Armando estaba un poco molesto por la actitud de Marina, no acababa de comprender porque ella le había pedido tiempo después de la noche pasada. Pero le daría ese tiempo, haría cualquier cosa que ella le pidiera con tal de no perderla.
Subió a su coche y se dirigió a Pimpinella, era domingo y allí solo se encontraba el personal de seguridad. Le franquearon la entrada y se encaminó al laboratorio. Con todos los acontecimientos ocurridos se había olvidado por completo de la fórmula hasta que ella se lo recordó. Ese día no podría registrarla al ser festivo, pero lo haría al día siguiente a primera hora. Por eso estaba allí, iba a recogerla y a llevársela a casa para llegar a la oficina de registro lo antes posible, ya lo había demorado bastante. Ojeo la fórmula y le pareció brillante. Se trataba de una base de maquillaje incolora a la que se le añadían los pigmentos de color en base al tono de la piel de la persona que lo usara, según las notas de Marina, la idea era vender un kit con la base y tres tonos de pigmentos en tarros aparte para que la persona misma hiciera la mezcla según su tono de piel. De este modo un mismo maquillaje serviría igual si esa persona estaba bronceada o no, simplemente cambiando el tono del pigmento en cada ocasión. Sonrió para si mismo, su brujita tenía una mente privilegiada. Todavía sonriendo subió al coche y se marchó a su casa.
Eduardo apareció en casa de Marina sobre el mediodía, necesitaba saber si ella había tomado una decisión sobre su propuesta de matrimonio. Aunque la noche anterior le diera una negativa, le rogó que lo pensara con detenimiento. No pensaba darse por vencido. Amaba a aquella mujer y necesitaba hacerla su esposa. Por dos razones concretas: una era que no creía ser capaz de vivir sin ella y la otra, que eso significaba la venganza definitiva hacia Armando y toda su maldita familia. Si se casaba con ella le causaría a su enemigo una profunda herida muy difícil de curar. Iba a disfrutar lo indecible viéndolo sufrir por su amor. Esta vez si que le asestaría un golpe certero. Anteriormente había intentado vengarse mediante los negocios, pero Armando había resultado un tipo listo y su prestigio había crecido con la comercialización del perfume. Aunque él todavía tenía un as en la manga. El maquillaje de Marina ya se encontraba a punto para su presentación, la campaña publicitaria se había realizado y la semana entrante se lanzaría al mercado. El cretino de Oscar había realizado bien su trabajo.
Marina se mostró sorprendida por la visita, no esperaba verlo y menos después de haberla dejado sola en la carretera para que buscara a Armando.
- ¿Qué haces aquí?- preguntó molesta
- Tenemos algo pendiente preciosa – dijo ignorando el tono de ella.
- No, creo que no tenemos nada pendiente. Todo quedó claro anoche.
- Te pedí que lo pensaras Marina. Dime que lo has hecho.
- No tengo nada que pensar. Ya te di mi respuesta. No me casaré contigo.
- Claro ya entiendo, estas molesta porque anoche te deje allí sola. Por cierto ¿Le encontraste?
- Claro que estoy molesta, fue muy poco caballeroso por tu parte dejarme allí sin brindarme tu ayuda. Y si, lo encontré.
- No te voy a decir que me alegro. Como puedes comprender no iba a ayudar a ese estúpido.- dijo sentándose indolentemente.
- Me encanta tu actitud, esa es una de las razones por las que no puedo casarme contigo aparte de la más obvia que es que no te amo.
- Pero yo se que llegarás a hacerlo preciosa.
- No lo haré jamás. No podría amar nunca a alguien que alberga tanto odio y rencor en su interior.
- Un odio y un rencor bien merecidos.
- ¿Te has llegado a plantear alguna vez la posibilidad de que las cosas no ocurrieran como tú crees?- dijo parándose frente a él
- Nunca. Porque sé que ocurrieron así.
