ¿Eduardo? ¿La ha llevado Eduardo? ¡No me lo puedo creer! ¿Qué hacía él con Marina?
- ¡No lo sé! No le he preguntado. ¿Vas a venir?
- ¡Si! ¡Salgo para allá inmediatamente!

Adriana que había estado escuchando parte de la conversación preguntó.

- ¿Le ha pasado algo a Marina?
- Parece que si. Eduardo la ha llevado inconsciente a la clínica, dice que se ha desmayado en sus brazos.
- ¡Oye! Antes he oído que alguien explicaba que una mujer se había desmayado en la escalinata de la entrada y un hombre se la había llevado en su coche.
- ¡Debían ser ellos! ¡Menos mal que a Eduardo se le ha ocurrido llevarla a la clínica! ¡Voy a avisar a Armando y me voy para allá!
- ¡Espera, voy contigo!

Javier se acercó donde Armando se encontraba hablando con unos invitados, le cogió suavemente del brazo y le dijo.

- Armando… Tenemos que hablar… - dijo con voz preocupada.
- ¿De que se trata?- preguntó al ver la preocupación de su amigo.
- Se trata de Marina…- dijo mirándole a los ojos.
- ¿Le ha pasado alguna cosa? ¿Dónde está?- empezando a alarmarse.
- Está en la clínica, alguien la ha llevado inconsciente. – no quería decirle que había sido Eduardo.
- ¿Cómo que alguien la ha llevado? ¿Cómo que está inconsciente? ¿Qué pasa Javier?- dijo agarrando con fuerza el brazo de su amigo.
- No lo sé todavía. Salgo para allá ahora mismo, pero creí que deberías saberlo.
- Claro, gracias Javier. Pero yo me voy contigo. ¡Tengo que verla y saber que pasa! Voy a decirle a Mercedes que se haga cargo de la fiesta. Enseguida voy contigo.
- Está bien Armando, te espero pero no tardes. Quiero llegar lo antes posible.
- Yo también. – diciendo esto se dirigió hacia donde se encontraba Mercedes para darle instrucciones.

Mercedes al enterarse, le dijo que no se preocupara que ella se encargaría de atender a los invitados. Le rogó encarecidamente que la mantuviera informada del estado de Marina y le apremió a que se marchara.
Llegaron a la clínica y los tres se dirigieron a la habitación de Marina. Armando no esta preparado par lo que vio al abrir la puerta. Ella se encontraba en la cama muy pálida y aparentemente dormida. A su lado se encontraba sentado Eduardo, tenía cogida su mano y se la acariciaba con mucha ternura, ¡Le estaba hablando a ella! Armando parpadeó ¡Aquello no podía ser! ¡Su subconsciente le estaba jugando una mala pasada! ¡Eduardo no se encontraba allí! Pero si estaba. Se acercó a él amenazadoramente. Eduardo levantó la cabeza y se quedó mirando a Armando.

- ¿Qué haces tú aquí? ¿Quién le ha dejado entrar?- dijo muy enfadado.
- Armando… Él la ha traído…- explicó Javier.
- ¿Qué le has hecho -----------?- se fue hacia él con la intención de pegarle, pero Javier lo contuvo.
- Yo no le he hecho nada. Me la he encontrado saliendo de “tu” fiesta y se ha desmayado en mis brazos. No sé que ha podido pasarle.- se defendió.
- ¿Estás seguro de que no le has hecho nada?- volvió a preguntar.
- Y tan seguro. Pero podría preguntar ¿Qué le has hecho tú para que se desmaye al salir de allí?- atacó Eduardo.
- Nada… ¡Un momento! Mientras hablábamos, creo que no se sentía bien. – explicó.
- ¿Qué quieres decir con eso?- preguntó Javier.
- Que se ha agarrado con fuerza al sofá del salón y ha cerrado los ojos como si fuera a desmayarse, pero me ha dicho que estaba bien.
- Pues es evidente que no lo estaba.- volvió a atacar Eduardo.
- ¡Tú no intervengas!- volvió a amenazar Armando.
- ¡Claro que voy a intervenir! ¿Dónde estabas tú cuando se ha desmayado? Seguro que muy entretenido con tu fiesta. – dijo desafiándolo.
- ¡A ti no te importa donde estaba! ¡Quiero que te vayas de aquí inmediatamente!- grito.
- ¡No pienso irme hasta que sepa que es lo que le pasa a Marina!- contestó Eduardo.
- Eduardo… Será mejor que esperes fuera. Armando se encuentra muy alterado.- aconsejó Javier.
- Eso veo. Ahora se altera. Cuando ella casi se desmaya en su presencia no le ha hecho ni caso- dijo mirándolo con sorna.
- ¡Lárgate de aquí!- Ordenó Armando volviendo a dirigirse hacia él con evidentes intenciones de golpearle.