- Yo no estaría tan segura. Tú eras muy niño todavía y puede que tergiversaras los hechos.
- ¿Qué sabrás tú? ¿Con que derecho vienes a decirme que estoy equivocado?- casi le escupió.
- Con el derecho que me otorga el conocer las dos versiones.- dijo muy tranquila.
- Será mejor que dejemos ese tema. A ti no te incumbe.- y su voz sonó amenazadora, la miró fijamente.
- Si, será mejor dejarlo. No hay peor ciego que el que no quiere ver.- dijo sin apartar la mirada, aparentaba no tenerle miedo.
- Volviendo a lo nuestro, no aceptaré un no por respuesta Marina.- dijo respirando hondo para tranquilizarse.
- Pues lo siento, pero esa es mi respuesta Eduardo.- dijo con tono cansado.
- Yo te amo y quiero tenerte a mi lado.
- ¡Tú no me amas! Solamente soy un instrumento para tu venganza.
- ¡Claro que te amo! ¡No sabes cuanto Marina! Si para demostrártelo quieres que olvide mi venganza contra Armando, ¡Tu ganas! Lo haré con la condición de que te cases conmigo.- dijo acercándose a ella.
- ¡Eso es un vil chantaje! Además no me fío de ti. ¿Quién me asegura que una vez que me case contigo no llevarás adelante tu venganza?- se le encaró.
- Tendrás que confiar en mi palabra Marina.- dijo con una sonrisa sarcástica
- Eres un ser despreciable Eduardo. No me casaré contigo nunca.
- Eso lo veremos Marina….acabaras aceptando, lo sé.
En ese momento sonó el teléfono, Armando había decidido llamarla para felicitarla por su brillante idea del maquillaje.
- Hola Marina. ¿Podemos hablar?- preguntó
- Hola. Si… Bueno…Dime.
- ¿Ocurre algo? Te noto extraña. ¿Te molesta que te haya llamado?
- No…no ocurre nada…Y no me molesta- dijo mirando de reojo a Eduardo que la miraba fijamente.
- ¿Es ese estúpido de Armando?- preguntó molesto por la interrupción.
- ¿Qué querías decirme? – preguntó a Armando ignorado la pregunta de Eduardo.
- ¿Quién está contigo brujita? Me pareció escuchar la voz de Eduardo ¿Esta ahí?
- No… Bueno si… Pero ya se iba.- le explicó
- ¡Yo no pienso irme a ninguna parte, el que sobra aquí es él, díselo a ese cretino! -dijo alzando la voz para que el otro le oyera.
- ¿Ocurre algo Marina? ¿Necesitas que vaya?- le disgustaba que Eduardo se encontrara allí.
- No. Déjalo. Yo puedo manejar esto.-dijo con una seguridad que estaba lejos de sentir.
- Te llamaré más tarde entonces y si me necesitas no dudes en avisarme y vendré rápidamente. Ten cuidado con él.- dijo preocupado.
- No te preocupes. Así lo haré. Hasta luego.- dijo.
Colgó el teléfono con mucha calma y aspirando hondo se enfrentó a Eduardo.
- Quiero que salgas inmediatamente de mi casa y que no vuelvas nunca.- dijo despacio.
- ¿Qué pasa? ¿Te ha dicho él que me eches?- dijo sarcástico.
- No. No necesito que nadie me diga a quién quiero en mi casa y a quién no. ¡Márchate!
- ¿Y si no quiero?
- ¿Así vas a demostrarme tu amor? ¿Comportándote como lo estás haciendo? Por eso no puedo confiar en ti, me juras amor y después me desafías. Por favor vete…
- Esta bien, me voy pero no me daré por vencido Marina. Seguiré insistiendo.- dijo dirigiéndose a la puerta.
- Tu insistencia será en vano. Yo de ti no me molestaría.- dijo cerrando la puerta tras él.
Marina respiró hondo, aunque le había asegurado a Armando que podía manejar la situación tuvo sus dudas. Eduardo era peligroso, parecía un niño malcriado que se enfadaba cuando le llevaban la contraria. Y ella no podía predecir sus reacciones. Por lo poco que había podido ver, estas podían resultar violentas. Intentaría que la olvidara lo antes posible. Cuando se tranquilizó un poco, decidió llamar a Armando. Él quería decirle algo y además se había quedado intranquilo. Cogió el teléfono y marcó el número. Le contestó Ángela.
- Hola Ángela ¿Se encuentra Armando en casa?
- ¡Hola Marina! Si que está. Me alegro de escuchar tu voz hija, empezaba a creer que no me llamarías nunca- dijo con voz alegre.
- Tienes razón, perdóname por no llamarte pero han sucedido muchas cosas- dijo disculpándose.
- Lo sé. Armando me lo ha explicado todo. Quiero que sepas que todo lo que te dije era sincero y estoy segura de que mi hijo te ama.
- Gracias, lo tendré en cuenta. ¿Puedes pasarme con él por favor?
- Claro que si tesoro, ven a verme cuando puedas por favor. Te hecho de menos.
- Lo haré, no te preocupes. En cuanto pueda iré.
Ángela pasó la llamada a la habitación de Armando. Este se encontraba recostado en la cama, recordando todo lo ocurrido la noche anterior. Pero estaba inquieto, no confiaba en Eduardo y que estuviera en casa de Marina le intranquilizaba.
- Marina ¿Qué ha sucedido? ¿Qué quería Eduardo? ¿Ya se ha marchado?- preguntó ansioso
- Si, ya se ha marchado. No pasa nada. Sólo ha venido a visitarme.- no le quería explicar lo sucedido.
- Parecía molesto. ¿Habéis discutido?
- No… Bueno un poco. Pero ya está solucionado.- quería parecer convincente.
- A mi no me engañas brujita ¿Me vas a contar porque habéis discutido?
- Por una tontería, no te preocupes. ¿Qué ibas decirme antes?- quería cambiar de tema
- Está bien, no me lo digas. Pero ten mucho cuidado con él brujita.- la previno
- Lo tendré, no te preocupes. ¿Y bien?
- Te llamé para felicitarte por la fórmula. Tienes una mente privilegiada brujita.
- Gracias. Pero no es para tanto.- dijo azorada.
- ¡Claro que si! Tu idea es magnifica. Perdona que no la haya visto antes, pero con todo lo que ha pasado la había olvidado por completo. Se que es imperdonable.
- No te preocupes, lo entiendo. Yo tampoco me había acordado más hasta hoy.
- Mañana mismo la llevaré a registrar y enseguida la comercializaremos. Gracias mi amor. Eres la mejor profesional que conozco.
- Pues me da que no conoces a muchas- dijo riéndose.
- No, la verdad es que no- riéndose también.
- Esta bien Armando, si no tienes más que decirme…
- Tengo muchas cosas que decirte, pero ya sé que no quieres escucharme. Si tú me dejaras…- dijo con voz profunda.
- Armando…
- Está bien, está bien. Te daré tiempo. No quiero perderte.
- Gracias por entenderme.
- No lo entiendo, pero haré lo que tú me pidas. Adiós brujita. Recuerda que te amo.
- Adiós Armando.
Por la mañana Armando se preparó para ir a la oficina de registro, bajó temprano a desayunar y se encontró con su madre que ya estaba allí. Ángela se encontraba hojeando una revista. Se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla.
- Buenos días mamá.
- Buenos días hijo. ¿Qué tal tu conversación con Marina?- preguntó.
- Bien, sigue empeñada en que le dé tiempo y eso haré.
- Es lo mejor que puedes hacer, así podrá recapacitar y ver las cosas con un poco de distancia.- aconsejó
- Si claro, aunque no lo entiendo, ella también me ama. No se porque necesita ese tiempo.- dijo con mirada triste.