Javier consiguió sacar a Eduardo de la habitación, le pidió disculpas por la actitud de Armando y le aconsejó que fuera a la cafetería a tomar algo. Eduardo le hizo caso, no sin antes rogarle que le informara del estado de Marina lo más rápido posible. Javier prometió que lo haría y volvió a entrar en la habitación.
- Armando… Creo que te has comportado como un estúpido con Eduardo. El la ha traído hasta aquí y se ha quedado con ella todo el tiempo.
- Lo sé. Pero me han atacado los celos cuando lo he visto con la mano de Marina entre las suyas, acariciándola y susurrándole al oído.- dijo con enfado.
- Entiendo que estés celoso, pero le debes una disculpa.- aconsejó Javier.
- Lo haré, no te preocupes. En cuanto me calme un poco hablaré con él ¿Cómo está Marina? ¿Qué tiene?- preguntó con preocupación en el rostro.
- Según los informes, sólo ha sido una bajada de azúcar, acompañada de una fuerte caída de presión. Lo preocupante es que no vuelva en sí. Le vamos a realizar toda clase de pruebas, no te preocupes. Se pondrá bien. La tendremos en observación un par de días.
- Gracias Javier. Por favor… Haz que se ponga bien.
- Lo haré, no te preocupes. Ahora voy a prepararlo todo para comenzar con las pruebas. –diciendo esto salió de la habitación.

Armando se quedó solo con ella. Se acercó a la cama y la miró. Comenzó a acariciarle la cara con infinita ternura. Le apartó el cabello de la frente. Y le dijo con voz muy emotiva.

- Marina… tienes que ponerte bien mi amor. Tú eres mi vida y sin ti no tiene valor. Por favor brujita. ¡Te amo tanto!

Se quedó allí con ella acariciándola, hablándole, explicándole lo mucho que la quería. No la iba a perder. Lucharía y haría todo lo posible por recuperarla. Su vida sin ella no tenía sentido. Haría cualquier cosa por casarse con ella y tenerla para siempre a su lado. ¡Cualquier cosa! Ya pensaría en la manera de alejar a Lucía de ellos. De momento su máxima prioridad era que ella se restableciera. ¿Qué le había podido suceder? ¿Por qué no volvía en si? Debía haberse llevado una impresión muy fuerte con las palabras de la loca de Lucía. Pero él no iba a dejar que nada ni nadie los separara. Se quedaría ahí con ella todo el tiempo necesario. No la iba a dejar sola ni un solo minuto. ¡Que bella era! Aunque ahora estaba muy pálida, seguía siendo bella. ¡Su brujita! ¡Cuánto la amaba! Se sacó el anillo del bolsillo de la chaqueta y se lo puso en el dedo. Ese era su sitio. Era de ella y sólo ella lo debía tener. ¡Había puesto tantas ilusiones en aquel encuentro! ¡La había vuelto a tener entre sus brazos! ¡Que sensación tan dulce volver a besarla, acariciar su suave piel y sentir aquel aroma de nuevo! Decidió que pasara lo que pasara iba a conseguir que se casara con él. No la dejaría ir. ¡La necesitaba tanto! Unas lágrimas comenzaron a bajar por su rostro. La tensión pasada durante toda la velada había aflorado y necesitaba liberarla. Le dio un beso en los labios. Los tenía fríos. Pero no le importó. Ella era la razón de su existencia. ¡Jamás creyó poder amar a nadie de esa forma! Él no tenía importancia, sólo importaba Marina. Se iba a poner bien. Estaba seguro. Su amor no iba a dejar que le sucediera nada malo. Velaría por ella. Sus lágrimas se hicieron más abundantes mientras la miraba. En sus ojos se reflejaba todo el amor que sentía…
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