- Hijo, las mujeres somos complicadas y necesitamos estar muy seguras de las cosas antes de tomar una decisión importante.
- Si, ya lo se. Vivo con una de las peores.- dijo esbozando una encantadora sonrisa y guiñándole un ojo.
Los dos rieron a la vez. Armando comenzó a desayunar y Ángela que ya había terminado continuó hojeando la revista. Al pasar la página se detuvo y leyó con interés el anuncio que había en ella. Su sonrisa se congeló y miró a su hijo. El día anterior le había explicado la idea de Marina referente al maquillaje.
- Armando hijo…
- Dime mamá. ¿Qué te pasa? Estas pálida. ¿Te encuentras mal?- preguntó preocupado.
- No hijo, es solo que…
- ¿Qué?- se estaba comenzando a alarmar.
- Tú me explicaste ayer algo sobre un nuevo maquillaje ¿No es cierto?- preguntó para asegurarse.
- Si. ¿A que es una idea genial?
- Armando… Mira esta página de la revista.- dijo tendiéndosela.
- ¿Qué quieres que vea mamá? –cogió la revista y se quedó sin habla, en la revista había un anuncio del maquillaje pero la empresa que lo comercializaba era Ryna Cosmetics.
- Eso es lo mismo que me explicaste ¿Verdad?
- ¡No puede ser! Mamá, esta fórmula ha estado guardada en la caja fuerte del laboratorio hasta ayer. ¿Como la ha conseguido Ryna Cosmetics?- cuestionó.
- No lo sé hijo, pero sea como sea es evidente que Eduardo la ha conseguido.- dijo mirando a su hijo, temiendo su reacción.
- Pero… ¡Eso es imposible! Solamente Marina y yo sabemos la combinación… ¡Marina!- exclamó
- Armando, no creo que Marina haya sido capaz…
- Yo tampoco lo creo mamá, pero no existe otra explicación. Ya es inútil que vaya a registrarla… - dijo hundiendo los hombros sin dejar de mirar la revista.
- ¡Debes ir! Puede que cambie algún componente.
- ¿Y que? Ya hemos perdido el impacto de la primicia y sólo será una burda imitación. Marina me va a tener que escuchar. –dijo indignado.
- Hijo, dale la oportunidad de que se explique. –pidió
- ¿Para que? Está muy claro lo que ha sucedido, con razón se lleva tan bien con Eduardo. Hasta le ha pedido que se case con él.
- No creo que haya ocurrido así
- ¿No? ¿Y como crees entonces que ha ocurrido? Por eso me pide tiempo. Para poder irse con él tranquilamente. Pero ahora está descubierta, y no se librará tan fácilmente.- dijo furioso.
- Armando, no vayas a cometer una locura hijo. Déjala que se explique.- rogó
- Que se explique… No mamá, no le voy a dar más oportunidad de que me mienta. Y yo que creía que me amaba…- dijo desilusionado.
Cogió la revista y salió sin terminar el desayuno, subió al coche y arrancó a toda prisa. Ángela continuó sentada, cerró los ojos y se cubrió la cara con las manos. ¡Otra vez no! ¡Otra desilusión no! Su hijo no se merecía una traición como aquella y menos de la mujer que amaba. Aunque en su fuero interno no creía a Marina capaz de aquello, mucho tenía que haberse equivocado con ella para que fuera así.
Armando conducía a toda prisa, estaba colérico. ¡Marina le había engañado! Durante todo ese tiempo le mintió. Pero no iba a quedar impune. Le haría pagar su traición. ¡La única mujer que había amado de verdad, le había traicionado! Que estúpido había sido, confió en ella sin más y ese era el resultado. ¡Que se prepare! –pensaba - ¡Va a pagar por esto!
Llegó a Pimpinella y subió a su despacho. Mercedes lo vio muy alterado y no le dijo nada. Él siguió andando y casi en la puerta de su despacho se paró en seco, se giró y le dijo.
- Mercedes, quiero que llames a Marina y le digas que quiero verla inmediatamente.
- Pero ella no va a querer venir Armando. Sabes que no quiere verte.
- ¡Me da lo mismo! Mercedes haz todo lo posible por que venga, es urgente. Si aprecias tu puesto en esta empresa consigue que esté aquí lo antes posible.- diciendo esto entró en el despacho y cerró de un portazo.
Ella se quedó pensando en que habría podido ocurrir para que Armando estuviera tan enfurecido, hacía mucho tiempo que no lo veía de esa manera, tenia que ser algo grave. ¿Como convencería a Marina? Tomó el teléfono y marcó.
- ¿Marina? Soy Mercedes.
- ¡Mercedes! ¡Que alegría que me hayas llamado!- dijo sinceramente.
- No es una llamada de cortesía Marina. Armando quiere que vengas inmediatamente.- explicó.
- ¿Para que? ¿Ocurre algo?- preguntó
- No lo sé. Ha entrado como una tromba y me ha exigido que te haga venir. Está muy enfadado.
- Bueno, ya se le pasará. No voy a ir Mercedes, lo siento.
- Marina, por favor. Tienes que venir…- rogó.
- No, yo ya no tengo nada que ver con la empresa. No entiendo que se requiera mi presencia allí.
- Cielo, por favor. Me ha amenazado con despedirme si no consigo que vengas…
- ¿Eso te ha dicho? Entonces debe ser algo grave. Está bien Mercedes voy a ir, pero que conste que lo hago por ti, porque eres mi amiga. No me interesa lo más mínimo lo que esté ocurriendo.
- Gracias, de verdad muchas gracias.
Armando se acercó a la mesa y lanzó la revista sobre ella, al hacerlo cayó un sobre dirigido a él, con su nombre mecanografiado. Se agachó y lo recogió, apartándolo a un lado pensó que más tarde vería su contenido en ese momento no se sentía con ánimos, se encontraba demasiado enfadado. Levantó el auricular del teléfono y realizó una llamada. Al colgar volvió a fijar su vista en el sobre, le llamaba la atención. Lo cogió y vio que no llevaba remitente, eso estimuló su curiosidad y lo abrió. No había ninguna nota, solamente unas fotos. Cuando las miró, se creyó morir. En una de las fotos se veía a Eduardo y Marina en un restaurante y él tenía una mano posada sobre la de ella, en otra se les veía besándose a la entrada de Pimpinella, en otra más él la tenía agarrada por la cintura muy cerca suyo. Las fotos tenían impresa la fecha, eran de cuando él se encontraba de viaje en Nueva York. Se quedó perplejo ¿Marina le había engañado desde el principio? ¿Hasta donde pensaba llegar con su engaño? Había sido un completo idiota por enamorarse de ella, lo único que Marina había tenido que hacer era seguirle el juego y él la amaba tanto que no se había dado cuenta. ¡Pero este había llegado demasiado lejos! ¿Creía que no la iba a descubrir? El se iba a encargar de poner fin a su juego. No se paró a pensar en como habían llegado allí las fotos ni quién las había realizado. Volvió a mirarlas y una lágrima comenzó a caer por su mejilla. ¡Como lo había engañado! ¿Cómo era capaz de burlarse de su amor? Ahora comprendía, lo de la noche anterior entre Marina y Eduardo había sido una riña de enamorados, por eso ella evitó explicarle nada. Y él advirtiéndole que tuviera cuidado ¡Que iluso! Él era el que debía tener cuidado y no dejarse engatusar por sus palabras. Comenzó a llorar de rabia, de impotencia. ¡Que se preparara por que iba a saborear su venganza!
Sonó el interfono y Mercedes anunció la llegada de Marina. Armando se secó las lágrimas, se recompuso e indicó que la hiciera pasar. Adquirió una expresión dura, iba a ser implacable. Ella entró y lo saludo con expresión preocupada.
- Hola Armando ¿Qué sucede? Mercedes me ha dicho que era urgente que viniera.
- Siéntate Marina. Si, se trata de algo grave.- dijo muy serio.
- Me estás asustando ¿De que se trata?- dijo permaneciendo de pie.
- ¡He dicho que te sientes!- gritó.
Cuando ella se hubo sentado, le volvió a gritar.
- ¡Como has podido! ¿Cómo has sido capaz? ¡Esto no me lo esperaba!
- No entiendo… ¿Cómo he sido capaz de que?- preguntó
- ¡No te hagas la inocente! Ya no me engañas.- dijo dándole la espalda.
- Sigo sin entender. ¿Qué se supone que he hecho?- preguntó nerviosa. No comprendía nada.
- ¡Lo sabes muy bien! ¡Te has burlado de mí! Me has traicionado Marina…- dijo volviéndose de nuevo y mirándola fijamente con ojos llameantes.
- ¡Por favor explícate! ¿Qué quieres decir con que te he traicionado?- se levantó alterada. Su mirada parecía atravesarla.
- ¿Quieres que te lo diga? ¿Me crees tan estúpido como para creer que no lo sabes? ¡Vamos Marina deja de disimular!
- ¡No estoy disimulando! ¡No se de que me hablas!-gritó ella. Seguía sin comprender.
- ¡De esto! ¡Te hablo de esto Marina!- dijo tirándole la revista abierta por la hoja del anuncio.
Marina la cogió y miró su contenido, al ver el anuncio abrió mucho los ojos, casi le faltó la respiración. ¡No podía creerlo! Era su maquillaje, pero lo comercializaba Ryna Cosmetics. ¡No podía ser! ¿Cómo lo había conseguido Eduardo? Ahora comprendía la causa del enfado de Armando. Él creía que ella se la había facilitado.
- ¿Qué tienes que decir a eso? Debías saber que tarde o temprano se descubriría tu juego. Habrás disfrutado mucho engañándome y burlándote de mí amor con tu Eduardo.- dijo con un tono de tristeza.
- Yo no… Yo no me he reído de ti Armando. No tengo nada que ver con esto.- intentó explicar.
- ¿No? ¿Y entonces como explicas que Eduardo haya conseguido la fórmula si sólo tú y yo teníamos la combinación de la caja fuerte? Y evidentemente yo no se la he dado.- dijo con sarcasmo
- No sé como la ha podido conseguir, pero te aseguro que yo…
- ¡Basta de mentiras Marina! Ya está todo claro. Ya no me engañas más, aunque debo admitir que eres una excelente actriz, hasta llegué a creer que me amabas de verdad. –dijo acercándose a ella amenazadoramente.
- Te amaba de verdad. Te amo de verdad- dijo mirándole a los ojos.
- ¡Claro! Por eso estabas tan acaramelada con él cuando me fui a Nueva York. El estúpido de Armando no estorbaba para que tú estuvieras con Eduardo.- dijo con voz profunda.
- Yo no tengo nada que ver con él. Eduardo y yo nunca hemos tenido nada.- explicó
- ¿No?- dijo riéndose con crueldad - ¿Y estas fotos? ¿Qué me dices a eso?- dijo mostrándoselas.
Marina las hojeo y entonces recordó la vez que Eduardo la abordó en el restaurante y la intentó besar. ¡Que estúpida! Había olvidado el incidente. Debería haber hecho caso del consejo de Javier y habérselo explicado a Armando. Pero ya era demasiado tarde. En las fotos parecía que realmente se estaban besando.
- Armando… Esto no es lo que parece… Déjame explicarte- suplicó.
- No hay nada que explicar. Lo teníais bien planeado. Pero esas fotos son lo suficientemente explícitas. No esperaba esto de ti.- dijo bajando la voz.
- Esta bien Armando, si eso es lo que crees…- dijo dándose por vencida, resultaba imposible razonar con él.
- Si. Es lo que creo. Tengo pruebas Marina.- dijo señalando las fotos y la revista.
- Entonces, no tenemos nada más que hablar. Adiós Armando- dijo dándose la vuelta y dirigiéndose a la puerta.
Armando corrió tras ella y la agarró fuertemente del brazo, se situó a su espalda y cogiendo sus brazos le dijo.
- No tan deprisa brujita… No vas a salir tan bien librada “mi amor”. La policía está por llegar. –dijo con voz susurrante.
- ¿La policía? ¿Has sido capaz de llamar a la policía? ¿Me vas a denunciar?- preguntó sorprendida sin volverse.
- Por supuesto que si, lo que tú has cometido ha sido un robo, brujita. Para tu información, te recuerdo que a la vez que firmaste el contrato, firmaste otro papel de confidencialidad.- dijo
- Así que de verdad me crees culpable…- No lo podía creer. ¡La iba a entregar a la policía! Unas lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas.
- Si Marina, lo creo. Sólo dime una cosa. ¿Llegaste a amarme en alguna ocasión?- dijo cambiando el tono de voz que se volvió ronco y abrazándola por la cintura.
- Eso tendrás que averiguarlo por ti mismo Armando.- dijo aguantando el llanto. Armando cerró los ojos y depositando su barbilla sobre la cabeza de ella dejó brotar las lágrimas.
Permanecieron así durante un rato, cada uno ensimismado en sus pensamientos. Armando aspirando su perfume y amándola más todavía si ello era posible. Marina conteniendo el llanto y pensando que ahora si lo había perdido para siempre. Cuando lo amaba más que nunca. Ella fue la primera en romper ese momento, apartándose todo lo posible de él.
- Puedo esperar fuera a la policía, Mercedes me acompañará. No quiero importunarte con mi presencia. Te prometo que no voy a escapar.
- Prefiero que la esperes aquí, seré yo el que salga.- ¿Cómo decirle que su presencia jamás le había molestado? Todo lo contrario. Necesitaba salir de allí para poder desahogarse a solas.
Salió fuera del despacho y le dio orden a Mercedes de que en cuanto llegara la policía le avisara. Marina se dejó caer en una silla como una muñeca rota y entonces dejó fluir el llanto. ¿Cómo habían podido llegar a aquella situación? Sentía el corazón destrozado. El único hombre al que amaría siempre la creía una ladrona. ¡Que viniera la policía! A ella ya no le importaba nada, iría a la cárcel si era necesario ¡Que más daba ya!
Cuando la policía llegó, Armando les expuso lo ocurrido y procedieron a ir a buscarla. Al entrar al despacho, encontraron a una Marina tranquila sin rastro de lágrimas. Se levantó y se acercó a los agentes.
- Srta. Salvador… Soy el inspector Altares. Lo siento pero tiene que acompañarnos.
- De acuerdo, estoy preparada –dijo sin mirar a Armando y tendiéndole las dos manos juntas al inspector.
- No creo necesario esposarla inspector- dijo Armando angustiado, le dolía verla así.
- Hágalo inspector, podrían darme tentaciones de escapar- dijo mirando a Armando desafiante.
- Marina… Perdóname. Tenía que hacerlo.- dijo suplicante.
- Ya no importa Armando. Sólo espero que no tengas que arrepentirte de esto.- dijo y comenzó a caminar flanqueada por dos agentes.
Armando notó como el corazón se le rompía en mil pedazos. Se dio cuenta de la magnitud de lo que acababa de hacer. Tuvo la certeza de que en ese momento la había perdido para siempre. ¿Cómo podía haber hecho eso? Debería haber hablado con ella y dejar que se explicase como le dijo su madre. Seguro que había una explicación lógica para todo aquello. ¡Maldito mal genio! Se había cegado y no atendió a razones. Intentaría hablar con ella. ¡Si! Iría a verla a la comisaría. Ella le escucharía ¡Tenía que escucharle! ¡Dios cuanto la amaba!
Salió a toda prisa y subió al coche. Circulaba como un loco esquivando a otros vehículos, pero el tráfico era muy denso a esa hora. Cuando llegó a la comisaría, le dijeron que tenía que esperar. En ese momento la estaban interrogando y no podría verla hasta que acabara. Tomó asiento en una de las sillas que habían pegadas a la pared. Durante un rato observó el continuo entrar y salir de policías con detenidos. A algunos los llevaban esposados como a su brujita. ¡Que había hecho! ¡Marina esposada como una vulgar delincuente! Se levantó de un salto y comenzó a pasear de arriba abajo por el pasillo. Debía pensar muy bien lo que iba a decirle. Quería pedirle perdón y decirle que la amaba, pero no se le ocurría como. No podía perderla, a ella no. Era su vida. ¿Qué podría decirle?
Marina terminó de prestar declaración y la llevaron a otro cuarto para tomarle las huellas y unas fotos. Ella lo aguantó todo con la máxima dignidad posible dadas las circunstancias. Cuando terminaron, la condujeron a una celda con otras detenidas. ¿Qué estaba haciendo ella allí? No había hecho nada, pero no le habían creído. Se sentó en un rincón y se puso a mirar a la pared de enfrente. No lloraría más. Él no se merecía ni una sola lágrima. Aguantaría lo que fuera, pero no lloraría.
Armando se impacientaba, preguntó si ya podía hablar con ella y le dijeron que en unos minutos terminarían de ficharla y entonces le dejarían verla. ¿Ficharla? ¡Dios, no había medido las consecuencias de sus actos! ¡Marina fichada! Al cabo de un rato le dijeron que pasara a una sala y en breves momentos la traerían a ella. Una celadora la fue a buscar.
- ¡Salvador! ¡Marina Salvador! Tienes visita.
- Soy yo. ¿Quién es?- preguntó.
- No lo sé. Un tipo bastante alto y muy guapo.
- ¿Moreno, con el cabello largo?
- Si, ese es.
- No quiero verlo. Dígale que se vaya.
- Pero tienes que ir. –le dijo la celadora.
- No iré. No quiero verlo nunca más. – dijo volviendo a sentarse en el rincón.
- Desde luego, quien os entienda que os compre. Si yo estuviera en tu lugar y viniera a verme un ejemplar como ese, correría como alma que lleva el diablo.
Marina no dijo nada. Sonrió para si misma ¡Como alma que lleva el diablo! La celadora no sabía lo que encerraban sus palabras. Ella también correría así, pero en sentido contrario.
Él no podía creer que no quisiera verlo, necesitaba hablar con ella. La celadora le aseguró que la había visto muy convencida de su negativa. Le pidió que por favor le hiciera llegar una nota a lo que esta accedió. Armando la escribió y la celadora se la llevó a Marina.
- El chico guapo, te ha dejado esta nota. –le explicó.
- Devuélvasela o rómpala, no la quiero leer.- dijo sin levantarse.
- Pero chica, ¿Qué te ha hecho ese hombre?- preguntó.
- Eso es asunto mío. Haga lo que quiera con la nota.
La celadora se encogió de hombros y se marchó. Al llegar al recodo del pasillo, abrió la nota y leyó.
“Marina por favor, perdóname brujita. No sabía lo que hacía, estaba muy ofuscado. ¡Perdóname! ¡Te amo!”
Una vez la hubo leído, la arrugó y la tiró a la papelera. Se fue sonriendo por el pasillo y meneando la cabeza. No entendía a aquella mujer. Un hombre tan apuesto venía a verla y ella se negaba a atenderle. Desde luego el mundo estaba loco.